Chew Upültripalen Gualicho. Un análisis inicial de la cosmovisión Rankülche y su relación con el registro arqueológico de la Pampa Central, de Guillermo Heider y Rafael Pedro Curtoni, Revista TEFROS, Vol. 17, N° 2, artículos originales, julio-diciembre 2019: 73-96. En línea: julio de 2019. ISSN 1669-726X

Cita recomendada:

Heider, G. y R. P. Curtoni, Chew Upültripalen Gualicho. Un análisis inicial de la cosmovisión Rankülche y su relación con el registro arqueológico de la Pampa Central,

Revista TEFROS, Vol. 17, N° 2, artículos originales, julio-diciembre 2019: 73-96

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Chew Upültripalen Gualicho

Un análisis inicial de la cosmovisión Rankülche y su relación con el registro arqueológico de la Pampa Central


Chew Upültripalen Gualicho

An initial analysis of the Rankülche cosmovision and its relationship with the archaeological record of the Central Pampa


Chew Upültripalen Gualicho

Uma análise inicial da cosmovisão Rankülche e sua relação com o registro arqueológico da Pampa Central


Guillermo Heider

Departamento de Geología, Universidad Nacional de San Luis

Instituto de Formación Docente Continua-San Luis

Argentina


Rafael Pedro Curtoni

Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Paleontológicas del Cuaternario Pampeano

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

Argentina


Fecha de recepción: 13 de febrero de 2019

Fecha de aceptación: 25 de junio de 2019


RESUMEN

Los estudios surgidos desde la arqueología del paisaje utilizan la toponimia, cada vez con mayor frecuencia, para entender formas de apropiación del entorno por parte de los pueblos originarios. En este trabajo exploramos el uso de esta herramienta en diferentes espacios de la Pampa Central Argentina, territorios sobre los cuales reclama preexistencia el Pueblo-Nación Rankülche. En esa macro-región existe un importante número de sitios arqueológicos atribuidos a ese pueblo, así como topónimos propios de su lengua. Sin embargo, es notoria también la ausencia de evidencias arqueológicas en un conjunto de lugares geográficamente destacados, tanto en el pasado como el presente. Particularmente nos concentraremos en cuatro de ellos: Laguna El Cuero, Bajo del Tigre, Loma de Chapalcó y Cueva Salamanca. Estos espacios presentan algunas características similares en cuanto a la presencia de rastrilladas en su entorno cercano, su inclusión en la cartografía del siglo XIX y su permanencia toponímica hasta el presente. Sostenemos que las relaciones y valoraciones asociadas a estos lugares, vinculadas al agua, la acción de entes malignos, la peligrosidad y la sacralidad, constituyen variables válidas para interpretar la ausencia de materiales arqueológicos relacionados a las actividades consuetudinarias de los grupos humanos en el pasado.

Palabras clave: Rankülches; toponimia; Arqueología; uso del espacio.


ABSTRACT

The emergent studies from the archeology of landscape use toponymy with higher frequency in order to understand ways of appropriation of the environment by the native peoples. In this work we explore the use of this tool in different areas of the Central Argentine Pampa, i.e. in territories on which the Rankülche Nation-People claim pre-existence. In this macro-region there is an important number of archaeological sites attributed to that people, as well as toponyms proper to their language. However, the absence of archaeological evidence in a set of geographically prominent places, both in the past and in the present, is also notorious. We will particularly concentrate on four of them: Laguna El Cuero, Bajo del Tigre, Loma de Chapalcó and Salamanca Cave. These spaces present some similar characteristics in terms of the presence of rakes in their immediate surroundings, their inclusion in the nineteenth century cartography and their toponymic permanence up to the present. We assert that the relationships and assessments associated with these places, linked to water, the action of evil entities, dangerousness and sacredness, are valid variables to interpret the absence of archaeological materials related to the customary activities of human groups in the past.

Keywords: Rankülches; toponymy; Archeology; use of landscape.


RESUMO

Os estudos surgidos da arqueologia da paisagem utilizam a toponímia, cada vez com mais frequência, para entender formas de apropriação do meio ambiente pelos povos nativos. Neste trabalho, exploramos o uso dessa ferramenta em diferentes áreas da Pampa Central Argentina, territórios nos quais o povo-nação Rankülche reivindica sua pré-existência. Nesta macrorregião há um número importante de sítios arqueológicos atribuídos a este povo, bem como topônimos próprios de sua língua. No entanto, a ausência de evidências arqueológicas em um conjunto de lugares geograficamente proeminentes, tanto no passado quanto no presente, também é notória. Nos concentraremos especificamente em quatro deles: Laguna El Cuero, Bajo del Tigre, Loma de Chapalcó e Cueva Salamanca. Esses espaços apresentam algumas características semelhantes em termos da presença de rastrilladas em seu entorno imediato, sua inclusão na cartografia do século XIX e sua permanência toponímica até o presente. Argumenta-se que as relações e as classificações associadas a esses lugares, ligados à água, a ação de entidades malignas, o perigo e sacralidade são variáveis válidas para interpretar a ausência de materiais arqueológicos relacionados com as atividades habituais de grupos humanos no passado.

Palavras chave: Rankülches; toponímia; Arqueologia; uso do espaço.


INTRODUCCIÓN

A quien hay que temerle es al diablo, Gualicho.

Este caballero, a quien nosotros pintamos con cola y cuernos,

desnudo y echando fuego por la boca, no tiene para ellos forma alguna.

Gualicho, es indivisible e invisible, y está en todas partes,

lo mismo que Cuchuhentrú.

