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Estrategias de ocupación del espacio en el sector sur del Área Ecotonal Húmedo Seca Pampeana durante el Período de Contacto Hispano-Indígena, de Panizza, María Cecilia y María Gimena Devoto, Revista TEFROS, Vol. 18, N° 1, artículos originales, enero-junio 2020: 37-74. En línea: enero de 2020. ISSN 1669-726X
Cita recomendada:
Panizza, M. C. y M. G. Devoto, Estrategias de ocupación del espacio en el sector sur del Área Ecotonal Húmedo Seca Pampeana durante el Período de Contacto Hispano-Indígena, Revista TEFROS, Vol. 18, N° 2, artículos originales, enero-junio 2020: 37-74.
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Estrategias de ocupación del espacio en el sector sur del Área Ecotonal Húmedo Seca Pampeana durante el período de Contacto Hispano-Indígena
Strategies of space occupation in the south of the humid - dry - Pampas - ecotone Area during the period of Hispanic-Indigenous contact
Estratégias de ocupação do espaço no setor sul da Área Ecotonal Úmida Seca Pampeana durante o período de contato hispano-indígena
María Cecilia Panizza
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Centro de Estudios Arqueológicos Regionales, Facultad de Humanidades y Artes,
Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
María Gimena Devoto
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Centro de Estudios Arqueológicos Regionales, Facultad de Humanidades y Artes,
Universidad Nacional de Rosario, Argentina.
Fecha de presentación: 16 de febrero de 2019
Fecha de aceptación: 04 de diciembre de 2019
RESUMEN
Este trabajo se centra en el análisis de la ocupación del paisaje durante el Período de Contacto Hispano-Indígena en el sector sur del Área Ecotonal Húmedo Seca Pampeana por parte de los diferentes actores sociales. La ocupación del espacio implicó la apropiación y transformación del entorno, en el cual los grupos humanos incorporaron elementos del paisaje natural al paisaje cultural, otorgando significación social a dichos lugares, foco de la acción humana y la inscripción de significados. Los objetivos se orientaron a recopilar los antecedentes documentales, cartográficos y arqueológicos, y a localizar los potenciales sitios arqueológicos correspondientes a grupos indígenas posthispánicos, asentamientos militares y criollos. Los resultados alcanzados, en cuanto a las ubicaciones de tolderías, fortines, puestos, colonias, rastrilladas u otros tipos de caminos, hitos relevantes del paisaje, servirán de base tanto para la evaluación del potencial arqueológico-histórico del área y la planificación de futuras actividades de campo, como para analizar y discutir la información documental y arqueológica vinculada a la dinámica de ocupación y uso del espacio por parte de indígenas y criollos de la microrregión de Ventania.
Palabras clave: arqueología histórica; paisaje; ocupación; Ventania.
ABSTRACT
This work focuses on the analysis of different social actors’ occupation of the landscape during the period of Hispanic-Indigenous contact in the south of the humid-dry Pampas ecotone Area. The occupation of a space implies the appropriation and transformation of the environment, in which human groups incorporate the natural landscape into the cultural one, thus giving social significance to the place as focus of human action and the inscription of meanings. The objectives that guided the analysis were collecting the background documents, cartographic as well as archaeological ones, and locating the potential archaeological sites of Indigenous post-hispanic groups, military and Creole settlements. The achieved results, regarding the location of villages, forts, posts, colonies, Indigenous trails or other types of roads, relevant milestones of the landscape, among others, will form the basis for both the evaluation of the archaeological-historical potential of the area and the planning of future activities designed in order to analyze and discuss the documentary and archaeological information linked to the dynamics of occupation and use of the environment by indians and creoles of the Ventania´s micro-region.
Keywords: historical archaeology; landscape; occupation; Ventania.
RESUMO
Este trabalho enfoca na análise da ocupação da paisagem durante o período de contato hispano-indígena no sul da Área Ecotonal Úmida Seca Pampeana pelos diferentes atores sociais. A ocupação do espaço implicou na apropriação e transformação do ambiente, no qual grupos humanos incorporaram elementos da paisagem natural à paisagem cultural, dando significado social a esses lugares, foco da ação humana e do registro de significados. Os objetivos que orientaram a análise foram coletar a história documental, arqueológica e cartográfica e localizar potenciais sítios arqueológicos correspondentes aos grupos indígenas pós-hispânicos, assentamentos militares e criollos. Os resultados obtidos, quanto às localizações de tolderias, fortins, postos, colônias, rastrilladas ou outros tipos de caminhos, marcos relevantes da paisagem, servirão de base tanto para a avaliação do potencial arqueológico-histórico da área e o planejamento de futuras atividades de campo, quanto para analisar e discutir a informação documental e arqueológica vinculada à dinâmica de ocupação e uso do espaço por parte de indígenas e criollos da microrregião de Ventania.
Palavras-chave: arqueologia histórica; paisagem; ocupação; Ventania.
INTRODUCCIÓN
En este artículo, se aborda el análisis de la constitución del paisaje durante el Período de Contacto Hispano-Indígena en el sector sur del Área Ecotonal Húmedo Seca Pampeana (AEHSP). Para ello, se recopiló la información proveniente de trabajos etnohistóricos, fuentes escritas éditas, cartografía (inédita) y estudios arqueológicos con el fin de caracterizar a grandes rasgos los procesos de ocupación del área de estudio por parte de los diferentes actores sociales (grupos indígenas, el ejército, colonos, entre otros) y también localizar los potenciales sitios arqueológicos correspondientes a grupos indígenas post-hispánicos, asentamientos militares y euro- criollos. Los modos de uso y ocupación del espacio, implican una apropiación y transformación del entorno y están vinculados con las percepciones que se tienen sobre el mismo.
El área de estudio fue un lugar elegido para el asentamiento y/o circulación hacia otros lugares de la región pampeano-patagónica tanto por grupos cazadores-recolectores durante el período prehispánico como para las poblaciones indígenas y euro-criollas1 a lo largo de los períodos colonial y republicano (Oliva y Panizza, 2015b, 2016a, 2016b, 2018; Oliva, L’heureux, De Angelis, Parmigiani y Reyes, 2007; Oliva, Panizza y Devoto, 2015, 2016; Panizza y Devoto, 2018; Panizza, Oliva y Devoto, 2016; Roa y Saghessi, 2004). Desde un punto de vista ecológico, el área del Sistema Serrano de Ventania y su llanura adyacente, corresponde al sector sur del Área Ecotonal Húmedo Seca Pampeana, y presenta características transicionales entre la pampa húmeda, la pampa seca y nordpatagonia, la llanura y el espinal, con numerosos cursos y cuerpos de agua (Oliva y Panizza, 2015a). Dentro de este espacio, debe destacarse que el sector serrano presenta particularidades que lo convierten en un lugar único dentro del territorio bonaerense, entre las cuáles se pueden mencionar que aún hoy representa una isla de biodiversidad, con la presencia de endemismos en la flora y fauna y de microambientes específicos. Las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en el área de estudio han permitido esbozar un continuum de ocupación humana en los últimos 6000 años AP.
A fines del siglo XVIII, en esta área, los grupos indígenas desarrollaron un núcleo estratégico de intercambio interétnico y cría de ganado, el cual cumplió un rol importante en el circuito mercantil que abarcaba a Chile desde el oeste hasta Buenos Aires en el este, y a otros grupos indígenas al sur. Al mismo tiempo, este espacio se constituyó como frontera, lugar compartido por indígenas y euro-criollos, donde ambas sociedades interactuaban y traspasaban los límites establecidos por la línea militar dispuesta en el Salado. Durante el siglo XIX, los funcionarios de los gobiernos provinciales y nacionales idearon planes para ocupar la zona, proceso que se efectivizó en las últimas décadas del siglo con el corrimiento de la línea militar hacia la zona y la instalación de colonias y estancias.
