Confederaciones precolombinas de Chile y Arauco con incas, collas, puelches, pampas y patagones, según crónicas de los siglos XVI y XVII, de Luis Iván Inostroza Córdova, Revista TEFROS, Vol. 22, N° 1, artículos originales, enero-junio 2024: 40-79.
En línea: enero de 2024. ISSN 1669-726X
Cita recomendada:
Inostroza Córdova, I. L. Confederaciones precolombinas de Chile y Arauco con incas, collas, puelches, pampas y patagones, según crónicas de los siglos XVI y XVII,
Revista TEFROS, Vol. 22, N° 1, artículos originales, enero-junio 2024: 40-79.
Confederaciones precolombinas de Chile y Arauco con incas, collas, puelches, pampas y patagones, según crónicas de los siglos XVI y XVII
Pre-Columbian confederations of Chile and Arauco with Incas, Collas, Puelches, Pampas and Patagonians, according to chronicles from the 16th and 17th centuries
Confederações pré-colombianas do Chile e Arauco com Incas, Collas, Puelches, Pampas e Patagônias, segundo crônicas dos séculos XVI e XVII
Luis Iván Inostroza Córdova
Universidad de la Frontera, Temuco, Chile
Contacto: luis.inostroza@ufrontera.cl - ORCID https://orcid.org/0000-0003-3200-2580
Fecha de presentación: 24 de julio de 2023
Fecha de aceptación: 6 de diciembre de 2023
Resumen
Este artículo analiza el corpus documental compuesto por las crónicas tempranas sobre la conquista del Imperio inca y los señoríos de Chile, para identificar los protocolos rituales seguidos por la ciudad del Cuzco situada en 13,6° LS, en la anexión de las comunidades de idioma mapuche de Chile asentadas al sur del Desierto de Atacama, desde el río Copiapó en 26° LS al río Mapocho en 33° LS, y relaciones de frontera con las comunidades de Arauco a Chiloé situadas más allá de la frontera inca del río Maule, desde 38° a 43° LS. Explorando correlaciones entre los protocolos incas y las ceremonias del gobierno mapuche para conformar una unidad política federada, y articular alianzas con las etnias guarpes, puelches, pampas y patagones del oriente de la cordillera de los Andes. De este modo el corpus documental reúne información desde la óptica del Cuzco y desde la perspectiva de las entidades regionales, que permiten reconstituir la hegemonía de una confederación austral encabezada por Chile de manera paralela al Tahuantinsuyu. Perspectiva de historia política precolombina regional que exploramos en este trabajo.
Palabras clave: Chile; Arauco; Puelches; Collao; Cuzco.
Abstract
This article analyses the documentary corpus composed of the early chronicles about the conquest of the Inca Empire and the dominions of Chile. The objective is to identify first the ritual protocols followed by the city of Cuzco -located at 13.6° SL- during the annexation of the Mapuche-language communities in Chile, south of the Atacama Desert, from the Copiapó River at 26° SL to the Mapocho River at 33° SL, and then, the border relations with the communities -from Arauco to Chiloé- located beyond the Inca border of the Maule River, from 38° to 43° SL. This work explores the correlations between the Inca protocols and the Mapuche government ceremonies that would form a federated political unit, and articulate alliances with the Guarpe, Puelche, Pampas and Patagonia ethnic groups from the Eastern Andes mountain range. The documentary corpus brings together information from the Cuzco perspective and that from the regional entities, thus allowing the reconstitution of the hegemony of a Southern confederation headed by Chile in parallel to Tahuantinsuyu. The regional pre-Columbian political history perspective is exhaustively explored.
Keywords: Chile, Arauco, Puelche, Collao, Cuzco
Resumo
Este artigo analisa o corpo documental composto pelas primeiras crônicas sobre a conquista do Império Inca e do Chile para identificar os protocolos rituais seguidos pela cidade de Cuzco, localizada a 13,6° S, na anexação das comunidades de idioma Mapuche do Chile. Estas estavam estabelecidas ao sul do deserto do Atacama, do rio Copiapó a 26° S até o rio Mapocho a 33° S. Também analisa as relações de fronteira com as comunidades do Arauco a Chiloé, localizadas além da fronteira Inca do rio Maule, de 38° a 43° S. Exploramos as correlações entre os protocolos incas e as cerimônias do governo Mapuche para formar uma unidade política federada e articular alianças com os grupos étnicos Guarpe, Puelche, Pampa e Patagões do leste da Cordilheira dos Andes. Desta forma, o corpo documental reúne informações da perspectiva de Cuzco e da perspectiva das entidades regionais que permitem a reconstituição da hegemonia de uma confederação do sul, liderada pelo Chile paralelamente ao Tahuantinsuyu. Esta é a perspectiva de história política regional pré-colombiana que exploramos neste trabalho.
Palavras-chave: Chile, Arauco, Puelches, Collao, Cuzco
Introducción
Esta investigación de historia política indígena, analiza las alianzas de gobierno desplegadas por las comunidades de idioma mapuche de Chile con pueblos circundantes de las Pampas y Patagonia y con los incas del imperio del Cuzco, empleando el corpus documental formado por las crónicas tempranas de la conquista hispánica del Imperio Inca iniciada en 1532-1533, seguida por la conquista de los señoríos de Chile en 1541 y el territorio de adelante de Chile desde 1550, que dará lugar a la organización del Virreinato del Perú en 1542 sobre la base del territorio y los pueblos que conformaron el Tahuantinsuyu.
En este contexto histórico, la administración española requería contar con antecedentes sobre el sistema de gobierno inca. Para ello la administración colonial dispuso una recolección sistemática de antecedentes históricos mediante recopilaciones de relatos entregados por quipucamayoc en su calidad de funcionarios del estado inca que memorizaban los hechos de los monarcas y las cuentas tributarias del imperio, empleando métodos de registros en “quipus” (Rostworoswski, 1988; Murra, 1980; Peace, 2005, Parssinen, 2003; Lumbreras et al., 2020; Platt; Bouysse-Cassagne, y Harris, 2006). Este trabajo dará a luz el Discurso sobre los incas entregado en el Cuzco por los quipucamayoc (1542, 2004); seguido por una magna obra compilada por Juan de Betanzos Suma y narración de los incas (1551, 2004), donde el autor compila un cuadro sinóptico de los vínculos administrativos articulados por los incas con los señoríos étnicos, y en particular con las comunidades de Chile mediante ceremonias rituales celebradas en el Cuzco y en el santuario de Copacabana de Titicaca, para establecer alianzas y acordar aspectos tributarios refrendados con ritos de banquetes y bailes que concluían con la entrega de dádivas y celebración de casamientos con mujeres de la nobleza cuzqueña. Aspectos relevados por la investigación etnohistórica relativa a la organización administrativa del Tahuantinsuyu (Peace, 2005; Rostworoswski, 1988; Wachtel, 1976; Murra, 1980; Dillehay y Netherly 1988; Parssinen, 2003; Hernández, 2003; Platt; Bouysse-Cassagne, y Harris, 2006; Presta, 2013).
Los antecedentes enunciados serán profundizados y enriquecidos por otros autores tempranos que escriben en Perú, Cieza de León (1553, 2005), Cristóbal de Molina (1583 [2010]) y Martín Murúa (1590 [2020]), y escritores de la primera mitad del siglo XVII como Garcilazo de la Vega (1614) y Santa Cruz de Pachacuti (1613), Fernando de Montesinos (1644) y Bernabé Cobo (1653).
Estos autores confirmaron las noticias de un proceso más complejo que una expansión unidireccional desde el Cuzco hacia la zona antártica, porque estos contactos primigenios se habrían iniciado por las incursiones de los señoríos de Chile contra el Cuzco, junto a pueblos de Tucumán y Chriguanaes en apoyo a las rebeliones de los reinos del Collao y Charkas. Incursiones aliadas que entregaban pistas de antiguas confederaciones forjadas entre Chile y los herederos del estado de Tiahuanaco que se desarrolla en torno al lago Titicaca en el período preinca, perspectiva que enfatizamos en este trabajo de entohistoria sudamericana siguiendo a Platt; Bouysse-Cassagne, y Harris (2006, pp. 25-28).
Las características del gobierno indígena fueron rastreadas por los cronistas que escriben sobre la conquista de las poblaciones de Chile, registrando ceremonias similares a las del Cuzco para organizar un régimen federativo de comunidades de idioma mapuche a través de sus alianzas políticas con los puelches del oriente de Los Andes (Ercilla, 1569; Bibar 1558 [1966]; Lobera 1594 [1865]). Escenario donde Bibar identifica la presencia de una piedra adoratorio entre los puelches en sus reuniones de intercambios con las comunidades del Pacífico (Bibar, 1966); señalando con ello una confederación política que Ercilla vinculará con el apoyo militar de los puelches del Atlántico a los araucanos de Chile para enfrentar la invasión hispánica (Ercilla, 1569).
En el siglo XVII los historiadores jesuitas Alonso de Ovalle y Diego de Rosales subrayarán la noción del “reino de Chile” precolombino, titulando sus obras Histórica relación del reino de Chile (Ovalle 1646) e Historia General del reino de Chile (Rosales 1674 [1877-1878]). Además, Ovalle inserta en su obra el cartograma Tabula geographica regni de Chile (1646) para mostrar la dimensión continental de esta entidad conformada por las comunidades de Chile junto a guarpes, pampas, puelches y patagones. Mientras Rosales proporciona datos sobre vínculos de los incas instalados en Chile con los puelches, y el registro de un adoratorio de piedras cuzqueño en el límite del Tahuantinsuyu entre los ríos Maule y Biobío, como un centro de reunión con las etnias de la frontera austral (Rosales, I, 1877).