(Mansilla, 1938, p. 106)


La Real Academia Española explicita que un topónimo es un “nombre propio de lugar”. El significado que tiene el término en el diccionario no permite apreciar acabadamente la importancia que los topónimos tuvieron, y tienen, en cada espacio y tiempo. Como menciona Riesco Chueco (2010, p. 8) “…los nombres de lugar componen una enciclopedia selectiva y una cartografía mental, de elaboración local, donde se plasma el modo en que los nativos perciben el entorno, se comunican entre ellos acerca de él y extraen utilidades”. En línea con esta afirmación, la toponimia se ha convertido en una herramienta cada vez más utilizada por diferentes ciencias para abordar sus problemáticas de interés en todo el mundo (Andermann, 2000; Trapero, 1994; Till, 2003; entre muchos otros). En este trabajo utilizamos la toponimia, y las fuentes etnohistóricas que la menciona, para explicar “ausencias” arqueológicas de restos de cultura material en lugares destacados del paisaje del Mamüll Mapu (tierra del monte) rankülche. La extensión del territorio del Pueblo-Nación Rankülche, así como el origen de los mismos, han sido discutidos en diferentes trabajos (Fernández, 1998; Poduje et al., 1993; Canhué, 2003; Lázzari, 2003, entre otros). En ese contexto, en esta oportunidad se seleccionaron cuatro lugares con características consideradas relevantes (ver Fig. 1), dentro del territorio que los Rankülches consideran ancestral y reclaman: Laguna del Cuero (provincia de Córdoba); Loma de Chapalcó, Bajo del Tigre y Cueva Salamanca (provincia de La Pampa). Los lugares seleccionados comparten algunas particularidades, como su ubicación destacada en el paisaje, su importancia en los registros históricos, la ausencia de materiales arqueológicos muebles observada en diferentes trabajos de campo y la toponimia relacionada al agua, la acción de entes malignos y a espacios sacralizados. Desde esas observaciones desarrollamos una posible explicación sobre estas situaciones, intentando introducir una vía de abordaje para dar cuenta de la falta de restos arqueológicos apoyada en el uso de topónimos y la etnohistoria.



Figura 1: Sitios arqueológicos utilizados, en el contexto de la región arqueológica pampeana.


En la Pampa Central de Argentina los estudios sobre toponimia se reducían, en sus comienzos, a menciones breves incluidas en textos descriptivos de paisajes y costumbres locales. Sus autores fueron viajeros de los momentos finales de la Colonia Española y personas que vivieron con los pueblos originarios (véase: de la Cruz, 1969; Falkner, 1835; Musters, [1871] 1964; Avendaño, 2012, entre otros). En el siglo XX, los estudios sistemáticos proliferaron notoriamente; entre muchos se destacan los trabajos de Casamiquela (1968), Maza (1990), Mollo (2017), Perón (1952), Tello (1958), Vúletin 1972 y Tobares (1995). Actualmente, la toponimia es herramienta recurrentemente utilizada en análisis cartográficos y del paisaje y como medio de recuperación de nombres de pueblos, ciudades o elementos del paisaje ubicados en espacios rurales (Belleze, 2011; Casamiquela, 2003; Lois, 2002, 2004, entre muchos otros). En los territorios ancestralmente habitados por el pueblo-nación Rankülche, área de interés de este trabajo, existe una conspicua descripción de topónimos realizada por Casamiquela (2005), además de un estudio sobre los topónimos existentes en el siglo pasado (i.e. Tello, op cit.; Comerci, 2012) y un reciente libro que recopila una importante cantidad en el sur de Santa Fe, Córdoba y San Luis (Mollo, op cit. 2017). Sin embargo, en este panorama de notable desarrollo son aún escasas, aunque de notoria relevancia, las investigaciones en lo que se reconoce arqueológicamente como Región Pampeana Argentina (Politis y Barros, 2003-2004) y que consideren a los topónimos como parte de las interpretaciones arqueológicas (Piana, 1981; Berón, 2013; Tapia, 2002, 2008; Curtoni, 1999, 2007, entre otros).

En contraposición a lo expresado en el párrafo previo, la arqueología en la región tiene un desarrollo histórico notable con cimientos ubicados en el Evolucionismo Ameghiniano del siglo XIX. A lo largo de más de una centuria se abordaron problemáticas muy diversas, orientadas a partir de marcos teóricos mayormente procedentes de Europa o Estados Unidos (para una discusión al respecto, ver Politis, 1992). En este sentido, en las pampas, como sucede en diferentes ámbitos de Argentina y Latinoamérica, las áreas de investigación se encuentran desbalanceadas en cuanto a la cantidad de estudios realizados. La subregión Pampa Seca es un claro ejemplo de desarrollos discontinuos de investigación, con visible impulso reciente (Berón, op cit.). Este pulso actual de los trabajos permitió, durante el siglo XXI, la concreción de estudios doctorales en el territorio que reconocen como propio y reclaman los Rankülches (Curtoni, 2007; Heider, 2015). De los estudios allí realizados se desprenden los resultados arqueológicos que se ponen en discusión en este trabajo. Las tesis mencionadas fueron realizadas desde marcos teóricos disímiles (arqueología del paisaje y organización de la tecnología respectivamente), aunque con una metodología de trabajo de campo similar. La misma incluyó revisión de cartografía del siglo XIX, prospecciones sistemáticas y asistemáticas, así como la realización de sondeos estratigráficos exploratorios. Los resultados permitieron plantear una continuidad a nivel de uso del espacio entre dos sectores (centro y norte de Pampa Seca), como así también en relación a la gestión tecnológica observada en los artefactos recuperados1. De manera resumida puede afirmarse que el agua representó un recurso crítico -en los términos propuestos por Gamble (1993)- en la toma de decisiones de los grupos locales. Esto influenció, en las áreas mencionadas, el uso del espacio, constatándose esta afirmación en la presencia mayoritaria de sitios arqueológicos en torno a los cuerpos de agua temporarios y permanentes (Curtoni, 2007; Heider, op cit.). En ese contexto, se identificaron lugares destacados (i.e. topográficamente, toponímicamente, en la historia oral de las comunidades actuales) que, al ser relevados sistemáticamente, no presentaron evidencias de cultura material en superficie y, en algunos casos, en estratigrafía. En consecuencia, utilizaremos un conjunto de topónimos y sus valoraciones asociadas como parte y/o expresiones de relaciones emergentes en ciertos lugares que pueden constituirse en herramienta para explicar el registro arqueológico.