ALGUNAS ACLARACIONES TERMINOLÓGICAS
Antes de desarrollar la situación particular del sector sur del AEHSP durante el período hispano-indígena, es necesario explicitar los términos teóricos utilizados. El primero es el de ocupación y más allá de aludir a su significado como estacionamiento de un grupo humano o el proceso de poblamiento en un lugar, es interesante destacar que, desde el Derecho, se refiere al modo natural y originario de adquirir la propiedad de ciertas cosas que carecen de dueño (Real Academia Española, 2014). Sin embargo, dicha definición no hace hincapié en los procesos de apropiación simbólica y material del espacio ni tampoco en las disputas que se dan entre los distintos grupos por el control de la tierra, los lugares de circulación y los recursos. En este sentido, la noción de territorio nos resulta más apropiada para abordar el poblamiento del área de estudio en los distintos períodos.
El concepto de territorio, fue abordado inicialmente por la llamada geografía clásica o positivista quien utilizó una concepción absoluta del espacio, una idea naturalista asociada al terreno o superficie terrestre. Contrario a esta propuesta, en el presente trabajo se considera al territorio como un espacio definido y delimitado por y a partir de relaciones de poder y como resultado de procesos de identificación, delimitación y apropiación simbólica y material de unidades espacio-temporales (Benedetti, 2011; Haesbaert, 2004; Lopes de Souza, 1995). El territorio no es una realidad constituida fuera de la historia y las prácticas de los sujetos, por el contrario, los grupos sociales se apropian instrumental y simbólicamente del espacio, como parte de un mismo proceso social y cultural. La apropiación instrumental se manifiesta en el uso y control efectivo del territorio y tiene como soporte el medio físico y geográfico. A su vez la apropiación simbólica del espacio se expresa a través de las redes de parentesco, el sentido de pertenencia, los proyectos etno-políticos, entre otros (Bello, 2011).
Con respecto al vocablo paisaje, desde la arqueología ha sido muy utilizado en épocas recientes, tanto que se ha instaurado un marco teórico-metodológico conocido como arqueología del paisaje (Criado Boado, 1999), y que básicamente refiere tanto a la parte de un territorio que puede ser observada desde un determinado lugar, como a un espacio natural destacable. El elemento que introduce la noción de paisaje en contraposición con el concepto de espacio es el factor cultural; en este sentido paisaje es la construcción cultural de un espacio natural, un espacio producido socialmente en el que se articulan prácticas y relaciones sociales (Acuto, 2013; Criado Boado, 1999; Gordillo, 2014; Orejas, 1995).
Otro término que genera discusión y puntos de vistas alternos es el de frontera. Desde la arqueología prehispánica el término frontera ha sido asociado al de áreas culturales y la delimitación de territorios étnicos (Gil y Neme, 2013), o con otro tipo de conceptualizaciones o unidades espaciales (Barberena, 2005), cuya discusión ha tenido un importante sesgo ecológico, vinculado a nociones de territorialidad y organización espacial en grupos cazadores recolectores. En relación a las acepciones que este término ha tenido en las fuentes documentales a lo largo del tiempo, Roulet (2006) señala las de límite, lugar de conflicto o espacio de convivencia. Por último, la etnohistoria y la arqueología histórica han abordado la frontera como un espacio transicional, permeable, con una circulación continua de personas, ideas y objetos donde se da una vinculación dinámica entre distintas sociedades, y en el que se dieron procesos de mestizaje cultural, político y económico (Bagaloni, 2014; Boccara, 2005; Buscaglia, 2015; Nacuzzi, 2010; Rocchietti, Olmedo y Ribero, 2013; Tapia, 2003; entre otros). El presente trabajo se inscribe dentro de esta perspectiva teórica.
Por último, interesa centrar el foco en la cuestión de las relaciones interétnicas, entendidas como aquellas asociaciones o vinculaciones que afectan a personas de etnias distintas o que se producen entre ellas (Bechis, 2010 [1992]). Bechis define el proceso de etnicidad como la construcción, mantención y dilución de “(…) fronteras, confines, límites o barreras que definen diferencias entre poblaciones que se identifican o son identificadas con significados importantes para los que entran en oposición” (ibid., p. 79). Las identidades involucradas en estas relaciones se definen en su relación con otras identidades y categorías que se contraponen o diferencian de ellas (Nacuzzi, 1998). Las relaciones interétnicas, en algunos casos implican relaciones de poder, de dominación política, de control social y de explotación económica. Lo que las distingue de otros tipos de relaciones son los sujetos que las definen (grupos étnicos), ya que se basan en una distinción cultural e identitaria entre las personas o grupos que participan en ellas (Navarrete, 2004). Los trabajos de Cardoso de Oliveira (1963, 1992) incorporaron a los estudios étnicos, el ámbito político-ideológico a través del concepto de fricción interétnica, abordando los vínculos entre las relaciones interétnicas y las relaciones de clase. Este término describe la situación de contacto entre grupos étnicos vinculados unos a otros, en situaciones de conflictos manifiestos o tensiones latentes existentes entre ellos. La existencia o invención de una diferencia étnica permite que la relación social se vuelva más vertical y explotadora, pero las distinciones étnicas también pueden funcionar como un instrumento de defensa de los grupos subordinados, para resistir a esta explotación y para defender su identidad. Por último, las relaciones interétnicas son históricas, se desarrollan, cambian y desaparecen a través del tiempo, al mismo tiempo que la realidad o contexto histórico que las contiene (Navarrete, op cit.).
EL MARCO HISTÓRICO EN EL ÁREA DE ESTUDIO
El Sur de la provincia de Buenos Aires (Región Pampeana, República Argentina) estuvo fuertemente afectado por las incursiones militares en el siglo XIX, cuyo fin era la erradicación de las sociedades indígenas del territorio. Estas políticas implementadas por los diversos gobiernos tenían como meta la expansión y control territorial sobre los recursos naturales y la explotación de los mismos mediante la instalación de colonias de inmigrantes a fines del siglo XIX, entre las cuales se pueden mencionar las colonias de judíos provenientes de Rusia, quienes se instalaron en la zona de Carlos Casares (i.e. colonia Mauricio) y luego en Rivera (partido de Adolfo Alsina);las colonias de alemanes del Volga, que se instalaron en la zona de Olavarría, luego en Coronel Suárez y posteriormente en Puan (colonia Santa Rosa); y la colonia de franceses aveyronenses en Pigüé (partido de Saavedra). De esta manera se desarrolló un proceso de reemplazo de la composición étnica poblacional que dio origen a las localidades actuales (Panizza, 2015).
El sudoeste bonaerense fue escenario de múltiples procesos que determinaron los modos de vida y las relaciones entre los distintos grupos culturales que lo habitaron a través del tiempo. Este sector del AEHSP fue ocupado por sociedades cazadoras recolectoras desde hace al menos 6000 años (Castro, 1983), atraídas por la diversidad de recursos (agua, materias primas líticas y vegetales, animales, plantas comestibles, entre otros) que presenta este ecotono entre las sub-regiones de pampas húmeda y seca con nordpatagonia (Oliva, 2006). Estos recursos posibilitaron la ocupación sostenida en el tiempo de distintos ambientes (cuerpos lagunares, ríos y arroyos, cuevas y aleros), donde a través de investigaciones arqueológicas fueron recuperadas numerosas evidencias materiales que permitieron reconstruir su historia prehispánica, como las lagunas Los Chilenos y Puan, Gruta de los Espíritus, Cueva Florencio, entre otros (Oliva, 2006; Oliva et al., 2007; Oliva y Panizza, 2015a, 2015b, 2016b; Panizza y Oliva, 2018).