En el contexto etnohistórico descrito los objetivos del artículo se enfocan en relevar el conjunto de crónicas escritas en la segunda mitad del siglo XVI y primera mitad del siglo XVII, tanto en Perú como en Chile, como parte de un corpus documental que entrega información etnológica temprana desde la óptica cuzqueña y desde la óptica de los señoríos de Chile. En segundo lugar, relevar los protocolos administrativos seguidos por los incas para incorporar a los señoríos de Chile en la administración del Tahuantinsuyu, mediante ceremonias celebradas en el Cuzco. En tercer lugar, establecer correlaciones entre las ceremonias cuzqueñas y los protocolos del gobierno de las comunidades de Chile y Arauco como mecanismos análogos para organizar confederaciones interétnicas. En cuarto lugar, analizar el despliegue de estos mecanismos en las relaciones de las comunidades mapuche con los señoríos puelches, como evidencias de una confederación que delinea una hegemonía militar y política de Chile y Arauco en la zona austral del continente sudamericano. Configuración que tendrá continuidad a través de los señoríos de Arauco a Chiloé en las relaciones de frontera con el imperio español (Méndez Beltrán, 2014; Bengoa, 2003; Boccara, 2009; Dillehay, 2011; Payas, 2018) y con los estados de Chile y Argentina en el siglo XIX (Pavez, 2008; Foerster, 2017; Perucci, 2021; Tamagnini, 2017; De Jong, 2017; Barbuto, 2017; Literas 2017). Una performance de larga duración, que motiva nuestra investigación de historiografía política relativa a la entidad de Chile y Arauco en tiempos precolombinos.
El reino de Chile y los señores y comunidades de Chile en el Cuzco
En la constitución del corpus etnográfico sobre la historia política de los señoríos de Chile, tendrá particular importancia Juan de Betanzos quien llega al Perú en los momentos iniciales de la conquista del imperio inca, dominando rápidamente el idioma quechua. Este dominio lingüístico posibilitó su participación en la recopilación de relatos entregados por los quipucamayoc, funcionarios que llevaban el registro administrativo de imperio cuzqueño. La narración fue registrada en la ciudad del Cuzco en 1543 con el título Discurso sobre los incas (Martín Rubio, 2004). Este relato sitúa la anexión de Chile por el monarca Topa Inca Yupangue hacia el año 1400 d.C., conceptualizando estos señoríos como “el reino de Chile” al comentar la primera jornada de reconocimiento hispano, dirigida por Diego de Almagro en 1535-1536 (Discurso, 2004, p. 379).
Betanzos continuó sus investigaciones redactando una magna obra que tituló:
Suma y narración de los Yngas que los indios nombraron Capaccuna, que fueron señores en la ciudad de Cuzco y de todo lo a ella sujeto, que fueron mil leguas de tierra los cuales eran desde el río Maule, que es delante de Chile, hasta de aquella parte de Quito, todo lo cual poseyeron y señorearon hasta que el marqués, Don Francisco Pizarro, lo ganó e conquistó e puso debajo del yugo e dominio real de su Majestad. En la Cual Suma se contienen las vidas y hechos de los Yngas Capaccuna pasados, nuevamente traducido e recopilado en lengua india de los naturales del Pirú por Juan de Betanzos, vecino de la Gran Ciudad del Cuzco, la cual suma e historia va dividida en dos partes (Martín Rubio 2004, p. 43).
Este libro no fue conocido en toda su integridad por la historiografía del siglo XIX y XX, porque el ejemplar editado por Jiménez de la Espada (1880) estaba mutilado y sólo comprendía una Primera parte que alcanzaba hasta el capítulo XX. El texto original será publicado por la profesora María del Carmen Martín Rubio (1987, 2004) con una Primera Parte que se extiende hasta el capítulo XLVIII, agregándose una Parte II con XXXIV capítulos, donde se registran los eventos que condujeron a la anexión de Chile septentrional desde Copiapó al río Mapocho. Para identificar seguidamente la existencia de una comarca de señoríos mapuche de adelante de Chile, es decir, localizados más allá del limes del río Maule y el río Biobío, desde Arauco a Chiloé en 38° a 43° de LS, que no fueron sometidos por el inca.
Betanzos recopila que los primeros contactos entre los incas y Chile se iniciaron en el marco de una invasión desde el Collao durante el gobierno de Topa Inga, quien recibe noticias alarmantes en la ciudad “de cómo la provincia del Collasuyu, que su padre ganara y sus hermanos Amaro Topa Ynga y Paucar Usno, era rebelada y que venía con un gran poder de gente todo [el] Collasuyu sobre la ciudad del Cuzco” (Ibid, p. 191). Después de vencer a los aymaras y sus aliados el monarca: “siguió [a] sus enemigos y tuvo batalla con ellos, en la cual batalla los prendió y castigó, y de allí pasó adelante, de la cual jornada llegó a Chile” (Betanzos, 2004, pp. 196-197).
En segundo lugar, apunta las primeras noticias que el inca tuvo de Chile en el panorama sudamericano. Señalando que los cuzqueños conocieron el prestigio de estos señoríos del océano Pacífico en el Río de la Plata, y avanzaron desde el limes con los chiriguanaes hacia “las espaldas de Chile” en la vertiente oriental de la cordillera de los Andes, para cruzar el macizo andino hacia la “provincia de Chile”:
Y, volviendo a decir Ynga Yupangue y de su jornada, como hubiese despachado los mensajeros, que habéis oído, a la ciudad del Cuzco, mandó a sus capitanes que aderezasen su campo y gente de guerra, porque otro día pensaba partir de allí en demanda de los Chiriguanaes; una provincia que él tenía noticias que era gran gente. E ansí, otro día, se partió él y su campo y llegaron a la provincia ya dicha, con los cuales tuvo su batalla y reencuentro, y habido de ellos victoria y dejándolos sujetos y debajo de su dominio, pasó adelante. Y allí tuvo noticia de la provincia de los juríes y mando encaminar su campo para allá, y como a ellos llegasen, tuvo con ellos su batalla y reencuentro e al fin los venció y sujetó; la gran provincia es de grandes montañas y tierras do hay muchas avestruces, y la más ropa de los naturales desta provincia visten de plumas de aquellos avestruces. Y, como ya tuviese sujetos estos y esta nación de los juríes pasó adelante y llegó a un río grande, que dicen ser el de la Plata y, como a él llegasen y le viesen tan ancho, no le pasó, fuese por la vera de él hasta que llegó a sus nacimientos, que dicen ser las espaldas de Chile a la mano derecha, ansí como iba, pasó los puertos y cordilleras de nieve y montañas altas, sujetando y conquistando todo, lo que ansí por delante hallaba; e ansí llegó a la provincia de Chile y halló en ella gente muy belicosa y muy rica y próspera de oro, e habido con ellos sus reencuentro, sujétolos (Ibid, p. 197).
El calificativo de gente belicosa, es decir, diestra en las armas, puede tener relación con las incursiones de los señoríos mapuche hacia el Collao en alianza con chiriguanaes del Paraguay, juríes, un gentilicio temprano que designaba a varios pueblos de la región de Tucumán incluyendo a los diaguitas (Lorandi, 1988).
En tercer lugar, Betanzos indica que los incas reconocieron otra región austral localizada adelante de Chile, que no fue sometida al Cuzco:
Preguntado de que gente había de allí adelante y que arte y tierra era, dijérónle que, diez jornadas de allí, había un río que se decía Maule, que hasta allí había alguna población y que pasado aquel río, y andada otras seis jornadas, había mucha y muy gran cantidad de gente y que poseía unas ovejas pequeñas y que era gente muy bien tratada (Betanzos, 2004, p. 198).
Este enunciado narrativo matiza diversas versiones cronísticas sobre dificultades y derrotas del ejército del inca en Chile (León, 1983; Silva 1983; Zavala et al., 2021).
En cuarto lugar, retoma el tema de la integración de los señoríos de Chile al Tahuantinsuyu, mediante una reunión con los señores en el pueblo de Chile, esto es el valle de Aconcagua, para concordar objetivos administrativos:
Como volviese Topa Ynga Yupangui al pueblo de Chile, pareciéndole que la gente de aquella provincia era guerrera y belicosa, y que sería bien dejar en tal provincia guarnición de gente de guerra, para que lo que ansí había ganado y conquistado lo tuviese quieto y pacífico, y desde allí le llevasen el tributo de oro a la ciudad del Cuzco; esto ansí pensado, apartó de su gente la cantidad que le pareció que bastaba para tener en guarda y razón aquella provincia y, esto ansí hecho, mandó que quedasen aquestos que así apartó en beneficio de lo ya dicho, y mandó que luego se juntasen todos los señores de Chile y Copayapo y de todos los demás pueblos de aquella redondez, e hízoles un parlamento y díjoles la orden que habían de tener de allí adelante y en, los que habían de servir y tributar, y dióles muchas joyas de plata, que es del metal que allí carecen, y lo que ellos tuvieron en mucho y cosa que ellos tuvieron en más que otra cosa ninguna de la que ansí les diera (Betanzos, 2004, p. 202).
Aquí aparece la práctica del parlamento del inca como un protocolo para estipular cargas tributarias compensadas con mercedes de alhajas de plata, metal que tiene la particularidad de ser muy apreciado por los chilenos[1]. En cuanto a los topónimos resulta de interés la distinción de las comarcas de Chile y Copayapo que podría aludir a diferentes formas de integración. Por “paz y concierto” en el primer caso, y de “guerra y sangre” en el segundo (Garcilazo de la Vega 1609 [1985], pp. 125-128; Platt et al., p. 79; Palomeque, 2013).
En quinto lugar, Betanzos registra el viaje de los jefes de Chile al Cuzco junto a otros señores del Collasuyu, para refrendar las alianzas interétnicas. Así Topa Yupanqui salió de Chile:
Llevando mucha y muy gran riqueza consigo, de aquella vez ansí había salido a castigar los de Collasuyo, y llevando, asimismo consigo, todos los caciques y señores de todas las provincias y valles que había sujetado, desde Chile hasta la ciudad de Cuzco y desde la costa de la mar hasta la provincia de los Andes (Betanzos, 2004, p. 202).