LOS LUGARES

Laguna El Cuero

El paraje “Laguna del Cuero” o “El Cuero” (en lo sucesivo LC) es una referencia paisajística constante para los habitantes actuales del sur de la provincia de Córdoba. Se han escrito poesías y canciones sobre la misma, y los habitantes de diversos pueblos del departamento intentan (no siempre con éxito) llegar hasta la laguna durante excursiones recreativas o cabalgatas que unen el entorno cercano a la laguna con diferentes localidades como Villa Huidobro y Laboulaye en Córdoba o Pueblo-Ranquel en San Luis. Su valor estratégico en la etapa final del avance sobre el territorio Rankülche fue notorio. En ese marco, Mansilla (1938, p. 24) menciona “…tendrá unos cien metros de diámetro. Su agua es excelente, y durante las mayores secas allí pueden abrevar su sed muchísimos animales, sin más trabajo que cavar las vertientes del lado Sur”. Por su parte, el Padre Moisés Alvarez coincide solo parcialmente con el Coronel Mansilla, al puntualizar que “…las lagunas qe son las qe llevan este nombre son tres estan rodeadas de medanos pero son muy bajos, y bastantes solo pa dominar el terreno” (Bierzychudek y Farías, 2003, p. 31). Con independencia de esta discrepancia, las características biogeográficas de ese/esos espejos de agua son similares a otros que se ubican en sectores aledaños (i.e. Tromen-có; Ralí-có; Caru-hué). Todas son alimentadas por pequeñas cuencas endorreicas efímeras y precipitaciones, mayormente estivales. La vegetación es propia de un área ecotonal entre las provincias fitogegráficas Pampeana y del Espinal, con presencia de pastizales de poaceas y montes de caldén y chañar (Cabrera 1976; Soriano 1992; Heider, op cit.).

En el panorama expuesto, que expresa una continuidad en la valoración de los habitantes de diferentes épocas respecto a LC, no se identificaron sitios arqueológicos en sus costas luego de prospecciones sistemáticas realizadas en diferentes momentos del año, durante 3 años consecutivos (véase Heider, op cit.). En contraposición, en el resto de las lagunas previamente mencionadas se identificaron localidades arqueológicas que incluyen un mínimo de 3 sitios en Rali-có y un máximo de 8 en Trome-có. El registro material identificado tiene similitudes con el identificado por Curtoni (2007) para el centro de La Pampa, presentando incluso porcentajes similares de rocas procedentes de larga distancia (Heider 2016a) y uso del espacio (Heider 2016b).


Loma de Chapalcó

El sitio Loma de Chapalcó (en lo sucesivo LDC) es un enterratorio de restos humanos ubicado en un sector de mesetas altas que circunscriben el valle homónimo en el sector central de la provincia de La Pampa (ver Fig. 2). Los restos humanos identificados aparecen como consecuencia del mantenimiento de un camino vecinal por parte de las motoniveladoras. A partir de los trabajos de rescate realizados se pudieron recuperar numerosos restos óseos de al menos seis personas. Todos los restos se encuentran muy fragmentados, deteriorados y en estado de fragilidad, razón por la cual fueron sometidos en laboratorio a un proceso de estabilización. La mayoría de los fragmentos óseos y algunas partes de las calotas craneanas se encontraban distribuidas en todo el frente del conglomerado de tosca y arena que ha sido formado por la acción de las motoniveladoras al abrir el camino. Se pudieron extraer dos calotas semicompletas, una de las cuales presentaba restos de ocre en la parte superior y la otra pareciera tener deformación craneana intencional. Los fechados realizados sobre los restos ubican a los mismos al principio del Holoceno final (3,090 ± 70 BP, com. pers. de uno de los autores). En diferentes prospecciones realizadas en el entorno de LDC no se pudieron identificar otros restos arqueológicos.

En trabajos previos se relevó un sitio arqueológico en la estancia María Carmen, sector central del Valle de Chapalcó, a aproximadamente a dos kilómetros al norte del sitio LDC (Curtoni, 2007). De modo similar a lo mencionado en Laguna del Cuero, a distancias inferiores a 10 km, en un ámbito biogeográfico parecido se registraron numerosos sitios arqueológicos (i.e. Manantial Naicó, Laguna de Paisani, Laguna de Montoya, Médano Solo, Laguna de Chapalcó).



Figura 2: Integrantes del Pueblo-Nación Rankülche en el sector lateral de Loma de Chapalcó.