Con respecto al registro arqueológico de momentos históricos del área de estudio (ver Fig. 1), debe destacarse los sitios correspondientes a enclaves militares de avanzada sobre el territorio, como el Fortín Recompensa y el Fortín Barquín (Roa y Saghessi, 1998) en el partido de Guaminí, al norte del sistema serrano de Ventania; los fortines Legión Militar, Segovia y Mateo Martínez en el partido de Puan (Panizza y Devoto, 2018), Fuerte Argentino en el partido de Tornquist, entre varios. Otros enclaves militares que han sido investigados son el Fuerte San Martín y el Fortín Fe en el partido de Coronel Suárez (Langiano y Merlo, 2013) en el marco del estudio de los asentamientos en el Camino a Salinas. En los mismos, se analizó el uso de los recursos faunísticos en la dieta de los habitantes de puestos fortificados y la circulación de otros bienes materiales recuperados como cerámicas históricas, objetos de metal y de vidrio. Otros tipos de espacios investigados fueron los sitios de superficie, como Jagüel en la margen norte de la Laguna del Monte (partido de Guaminí), donde se recuperaron diversos materiales de origen europeo (Petz y Saghessi, 2007), entre los cuales pueden mencionarse fragmentos de vidrio de botellas de ginebra del siglo XIX, un fragmento de una pipa de caolín, una vaina servida de una bala, dos botones de metal de distinto tamaño, un objeto metálico no identificado, y dos hemiesferas de cobre. Además, se estudiaron sitios de entierro, como Laguna Gascón 1, en un contexto con fauna introducida y materiales de tecnología indígena y exótica de alto valor simbólico, tales como frenos de caballo, cuentas de vidrio, hebillas y aros de metal, entre otros (Oliva et al., 2007); Laguna Inchauspe (partido de Daireaux), y en inmediaciones de la Laguna del Monte (partido de Guaminí), donde se registró el entierro de un individuo con deformación tabular erecta asociado a restos de un equino. Por otra parte, se han analizado los motivos pintados en el arte rupestre que podrían corresponder al momento de contacto hispano-indígena (Oliva y Panizza, 2015b, 2016b), y se han llevado a cabo tareas arqueológicas sobre patrimonio cultural construido, como la casa del primer intendente en el partido de Puan y el sitio San Carlos en el partido de Coronel Suárez (Oliva et al., 2016; Oliva y Panizza, 2018; Panizza et al., 2016).
Figura 1. Mapa que muestra la distribución en el área de Ventania de algunos de los sitios arqueológicos de momentos históricos, mencionados en el presente trabajo (elaboración propia).
A partir del siglo XVI, hay registros arqueológicos y documentales que dan cuenta de procesos de contacto cultural tanto con grupos indígenas transcordilleranos como con poblaciones de origen europeo, dando inicio a la etapa conocida como Período de Contacto Hispano-Indígena. Las primeras exploraciones del área se realizaron durante el siglo XVIII y principios del siglo XIX con el objetivo de conocer y tomar el “desierto”, el territorio ocupado por las sociedades indígenas, en el contexto de políticas de carácter conciliatorio e integrador. En este sentido puede mencionarse la expedición pacífica diplomática y comercial a cargo del Coronel Pedro Andrés García, quien elaboró un informe donde se establecía la factibilidad de absorber tanto el territorio como a las propias sociedades originarias dentro de los parámetros nacionales (de Angelis, 1969 [1836]). Este período culmina con la ocupación efectiva del territorio por parte del Estado Nacional Argentino y el desplazamiento y aniquilación de gran parte de los pueblos originarios a fines del siglo XIX.
A pesar de las intenciones de establecer una frontera que pasara por Salinas Grandes, Guaminí y Sierra de la Ventana desde principios del siglo XIX; el verdadero desplazamiento de las sociedades nativas y la instalación definitiva de fuertes y fortines ocurrió recién en la segunda mitad de ese siglo. El aumento en el interés de las tierras ubicadas más allá de la frontera se produjo debido al creciente comercio rioplatense de saladeros y productores de carne seca, entre otros factores, que motivaron la expansión y conquista sobre el territorio indígena (Halperin Donghi, 1963; Oliva y Panizza, 2016a).
ANÁLISIS DE LAS ESTRATEGIAS DE OCUPACIÓN ESPACIAL
A partir de los datos disponibles, se conoce que a fines del siglo XVIII los grupos indígenas desarrollaron un núcleo estratégico de intercambio interétnico y cría de ganado en el área de Ventania de la actual provincia de Buenos Aires. Se trataba de rodeos cuidados y controlados, cuya movilidad era determinada por los ritmos estacionales y las necesidades de pastos y agua (Mandrini, 1987; Nacuzzi, 1998). Por la ruta del río Negro circulaban distintas agrupaciones y caciques, quienes visitaban periódicamente las sierras de Casuatí (de la Ventana) y del Vulcan en busca de yeguas cimarronas (Alioto, 2014; Mandrini, 1987). Algunos de ellos tenían sus tolderías en las inmediaciones de las sierras, como el cacique Negro o Chanel (el cual también fue ubicado a orillas del río Colorado); en cambio otros se asentaban más lejos, como el cacique Francisco, cuyos toldos se hallaban a 30 leguas de Carmen de Patagones, pero acudía recurrentemente a Sierra de la Ventana en busca de vacas y yeguas (Alioto, 2014).
El interés de dominar estas tierras por parte de distintas facciones indígenas y las actividades que desarrollaban en este entorno queda evidenciado en los relatos de Falkner en el siglo XVIII, los cuales denotan una competencia violenta por la propiedad del lugar; sin embargo, no parece que el misionero hubiera llegado hasta Sierra de la Ventana, más bien sus comentarios deben provenir de los informantes con los que él mismo dice que se ha vinculado (Devoto y Casas, 2015):
Todo el país que rodea a estos cerros es abierto y ameno con muchos pastaderos. Los excelentes encerraderos que los cerros y arroyos proporcionan para la seguridad de las haciendas, y la mucha caza de las llanuras, hacia el oeste, son causa de diferentes naciones de indios, que se suceden unas a otras por la ley del más fuerte, como que las débiles se ven obligadas a desalojar. (Falkner, 1774, p. 95)
En las primeras décadas del siglo XIX García relataba la conducta de los indígenas durante los meses de verano en relación a las sierras, que aportan datos para pensar la estacionalidad de sus movimientos y la concepción de propiedad comunitaria:
…en la estación del estío tienen que abandonar todas sus campañas, y abrigarse en las faldas de la Sierra de la Ventana, en donde se hallan buenas aguadas; y en la siguiente se retornan á sus terrenos ó posesiones, aunque todo el pais es común á sus indígenas para habitarlo, y solo guardan algún respeto á las fronteras o límites de las tribus vecinas; porque de lo contrario, sucederían largas contiendas, que acabarian por una guerra, como ha sucedido muchas veces. (García, 1822, p. 112)
A partir de las diversas evidencias disponibles -entre las cuales pueden mencionarse los sitios arqueológicos investigados, los mapas de rastrilladas existentes (Barba, 1956; Piana, 1981; Mandrini, 1986, entre otros), los diarios de viaje (Hernández, 1770; Zizur, 1781; García, 1822, Garretón, 1946; entre otros), los datos de batallas, como la del Pihüé y la de Curamalal (Monferrán Monferrán, 1958, 1962) y otras escaramuzas militares (Memorias del Ministerio de Guerra y Marina -MGyM-, años 1860, 1866, 1868, 1870, 1871, 1872, 1873, 1874, 1875, 1876, 1878, 1879), y la ubicación de fortines (Thill y Puig Domenech, 2003) -, se decidió abordar el análisis de los procesos de ocupación mediante una categorización en tres etapas temporales: un primer momento que abarca el siglo XVIII, donde se producen las exploraciones pioneras del medioambiente y el establecimiento de redes comerciales; la primera mitad del siglo XIX, cuando se llevan a cabo las primeras tentativas de ocupación del territorio; y la segunda mitad del siglo XIX, cuando se produce la ocupación efectiva del territorio.