De este modo, los apoyos interétnicos meridionales a las rebeliones Collas conformaron un preámbulo que generó el avance del Cuzco hacia Chile, y una posterior peregrinación de los señores de las etnias del Collasuyu al Cuzco para inaugurar o revalidar una alianza con los incas mediante portentosas ceremonias que incluían el parlamento del inca, banquetes y entrega de regalos y esposas a los jefes regionales.
Y esto ansí hecho, ansí a los que había nombrado por caciques como a los otros que ansí habían salido de paz, dio e hizo muy grandes mercedes a todos ellos; y, asimismo, les dio a todos y cada uno por sí, mujeres de las hijas de los señores de la ciudad del Cuzco y de sus propias hermanas de él mismo, de las que ansí habían quedado niñas, cuando su padre murió, con las cuales dádivas y mercedes rescibieron contentamiento aquellos señores caciques, que en todo tiempo que este señor Topa Inga Yupangue vivió, nunca jamás se les rebelaron. Esto ansí hecho, envíolos a sus tierras y provincia de Collasuyu (2004, p. 204).
Los matrimonios con esposas de la nobleza inca, creaban una dinastía de familias gobernantes que afianzaba la paz mediante estructuras de parentesco, donde las esposas jugaban un papel muy relevante en la difusión de la cultura política cuzqueña (Hernández, 2002; Parssinen, 2003, p. 108; Platt et al., p. 76). Además, el gobierno indígena se imbricaba con ritos de pasaje hacia la constitución de unidades familiares, que conformaban la base de la organización social, económica y política de las comunidades andinas, del imperio inca y de los señoríos territoriales mapuche. Por otro lado, los eventos compaginados por Betanzos esbozan una profunda integración de Chile con las etnias meridionales circundantes al Cuzco, proceso escenificado en el registro de las reuniones en el Cuzco de numerosos señoríos que formarán parte del Collasuyu.
Ataques de Chile al Cuzco
Cabello de Balboa (1586 [1951]), retoma la insinuación de Betanzos sobre el apoyo de Chile a los Collas. Mencionando que los aymaras se rebelaron durante una campaña contra los chiriguanaes que atacaban insistentemente las fronteras orientales del Imperio. Topa Inga regresa desde el Antisuyu, somete a los sublevados Collas y se dirige a Chile en una fecha “(que a nuestra cuenta y la de los Yndios antiguos) debió ser cerca de los años de gracia de 1473” (Cabello, 1951, p. 337).
Y abiendo ya quebrantado el brío de los rebelados y hecho mercedes a los que la merecían, y enviado orden de los que se debía hacer en el Cuzco se determinó pasar adelante siguiendo el hilo de su buena fortuna, y ansí menospreciando los trabajos que se le podían obponer paso los despoblados interpuestos entre el Piru y Chile, y llegó a Coquimbo y en él hizo fortaleza, y puso guarnición, y paso a Chile conquistando y venciendo, y en él puso los mojone más australes de su imperio y Señorío, y dejando las naciones de aquellas provincias sugetas a tributos, y reconociendo se salió trayendo gran suma de riquezas de oro y joyas (ibid, pp. 336-337).
Aquí aparece el topónimo de Coquimbo como la primera zona que doblegó el ejército cuzqueño. Destacando el botín de joyas sacadas del país, que indica la existencia de una pauta metalúrgica y ornamental previa a la conquista inca.
Desde otro ángulo informativo, Santa Cruz de Pachacuti (1613 [1879]) subraya las incursiones de Chillis hacia el Cuzco, anotando que en el reinado de Topa Inga Yupangui:
viene la nueva como los de Chillis hacía gente de guerra para contra el Inga, y entonces despacha a un capitán con veinte mil hombres de guerra y otros veinte contra Guarmeoaucas, los cuales dos capitanes llegan hasta los Coquimbos y Chillis y Tucumán, muy bien, trayéndoles mucho oro; y los enemigos no hacen tanto daño en los de acá, antes con poca facilidad fueron sujetados, y los Guarmeoaucas lo mismo, y en donde los deja una compañía de gente para que sirvieran de garañones (Santa Cruz, 1879, p. 292).
Los vínculos de Chile con los pueblos del Collasuyu podrían derivarse de contactos forjados desde la época de Tiahuanaco. A este respecto Murúa señaló:
Dicen que antiguamente había Rey en el Collao y que se llamaría Javilla, y que fue Señor desde Vilcanota hasta Chile y aún más adelante comenzó el término de su jurisdicción desde una raya que viene bajando desde un cerco (sic) que hasta hoy se parece y se ve desde el camino Real empezando con el dicho cerco (sic) que está a mano derecha yendo desde el Cuzco a Potosí, en el propio asiento y paraje de Vilcanota (2020, p. 75).
Estos vínculos desde Chile a Tiahuanaco posiblemente fueron retomados por los incas quienes designaban a las provincias anexadas con los nombres prexistentes, y, encargaban el gobierno a jueces de las entidades regionales preeminentes (Platt et al., 2006, pp. 52-53). Así las recopilaciones hispanas develan que el primer gobernante instalado por los incas en el Collasuyu tenía jurisdicción desde el Collao a Copiapó (ibid., pp. 28, 42, 92-93). Además, los españoles encontraron mitimaes de Copiapó junto a otras numerosas naciones, en el santuario del sol y la luna de Copacabana, al oriente del lago Titicaca (Parssinen, 2003, p. 249). Denotando una integración ritual que tendrá como contrapartida la instalación de santuarios incas en las cumbres de la cordillera de los Andes del río Aconcagua y el río Mapocho, y de una ciudad cuzqueña en este último curso fluvial (Núñez et al., 1994; Sotomayor et al., 2016; Stehberg et al., 2022). Contactos que se intensificarán con el camino del Tahuantinsuyu desde Charkas hacia Salta y Tucumán para cruzar desde allí hacia Copiapó (Tarragó, 2000; Rafino, 2004). Lugar donde los incas, según anota el cronista Gerónimo de Bibar, tenían un enclave en El Chañar para registrar “el tributo que por allí pasaba oro y turquesas y otras cosas que traían de estas provincias de Chile” (Bibar, 1966 [1558], p. 19). Está claro que el oro y las piedras preciosas eran bienes sagrados acopiados por los incas para adornar sus templos, constituyendo apreciadas dádivas para los pueblos situados en las márgenes del imperio. Particularmente apuntamos que las turquesas eran muy apetecidas por los chiriguanaes que llegaban a Lipez y Atacama para adquirir estas joyas sagradas (Platt et al., 2006, p. 152). Constituyendo estas prácticas, otro punto de contacto de los habitantes de Chile con los pueblos de origen guaraní.
Estos contactos con los Andes Centrales y las etnias meridionales se dinamizan con la prolongación del camino inca hacia Cuyo en las fronteras del dominio inca con la pampa atlántica (Gambier, 2000; Michieli, 2007; Barcena, 2002; García, 2021), cruzando hacia Chile por antiguas sendas que se rearticulaban en una red vial que tendrá continuidad en el espacio económico del Virreinato del Perú (Assadourian, 1982; Palomeque, 2013).
Residencia de poblaciones y huacas de Chile en el Cuzco
El viaje de los caciques de Chile para participar en las ceremonias del Parlamento en el Cuzco, estuvo acompañado del tránsito de poblaciones para refrendar los acuerdos políticos y alianzas de gobierno en ceremonias tradicionales compartidas por las poblaciones indígenas sudamericanas (Hidalgo, 1992). En esta óptica el cronista Cieza de León (1553 [2005]) escribe sobre el Cuzco al arribo de los hispanos:
Y como esta ciudad estuviese llena de naciones extranjeras y tan peregrinas, pues había indios de Chile, Pasto, cañares, chachapoyas, guancas, collas, y de los más linajes que hay en las provincias ya dichas. Cada linaje de ellos estaba de por sí, en el lugar y parte que les era señalado por los gobernadores de la misma ciudad. Estos guardaban las costumbres de sus padres y andaban al uso de sus tierras, y aunque hubiese juntos cien mil hombres, fácilmente se conocían con las señales que en las cabezas se ponían (Cieza, 2005, pp. 241-241).
Entre los cronistas que participan en la conquista de Chile, Mariño de Lobera (1594 [1865]) es el único que entrega una referencia indirecta sobre visitas de caciques de Chile al Cuzco. En esta dirección anota un episodio donde Michimalonco señor del valle del río Aconcagua, relata como recibió una pluma fantástica como regalo del inca:
El modo como se descubrió esta pluma fue que un indio que la tenía acaso se le quemó un día la casa que era pajiza, sin quedar cosa de las que había dentro de ella salvo esta pluma que la halló entre la ceniza y rescoldo más limpia que estaba de antes: y estando el general Michimalonco buscando con mucho cuidado, y diligencia alguna cosa extraordinaria para enviar al rei del Perú por haber recibido del una mui particular merced una vez que vino a visitarlo a la ciudad del Cuzco, que fue sentarlo a su mesa, cosa que con ninguno otro había jamás hecho; llegó el indio que tenía esta pluma y se la dio a Michimalongo para que hiciese della el presente que deseaba (Lobera, 1865, p. 74).
Esta referencia que hasta ahora constituía un fragmento aislado, que carecía de un contexto cronístico más amplio, corrobora desde una óptica regional los viajes periódicos de los señores de Chile al Cuzco, donde recibían una merced especial al sentarse en la mesa del inca, como expresión de vínculos de parentesco directo.