Bajo del Tigre

El sector denominado Bajo del Tigre (en lo sucesivo BT) está situado en el departamento de Toay (La Pampa), entre el Valle de Nerecó y el Valle de Chapalcó. Conforma una unidad de paisaje deprimida, amplia y cerrada con un bosque denso de caldén (Prosopis caldenia). Dependiendo de los ciclos climáticos, en épocas lluviosas suelen formarse espejos de agua en el sector central del bajo. Las características biogeográficas son propicias para la ocupación humana, fundamentalmente pensando en la presencia de agua en superficie en un sector semi-árido en donde el agua constituyó en el pasado un recurso crítico. Puede afirmarse que, de modo general, presenta similitudes notorias con otros sectores del centro de La Pampa en donde los sitios arqueológicos son numerosos. Sin embargo, las prospecciones realizadas en el lugar no permitieron identificar evidencias arqueológicas en superficie (Curtoni, 2007).

Los mapas de los primeros agrimensores que mensuraron el terreno hacia fines del siglo XIX no registran rastrilladas que atraviesen el Bajo del Tigre a pesar de sus considerables dimensiones. Teniendo en cuenta la información aportada por viajeros del siglo XIX, como Luis De la Cruz, es posible que este bajo haya sido considerado, como otros sectores, un lugar peligroso para el tránsito humano, debido a la presencia del yaguareté y/o puma tal como refleja el topónimo, y de esa manera ser evitado en los desplazamientos (de la Cruz, 1969).


Cueva de Salamanca

El sitio denominado Cueva Salamanca (CS) es una pequeña cueva de unos 3 metros de profundidad y una altura máxima de 1,85 m, localizada en la parte media del Valle de Quehué, departamento Utracán, provincia de La Pampa (ver Fig. 3). En el interior de la cueva se encuentran pinturas rupestres de tipo abstracto pintadas en rojo y negro, distribuidas en tres concentraciones (Gradin, 1975). Entre los motivos representados pueden distinguirse conjuntos de puntos, zig-zag, clepsidras, distintos escaleriformes, línea vertical de rombos, trazos rectos, peiniformes, líneas escalonadas y un trazo en forma de U acostada. Las características abstractas de las pinturas, aunque se relacionan a configuraciones estilísticas regionales, presentan cierta exclusividad relacionada quizás con la particularidad topográfica de su localización como también con su caracterización social (Curtoni, 2007). En este sentido, algunos tipos de motivos como los escaleriformes, cuerdas, pilares y círculos con puntos pueden ser vinculados con la representación cosmológica del viaje/vuelo chamánico (Llamazares, 2004).



Figura 3: Vista de Cueva Salamanca y su entorno geográfico.


La CS se encuentra ubicada en un lugar separado y alejado de los sitios arqueológicos actualmente registrados para el área (Curtoni, 2007). Este distanciamiento espacial, sumado a la ausencia de evidencias arqueológicas en las prospecciones y sondeos realizados en el sitio (Enrique Porfiri, 2004, com. pers.) y la localización de los motivos rupestres sobre un soporte interior de la cueva e invisibles desde el exterior de la misma, sugieren un sector posiblemente especial y relacionado con actividades del ámbito privado. Si bien las pinturas de CS son escasas para sustentar una hipótesis en relación con lo anterior, la superposición de algunos motivos señalada por Gradin (1975), indica la ejecución diacrónica de los mismos, quizás, en eventos discretos y no consuetudinarios.


EL GUALICHO, LA SALAMANCA, LOS ESPACIO PROHIBIDOS

El abordaje que realizamos en este trabajo implica conocer, de forma breve, la narrativa creacional de la cosmovisión Rankülche. Con esa base será posible avanzar sobre los relatos de viajeros que puntualizan sobre los espíritus malignos y los lugares prohibidos. La historia sobre su origen, compartido en muchos puntos con otros pueblos originarios del Wallmapu2, refiere al “diluvio” como punto central, apoyado en la noción de la dualidad de dos hermanos. Kai-kai-filú, la serpiente dueña de las aguas en el inframundo, entró en guerra con su hermano Treng-Tréng, la serpiente dueña de la tierra. El primero de los hermanos intentaba ahogar a todos los seres vivos moviendo la cola para que suban las aguas, acción que solo terminó cuando Treng-Tréng pudo aplastarlo con una gran roca desprendida de los cerros donde había subido a los humanos (para ver un detalle sobre este mito ver Magrassi, 1987 y Canuhé, op cit.). Entendemos que esta cosmovisión atraviesa toda la religiosidad de la gente del Mamüll Mapu. Creemos que desde él surgen fuertes referencias a la dialéctica entre lo bueno y lo malo, así como la importancia del agua en su mundo sagrado. Su valor se acrecienta si se observa que el mundo profano/sagrado representa un complejo continuum que abarca deidades, ritos, paisajes y seres. Sobre este último punto, Martínez Sarasola (2004) puntualiza que las personas dialogan con los “newen”3 antes de comenzar con cualquier actividad y, de este modo, establecen una relación armoniosa entre las energías y los hombres. En un sentido similar, Mansilla observa en un encuentro con Linconao en Río Cuarto que algunas de las preocupaciones que los indios tenían era:


no comer ni beber cosa alguna, sin antes ofrecerle las primicias al genio misterioso en que creen y al que adoran sin tributarle culto exterior. Consiste esta costumbre en tomar con el índice y el pulgar un poco de la cosa que deben tragar o beber y en arrojarla a un lado, elevando la vista al cielo y exclamando: ¡Para Dios! Es una especie de conjuro. (Mansilla, op cit., p. 3)


Esta acción, que tiene lugar durante un acto consuetudinario, tiene su origen en que “Ellos creen que el diablo, Gualicho, está en todas partes, y que dándole lo primero a Dios, que puede más que aquél, se hace el exorcismo” (ibid.).