Siglo XVIII
Para esta etapa se consideraron los datos recabados en las expediciones de fines de la época colonial, entre los cuales se pueden mencionar el diario del capitán D. Juan Antonio Hernández de la expedición contra los indios “teguelches” en 1770; dos años después la expedición de Pedro Pablo Pabón comisionado por el Cabildo de Buenos Aires; la de 1796 de Félix de Azara, miembro de la comisión demarcadora de límites con Portugal, acompañado por D. Manuel Pinazo, jefe del cuerpo de blandengues, quien anteriormente había realizado tres viajes para cargar sal en la laguna de Salinas, en 1770, 1778 y 1786; y el Diario de Pablo Zizur en 1781. Entre todas las mencionadas debe destacarse la primera comisión topográfica destinada a la campaña situada “más allá del Salado”, la cual estuvo a cargo de Pedro Pablo Pabón y los pilotos Ramón Eguía y Pedro Ruiz. Tuvo como resultado la propuesta de Vértiz consistente en establecer dos pueblos fortificados en los pasos de la Sierra de la Ventana, por donde pasaban los indios que se dirigían a la frontera de Buenos Aires, idea que fue aprobada en 1774 pero no llegó a realizarse (Martínez Sierra, 1975).
De los datos disponibles, puede deducirse que los grupos indígenas localizaban preferentemente sus campamentos en terreno llano próximo a alguna fuente de agua, como una laguna o un arroyo, pero también ocupaban lugares en la sierra. Como describe Zizur (1973 [1781]), los caciques principales de la zona con los que los funcionarios del gobierno realizaron acuerdos e intercambios pacíficos eran los hermanos Lorenzo Calpisqui y Pascual Cayupilqui, quienes poseían sus tolderías alrededor de lagunas próximas al Arroyo Salado desde donde se divisaban a lo lejos las sierras de la Ventana:
La toldería del Casique Lorenso se alla situada á los márgenes de dos lagunas en figura circular, las quales tendrán de diámetro de 2 á 2 ½ cuadras, aunque tienen bastante agua manifiestan ser estacionales. En la laguna occidental (que de una á otra hay una quadra larga) se halla el toldo del Casique Lorenso, y a su inmediación, y por la circunferencia de dicha laguna se hallan 34 toldos; por la circunferencia, y marjen de la laguna oriental se hallan 25 toldos (…) bajo un juicio prudente contemplo habrá sobre 500 hombres capazes de tomar las armas, que las mugeres y niños haciende á otro tanto… (Zizur, 1781, p. 78)
Por otra parte, el capitán Hernández en 1770, al pasar por el norte de la sierra de Casuatí, en las proximidades del río de los Sauces, relata el encuentro de antiguos toldos correspondientes al cacique Lincon (ver Fig. 2), quien habría sido desplazado por “indios de la nación tehuelche”, dando cuenta del corrimiento de sus tolderías hacia otros sectores de la zona a causa de las migraciones de grupos más meridionales hacia las sierras de Ventania:
De madrugada se despachó una partida a explorar el campo, y a las tres del día rompimos la marcha, costeando dicho río; y habiendo caminado cosa de 8 leguas pasamos por la toldería que fue del cacique Lincon, adonde los indios de nación tehuelches lo habían avanzado. Estaban los toldos armados y muchos indios muertos; pues estos bárbaros adonde los llegan a avanzar, y matar alguno o algunos, ya no viven más allí, ni llevan los toldos, porque todo lo abandonan… (Hernández, 1770, p. 59)
Estos indicios de conflictos interétnicos reaparecen posteriormente en otras fuentes. En el año 1774 el cacique Guchulep, de filiación huilliche o auca, tuvo un gran enfrentamiento con los tehuelches, donde murieron cuatro caciques y gran cantidad de indios, y por lo tanto quedó en posesión de las tierras entre el río Colorado y la sierra de la Ventana (Hux, 2004a).
Figura 2. Mapa que muestra la distribución de las parcialidades de algunos caciques mencionados en el área de Ventania para el siglo XVIII, ubicados a partir de los datos brindados por las fuentes documentales y la cartografía histórica (elaboración propia).
Años más tarde, en enero de 1785, mientras el virrey Loreto buscaba las paces con los grupos indígenas mediante negociaciones, el superintendente de Carmen de Patagones de ese momento, Juan de la Piedra, adoptó una política ofensiva y organizó una campaña con 200 hombres, primero contra el cacique Negro en el río Colorado, y luego contra Calpisquis y otras parcialidades de Sierra de la Ventana. De la Piedra subestimó las fuerzas de sus enemigos, creyendo que el número de los indios no era tan grande y que se hallaban dispersos, por lo cual acabó siendo asesinado junto a otros comandantes y soldados. Los sobrevivientes quedaron cautivos y fue necesario realizar tratativas de paz enviándoles abundantes regalos para que recuperaran la confianza (Alioto, op cit.; De Marco, 2010).
Siglo XIX, primera mitad
El período de relativa paz que se venía dando desde la década de 1780, en las relaciones entre los españoles y las poblaciones indígenas de las pampas, comenzó a resquebrajarse a partir de la primera década independiente y, más aún luego de 1820, a causa de la llegada a las tolderías pampeanas de desertores y refugiados tanto españoles como criollos y por la expansión territorial hacia el sur para incorporar tierras fértiles que permitieran incrementar la exportación de productos pecuarios (Ratto, 2003). Es por ello, que este período se caracterizó por una política que combinó tratados de paz con incursiones militares, frecuentemente dirigidas hacia los mismos grupos indígenas con quienes se había pactado (ibid.).
Sin embargo, a fines de la década de 1820, al asumir Rosas la gobernación de la provincia de Buenos Aires, se desarrolló lo que se conoció como “Negocio Pacífico de Indios”, mediante el cual los indígenas recibían entregas periódicas de ganado, vestimenta y artículos de consumo y debían formar contingentes auxiliares en las milicias provinciales, así como cumplir otras tareas (Ratto op cit.; 2015). Para las poblaciones indígenas que no aceptaran las condiciones de paz, se desarrolló una política de guerra ofensiva. Al final del gobierno de Rosas, la paz comenzó a verse alterada por insistentes ataques a los establecimientos de frontera provenientes de tolderías ranqueles y salineras (Ratto, 2015).
En el área de estudio, en este período se desarrollan enfrentamientos entre diversos grupos de indígenas por el control del territorio y los recursos, promovidos por los grupos borogas (parcialidad mapuche proveniente del actual territorio chileno) y los hermanos Pincheira, quienes hacia 1821 ocuparon la zona de Salinas Grandes, las Lagunas de Monte y Epecuén, desplazando a sus antiguos ocupantes, que se refugiaron en la Sierra de la Ventana. En este contexto se desarrollaron los ataques de los Pincheira y boroganos en 1830 a los grupos de los caciques Curitripay, Catrileu y Lomo Colorado asentados en la Sierra de la Ventana y Sauce Chico, y al grupo del cacique Tetruel en Curamalal (ver Fig. 3). En 1836 el cacique boroga Railef atacó las tolderías de indígenas aliados del gobierno en la zona de los arroyos Napostá y Sauce Chico, para luego dirigirse a la Fortaleza Protectora Argentina (Bahía Blanca) donde mataron muchos soldados (Hux, 2004b).