El Inca Garcilaso destacará la noticia de las poblaciones de Chile y otros pueblos residiendo en el Cuzco (2005, II, p.104), transcribiendo el párrafo de Cieza ya citado, para agregar:
Las señales que traían en las cabezas eran a manera de tocados que cada nación y cada provincia traía, diferente de la otra para ser conocida. No fue invención de los Incas, sino uso de aquellas gentes; los reyes mandaron que se conservase, porque no se confundiesen las naciones y linajes de Pasto a Chile (ibid, p. 104).
Las tradiciones políticas vinculadas a las señas étnicas del vestuario y tocados, estaban vinculadas con tradiciones rituales asociadas con las huacas, ya sea como sitios sagrados o emblemas transportables, que identificaban a los ancestros de las comunidades que presidían simbólicamente las congregaciones del gobierno indígena (Platt, op. cit., Itier, 2021).
Martín de Murúa (1590 [2020]) apunta en este sentido que la anexión de los pueblos implicaba su incorporación ritual:
Cuando el Ynga conquistaba de nuevo alguna provincia o pueblo lo primero que hacía era tomar la guaca principal de la tal provincia o pueblo y la traía a esta ciudad, así por tener a aquella gente del todo sujeta y que no se rebelase, como porque contribuyesen cosas y personas, para los sacrificios y guardas de las guacas y para otras cosas necesarias (Murúa, 2020, p. 98).
En esta óptica Cieza anota que se tenía por costumbre realizar la ceremonia capacocha “en el Cuzco por los reyes que cada año hacían venir [a] aquella ciudad a todas las estatuas y bultos de los ídolos que estaban en las huacas que eran los templos donde ellas estaban” (Cieza, 2005, p. 365). Cristóbal de Molina (1583 [2010]) indica que los incas al mes de agosto llamaban coyaraimi: y en este mes se hacían la ciua. Y para hacer la dicha fiesta trayan las figuras de las huacas de toda la tierra de Quito a Chile, las cuales ponían en sus casas que en Cuzco tenían para el efecto, que aquí diremos después (Molina, 2010, p. 51).
Así las comunidades extranjeras representaban en el Cuzco sus rituales locales con bailes y cánticos tradicionales, como parte de una integración de cultos regionales que rearticulaba el inca desde una sujeción al Tahuantinsuyu. Murúa, retoma este tópico escribiendo:
Dicen que el fuerte Pachacuti Inga Yapangui fue el primero Señor que mandó y ordenó se hiciesen mercedes a aquellos que lo merecieses y en otras cosas a todos los demás indios, por los tener contento y ganarles su voluntad y para que después de sus días fuesen tenidos y obedecidos sus hijos y descendientes, y así hizo grandes mercedes a los Señores principales y a los indios particulares y a los que él veía señalarse en la guerra.
Y que de ordinario cada año a los indios particulares daba a cada indio que fuese de edad una india de sus propios bienes, una pieza de ropa y dos ovejas y un carnero de la tierra, maíz, papas, coca, ají, y otras legumbres, y que estas mercedes que hacían eran sin las que llamaban generales, que cuando hacían junta de todo el reino que los predicaba, o hacía parlamento que era cosa sin número las grandes mercedes que entonces hacían a todos, chicos y grandes señores y que lo que así les daban eran de sus propios bienes y a cada uno daban conforma a su calidad y estado.
También vinieron los Chilenos a dar obediencia al Ynga y a traer el tributo que les solían traer cada un año (2019, p. 63).
El historiador renacentista José de Acosta apunta sobre estas ceremonias, que en el mes Coyaráymi se hacía la fiesta Citu ocasión donde las mamaconas del sol sacaban bollos hechos con sangre de sacrificios de llamas “y a cada uno de los forasteros daban un bocado, y también enviaba a las huacas forasteras de todo el reino y a diversos curacas, en señal de confederación y lealtad al sol y al Inga” (Acosta, 2008, p. 191).
El parlamento legitimaba la soberanía del Cuzco mediante mecanismos de reciprocidad ritual. Los investigadores Cumming y Ossio (2019) advierten que Murúa pretendió escribir en el texto terminado en 1590, un capítulo sobre el parlamento como institución relevante en la organización sociopolítica del Tahuantinsuyu. Así en el examen de los escritos ocultos bajo pinturas y rescrituras que dieron forma al libro se lee un Capítulo 85 sobre “el parlamento que les hacían después de la junta” (2019, pp. 267, 274), tema que el mercedario nunca desarrolló, pero que tenía una relevancia superior, toda vez que las poblaciones regionales ocuparan barrios en la ciudad inca, que reproducían la organización del Imperio en Chinchaysuyu, Antisuyu, Cuntisuyu y Collasuyu (Wachtel, 1976, p. 116; Parssinen, 2003, pp. 212-215).
El tributo de oro de Chile
El tema del tributo del oro que desde Chile se enviaba al Cuzco posibilita identificar el papel político de esta actividad de transporte de larga distancia para fomentar las interrelaciones de las poblaciones de Chile con el Cuzco, y con las etnias localizadas en regiones intermedias del área circumtiticaca de Collas, Charkas, Atacama y Omahuacas, y los pueblos de Jujuym, Salta y Tucumán (Platt op. cit., p. 49).
Pedro Pizarro (1571 [1986]) informa sobre las primeras noticias del tesoro de la provincia austral, apuntando en sus memorias: “También me acuerdo oy a Ataualpa, estando un día comiendo con el Marqués que de Chile le trayan seiscientas angarillas de tejos de oro para lo que auia mandado, y preguntándole el marqués, quanta cantidad será, dixo “-será un montón tan alto como esta mesa (ibid, p. 81).
La importancia política del reino de Chile y sus riquezas áureas, motivó la expedición de Diego de Almagro en 1535, cuando arreciaba la resistencia inca contra la invasión española (Platt op. cit., 2006; Morong, 2021).
Bartolomé de Segovia 1558 [2019]), cronista de la expedición de Almagro, indica el trayecto seguido por la hueste hispánica por “el camino real del ynga que desde Charkas guiaba a las provincias de Chichas”, para llegar “al pueblo de Topisa donde halló a los yngas Paulo y Bilaona que le estaban esperando y tenían recogido de la tierra por donde habían venido cantidad de oro y plata” (ibid., pp. 187-188). Agustín de Zárate en su obra publicada en 1555, señala que la expedición se encuentra con una caravana de Chile que conducía el tributo de oro al inca:
Don Diego de Almagro se partió en descubrimiento de su conquista con quinientos y setenta hombres de pie y de caballo bien aderezados y algunos vecinos dexaron sus casas y repartimientos de indios y se fueron con él, con la gran suma de oro que en aquellas partes auia. Y embió adelante a Juan de Saavedra natural de Sevilla, con cien hombres, que en la provincia que después llamaron Los Charcas topó con ciertos indios que venían de Chile, no sabiendo lo que auia pasado en el Perú, a dar la obediencia al Ynga y le trayan en presente ciertos texuelos de oro fino muy subido, que pesauan ciento y cincuenta mil pesos, y se los tomaron (ibid.. p. 101).
Mariño de Lobera, registra pormenores adicionales sobre este botín indicando que a Topiza:
Llegó un indio principal llamado Huayllulo que bajaba de Chile con el presente acostumbrado, que aquel reino ofrecía al rey universal del Perú, el cual tenía en Chile dos gobernadores, el uno en el valle de Mapuche, y el otro en el de Coquimbo; de los cuales era enviado por embajador Huayllullo; y era tanta la veneración con que en aquel tiempo respetaban los indios a su rei, por más reverencias traían el presente […] en una andas ricamente artificiadas con guarniciones de oro de martillo llevada en hombros de indios principales; a los cuales hacía solemne recibimiento en todas la provincias, por donde pasaban en honor a su rei, que así lo mandaba. Era todo el presente de oro fino en barretas, y tejas que se suelen hacer por fundición de oro que se saca de las minas envuelto en la misma tierra donde se engendra. Pero entre esto traía dos granos de oro criados en la mesma tierra, que venían sin pasar por fundición, los cuales eran de extraordinaria grandeza, porque el uno pesó catorce libras, y el otro once; con los cuales era toda la suma de oro que traían hasta doscientos mil pesos de oro, que valían trescientos mil ducados; y en lugar de marca traían las barretas y tejas la figura de su rei (Lobera, 1865, p. 21).
El mismo autor indica respecto de Coquimbo: “era el asiento donde residían los capitanes del rey del Perú. Y Allí tenían casa de fundición, donde fundían mucho oro, y sacaban de allí cerca suma de cristal, y muchas turquesas que labraban” (1865, p. 78). Mientras que el valle de Mapuche correspondía al río denominado actualmente Mapocho, donde los incas tenían un centro administrativo muy desarrollado para apoyar la extracción de oro en numerosos yacimientos, y especialmente en las minas de Marga Marga (Sotomayor et al.; 2016; Stehberg et al., 2022).
El historiador jesuita Diego de Rosales (1674 [1877-1878]), a mediados del siglo XVII recopila una interesante información respecto del transporte de este metal apuntando que: “este tesoro en unos cofrecitos en andas, que cargaban cuatro indios, remudándose, cubiertos con las armas del Inga, y cuatrocientos indios delante en guarda, y por donde quiera que pasaban los recibían con fiestas y regocijos” (1877, I, p. 356).
La comitiva de 400 transportadores ilustra el impacto social de esta actividad en los agasajos recibidos por las comunidades, previsiblemente de Salta, Omaguaca, Charkas y el Collao hasta llegar al Cuzco.
Rodolfo Raffino en sus estudios sobre el camino del inca desde a Charcas a Copiapó, recoge noticias sobre la captura en Salta de una caravana proveniente Sinchal que transportaba una parte del tributo en noventa llamas cargadas de oro (ibid., pp. 39-40, 49). Una referencia que permite extrapolar la importancia del camino del inca para dinamizar el tránsito de bienes y personas desde las diferentes regiones australes del Collasuyu, así como la significación económica de las llamas especializadas como medios de transportes de larga distancia, en paralelo a las llamas de provisión lanar.