Por su parte, la dualidad entre lo bueno y lo malo, así como la descripción similar que se hace sobre algunos aspectos de lo mismo puede rastrearse en la descripción de Mansilla. Sobre Dios4 dice que “…tiene la forma humana y está en todas partes; es invisible e indivisible; es inmensamente bueno y hay que quererle” (ibid., p. 106). A renglón seguido describe a Gualicho, quien no tiene forma, es invisible e indivisible y está en todas partes al igual que Chachao5. Agrega específicamente que:


Gualicho está en la laguna cuyas aguas son malsanas, en la fruta y en la yerba venenosa; en la punta de la lanza que mata; en el cañón de la pistola que intimida; en las tinieblas de la noche pavorosa; en el reloj que indica las horas, en la aguja de marear que marca el norte; en una palabra, en todo lo que es incomprensible y misterioso. (ibid., p. 107)


La principal diferencia que expresa en Chachao y Gualicho es que “…mientras el uno no piensa en hacerle mal a nadie, el otro anda siempre pensando en el mal del prójimo” (ibid., p. 106). Esta noción de causar los males involucra un gran número de acciones cotidianas o excepcionales del grupo que, en caso de salir mal, tenían como culpable al Gualicho (i.e. enfermedades, la muerte, los malones desgraciados, las invasiones de cristianos). A partir de ello, y utilizando como fuente los relatos que le diera su comadre la china Carmen, sugiere que es necesario estar bien con Gualicho ya que es ambicioso, por cuanto “Conviene hacerle el gusto en todo. Es menester sacrificar de tiempo en tiempo yeguas, caballos, vacas cabras y ovejas; por lo menos una vez cada año, una vez cada doce lunas, que es como los indios computan el tiempo” (ibid. p. 107). Una forma común de conjurar sus males, decía, era matar viejas, ya que son estas quienes suelen estar “engualichadas” y hacen persistir en el mal dentro del toldo (ibid., p. 106). En un sentido similar, la descripción de Darwin sobre “el altar del Gualicho” concluye que se lo adora a fin de obtener prosperidad:


Cuando las bandas de los indios llegan a divisarlo, le ofrecen su adoración a grandes voces. Es un árbol bajo, espinoso y con abundante ramaje…está completamente solo…no tiene follaje, y en su lugar había un sinnúmero de hilos, de los cuales prendían las ofrendas… completan el cuadro los huesos que rodean el árbol blanqueados ya por el tiempo de los caballos sacrificados al Dios. Todos los indios le rinden tributos creyendo así que sus caballos no se cansarán y que ellos mismo gozarán de toda prosperidad. (Darwin, 1968, p. 37)


La dualidad Chachao/Gualicho y la fuerte relación con el agua es también expresada en otros seres. El Arrüncó, una representación del sapo6, quien es dueño de los ojos de agua y protector de las vertientes (Conejeros, 2004). Está en todas partes, desde los manantiales y lagunas hasta en los jagüeles cavados. Su presencia es un símbolo de alegría porque implica la lluvia y el agua que da vida (Curtoni, 2011). Sin embargo, si es ofendido por los hombres se aleja secando todas las fuentes hasta que la tierra haya castigado a su ofensor (Pampas del Sud, 1997). No solo el Arrüncó vive en el agua, sino que hay otros seres peligrosos como los nirribilos7, Marivill8, el zorro-víbora9, el tigre de agua10 y el cuero del agua, quienes atacan y devoran a cualquiera que se acerque y/o descrea de su poder (Curtoni, 2011, p. 200). En un sentido similar, para la región norpatagónica, Musters relata que “…además del gualichu hay muchos otros demonios que, según suponen los indios, habitan en viviendas subterráneas, debajo de ciertos bosques y ríos, y de ciertas rocas de forma particular” (Musters, [1871] 1964, p. 255). Todos estos son vistos como Wekufes o entes del mal, a los que hay pedir permiso para atravesar por sus dominios. A ese respecto Nahuelpi puntualiza “…cuando lo adoran no hace daño. Cuando quieren pasar la gente tiene que rogar a ellos. Dueño del agua, háganos el servicio de no hacernos mal a nosotros” (Pampas del Sud, op cit., p. 83). Otro espíritu que causa daño es el trelke wekufe o Cuero del lago, quien encarna las fuerzas del mal. Para algunas comunidades mapuches es un cuero de caballo, vaca o guanaco con uñas de gancho y que habita enrollado en el agua (Rithner y Menni, 2004). El relato de Luciano Huenufil menciona que “…el cuero aparece en los pozones, en el lago o en una laguna, lo envuelve a uno y lo lleva abajo del agua” (ibid., p. 153).

El “tigre” y algunos montes se encontraban igualmente cargados de significados malignos. El puma (Puma concolor cabrerae) es actualmente el felino de mayor tamaño que habita el centro de Argentina, aunque hasta el siglo XX también se registró la presencia de yaguareté (Panthera onca). Sin embargo, en los topónimos, relatos escritos y orales, ambas especies quedan enmascarados por sustantivos como León o Tigre. Con independencia de este punto, la figura del felino tiene gran importancia en la cosmovisión Rankülche. Su connotación puede observarse en el diario de viaje realizado por de Luis de la Cruz durante el año 1806. Allí reproduce el diálogo que mantuvo con el cacique Carripilún en las proximidades de un lugar evitado por los indígenas: “Pregunté que si no había por aquí tigres en estos parajes. Respondió que a poca distancia encontraría un totoral, y que en él había tres tigres…” (de la Cruz, 1969, p. 177), en la continuidad del interrogatorio expresa “Le pregunté, ¿que si estarían en el totoral?, y me señaló las huellas frescas que de la bestia al totoral habían pasado; y le dije: ¿Tú tienes miedo? Respondió que mucho. ¿Y tu gente?, también” (ibid., p. 177). Con posterioridad, de la Cruz comenta que él y otros criollos que lo seguían ingresaron al totoral para demostrar a los indígenas que nada podía suceder, apuntando que “…nos introdujimos al totoral con espanto de Carripilun, e indios y haberlo registrado con la prolijidad que vio” (ibid., p. 321). En similar sentido, hacia mediados del siglo XIX, connotaciones similares sobre el felino fueron registradas por el cautivo Santiago Avendaño:


para llegar hasta allí era preciso atravesar un bosque de unas diez leguas de ancho, espeso y solitario, sólo habitado por tigres y leones. Los indios, al pasar por el monte que dejo mencionado, mostraron su temor y trataban de pasar durante el día temprano. (Avendaño, 2012, p. 173)


Es el mismo Avendaño quien agrega una observación sobre los montes y su peligrosidad:


sucedió pues que nueve indios, que venían juntos, llegaron a la orilla del gran bosque. Entraron pues en consulta de si convendría atravesar el monte, estando el sol muy bajo. Casi todos fueron de la opinión que no convenía desafiar a los peligros … sólo uno, Painé-maiñ, tuvo el atrevimiento de oponerse imprudentemente, lanzando botaratadas contra el tigre, en mapuche Nahuel. Sorprendió a los demás el lenguaje de éste, pues jamás ningún indio había osado ofender al ‘soberano de los montes’, ni aun con el pensamiento. (Avendaño, 2012, p. 174)


Otro topónimo que consideramos relevante para nuestro trabajo es La Salamanca. El mismo se encuentra presente con frecuencia en las manifestaciones populares del Folclore argentino. Así también, al recorrer diferentes zonas rurales de las Sierras Centrales y La Rioja su presencia es constante en los relatos de los habitantes rurales. Sin embargo, y aun ante la gran extensión territorial del término, el mismo ha sido poco explorado en las investigaciones del centro del país (véase Villar 2000; Fernández Garay y Hernández, 2006; Hernández, 2013; entre otros). Como excepción se puede mencionar la recopilación de Cuentos y Leyendas de La Pampa (Giovannoni y Poduje, 2002), en la cual ubican a la Salamanca en algunos médanos o en cerros como la Cueva de Tigra, o Lihué Calel. En todos los espacios identificados con este nombre, la acción central que se presupone allí se desarrolla es la de enseñanza e intercambio de conocimientos para formación de los iniciados en las artes de la brujería, la obtención de una habilidad especial o la fortuna (Farberman, 2005).

En la ritualidad que rodea a la muerte puede identificarse la percepción de sacralidad o espacios de uso no consuetudinario. En sus relatos Mansilla destaca la importancia de los enterratorios al mencionar que “Una sepultura es lo más sagrado. No hay herejía comparable al hecho de desenterrar un cadáver” (Mansilla, op cit. p. 106). En ese marco, la ubicación de los enterratorios debió ser un elemento central de decisión no solo para depositar a los difuntos y sus ofrendas, sino también para las actividades posteriores a realizarse en ese lugar. La selección de un sector elevado, como es Loma de Chapalcó (véase en el acápite previo) hace necesario explorar la idea de los lugares destacados del paisaje, en tantos retirados de las actividades cotidianas, elevados y/o con buena visibilidad. Las anotaciones de Darwin durante la primera mitad del siglo XIX para la región pampeana ilustran este punto. Entre las numerosas observaciones realizadas destaca la sacralización que los pueblos originarios hacían de árboles ubicados en lugares altos: “…nos vimos frente a un famoso árbol que los indios veneran como el altar del Gualicho. Se hallan en un lugar elevado de la llanura, por lo cual constituye un punto destacado visible a gran distancia” (Darwin, op cit., p. 36). Otra actividad que se realiza en lugares elevados y apartados es la consulta al Wüekufu o diablo, sobre ellos dicen que “…los lugares destinado para esta consulta, es siempre el lugar más alto, como ser las grandes lomadas y los médanos” (Avendaño, 2012, p. 33). Finalmente, la selección de sectores alejados de los asentamientos principales para realizar prácticas religiosas o privativas para la mayor parte de las personas es reflejada también por de la Cruz en 1806: “…a la noche oí un griterío, cantos y tambor a las inmediaciones de nuestro alojamiento; y averiguada la causa, era un machitún que estaban haciendo con una enferma en un toldo que distará como cosa de dos cuadras de este sitio” (de la Cruz, op cit., p. 178). A estos lugares solo pueden acceder el o la machi y las personas que estén involucradas en la actividad a realizarse (Casamiquela, 1988; Di Liscia, 1999; Llamazares, op cit.; Curtoni, 2011, entre otros).


DISCUSIÓN

Durante las prospecciones superficiales realizadas en Laguna del Cuero, Bajo del Tigre y Loma de Chapalcó no se registraron evidencias arqueológicas en superficie. Esto tampoco sucedió en Cueva Salamanca, donde además se efectuaron sondeos exploratorios (véase Curtoni, 2007; Heider, 2015). Ninguno de estos lugares presenta diferencias biogeográficas significativas con espacios cercanos en los que sí se registraron evidencias arqueológicas. Una posible respuesta inicial para esta carencia, vinculada a los procesos de formación de sitio, fue descartada durante los trabajos de campo. Nuevas posibilidades, aquí exploradas, vinculan esta ausencia con las connotaciones simbólicas que persisten en los topónimos, las cuales fueron analizadas desde las fuentes etnohistóricas. Sin embargo, más allá de establecer posibles correspondencias (aun asumiendo el riesgo y dificultades que representa) entre lo histórico y lo prehispánico, el interés de este trabajo radica en señalar la existencia de lugares que tuvieron sentidos diferentes a los tecno-económicos, con su consecuente correlato arqueológico. En este sentido, los elementos del paisaje estudiados son referenciados por topónimos que podrían representar diferentes conceptualizaciones y usos en función de variables cosmogónicas y simbólicas.