Los documentos de la época, como el diario del militar y funcionario español Pedro Andrés García en 1822, quien fue enviado para estudiar el territorio para luego realizar un plan de ocupación posterior, muestran el interés por señalar un monte, una laguna, una sierra o una llanura. En esta época, García y de los Reyes subrayan como aporte de su comisión el reconocimiento de la sierra de la Ventana y proponen a partir de sus descubrimientos un nuevo plan de fronteras, con la concreción de 6 fortificaciones. García proponía llevar los fortines a las Sierras, lo que permitiría controlar mejor el paso de los indígenas hacia las pulperías la ciudad, y a su regreso, impedir los robos de ganado (Navarro Floria, 1999). En el informe que le envía al gobernador de la Provincia de Buenos Aires, se refleja la falta de conocimiento que se tenía hasta el momento de la geografía y las poblaciones que habitaban la región del Sistema Serrano de Ventania, su llanura adyacente; la incertidumbre y desconfianza que les provocaba adentrarse hacia la zona serrana:
…principalmente tenía por objeto esta Comisión, reconocer facultativamente los terrenos, de cuya geografía estábamos absolutamente ignorantes en la mayor parte, convino en dar un oficial facultativo, de dos que le fueron pedidos, para levantar el plano y hacer otros reconocimientos científicos, si fuese posible, en medio de los riesgos que ofrecían estas operaciones, si llegasen a ser advertidas de los indios. (García, op cit., p. 30)
Además, refiriéndose a Cayupilqui, menciona:
Del mismo modo omitió manifestar que la reunión la habían acordado hacer en el Sauce Grande, esto es, al pie de la Sierra de la Ventana, sin exponer a los caciques, que la Comisión solo se había allanado a llegar a las primeras sierras y no a tan enorme distancia, en estación tan avanzada, y sin auxilios correspondientes a tan larga marcha; a más de los riesgos que debería recelar de entrar al centro de sus tolderías,donde podía ser atacada a toda hora de unos hombres feroces que viven del robo y matan impunemente al forastero (ibid., p. 29).
En 1822 tanto las parcialidades indígenas, que habitaban las sierras y el territorio próximo, como el gobierno de Buenos Aires estaban interesadas en mantener relaciones diplomáticas, mediante acuerdos pacíficos e intercambios de agasajos y bienes cuando visitaban Buenos Aires o cuando recibían a algún funcionario en sus tolderías. La mayor parte de las mismas estaban ubicadas alrededor de lagunas con buenos pastos, en terreno llano desde donde era posible visualizar las sierras. García (1822) también menciona que las parcialidades huilliches habitaban las costas de los ríos Sauce Grande y Chico y las riberas de Bahía Blanca:
En esta jornada se vio sobre el horizonte la hermosa y elevada Sierra de la Ventana, demorando los mogotes que se veían, el primero al SO, y el segundo al OSO. El primero se elevaba sobre el horizonte más que el segundo; el más elevado pertenecía a la Ventana, y el segundo a otra sierra unida a la primera, llamada de Guaminí. La cerrazón de la mañana, con la niebla que aun no se había despejado, no permitía ver con más claridad las sierras unidas a la Ventana, que prolongándose al NO, forman la segunda cadena o ramificación de sierras, todas perpendiculares a la costa del mar. Aguardábamos con impaciencia se despejase el horizonte para verla con más claridad. En la laguna de la parada encontramos situados en su circunferencia al SO, algunos toldos, pertenecientes al cacique Huilletrur, y al capitán Antiguan, o cona. La laguna en donde paramos es de 1300 pies de circunferencia; agua salada, limpia en su centro, sin barrancas, situada en un terreno bajo y húmedo; tierra negra blanda y arenisca, buenos pastos. Los toldos situados en su circunferencia eran diez; más al S 10º SE como a 12 cuadras, se halla otra pequeña laguna, en donde se hallan situados los toldos de Antiguan, que son cuatro. (García, op cit., pp. 70-71)
La tribu Huilliches (…) desde entonces han habitado pacíficamente las costas del mar, desde el paralelo de los 37º de latitud austral, hasta los 41º, es decir, desde la Sierra del Volcán, hasta el establecimiento del Río Negro en la costa Patagónica.Los puntos en donde habitan las mayores poblaciones, son las costas boreal y austral del Colorado; las costas de los ríos Sauce Grande y Chico,Saladillo, Clarameco y Malepundejo, y riberas de la Bahía Blanca, y su población se asegura ser la más considerable de las tribus, y su fuerza militar respetada.Con ellos no intervienen los Ranqueles ni Pampas, solo si para el comercio con el establecimiento del Río Negro, el que muy poco visitan, dejándoles a ellos el tráfico exclusivo por su aproximación a él. (ibid., p. 87)
Las relaciones pacíficas se alternaron con períodos más conflictivos en los que se produjeron ataques por parte de parcialidades indígenas en respuesta al avance militar. En 1828 la Fortaleza Protectora Argentina fue asaltada por los boroganos de las Salinas Grandes, Guaminí y la sierra de la Ventana (Pablo Pincheira y aliados), y en su defensa participaron el cacique Venancio y el capitán Montero. En 1829, cuando se produjo la sublevación unitaria de Lavalle, el comandante de la Fortaleza Protectora Argentina, teniente coronel Morel, se sumó a ella y junto al cuerpo de coraceros se dirigió al Fuerte Independencia, pero en el arroyo Napostá Grande se originó una sublevación a favor de Rosas de parte de los indígenas (auxiliares de Venancio Coñuepán y los borogas, entre ellos Callupán), donde Morel y 50 coraceros murieron (Garretón, 1946; Villar y Jiménez, 1997). En 1837 un malón tuvo lugar en Sauce Corto dirigido por los caciques Maycá y Petí, pero fueron capturados durante su retirada por el coronel Delgado (De Marco, op cit.).
Por otra parte, entre las acciones ofensivas más importantes de los militares contra las parcialidades indígenas del área durante la primera mitad del siglo XIX, se encuentran las campañas de Rodríguez en 1824, Rauch en 1826 y Rosas en 1833, en el curso de las cuales se produjeron ataques sobre grupos indígenas en distintos puntos del área de Ventania. La tercera expedición realizada por Martín Rodríguez buscaba adelantar la frontera hasta el Río Negro, se proponía avanzar en 1824 hasta Bahía Blanca, limpiar el terreno de indios y fundar un fuerte en ese lugar; pero sus resultados fueron magros. La marcha hacia Sierra de la Ventana fue penosa para el ejército, por la falta de agua y la acción de otros factores naturales sumada al hostigamiento de los indios, que quemaron los campos, y aparecían y huían sin presentar combate (Comando General Del Ejército, 1974). Finalmente se enfrentaron en las Sierras de Pillahuinco, con el saldo de algunos muertos y la huida de los indios (Pueyrredón, 1929). Posteriormente hallaron un gran arreo de ovejas, vacunos y yeguas, que capturaron alejando a los 60 indios que lo custodiaban (ibid.). Fueron hacia el sur bordeando el río Sauce Grande, luego se dividieron, un grupo fue hacia Bahía Blanca y el resto volvió hacia el fuerte Independencia.
Las tres campañas de Rauch llevadas a cabo entre 1826 y 1827 tenían el objetivo de escarmentar a los indios por los malones efectuados; se consideraron exitosas para el Gobierno y alcanzaron a los indígenas asentados en la zona de Ventania. Debe destacarse además que contaron con la colaboración de fuerzas auxiliares indígenas (Fradkin, 2008). Durante la primera campaña, Rauch llegó al arroyo Sauce Grande en la sierra de la Ventana, desde donde marchó a las nacientes del río Quequén Grande, lugar donde estaban emplazadas las tolderías de las tribus de los caciques Can Huihuir y ColúMacun(Barros, 1872; De Marco, op cit.), a quienes atacó, logrando matar a 200 indígenas, según sus propias palabras2. En sus partes de campaña refiere que rescató 200 cautivos y numeroso ganado (4000 vacunos, 800 yeguarizos, 400 caballos herrados y 1000 sin herrar). Luego volvió a la sierra de la Ventana para atacar y destruir a las tribus de CuráLlan y MenuCó; persiguió a los caciques Pablo y Quintana hasta las Salinas Grandes, y después retornó a la sierra de la Ventana para acabar con las tribus de Lincon y Nahuel Huequé (Barros, op cit.; De Marco, op cit.). Posteriormente, en la zona del lago Epecuén, al noroeste de la Sierra de Curumalal, tuvo lugar una importante derrota para los indígenas.