Recopilación en el siglo XVII de antecedentes precolombinos
A mediados del siglo XVII Fernando de Montesinos (1646 [1882]), compilará en Perú memorias que complementan admirablemente el cuadro etnográfico de Betanzos sobre la integración de Chile al Cuzco. Aportando referencias sobre la historia de los incas y Chile inscrita en un proceso político de muy larga duración, asociada con tiempos precuzqueños y al estado de Tiahuanaco que se expande desde el lago Titicaca hacia el sur constituyendo la confederación del Collasuyu hasta su decadencia y reorganización por el Cuzco (Platt op cit.; Presta, op cit).
Es significativo señalar que las primeras referencias a los contactos de Chile con el Cuzco están relacionadas con la participación de estos señoríos en ataques hacia la ciudad imperial en alianza con Tucumán y Chiriguanos, como registraron las compilaciones de Betanzos y otros cronistas ya citados.
En los primeros apartados referidos a épocas muy lejanas, en el “Capítulo XI. De otros reyes peruanos y de algunos sucesos de sus tiempos” registra eventos ocurridos en los gobiernos de Pallo Toto Capac y Cayo Manco:
Dejó Paullo Toto Capac por heredero a Cayo Manco Amauta, segundo deste nombre. En tiempo deste hubo grandes alborotos en el reino por las nuevas que vinieron de que por Tucumán, los Chiriguaynas y Chile había venido gente ferocísima y guerrera. Prevínose Cayo Manco, y en las prevenciones de su defensa murió, habiendo reinado treinta años. Fue el vigésimo tercer rey peruano (ibid, p. 64).
En los preparativos para enfrentar las amenazas, fallece Cayo Manco sucediendo Marasco Pachacuti, que: “Tuvo su gente una batalla muy sangrienta en el Collao con los bárbaros, de los cuales fueron muchos muertos y cautivos” (ibid, pp. 64-65). Los ataques desde la zona austral al Cuzco, continuarán en otras dinastías posteriores:
Dejó Tupac Curi por sucesor a Tupac Curi Amauta, su hijo; fue sapientísmo; gobernó cuarenta años; dejó muchos hijos, y por heredero a Huillacanota Amauta. En tiempos deste rey vinieron muchas tropas de gentes por el Tucumán, y sus gobernadores se vinieron retirando al Cuzco. Hizo junta de sus gentes y puso a punto un grueso ejército (ibid, pp. 75-76).
Las incursiones desde Chile en la época de Cayo, Marasco y Tupac evocan a gobernantes de tiempos pretéritos posiblemente vinculados a Tiahuanaco, según los nombres de estos reyes que no pertenecen al cuadro de monarcas incas (Szeminski, 2003). Así también, estos fragmentos de la memoria indígena contribuyen a identificar cómo los incas asumieron el ordenamiento preexistente del Collasuyu (Platt op cit., pp. 72-73).
En otros capítulos Montesinos compila antecedentes de tiempos más cercanos a la llegada de los hispanos. En el Capítulo XXII “Del modo con que entró en el Cuzco triunfante el Inga Sinchi Roca, y de su muerte” (ibid, p. 125), se mencionan nuevas invasiones desde el oriente y el sur: “Dentro de pocos días le vino nueva de cómo por Chiriguaynais entraba un copioso ejército de gente, sin orden ni concierto venían en grandes tropas del Collao” (1882, p. 129). La crónica historial consigna que el monarca obtiene una celebrada victoria y trae prisioneros, entre los cuales habrá cautivos de Chile. Al morir Inca Roca asume “Yahuar Huacac, sexto Inga, muy quieto y pacífico y de mucha prudencia, y así siempre procuró con ella acabar y quitar todos los alborotos de su reino” (Ibid, p. 130). Este gobernante deja por heredero a Huira Cocha, “que fue el séptimo Inga, y muy valiente, como veremos” (ibid, p. 131).
En el Capítulo XXI “Del tiempo en que comenzó a reinar el Inga Huira Cocha, y de sus hazañas y sucesos” (ibid,131), introduce una extensa narración con noticias sobresalientes relativas al gobernante que recibe el nombre de Viracocha (Parssinen, 2003, p. 80). Particularmente entrega un fragmento donde registra el casamiento de los prisioneros cautivados por Sinchi Roca, con mujeres nobles y posteriores visitas al Cuzco de los hijos mestizos nacidos en Chile.
Pocos días después de haber tomado posesión del reino, vinieron de Chile dos sobrinos suyos, hijos de una hermana y de una prima hermana, nacidos en aquel reino; a estas casó con dos señores principales Yahuar Huacac, su padre, cuando vinieron aquellas tropas de gente en tiempo de su abuelo Sinchi Roca. Dióles batalla y prendió a los Señores, y quedarónse en el Cuzco hasta el tiempo de Yahuar Huacac, y como era pacífico y ellos mostraron ser humildes, casó a uno con su hija y al otro con su sobrina, y envióles a Chile, y ellos trataron con todo amor a sus mujeres; tuvieron en ellas dos hijos y sabida la muerte de Yahuar Huacac, y como sucedió Huira Cocha en el reino, enviáronselos los padres, para que viesen y conociesen a su tío (ibid, p. 132).
La llegada de los sobrinos mestizos de Chile a la ciudad imperial, ocurre con motivo del fallecimiento de Yahuar Huacac, siendo recibidos con una pompa extraordinaria, sólo digna de parientes muy cercanos a las familias reinantes:
Llególe nueva a Huira Cocha de como venían con mucho acompañamiento; envío al Collao a que los recibiesen como a su misma persona; trujerónlos al Cuzco en andas de oro y con aparato real, dándoles a todos los del acompañamiento muy ricas preseas. Dos jornadas antes del Cuzco los salieron a recibir los consejeros del rey, y en estas dos jornadas se detuvieron seis días, caminando media legua cada día.
Recibiólos en el palacio Huira Cocha con mucho amor, mandolos vestir al uso de los Ingas, y después de grandes ayunos y otras ceremonias, les mandó horadar las orejas. Hiciéronse luego muchas fiestas. Agradecidos los chilenos desto, le suplicaron a su tío fuese a visitar el reino de Chile, por el deseo de todos los del [de él] tenían de verle y conocerle y gozar de sus consejos y presencia. Concedióles esto para el año venidero; despidiéronse del Inga, volviéndose a sus tierras con muchos ingas orejones que les quisieron acompañar, con seis de su Consejo, para que les enseñasen el gobierno político. Fueron con ellos algunas pallas y otras mujeres; llevaron mucha vajilla de oro y gran número de ovejas de la tierra (ibid, pp. 132-133).
Esta visita de los parientes de Chile, con mucho acompañamiento, señala una comitiva numerosa de personas, que se combina con séquitos de sabios y mujeres nobles cuzqueñas en tránsito hacia Chile. Mecanismos que engarzan profundamente un gobierno confederado con Chile.
El relato de la llegada de los sobrinos del inca al país austral, trasluce disensiones entre los señores regionales, algunos de los cuales, presumiblemente, apoyaron los ataques contra los cuzqueños:
Llegaron a Chile con este acompañamiento y muy grande ostentación, hallaron en aquel reino grandes revueltas y disensiones entre los Señores del; algunos se retiraron tierra adentro, y de allí procuraban inquietar a los vasallos de los sobrinos del Inga, procurando sacarlos de su obediencia, sospechando que de haber ido a ver al tío no se le podía seguir ningún provecho, y que había sido para ponerlos en el dominio del Inga; y así procuraron juntar y adquirir gentes de su opinión, para conservarse en sus intentos. Los sobrinos del Inga, animados del espíritu del tío, después de haber precedido muchos consejos, determinaron cortar el vuelo a esta sedición, y con toda brevedad juntaron numeroso ejército. Para justificar la causa, enviaron embajadores a los amotinados, requiriéndoles con la paz; ellos no oyeron las embajadas, y a unos embajadores que no pudieron huir los mataron. Los sobrinos del Inga fueron en busca de los contrarios con su ejército. En tiempo de un año los sujetaron, matando a unos, prendiendo a otros (ibid, pp. 133-134)
Posiblemente este registro identifica a un grupo que se retiró hacia la tierra de adelante de Chile, donde se fortalecieron y rechazaron la hegemonía inca estableciendo un limes en el río Maule. Frente a estos eventos, Huira Cocha dirige una campaña militar personalmente, restableciendo el sistema tributario y fortaleciendo las alianzas previas mediante la remisión de niños a la ciudad imperial.
Avisaron del suceso, y el Inga determinó de ir allá con un poderoso ejército. Prevenida la gente, mandó Huira Cocha que fuesen delante muchos oficiales abriendo y haciendo un camino real hasta Chile, por los Chiriguanos, pues ya le había desde el Cuzco hasta los Charcas; y este príncipe después prosiguió este camino desde Chile hasta el Estrecho, allanando sierras muy altas; y cuando por la aspereza no se podían allanar, hacía grandes escaleras labradas de piedra, poniendo de tres en tres leguas tambos, donde había gente de servicio que proveía a los pasajeros de los necesario. Hoy están obras casi destruidas y así se ven los restos de ellas. Llegó el Inga a Chile; todos los Señores más principales del reino le dieron obediencia; recibiólos con mucho amor, pero vivía vigilante y recatado, porque conoció en ellos intención altiva. Dióles muchos dones, con que les ganó las voluntades. Estuvo dos años en Chile; dejó a sus sobrinos ya obedecidos y quietos; dióles orden para que tuviesen siempre en su corte a los bulliciosos e inquietos; y que con alguna buena ocasión los privase de las vidas. Dio con esto vuelta al Cuzco; trujo consigo los hijos de los Señores, como en prenda de seguridad de lo hecho y para que aprendiesen la lengua general que su padre había mandado entablar en todos sus reinos; trajo consigo más de dos mil soldados chilenos, escogidos en aquellas provincias, para la conquista que esperaba hacer desde los Chachapoyas abajo, por la sierra (ibid, pp. 134-136).