Como menciona Riego Chueco (op cit., p. 8) “…los nombres de lugar componen una enciclopedia selectiva y una cartografía mental, de elaboración local, donde se plasma el modo en que los nativos perciben el entorno, se comunican entre ellos acerca de él y extraen utilidades”. Es justamente a través de ellos que se puede identificar qué rasgos del territorio eran considerados significativos en el pasado y cuáles lo son o lo siguen siendo en el presente, así como el modo en el que se organizaba ese paisaje (Afable y Beeler, 1996). Para abordar la relación existente entre las investigaciones arqueológicas del siglo XXI y los topónimos de la ocupación Rankülche del paisaje es necesario darle valor a la profundidad temporal. Desde un punto de vista sincrónico el topónimo solo designa, mientras que desde lo diacrónico todo topónimo hace recordar el significado que tenían en la lengua de la época, pudiendo variar en su contexto e interpretación (Trapero, 2008). En este sentido, la construcción social del paisaje se expresó, al menos para los sitios aquí estudiados, en los sentidos del tránsito humano que evitan, o solicitan permiso para pasar por ciertos espacios por considerarlos lugares peligrosos o residencias de espíritus malignos. El “Bajo del Tigre” es evitado por la red de rastrilladas indígenas del siglo XIX. Este hecho podría reflejar aversiones (topofobia sensu Tuan, 1974) hacia lugares donde reside el peligro. Con una connotación similar podría evitarse residir en “El Cuero”, aun cuando las lagunas y campos cercanos fueron intensamente ocupados. Los relatos de Luis de la Cruz (1806) y del cautivo Santiago Avendaño (1842) coinciden en señalar el miedo y respeto que los indígenas tenían hacia lugares donde podía estar el peligro. Estas acciones de evitar, pedir permiso o no residir en espacios conceptualizados como peligrosos también han sido registradas por Falkner y Cardiel durante el siglo XVIII para la subregión Pampa Húmeda. Ambos viajeros mencionan que los indígenas evitaban en sus viajes un gran desierto de arenas denominado “Huecuvú Mapu” o país del diablo, donde era probable morir en caso de tormentas de viento (Politis, 1984; González Coll, 2004). En la segunda mitad del siglo XIX, Claraz y Musters también relatan para el área norpatagónica el miedo y la aversión hacia determinados lugares considerados peligrosos y/o donde residen espíritus malignos (Claraz, [1865] 1988; Musters, [1871] 1964; Nacuzzi, 1998). En consecuencia, una de las expectativas que se impone para estos espacios, es que pudieron haber sido evitados por las connotaciones mencionadas; por lo tanto, los mismos carecerían de evidencias de actividades humanas.

Estudios etnográficos y etnoarqueológicos mencionan que los espacios donde existían entierros humanos solían ser evitados por los grupos en sus travesías, o bien eran rechazados para ser reocupados porque allí había muerto algún miembro de la banda (Casimir y Rao, 1992; Politis, 1996; Larsen, 1998; Lovell, 1998). Este parecería ser el caso de Loma de Chapalcó, donde no se registraron actividades consuetudinarias en relación espacial directa con los entierros. La Cueva Salamanca, por su parte, presenta como única evidencia de ocupación la presencia de pinturas rupestres. Las mismas fueron entendidas en el marco de una ocupación destinada a las actividades específicas, probablemente religiosas o shamánicas (Curtoni, 2007). Estas connotaciones otorgadas a puntos específicos del espacio remarcan que el paisaje lejos de ser una entidad homogénea es más bien una construcción social heterogénea y jerarquizada. Desde el punto de vista arqueológico esto se puede manifestar en la distribución espacial de sitios con manifestaciones rupestres, sectores destinados a entierros humanos y lugares evitados en los desplazamientos. En este sentido, los topónimos en el espacio se corresponden con un mapa de la sensibilidad práctica que los grupos que lo habitaron mostraban respecto al territorio (García Chueca, 2010). Las relaciones y valoraciones pueden emerger como consecuencia de la articulación entre personas, entes, lugares, objetos y hechos específicos.

La investigación realizada en el centro de La Pampa y el sur de Córdoba remarca una posible correspondencia entre lo arqueológico y lo informado por las fuentes en cuanto a la emergencia de sentidos y significaciones de sacralización que, en este caso, estarían relacionados con lugares altos y visibles. Entre estos se pueden mencionar aquellos sectores del paisaje en los cuales se efectuaban tareas de curación, hechicería o prácticas shamánicas (Casamiquela, 1988; Nacuzzi, 1998; Llamazares, op cit.). Ejemplos similares fueron aportados por Tello (1942) y Piana (op cit.) para la laguna de Machi-có en el norte de La Pampa. En otras situaciones, a partir de la interrelación de prácticas no consuetudinarias, rasgos topográficos específicos y valoraciones sociales, pueden emerger algunos significados que tiendan a prescribir y/o restringir el acceso y uso de algunos lugares para la mayoría de los integrantes del grupo. La selección de sectores alejados de los asentamientos principales para realizar prácticas religiosas o privativas para el común de los miembros del grupo fue informada por diferentes viajeros (véase acápite anterior). Las acciones de residir y morar en el paisaje contribuyeron a que, en determinados lugares, emergieran significaciones especiales vinculadas con prácticas tanto materiales como discursivas. Ello se manifiesta en las relaciones establecidas a través del tiempo entre los grupos humanos, las condiciones medioambientales, las historias y/o formas de vida, las topografías locales y las percepciones que generaron ciertas materialidades con características propias (Ingold, 1993, 2000). La distribución espacial de los sitios arqueológicos del Mamüll Mapu denota que algunos sectores del paisaje podrían relacionarse con locus destinados al entierro de personas, prácticas religiosas especificas o lugares de tránsito restringido (Curtoni, 2007, 2011).