El 24 de diciembre de 1833 La Gaceta Mercantil emitió un informe enviado por Rosas3 comunicando que la campaña en 1833 contó con unos 2000 expedicionarios, cuyo resultado fue aproximadamente 3200 muertos y 1200 prisioneros entre la población indígena, y el rescate de alrededor de 1000 cautivos y gran número de ganado (De Marco, op cit.). Por otra parte El Monitor4 informó el 16 de abril de 1834 que los indígenas muertos en la campaña fueron 1415 indígenas, los prisioneros fueron 382, sumando a sus familiares el número llegaba a 1642, los cristianos cautivos rescatados fueron 409 y el ganado recuperado se componía de 2200 cabezas de vacunos, 1600 lanares, 1800 yeguarizos y 2435 caballos. Otras versiones ofrecen distintos números, como la del historiador Adolfo Saldías (1892, p. 168), quien afirmó que Rosas había puesto “fuera de combate más de diez mil indios”, y rescatado “cerca de cuatro mil cautivos”; o la carta de Antonio Reyes a Federico Terrero en 1870, donde refiere que se liberaron más de 3000 cristianos (ibid., p. 386) y la carta de Antonio Félix de Meneses a Federico Terrero en 1870, en la cual se menciona que fueron “puestos fuera de acción” más de 7000 indígenas (ibid., pp. 370-371).
En el área de Ventania, el derrotero del ejército de Rosas fue el siguiente: alcanzó el arroyo Pillahuinco, después siguió hasta el río Sauce Grande que bordeó, se dirigió hacia el arroyo Napostá donde permanecieron unos días; luego fueron hacia el río Sauce Chico, para posteriormente llegar al río Colorado. Puede destacarse el ataque del cacique Yanquimán a una posta de la sierra de la Ventana con un centenar de indígenas, donde mató al capitán Rodríguez y a cuatro soldados; el teniente coronel Miranda lo buscó con un destacamento de 250 soldados e indígenas hacia las Salinas Grandes, donde cayó prisionero (Garretón, op cit.). En el Napostá se formó un regimiento de blandengues al mando de Sosa, y la rastrillada de los chilenos quedó bajo control. Debe destacarse que, pese a su relativo éxito, gran parte de las tierras ganadas no fueron ocupadas, sólo pudieron instalarse pequeñas guardias; a pesar de esto la zona quedó segura hasta la caída de Rosas en 1852.
En el marco de dicha campaña promovida por Rosas se desarrolló un sistema de postas que, en el caso del área de estudio, estaban vinculadas con un camino que tenía como punto de partida Tapalqué y como lugar de llegada Bahía Blanca sobre el Napostá, bordeando el Sauce Grande (Barba, op cit.). Este sistema establecido por Rosas quedó atendido por 100 hombres y 630 caballos distribuidos en 20 postas. A una de éstas llegó el conocido naturalista Charles Darwin, la posta del Sauce (ver Fig. 3), luego de explorar la Sierra de la Ventana, en su camino de Bahía Blanca a Buenos Aires (Darwin, 2007 [1840]).
Figura 3. Mapa que muestra la distribución en el área de Ventania de algunos de los sitios mencionados en el presente trabajo para la primera mitad del siglo XIX, ubicados a partir de los datos brindados por las fuentes documentales, la cartografía histórica, los relevamientos en el terreno y los relatos orales que circulan dentro de las comunidades locales (elaboración propia).
Siglos XIX, segunda mitad
La Confederación de las Salinas Grandes formada y dirigida por Calfucurá entre 1852 y 1857 obtuvo el retroceso del área ocupada por el gobierno bonaerense a la posición de 1828 (Ratto, 2015). Por ello, sumado al poder militar del que habían mostrado los ataques indígenas, en los inicios de la presidencia de Bartolomé Mitre (1862-1868) se decidió desarrollar una política destinada a recomponer los vínculos diplomáticos con las principales parcialidades indígenas de Pampa y Norpatagonia (De Jong, 2012). En las décadas de 1860 y 1870 de advirtió una doble estrategia en la cual se mantenían relaciones diplomáticas y, a su vez, se realizaban avances parciales en el territorio (De Jong, 2012; Ratto, 2015). A partir de la reunificación del territorio argentino en 1862 y con mayor fuerza luego de la promulgación, en 1867, de la ley que establecía el avance del territorio nacional hasta los ríos Negro y Neuquén, el Estado argentino demostró claramente su intención de incorporar espacios en poder de pueblos indígenas soberanos. Sin embargo, no pudo llevarse a cabo de manera inmediata ya que se estaban desarrollando al mismo tiempo la guerra con Paraguay y las luchas civiles con las “montoneras” del Interior, por lo que recién en 1870 el gobierno nacional pudo avanzar con ese proyecto (Ratto, 2015).
Uno de los primeros intentos de ocupación del territorio por parte del gobierno fue en 1855, cuando se ordenó la creación de una colonia agrícola militar a 25 km de Bahía Blanca, a orillas del río Sauce Chico, denominada “Nueva Roma” (ver Fig. 4), con el fin de proteger el territorio frente a los ataques indígenas y para desarrollar la agricultura. Esta colonia duró solo un año, hasta que su comandante, el Coronel Olivieri, fue asesinado por sus propios subordinados (Caronti, 1907).
En el marco de lo que se denominó la “batalla del Pihué”, en 1858, el Ejército de Operaciones del Sud acampó sobre la costa oriental del arroyo Pillahuinco, en el lugar donde habría existido un fuerte y también en el arroyo Napostá Chico y luego en el río Sauce Chico (Monferran Monferran, 1962). En las costas del arroyo Pihué (ver Fig. 4), se prepararon para la batalla que poco tiempo después tuvo lugar, en la cual los enfrentamientos con los indios de Calfucurá fueron duros, pero tras varias pérdidas los indígenas terminaron huyendo y abandonando sus toldos. El Ejército siguió avanzando hasta las Salinas Grandes; sin embargo, no se produjeron más peleas, sólo encontraron el ganado y las pertenencias dejadas por los indígenas en su huida (ibid.). Otras versiones del mismo episodio refieren que los indígenas simulaban cargas y se desbandaban cuando el cañón funcionaba, jineteando y haciendo molinetes con las lanzas; por lo cual consideran que el triunfo fue de los indígenas de Calfucurá, quienes se retiraron a Chilihué con sus rebaños, familias y cautivos, luego de fatigar a las fuerzas de Granada (Zeballos, 1890).
Otros episodios relevantes que pueden ser mencionados para este período son un malón en 1859 narrado por Carlos Pellegrini en su Informe, quien destaca que los indígenas huyeron por las abras de la sierra (Pellegrini, 1861), la persecución por parte de los soldados del campamento en el Pillahuinco tras una partida de indios para recuperar parte de la hacienda en el año 1865 (MGyM, 1866), otra acción similar a fines de 1867 en dirección al Sauce Corto y sierra de la Ventana; y otra invasión en torno al campamento del Quequén en 1866 (MGyM, 1868). En junio de 1870 el jefe, un oficial y varios soldados del fortín Coronel García fueron apresados por un grupo de indios. También en 1870, personal del fortín 24 de Mayo fue lanceado y capturado por otra partida (MGyM, 1871); el mismo lugar fue foco de dos robos de caballos en distintos momentos del año 1872 (MGyM, 1872). Asimismo, varias invasiones por parte de parcialidades indígenas ocurrieron en los alrededores del fortín Pavón entre 1871 y 1872, en las cuales se produjeron enfrentamientos en Paso del Sauce, sobre el arroyo Sauce Grande y en la Laguna de los Chilenos a principios de 1873, y se desarrolló una escaramuza en torno al fortín Chaco en el mes de noviembre de 1873 y una invasión de indios en el fuerte San Martín en diciembre del mismo año (MGyM, 1873).