En este fragmento se aborda el tópico de la educación política del Estado cuzqueño basada en la enseñanza del idioma del monarca a las familias nobles. En este sentido debemos indicar que en El Discurso sobre la descendencia se indica que el quechua fue lengua general “del Cuzco para abajo”, y el aymara del Cuzco hacia arriba “desde Canas a Charcas y todo el Condesuyu” (Discurso, 2004, pp. 368-369; Durston, 2013).
Estos contactos lingüísticos fueron muchos amplios, considerando que los soldados de Chile tributados como servicios al inca efectivamente llegaron a la frontera Chachapoyas en el norte del Perú. Garcilazo registra en este sentido, que Tupac Yupanqui: “Estuvo allí poco más de un año, y habiendo juntado muchas vitoallas, llegaron las gentes de Chile, Chiriguanas y Cuzco, con que se aprestó a ir a Quito” (1985, II, p. 140).
Montesinos finaliza la compilación sobre Chile en el capítulo XXVIII, apuntando hechos relevantes de Huaina Capac:
Estuvo en el Cuzco Huaina Capac más de dos años reformando abusos que se habían introducido por su ausencia, y también porque los de Chile enviaron mensajeros a pedir perdón de su tardanza en venirle a ver. Llegaron con grandes presentes, que dieron al inga, con cuatro niños y otras tantas niñas, hijos de sus sobrinos, muy hermosos, herederos de los reinos de sus padres, ya difuntos. Despidió a los mensajeros, y a la partida les dio grandes joyas y preseas de oro, y para ayos de los niños veinticuatro Ingas ancianos, con que fueron gustosísimos (ibid, p. 169).
Aquí se reitera la difusión del idioma del Cuzco mediante ayos que viajan a Chile, quienes también fortalecen los intercambios matrimoniales como mecanismos estratégicos en la formación de un sistema administrativo confederado.
Como síntesis de este apartado señalamos que la sucesión de gobernantes incas relacionados con Chile es impresionante, desde Pallo Toto Capac, Cayo Manco I Amauta y Marasco Pachacuti vinculados con Tiahuanaco, hasta los gobernantes del Cuzco Inca Roca, Yahuar Huacac y Huiracocha; para llegar a Huaina Capac, que gobernó una generación antes de la llegada de los occidentales.
También es interesante notar que en la compilación de Montesinos no se menciona Topa Inca Yupanque situado entre Viracocha y Huaina Capac. A quién la mayoría de los cronistas reconoce como el inca que conquistó Chile. Esto podría deberse a los diferentes linajes de los informantes, que enfatizaban eventos relacionados con sus ayllus de origen (Parssinen, 2003, p. 74).
El reino de Chile: del océano Pacifico al océano Atlántico
Los cronistas que recopilan antecedentes en el Perú recogidas por las primeras exploraciones y la colonización del territorio de Chile desde 1535 y 1541, informan del nombre de Chile asociado con una zona que se extiende desde los valles del océano Pacífico a las llanuras del Atlántico. Agustín de Zárate (1555), anota en esta óptica: “En cierta parte de Chili, en vnos campos rasos, ay abestruzes, que para las matar se ponían los de cauallo en postas” (1995, p. 104).
Este lugar, según las características topográficas de campos rasos, hábitat de los avestruces americanos, corresponde al área oriental de la cordillera de los Andes, identificada como las espaldas de Chile en el relato compilado por Betanzos.
Por otro lado, Zárate recopila antecedentes sobre una populosa población en la tierra de delante de Chile, entregada por los integrantes de la hueste de Diego de Almagro, quienes además indican noticias de la existencia de una isla con un centro religioso y caciques sacerdotes que movilizan doscientos mil soldados cada uno. Señalando que esta concentración demográfica se extendía desde Arauco a Chiloé “por ser toda la tierra bien poblada hasta más de quarenta grados de costa dio noticias un navío de la armada que embio don Gabriel de Carauajal, Obispo de Plazencia” (ibid, p. 105).
Esta densidad poblacional en la zona austral de Chile se sumaba al poder militar de los señoríos de Chile septentrional. Inferencia que asumimos desde los datos recopilados en Perú a mediados del siglo XVII, por Bernabé Cobo (1653 [1890-1893]), quien empleando “los archivos” del Perú, es decir, las memorias indígenas, compiló el siguiente registro etnográfico sobre la federación de comunidades de idioma mapuche de Guasco, Chile y Arauco:
Y teniendo noticias de las grandes provincias de Chile, Tupa Inca Yupangui, hizo abrir camino para ellas por la provincia de los Lipes, que era la última de su reino; y envío para conquistarlas un ejército de más de doscientos mil soldados; y se volvió al Cuzco. Los indios chilenos si bien aventajaban a los peruanos en ser más fuertes y briosos, con todo eso, por vivir como vivían en behetrías, sin cabeza ni caudillo que los rigiese y confederase, no pudieron resistir la multitud de los del Incas y así fueron vencidos dellos los habitadores de Guasco y Coquimbo, con los otros valles marítimos hasta el de Mapocho, donde se habían convocado muchos millares de chilenos, entre los cuales se hallaban los valientes Araucanos, que llamados de los de Mapocho habían venido en su ayuda. Trábose una muy sangrienta batalla entre los unos y los otros y en lo más recio de ella les llegó el socorro a los del inca que fue causa desmayasen los chilenos y que los del inca quedasen victoriosos (Cobo, 1892, III, p. 173).
Más allá de las disquisiciones sobre la eficacia militar del estado inca sobre las behetrías de señoríos autónomos de Chile, el registro es claro en señalar una alianza política de las comunidades mapuche desde Guasco a Arauco, dejando fuera a Copiapó que había optado por una anexión pacífica como señalamos más atrás. Alianzas que también incluía, según el cronista Lobera, a “gente de todo el reino aún del archipiélago de Chiloé” (Lobera, 1865, p. 166). Esta federación de señoríos de Chile hasta Arauco y Chiloé bosqueja una alianza con un poder militar muy importante en términos demográficos, que cimentaba la hegemonía del reino de Chile en el escenario sudamericano precolombino.
Comunidades de consejo de Chile y Arauco y huacas puelches
Una obra etnográfica de excepcional importancia es el memorable poema épico de Alonso de Ercilla La Araucana (1569 [1910]), con datos recogidos en Perú y Chile entre los años 1556 y 1562, que permitieron al autor esbozar la importancia política de Chile en el continente sudamericano, expresada en la frase ya citada “Chile fértil provincia y señalada/ en la región antártica famosa/ de remotas naciones respetada/ por fuerte, principal y poderosa” (Ercilla, 1569, p. 3).
En esta obra rescatamos la descripción de las asambleas de consejos de comunidades, en las plazas ceremoniales adosadas a las aldeas agrarias.
La Araucana, 1569. Protocolo del consejo de las comunidades
1 Do una fresca y altísima alameda Por orden y artificio tienen puesta En torno de la plaza, y ancha rueda Capaz de cualquier junta y grande fiesta, Que convida a descanso; y al sol veda La entrada y paso enojosa siesta: Allí se oye la dulce melodía Del canto de las aves y armonía |
2 (…) De consejo y acuerdo una manera tienen de tiempo antiguo acostumbrada que es hacer un convite y borrachera Cuando sucede cosa señalada Y así cualquier señor que la primera Nueva de tal suceso le es llegada Despacha con presteza embajadores A todos los caciques y señores. |
3 Haciéndoles saber cómo se ofrece Necesidad y tiempo de juntarse Pues a todos les toca y pertenece Que es bien con brevedad comunicarse Según el caso, así se lo encare Y el daño que se sigue dilatarse Lo cual, visto que a todos les conviene Ninguno venir puede que no viene. |
4 Juntos pues los caciques del senado Proponeles el caso nuevamente El cual por ellos visto y ponderado Se trata del remedio conveniente Y resuelto en uno, y decretado si alguno de opinión es diferente No puede en cuanto al débito eximirse. Que allí la mayor voz ha de seguirse.
|
5 Después que causa en contra no se halla Se va el nuevo decreto declarando Por la gente común y de canalla Que alguna novedad está aguardando Si viene a averiguarse por batalla Con gran rumor lo van manifestando De trompas y atambores altamente Porque a noticia venga de la gente. |
6 Tienen un plazo puesto y señalado Para beber sobre ello y remirarse Tres días se han de haber ratificado En la definición sin retratarse Y el franco y libre término pasado Es de ley imposible revocarse Y así como a forzoso acaecimiento Se dispone al nuevo movimiento |
Fuente: Ercilla, 1569, pp. 12 y 14,
Ercilla también utilizó el vocablo parlamento para identificar el discurso de un cacique a la asamblea. Durante la elección en 1550 del capitán o toqui de la guerra contra los españoles, expuso el cacique Colocolo:
Ningún hombre dejó de estar atento
Oyendo del anciano las razones
Y puesto ya silencio al parlamento,
Hubo entre ellos diversas opiniones
Al fin, de general consentimiento
siguiendo las mejores intenciones
Por todos los caciques acordado
Lo propuesto del viejo fue aceptado (1569, p. 26).
En otra ocasión la voz parlamento se emplea para aludir al discurso del toqui Caupolicán
Ceja no se movió, y aún el aliento
Apenas al espíritu halló vía.
Mientras duró el soberbio parlamento
Que el gran Caupolicano les hacía,
Hubo en el responder el cumplimiento
Y ceremonia usada en cortesía,
A Lautaro tocaba, y escusado
Lincoya así responde levantado (1569, p. 188)
El vocablo enunciado identifica aquí la exposición de los caciques asistentes en las reuniones del gobierno de las comunidades.