COMENTARIOS FINALES

A modo de cierre, y aun cuando se encuentra en elaboración una investigación específica sobre el tema, nos interesa mencionar el cambio de significado que tienen algunos topónimos como un emergente de la pérdida toponímica que sufre el centro de Argentina. Como menciona Tort (2003), la significancia territorial alude al hecho de que el contenido semántico de un topónimo se inserta en una ponderación de su relevancia para los que lo habitan. Ninguno de los cuatro espacios utilizados en este trabajo mantiene completamente la valoración que los Rankülches le dieron. Laguna El Cuero es visitada, en la medida de lo posible, para evocar su valor nodal en la rastrillada de Sarmiento a Leuvucó y como relicto del Caldenar en el sur de Córdoba. Ya no es vista como un lugar donde habita un espíritu al que hay que solicitar permiso para morar en sus costas. Los propietarios del establecimiento rural donde se encuentra Bajo del Tigre no ven con aversión ese espacio. Cueva Salamanca tiene un sentido similar, incluso la provincia de La Pampa tiene en desarrollo planes para impulsar la conservación y el turismo arqueológico en ese espacio. La identificación de los enterratorios en Loma de Chapalcó fue directa consecuencia del trazado de un camino, en un lugar donde antes de 1880 existía un cementerio en un espacio alto y sacralizado, por lo que el tránsito era un acto excepcional. Si los nombres aquí estudiados avisaban en el pasado de una presencia maligna, o de la necesidad de rendir ofrendas al pasar, ahora solo designan ese espacio. Los territorios se configuran a partir de la relación dialéctica entre lo temporal y lo espacial, con la memoria como agente y mediador (Piveteau, 1995). La reconfiguración del mundo Rankülche luego del intento de exterminio a fines del siglo XIX, la llegada de nuevos pobladores rurales, y el actual despoblamiento de estos espacios contribuyeron, en muchos casos de modo involuntario, a una pérdida toponímica notoria. La supervivencia de un topónimo depende de su uso, de la posibilidad que este otorga para distinguir un espacio respecto de otros y de su valor simbólico; de lo contrario caen en desuso y son sustituidos por otros (García Chueca, op cit.). Eso es, entre otras cosas, desaparición de información valiosa sobre plantas, animales, agua, dioses y gente. Los recientes re-entierros de cuerpos/personas en Loma de Chapalcó, realizados durante el año 2016, constituyen un ejemplo de deconstrucción, donde el espacio retoma el sentido que tenía, alimenta la pertenencia al lugar y la revalorización socio-cultural de los pueblos originarios de la cual los topónimos son un elemento constitutivo.


AGRADECIMIENTOS

En memoria del Lonko Fermín Acuña. Queremos agradecer a los pueblos originarios de La Pampa, Córdoba y San Luis por su apoyo y amistad. A los gobiernos de las tres provincias por los permisos de investigación y apoyo. A María Clara Álvarez y Patricio Pantaleo por sus comentarios al manuscrito original. A los evaluadores anónimos por sus valiosos comentarios que enriquecieron el trabajo. Finalmente, a nuestros amigos de esos pagos que siempre nos reciben con afecto.

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NOTAS



  1. 1Debido a las características ambientales de los dos sectores, la mayor parte del registro arqueológico corresponde a artefactos líticos. El mismo representa, en ambos, más del 95% del material recuperado.

  1. 2El Wall-mapu ha sido definido como de grandes dimensiones, atraviesa el centro de Argentina y Chile, de un océano al otro, en el que sucedió un flujo permanente de poblaciones, mercaderías y cultura, desde tiempos prehispánicos hasta el presente (véase Bandieri, 2005; Nicoletti y Núñez, 2013; Berón et al., 2017, entre otros).

  1. 3Los newenes son la vitalidad, energía o espíritu que anima cada una de las cosas. En la tierra de arriba habitan en el sol, la luna, las estrellas, los truenos, los rayos, la nieve o la lluvia. En la tierra habitan en las plantas, los ríos, los volcanes, las montañas, los cerros o la medicina (Curtoni, 2007).

  1. 4Chachao, Butachao, El Padre de Todos u Hombre Grande es el mismo Dios Padre a quien actualmente se le hacen rogativas durante el Wetripantu.

  1. 5La cita textual sobre este punto es el epígrafe inicial del trabajo.

6Entre los Rankülches es también denominado Lavatrá o Nguenco (Conejeros, 2004).

  1. 7Los nirribilos son descriptos por de la Cruz (1969, p. 85).

8El Maripill, Marivill, huillín o chichimen es descripto por Vúletin (1972) y la recopilación Pampas de Sud (op cit.).

  1. 9El zorro-víbora es descripto por Nahuelpi y transcripto en Pampas del Sud (op cit., p. 83).

  1. 10El tigre de agua es un espíritu maligno descripto por Musters ([1871] 1964, p. 154) en su viaje por La Patagonia.

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