Cabe aclarar que parte los episodios mencionados anteriormente, se dan en el momento de separación de Buenos Aires de la Confederación, en un contexto de guerra civil o conflicto político entre ambas entidades políticas, del que los grupos indígenas formaron parte a través de diversas alianzas. Luego de 1862, ya es el Estado nacional el que enfrenta la expansión territorial.
Con respecto a los asentamientos militares fortificados (Figura 3), en 1862 se crearon dos fortines nuevos, el Pavón sobre el río Sauce Grande -para servir de nexo entre las Divisiones Costa Sud y Bahía Blanca-, y el Belgrano o Pillahuinco Grande sobre el arroyo Pillahuinco Grande (Devoto, Panizza y Oliva, 2016). En el primero, al poco tiempo de instalado se sublevaron los soldados por la mala alimentación y falta de paga; en este motín murieron varios militares y otros fueron hechos prisioneros. El segundo fue abandonado y luego puesto nuevamente en funcionamiento. En 1866 se fijó un campamento sobre el río Quequén Salado, y en 1871, fue construido un fortín en “Nueva Roma” que funcionó hasta fines de la década del 70. En los primeros tres años de la década del 70 se instalaron diez fortificaciones en la zona de Ventania (ver Fig. 4): Fuertes Argentino y General San Martín, y los fortines 24 de Mayo, Vigilancia, General García, General Las Heras, 27 de Diciembre, Maipú, Paunero y Chaco (MGyM, 1870-1873). Como fue señalado anteriormente, estas acciones, y las que siguieron, formaron parte de una política más ofensiva impulsada por el Estado nacional consolidado.
Figura 4. Mapa que muestra la distribución en el área de Ventania de algunos de los sitios mencionados en el presente trabajo para la última mitad del siglo XIX, ubicados a partir de los datos brindados por las fuentes documentales, la cartografía histórica, los relevamientos en el terreno y los relatos orales que circulan dentro de las comunidades locales (elaboración propia).
En 1875 la división de la Frontera Costa Sur ocupó los campos del actual partido de Puan, donde se radicó la comandancia de dicha línea entre los años 1876 y 1877, se construyeron las dependencias militares y públicas y la fortificación. La localidad surgió posteriormente a su alrededor, como un pequeño conglomerado urbano con los familiares de la tropa y algunos comerciantes, pero recién en 1887 se decretó su fundación (Panizza y Devoto, 2018).
Hacia el oeste del área de Ventania, entre 1876 y 1877 se construyó un sistema defensivo de fosas y terraplenes, la Zanja de Alsina, con el objetivo de evitar los malones y entorpecer el paso del ganado trasladado por los indígenas en su retorno de los mismos. En marzo de 1876, el coronel Maldonado atacó y venció en la horqueta del Sauce a 2000 indios; posteriormente se produjo otro enfrentamiento en el Paso de los Chilenos (De Marco, op cit.). En 1877, se desarrolló el combate de Curamalal Chico, en cuyas suaves pendientes los indios de Namuncurá y Catriel esperaron el ataque del ejército asentado en el Fuerte y Comandancia de Puan, siendo derrotados y huyendo (Daza, 1912). Entre julio de 1878 y enero de 1879, el ejército realizó 26 expediciones batiendo toda la Pampa y destruyendo las principales tribus; muchos indios murieron luchando, otros huyeron y otros se entregaron. El resultado de estas expediciones fueron cuatro caciques principales prisioneros (Epumer, Juan José Catriel, Coyul y Pincén), 1250 indios muertos, 976 de pelea y 2421 de la chusma prisioneros; se entregaron voluntariamente 1149 indios de pelea y 2209 de chusma; se rescataron 315 cautivos (Barba, 2007). Posteriormente se desarrolló la llamada “campaña al desierto”, que tuvo como consecuencia inmediata la ocupación sistemática y efectiva del territorio, con la fundación de los primeros poblados, acompañada de la llegada de inmigrantes europeos y la instalación del ferrocarril.
En Coronel Pringles, creado en 1883, y en Coronel Suárez, la llegada del ferrocarril facilitó el arribo a la zona de inmigrantes de diversos orígenes (italianos, alemanes, españoles, judíos, vascos, galeses, entre otros) (Panizza, 2015). En este último municipio se establecieron además tres colonias por alemanes del Volga: Pueblo Santa Trinidad (1886), Pueblo San José (1887), y Pueblo Santa María (1887) (Vitalone, 2012).
En la zona del actual partido de Saavedra se recibió a fines del siglo XIX una corriente de inmigración formada por franceses principalmente junto con italianos, españoles y alemanes del Volga en Pigüé (1884); por italianos en Arroyo Corto (1884) y Saavedra (1888) (Monferrán Monferrán, 1955; Panizza, 2015).
Finalmente, la localidad de Tornquist surgió a partir del paso del ferrocarril y de la instalación de una colonia agrícola compuesta por inmigrantes de origen alemán en 1884. En cambio, la localidad de Saldungaray (1900) se desarrolló en torno a un fortín que estuvo activo entre los años 1862 y 1877, y previamente funcionó una posta en el mismo lugar alrededor de 1833 -la posta del Sauce- (Thill y Puigdomenech, 2003; Darwin, 2007[1840]).
En el área de Ventania se registró el mismo proceso que ocasionó en otras regiones la desestructuración y desvanecimiento de las sociedades indígenas frente al avance de la sociedad blanca, producido por un proyecto político-económico que buscaba la pacificación del territorio, la consolidación estatal y la construcción nacional, e implicaba que el indio fuera civilizado e integrado o bien exterminado (Quijada, 1999). En este sentido, la incorporación de los descendientes indígenas a la sociedad argentina quedó oculta tras la creencia popular que el indio había desaparecido por obra del exterminio, y no como resultado de la invisibilización de los indígenas y su cultura (Quijada, 2002).
CONSIDERACIONES FINALES
La contrastación de las evidencias arqueológicas (una síntesis al principio del artículo) e históricas (la cartografía –que se lista al final del artículo- y los diarios de viaje que han sido mencionados previamente) ha destacado una congruencia en las lógicas de ocupación del espacio por parte de las sociedades indígenas en el período histórico, que presenta cierta continuidad con las prácticas prehispánicas. Esta estrategia se vincula a la ocupación de los cuerpos de agua más grandes y permanentes (entre las cuáles pueden mencionarse Los Chilenos, Puan, Chasicó, Laguna del Monte), los cuales habrían concentrado los asentamientos más importantes; en cambio las lagunas más pequeñas (como Gascón y Pincén) habrían sido campamentos más efímeros, ya que habrían funcionado como lugares de paso en su tránsito a Salinas Grandes (al noroeste) o hacia Choele Choel (al sudoeste). Por otra parte, también se destaca la lógica de ocupación del espacio implementada por la sociedad eurocriolla durante los siglos XVIII y XIX, enfocada en lograr la obtención del territorio indígena a través del asentamiento en lugares claves respecto a la presencia de recursos importantes y en las redes de circulación a través del paisaje, como los caminos a las Salinas y las sierras (Barba, 1956; García, 1822; Martínez Sierra, 1975).