Gerónimo de Bibar (1558 [1966]), entrega registros sobre el gobierno de las comunidades chilenas que siguen muy de cerca la descripción de Betanzos y Ercilla. Se destaca la existencia de lugares especialmente adecuados para las congregaciones políticas de banquetes y bebidas espirituosas, bailes y celebración de matrimonios (1966, pp. 155-156). En sus investigaciones también tuvo una preocupación especial por los ídolos indicando siempre que las poblaciones de Coquimbo, Chile y Arauco no tenían esculturas de deidades, como tampoco templos al estilo del Perú. No obstante, sí identifica la existencia de una piedra ceremonial entre las comunidades puelches de la cordillera de los Andes. En el “Capítulo XCII que trata de la cordillera nevada y de donde viene y lo que corre y de una gente que habita dentro de ella” (ibid., p. 136), redacta un esbozo etnológico de los puelches, apuntando respecto de los ritos celebrados en torno de una piedra ritual:
[los puelches] Los corderos que toman vivos sacrifican encima de una piedra que ellos tienen situada y señalada. Degüéllanlos encima y la untan con la sangre y hacen ciertas ceremonias y a esta piedra adoran (…). Estos bajan a los llanos a contratar con la gente de ellos a cierto tiempo del año porque siendo este tiempo, que es por febrero hasta fin de marzo que están derretidas las nieves y pueden salir, que es el fin del verano en estas tierras, porque por abril entre el invierno y por eso vuelven en fin de marzo, rescatan con esta gente de los llanos. Cada parcialidad sale al valle donde tienen sus conocidos y amigos y huélganse este tiempo con ellos y traen aquellas mantas que llaman llunques; y también traen plumas de avestruces, y de que se vuelven llevan maíz y comida de los tratos que tienen (ibid., pp. 136-137).
Al identificar este adoratorio el cronista subraya una estructura religiosa y política común en torno de las huacas en el Perú y en “el reino de Chile”. Los estudios etnográficos han estudiado una piedra de gran tamaño en asociación con pinturas rupestres en el curso superior del río Cautín que tiene analogías con el registro de Bibar (Gordon, 1982); así también Moulian analiza un monumento lítico con funciones de calendario astronómico en el área de la precordillera del lago Ranco similar a monumentos del Perú (Moulian, 2022).
Por otro lado, el transporte de huacas al Perú significaba la existencia de ídolos pequeños fáciles de trasladar como observa Itier (2021). De modo, que junto a las piedras de sitio el nombre huaca también identificaba otros emblemas líticos de figuras antropomorfas encontradas en terrenos agrícolas, y las insignias “toki cura” de los capitanes de guerra (Bullock, 1970). Objetos que representaban el orden civil y militar de la sociedad mapuche.
Junto al intercambio comercial, las fiestas de holganzas con los puelches prefiguran ceremonias rituales que promovían la celebración de casamientos y alianzas políticas evidenciadas en la presencia de soldados puelches en el ejército de Arauco, para combatir a los hispanos. Alianzas que Ercilla registra en un desfile dirigido por el general Caupolicán donde: “Seguían tras él los puelches, gente banderiza/ Cuyas armas son puntas enhastadas/ De una gran braza larga y rolliza” (1910, p. 349).
Las vinculaciones políticas y comerciales de las caravanas puelches con los valles del océano Pacífico de Chile, tenían como contrapartida la circulación de tejidos de lana hacia el Río de la Plata. Juan de Garay tras fundar Buenos Aires en 1580, reconoce el litoral meridional en 1582, anotando que la gente de esos lugares, se vestían:
Con mantas de pieles de unos animales que hay como liebres y de gatos monteses y hacen sus tiendas de cueros de venados allamos entre estos yndios alguna rropa de lana muy buena dicen que la traen de la cordillera de las espaldas de Chile y que los indios que tienen aquella Ropa traen unas planchas de metal amarillo en una Rodelas que traen quando pelean y que este metal sacan de unos arroios dicen que por la costa ay poca gente y que la tierra adentro hacia la cordillera ay mucha gente (Carta de Juan de Garay al Rey, Santa Fe 24 de abril de 1582, Ruiz Guiñazú, 1915, p. 88).
Es interesante notar aquí la referencia al origen de la ropa desde las espaldas de Chile, un topónimo ya recogido por Betanzos en el marco de las primeras noticias sobre ese reino recibidas por el inca Tupac Yupangui en el río de la Plata, previsiblemente vinculadas con la circulación de bienes como el tráfico de plumas de avestruz desde Chile hacia los Andes Centrales, intermediados por los juríes de Tucumán (Lorandi, 2010). Antecedentes que permiten esbozar con mayor claridad los intercambios de larga duración entre las poblaciones de Chile y puelches con las poblaciones del Tucumán, asociados con una articulación regional del Collasuyu desde épocas preincas (Tarragó, 2000; Barcena, 2002; Assadourian, 1982; Palomeque, 2013).
Huaca cuzqueña en la frontera del Biobío
Las tareas historiográficas desarrolladas en Perú en el siglo XVII, tuvieron como contrapartida en la Gobernación de Chile los trabajos etnográficos de los jesuitas Alonso de Ovalle (1646) y Diego de Rosales (1674 [1877-1878]), quienes recuperan la impronta precolombina del “reino” de Chile, titulando sus obras Histórica relación del Reyno de Chile (Ovalle, 1646) e Historia general del reino de Chile (Rosales 1674), y su continuidad por parte de las comunidades mapuche asentadas desde Arauco a Chiloé, después de expulsar a los invasores hispánicos a comienzos de este siglo.
Alonso de Ovalle aborda los vínculos políticos con los puelches identificando dos áreas étnicas, los guarpes de Cuyo inmediatos a la cordillera de los Andes, y los grupos pampas al sur del río de la Plata.
Son inmediatos estos indios de Cuyo a los indios pampas, llamados así, por habitar aquellas inmensas llanadas que se extienden por más de 300, y 400 leguas al Oriente, y mar del Norte, y los de la Punta de los venados, donde está la última ciudad de Cuyo, perteneciente al Reyno de Chile, les son más vecinos, y casi son todos unos en las costumbres y modo de vivir: no tienen estos pampas casa ni hogar. […] Su vestido es una pampanilla, que usan por decencia, un pellón que les sirve de capa larga, todo lo demás del cuerpo, desnudo; suelen traer oradado los labios, y pendiente de ellos un barbote de alquimia, o plata. El cabello largo hasta el hombro, las mujeres hasta donde alcanza (ibid., p. 103).
En este contexto, advierte una influencia del idioma de chileno como dialecto general en la zona austral del continente, argumentando:
pero como la [lengua] de Chile es tan universal, que no hay más que una en todo lo contenido entre la cordillera y el mar, la hablan también muchos de los de Cuyo, que la aprenden, y con perfección, los que pasan la cordillera, y están algún tiempo en Chile, y se ve bien la ventaja, que hace está a aquella, porque no me acuerdo haber visto jamás un indio de Chile que hable la lengua del Cuyo, y al contrario he visto muchos de Cuyo, que tienen muy familiar la de Chile (ibid., p. 101).
La indicación lingüística de Ovalle procede de observaciones directas de los guarpes en la ciudad de Santiago donde reside como misionero. Respecto de la difusión de la lengua de Chile posiblemente formaba parte de una circulación de esposas, mecanismo inherente a las ceremonias del gobierno interétnico descrito por Ercilla y Bibar.
Diego de Rosales, recoge interesantes datos etnológicos. En primer lugar, recupera la memoria del topónimo asociado con el nombre de Chile:
El nombre de este Reyno de Chile se tiene por más cierto, dexando opiniones de poco fundamento, que le tomó de un cacique de mucho nombre que vivía en Aconcagua y era señor de aquel valle quando entraron los Capitanes del Inga a intentar la conquista deste Reino, el cual cacique se llamaba Tili, y corrompiendo el vocablo los del Perú. Que son fáciles en corromper algunos, le llamaban Chilli o Chili, tomando toda la tierra el nombre de este cacique (1877, I, p. 185).
También entrega información acerca de los vínculos de los cuzqueños residentes en Chile con los puelches de las llanuras atlánticas, anotando que al llegar la hueste de Diego de Almagro en 1535 “Los incas que estaban en Chile al ver a Almagro se van a sus patrias, los otros entre los puelches de la otra banda de la cordillera, y solo quedó en Colina Culacanta” (ibid., p. 368).
Aunque el gentilicio puelche tiende a desaparecer en la extensa obra de Rosales, previsiblemente en línea con la clasificación de Ovalle de guarpes y pampas, el autor emplea este vocablo para designar a las poblaciones patagónicas localizadas frente a Arauco y Chiloé, convención que adoptarán también los misioneros jesuitas de Nahuelhuapi (Nacuzzi, 2005, p. 9).
Al reseñar las reuniones de parlamentos celebrados por los españoles con las comunidades cercanas a Chiloé a mediados del siglo XVII, añade un esbozo etnológico que clarifica el uso del idioma de Chile como lengua general en la Patagonia. Primero anota las costumbres políticas de sistema de gobierno de comunidades de consejo seguidas por los puelches, con la concurrencia de hombres y mujeres: “Juntarónse al parlamento en las tierras de Piutullanca gran número de puelches ebixados, pintadas las caras y el cuerpo de diferentes colores, cubiertos de pellones de guanacos, y las mujeres también pintadas y con el mismo traje” (Rosales, 1878, III, p. 435). Luego describe las exposiciones del cacique araucano Catinagel y del cacique puelche Malopara:
Hizo luego Catinagel un elocuente razonamiento, exortándolos a la paz, a recibir el evangelio, a ser fieles a Dios y al rey y a vivir en paz unos con otros, a que respondió el cacique Malopara, el más noble y estimado entre ellos (…). Pusose en medio con su flecha en la mano y habló en dos lenguas haciendo su parlamento, primero en la lengua de Chile, respondiéndome a mí y al cacique Catinaguel, y luego en lengua puelche, para que entendiesen lo que nosotros y él aviamos dicho que no sabían la lengua de Chile sino la puelche que es en todo diferente (ibid., pp. 435-436).
Aquí se observa el dominio del idioma de Chile por parte de Malopara, quien responde al cacique Catinagel y a los españoles, traduciendo después a sus comunidades.
Otro tema abordado por Rosales, es la expansión inca en el territorio de Chile en el “Capitulo II De las tierras que conquistaron en Chile los capitanes de Guascar, Rey Inga del Perú, al principio de el año de 1425” (1877, I, p. 339).
Debemos apuntar que la cronología compilada por Rosales retrocede la expansión inca a los inicios del siglo XV, aunque sus informantes identifican este evento con Guascar que asumió en el Cuzco en los años cercanos a la invasión hispánica en la segunda década del siglo XVI. Identificando una secuencia de comarcas conquistadas por los incas en Chile. Primero señala que “Los de Copiapó, tuvieron alguna sujeción por algún tiempo, porque le contribuyeron oro que sacaban de sus minas, y en ninguna otra parte hablan la lengua del Perú, sino hasta Coquimbo, que es señal de que esos pueblos se le sugetaron y no otro ninguno (ibid., I, p. 112). Después anota la prosecución de las anexiones desde Aconcagua al río Biobío, en cuya desembocadura los españoles construyeron la ciudad de Concepción, en las cercanías de unas pirámides labradas al modo de una huaca por los incas:
Rindiéronse por entonces los valles de Aconcagua, Quillota y Mapocho, y obligándose a dar tributo de oro todos los años al Rey Inga Guascar, que se le llevaban con grande acompañamiento en andas hasta el Cuzco, donde tenía su corte.
Pasaron adelante a la Angostura y Maule, como se ve, por las memorias que todavía duran de los fuertes que hicieron, y en los promocaes fueron rotos, desbaratados de los indios de Chile, y enbiando por más gente al Perú volvieron a proseguir la conquista hasta llegar a Itata, donde ay otros dos fuertes, y en Culacoya, prosiguiendo con sus conquistas en tierras del Gran Señor Quinchatipai, cinco leguas de la ciudad de la Concepción, tubieron otra fortaleza, y allí ay siete piedras a manera de pirámydes labradas, que fueron puestas por los indios del Perú para hacer la ceremonia, llamada Calpa Inga, que se hacía, para la salud del rey inga cada un año (ibid., p. 339).
Esta estructura de piedra ceremonial ha sido reconocida en terreno (Zabala et al., 2021) en relación con la producción de oro en estas fronteras (Dillehay y Gordon, 1988; Dillehay, 2011). La descripción de Rosales señala características generales asociadas con las huacas reseñadas por los cronistas en el Perú, que formaban parte de sitios relacionados con festividades de conquistas territoriales de acuerdo con los estudios arqueológicos en el camino imperial del Collasuyu (Williams y Castellanos, 2020). Estas huacas constituían adoratorios para la prosperidad de los dominios cuzqueños y de los señoríos fronterizos, implicando la incorporación de cultos y santuarios locales (ibid). Por ello, interpretamos este registro como un adoratorio inca de frontera remota, donde previsiblemente concurrían tradiciones multiétnicas vinculadas con poblaciones cuzqueñas, del Tahuantinsuyu y de Chile, junto a las comunidades fronterizas de Arauco a Chiloé, y, previsiblemente puelches, en atención a sus vínculos políticos y redes comerciales con los valles del océano Pacífico.
Ovalle recoge en el cartograma Tabula geographica regni de Chile (1646), los antecedentes disponibles respecto de las alianzas con los pueblos del oriente de los Andes. En este mapa se indica la configuración del reino de Chile a mediados del siglo XVII, que incluía el distrito septentrional de la Gobernación hispánica en esta comarca, desde el río Copiapó al río Biobío, conquistada desde 1541 en adelante. Así como la zona de la tierra de adelante de Chile dominada por los hispanos entre 1550 y 1599, y abandonada a partir del año 1600, cuando los mapuche obtienen sendas victorias destruyendo las ciudades fundadas al sur del río Biobío.
Figura 1: Tabula geographica regni Chile, Alonso de Ovalle (1646).
La Tabula registra las informaciones cronísticas sobre el reino de Chile que desde el registro de Suma y narración de los incas indicaba la extensión del territorio de Chile en ambos lados de la cordillera de los Andes. En segundo lugar, el mapa advierte un elemento tecnológico crucial en la articulación política y económica de los espacios continentales, como es la llama de transporte descansando en la sección frente a Chiloé. La infraestructura del transporte vial incluye además caminos que siguen el curso de los ríos, desde su desembocadura en el océano Pacífico hasta su interconexión en los pasos de altura de la cordillera de los Andes, con los cursos fluviales que desembocan en el Atlántico. A esta red vial en el sentido oeste-este, habría que agregar las rutas que en sentido sur-norte interconectan con las regiones de Tucumán, Paraguay, Charkas y el Cuzco, que modelaban una dinámica inserción de los señoríos de Chile en el continente sudamericano precolombino.
A modo de conclusiones
Desde un punto de vista historiográfico, esta investigación releva el corpus documental conformada por las crónicas tempranos de la conquista del Perú y Chile, como un conjunto de informaciones administrativas generadas por la monarquía hispánica para organizar el gobierno de las poblaciones indígenas incorporadas en el virreinato peruano. Una perspectiva administrativa y documental que será reclasificada a fines del siglo XIX por la historiografía “nacional” de los Estados de Chile y Argentina (Parentini, 1996). Un procedimiento que acotó la información documental generada por la administración hispánica a los límites de los nuevos estados nacionales, desdibujando el proceso histórico precolombino registrado por los cronistas en un espacio continental sudamericano, desde los Andes Centrales del Cuzco, Collao y Charcas pasando por Tucumán hacia Chile, la Pampa y la Patagonia.
Desde el punto de vista de la memoria histórica indígena, el relato cronístico compila noticias de un proceso histórico de larga duración. En estas perspectivas emergen antecedentes repetitivos que alumbran episodios novedosos, de acuerdo con los énfasis genealógicos de los testigos consultados. Así también resulta muy significativo como la información compilada por Betanzos será sistemáticamente complementada por los cronistas posteriores del siglo XVI y XVII, quienes recogen versiones que refrendan y profundizan las informaciones tempranas.
En esta perspectiva, los registros etnográficos permiten entrever que los contactos de Chile con las sociedades urbanas y monárquicas de los Andes Centrales conformaban experiencias que hunden sus raíces desde una época preinca asociadas posiblemente con el estado de Tiahuanaco. Eventos que en las recopilaciones cronísticas se vinculan con el apoyo de Chile a las rebeliones del Collao, contando con el concurso de pueblos del Tucumán y Chiriguanaes del Paraguay. De este modo, las relaciones de larga distancia con el Cuzco, estaban precedidas por una integración previa de Chile con los pueblos del Collasuyu.
En este contexto narrativo, la historiografía de los pueblos indígenas en el marco de sus relaciones con el Cuzco (Lorandi, 1988; Platt op cit.; Saignés, 2007; Presta, op cit.), constituyen referencias comparativas sobre procesos políticos precolombinos enfocados desde las entidades regionales que tienen una proyección política común frente al Tahuantinsuyu.
Por otro lado, las interrelaciones con los puelches asentados en las llanuras de caza de guanacos y avestruces al oriente de los Andes esbozan una importante entidad macrorregional que se extiende desde el oriente de los Andes al Atlántico. Escenario donde se percibe la presencia de un centro político en torno a la cordillera de los Andes y la vertiente oriental inmediata que los cronistas tempranos identifican con el nombre de las espaldas de Chile. Nombre regional que cronistas posteriores asociaran con los señoríos pehuenches y ranqueles (Tamagnini y Pérez Zavala, 2017).
Por otro lado, las perspectivas de larga duración comprenden estructuras sociales que rigen los protocolos de gobierno compartidos por el Estado inca y los señoríos étnicos, imbricando asuntos de gobierno, concepciones rituales y articulación de redes de parentesco. Mecanismos que contribuían a forjar identidades étnicas abiertas a la convivencia política, involucrando la participación de las poblaciones en diversos escenarios religiosos, y el manejo de idiomas diversos (Durston, 2013).
Por último, referirnos a la metamorfosis de la entidad política de los señoríos de Chile durante el proceso de anexión inca y conquista hispánica. Estos eventos separan a las comunidades de idioma mapuche en dos secciones. En primer lugar, la zona septentrional de Copiapó al Biobío incorporada al Tahuantinsuyu que será colonizada por los hispanos desde 1541. En segundo lugar, la comarca de Arauco al golfo de Reloncaví que mantendrá su autonomía respecto de los incas y será colonizada por los hispanos entre 1550 y 1600, recuperando su independencia desde comienzos del siglo XVII en adelante. Coyunturas que otorgarán continuidad a la confederación de los señoríos de Arauco con las comunidades puelches de Pampas y Patagonia, impulsando un repoblamiento desde Chile hacia el Atlántico afincado en los mecanismos sociales y políticos precolombinos. Posiblemente mediante la circulación de esposas desde las comunidades del océano Pacífico que, previsiblemente, se complementarán con una migración de familias y linajes posteriormente.
En síntesis, la investigación presentada revela un conjunto de temas y problemáticas que dinamizan el proceso de una historia política de larga duración de las comunidades mapuche, como un sistema de gobierno confederado de amplitud continental en tiempos precolombinos, que se proyectará hacia el período colonial y el siglo XIX, perviviendo en las tradiciones de las comunidades mapuche de Chile y Argentina hasta el presente.
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Notas
[1]Agradezco esta indicación a la profesora Ingrid de Jong. La Plata constituye un metal que pervive en las joyas de la sociedad mapuche hasta el presente (Pinto, Inostroza y Llorca Jaña, 2021).
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