El Sistema Serrano de Ventania y su llanura adyacente durante el siglo XVIII estuvo poblado por distintas agrupaciones indígenas quienes utilizaron el espacio de diversas maneras, las cuales aparecen mencionadas en las fuentes y la bibliografía bajo distintas etiquetas, entre las cuales se pueden mencionar huilliches (Negro o Chanel), aucas (Guchulep), pampas (Lincon, Pichiloncoy) o tehuelches (Lorenzo Calpisqui, Cayupilqui).En algunos casos instalaron sus tolderías en grandes lagunas con buenos pastos en la llanura interserrana, desde donde era posible visualizar la sierra de la Ventana como un elemento destacado del paisaje. Otros habitaron espacios más alejados hacia el sur, pero acudían a las sierras de manera estacional en busca de ganado vacuno y yeguarizo para poder comercializar en distintos puntos de los actuales territorios de Argentina y Chile; o en caso de peligro, se refugiaban entre sus valles y cañadones. Estos grupos que circulaban por allí se apropiaron instrumental y simbólicamente del espacio, como parte de un mismo proceso social y cultural. A fines del siglo XVIII y durante la primera mitad del siglo XIX, la importancia que tenía la ocupación de estos enclaves y el aprovechamiento de sus recursos ocasionó luchas entre distintas etnias indígenas por el control del territorio.
Durante la época de la colonia, para los funcionarios de la Corona el área de estudio denotaba un espacio dominado por los indígenas, lejos de los límites territoriales controlados por su gobierno. Todavía esta parte del territorio no constituía un foco de interés para efectivizar la ocupación; sin embargo, varios viajeros habían comenzado a percibir su potencial, tanto como área productiva para la ganadería y agricultura como sector privilegiado en el cruce de distintas rutas comerciales. Para este lapso temporal comenzaba a conformarse un espacio fronterizo donde distintos funcionarios habían sido enviados a realizar parlamentos, a aprovisionarse de determinados recursos (sal en Salinas Grandes), y a mantener relaciones con los caciques principales y obtener información del área. En el caso de Zizur, en 1781, llevó a cabo acuerdos e intercambios pacíficos con los hermanos Lorenzo Calpisqui y Pascual Cayupilqui quienes tenían sus tolderías próximas a las sierras de la Ventana. Sin embargo, otros funcionarios, siguieron políticas ofensivas como De la Piedra, quien terminó asesinado junto con otros militares en Sierra de la Ventana, por sus ataques contra los caciques Negro y Lorenzo.
En la primera mitad del siglo XIX, los grupos indígenas siguieron habitando el territorio serrano e interserrano, en el marco de disputas territoriales entre diversas parcialidades indígenas, que resultó en el desplazamiento de los grupos asentados en la Sierra de la Ventana, en Curamalal y en la zona de los arroyos Napostá y Sauce Chico; y su reemplazo por grupos boroganos. A su vez, los documentos del gobierno de la Provincia de Buenos Aires reflejaban un desconocimiento sobre la geografía y las poblaciones que habitaban la región del Sistema Serrano de Ventania y su llanura adyacente, y la incertidumbre y desconfianza que les provocaba adentrarse hacia la zona serrana (García, 1822). En este momento comenzó a surgir un interés concreto por estos temas con el objetivo de ocupar este territorio posteriormente, pero manteniendo hasta 1822, un trato pacífico con los grupos indígenas. Luego se inició una etapa marcada por los conflictos en pos de ocupar el espacio, y se persiguieron a los grupos indígenas en el marco de las campañas llevadas a cabo por Rodríguez, Rauch y Rosas en1824, 1826 y 1833, que no resultaron efectivas para lograr el control del terreno. Este último implementó además una política distinta orientada a establecer un negocio pacífico con los indios (Cutrera, 2009).
En la segunda mitad del siglo XIX se desarrolló una política de apropiación del espacio por parte del gobierno a partir de una estrategia militar, con el establecimiento de fortificaciones en los principales cursos de agua permanentes, como los ríos Sauce Grande y Chico, y los arroyos Sauce Corto, Pillahuinco Grande y Chico, Las Tunas, Quequén Salado, entre otros, y la construcción de la Zanja de Alsina. Ciertas parcialidades indígenas que cumplían el rol de indios amigos habían sido desplazadas de los sectores que ocupaban con anterioridad, pero continuaron habitando la zona de Ventania, organizando sus toldos en las proximidades de algún fuerte o fortín y colaborando como auxiliares militares en la Guardia Nacional. La apropiación definitiva del espacio por parte del estado nacional se completó con el emplazamiento de los primeros poblados en la década de 1880 en Puan, Coronel Pringles, Coronel Suárez, Tornquist, Pigüé, Arroyo Corto y Saavedra.
Los datos obtenidos permiten reflexionar sobre los procesos de apropiación del paisaje por parte de poblaciones distintas culturalmente y cómo éstas marcan y demarcan el espacio para denotar su ocupación, específicamente durante los siglos XVIII y XIX; pero en un marco más amplio podrán ser integrados a los modelos generales de poblamiento del área de estudio.Asimismo se consideran las fluctuantes características de las relaciones interétnicasestablecidas en el área de Ventania (i.e. alianzas, pactos, cambios de bando, disputas, enfrentamientos), como ejemplo de las cuales puede mencionarse el caso de Calfucurá; y las identidades generadas en este contexto histórico marcado por los desplazamientos poblacionales, los contactos culturales y la búsqueda de la desaparición del otro (en términos generales “blanco” e “indio”, pero dentro de cada categoría una diversidad de rótulos, por ejemplo, entre los indígenas, pampas, serranos, borogas/boroganos/voroganos, tehuelches, guenaken, mapuches, araucanos, “chilenos”).
Por último, los datos espaciales están siendo procesados para la elaboración de una carta arqueológica de sitios históricos del sector sur del AEHSP con dos fines principales: la conservación de potenciales lugares de memoria histórica y la planificación de futuras actividades de prospección para ubicar evidencias arqueológicas de los procesos históricos. Cabe destacar que el mapa o carta arqueológica resultante, que presentará las ubicaciones de tolderías, fortines, puestos, colonias, rastrilladas u otros tipos de caminos, hitos relevantes del paisaje, entre otros; servirá de base tanto para la evaluación del potencial arqueológico-histórico del área y la planificación de futuras actividades de campo, como para analizar y discutir la información documental y arqueológica vinculada a la dinámica de ocupación y uso del ambiente por parte de indígenas y criollos de la microrregión de Ventania. En este sentido, se ha cumplido una primera etapa de este proyecto, centrada en un municipio (Puan), cuyos resultados fueron publicados recientemente (Panizza y Oliva, 2018), y se prevé su continuación, hasta completar el espacio correspondiente al área de Ventania.
AGRADECIMIENTOS
Las tareas de investigación se desarrollaron en el marco del proyecto HUM 525 “Arqueología histórica en el área del Sistema Serrano de Ventania y su llanura adyacente” acreditado por la Universidad Nacional de Rosario, y de las becas doctoral y post-doctoral otorgadas por CONICET. También agradecemos a los evaluadores que con sus comentarios enriquecieron el trabajo.
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Plano General de la Nueva Línea de Fronteras sobre La Pampa realizado por el Sargento Mayor Jordán Wysocki en el año 1877.
NOTAS
1 Este término es utilizado tanto por historiadores como arqueólogos en la bibliografía especializada para referirse a aquellas poblaciones de origen europeo afincadas en América y a sus descendientes nacidos en territorio americano (ver entre otros Villoro, 1977; Irianni, 2009, 2012; Merlo, 2012; Langiano, 2008, 2012; Merlo y Langiano, 2017), y es una ampliación del concepto de hispano-criollo (Nacuzzi, 2016; Mandrini y Paz, 2002).
2 AGN. S. X. Leg.14.3.1. Expedición Rauch.
3 En La Gaceta Mercantil. Buenos Aires 1823-1852 (2011-2015). Volumen V (1832-1833). Biblioteca de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny” y Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires “Dr. Ricardo Levene”.
4 Ejemplar consultado en: http://objdigital.bn.br/acervo_digital/rede_memoria/angelis/monitor/arbabn-pda-monitor-f18340416n0100.pdf
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