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Borrachera espiritual. La muerte y la agricultura en la ritualidad y la cosmovisión en San Pedro Cholula, Puebla, México, de Gámez Espinosa, Alejandra y Rosalba Ramírez Rodríguez, Revista TEFROS, Vol. 18, N° 1, artículos originales, enero-junio 2020: 141-170. En línea: enero de 2020. ISSN 1669-726X
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Cita recomendada:
Gámez Espinosa, A. y R. Ramírez Rodríguez, Borrachera espiritual. La muerte y la agricultura en la ritualidad y la cosmovisión en San Pedro Cholula, Puebla, México, Revista TEFROS, Vol. 18, N° 2, artículos originales, enero-junio 2020: 141-170.
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Borrachera espiritual. La muerte y la agricultura en la ritualidad y la cosmovisión en San Pedro Cholula, Puebla, México
Spiritual drunkenness. Death and agriculture in ritual and worldview in San Pedro Cholula, Puebla, Mexico
Embriaguez espiritual. Morte e agricultura no ritual e visão do mundo em San Pedro Cholula, Puebla, México
Alejandra Gámez Espinosa
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México
Rosalba Ramírez Rodríguez
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México
Fecha de presentación: 29 de enero de 2019
Fecha de aceptación: 03 de diciembre de 2019
RESUMEN
El presente estudio etnográfico y etnohistórico aborda la cosmovisión y la ritualidad en torno a una fiesta denominada La Tlahuanca, su propósito es contribuir con la reflexión antropológica de la festividad religiosa en México y analizar las creencias referentes a la muerte y su correspondencia con la fertilidad de las plantas en San Pedro Cholula, Puebla.
El vínculo simbólico entre la muerte y la agricultura en la religión mesoamericana continúa vigente en las sociedades de origen indígena mexicanas. La Tlahuanca o la borrachera espiritual se lleva a cabo el cuarto lunes de Cuaresma, en honor a San Pedro de Ánimas y los mayordomos difuntos, siendo uno de sus principales distintivos el consumo de pulque y el pedimento de lluvias para los cultivos. Las evidencias presentadas muestran que todas las secuencias del decurso festivo encarnan una cosmovisión que concibe a la muerte como dadora de vida. Con ello se aportan hallazgos, interpretaciones y reflexiones sobre la ritualidad indígena, considerada un fenómeno sincrético producto de la configuración histórica de distintas tradiciones como la mesoamericana y la católica.
Palabras clave: cosmovisión; ritual; muerte; Mesoamérica.
ABSTRACT
This text presents an ethnographic and ethnohistorical study on the worldview and rituals in a festival called the Tlahuanca. It aims at making contributions to the anthropological reflection of the religious festival in Mexico, as well as carrying out an analysis on the beliefs about death and its relation with fertility in San Pedro Cholula, Puebla.
The symbolic link between death and agriculture in the Mesoamerican religion remains active in the Mexican societies of indigenous origin. The Tlahuanca, or the spiritual drunkenness, takes place on the fourth Monday of Lent in honour of San Pedro de Ánimas and the deceased mayordomos. Some of its main hallmarks are the consumption of pulque and the request of rain for the crops. The evidences presented show that all the sequences of the festive course embody a worldview where death is conceived as the giver of life. This offers findings, interpretations and reflections on this indigenous ritual as a syncretic phenomenon, produced by the historical configuration of different traditions such as the Mesoamerican and Catholic ones.
Keywords: worldview; ritual; death; Mesoamerica.
RESUMO
Este texto apresenta um estudo etnográfico e etnohistórico sobre a visão do mundo e rituais em torno de um festival chamado A Tlahuanca, com isso procuramos contribuir na reflexão antropológica da festa religiosa no México, bem como realizar uma análise sobre as crenças relacionadas à morte e sua relação com a fertilidade em San Pedro Cholula, Puebla.
A ligação simbólica entre morte e agricultura na religião mesoamericana permanece em pleno vigor nas sociedades de origem indígena no México. A Tlahuanca ou a embriaguez espiritual tem lugar na quarta segunda-feira da Quaresma em honra de São Pedro de Ánimas e os falecidos mordomos, sendo uma das suas principais características o consumo de pulque e o pedido de chuva para as colheitas. As evidências apresentadas mostram que todas as sequências do curso festivo incorporam uma cosmovisão na qual a morte é concebida como a doadora da vida. Com isso, descobertas, interpretações e reflexões sobre o ritual indígena são fornecidas como um fenômeno secreto, produto da configuração histórica de diferentes tradições, como a mesoamericana e a católica.
Palavras-chave: cosmovisão; ritual; morte; Mesoamérica.
INTRODUCCIÓN
Cholula es una población dual1 y milenaria, considerada por algunos estudiosos como: una ciudad sagrada, por ser un santuario de gran importancia dedicado a deidades del agua y la fertilidad desde la época prehispánica hasta la actualidad. Los simbolismos de los dioses mesoamericanos fueron reinterpretados mediante santos católicos, tal es el caso de la Virgen de los Remedios, de la Virgen de Guadalupe o de los santos patronos pertenecientes a los barrios2. Por tal motivo, esta antigua población cuenta con un complejo ciclo festivo religioso.
Dentro de las principales fiestas de San Pedro Cholula destacan aquellas dedicadas a la Virgen de los Remedios, la Virgen de Guadalupe y San Pedro de Ánimas, que juntas forman la llamada Circular; su nombre se debe a que los responsables de cada una de estas imágenes (mayordomos)3 se alternan anualmente entre los habitantes de los 10 barrios que integran la ciudad4.
Dentro de la Circular de San Pedro de Ánimas se realiza una fiesta denominada la Tlahuanca o La Borrachera espiritual, dedicada a este santo y a los mayordomos difuntos. Esta celebración es una de las más importantes del ciclo festivo local, ya que involucra la participación de todos los barrios; su origen proviene de la época precolombina, contiene un complejo simbólico relacionado con la fertilidad y la muerte, y una de sus características más distintivas radica en el consumo de pulque.
En la actualidad esta fiesta se realiza el cuarto lunes de Cuaresma. Antiguamente la Tlahuanca se llevaba a cabo en cada uno de los barrios fundadores (de origen prehispánico), en los que se hacía una procesión acompañada de una carreta con recipientes de pulque; al concluir se oraba y después se brindaba (comunicación personal, mayordomo de Circular de San Pedro de Ánimas, 2016).
La división y la ampliación del número de barrios, de cinco a 10, sumadas a otros sucesos, como la caída de una imagen (durante una procesión en el decurso festivo), motivaron que la celebración se trasladara de los espacios barriales abiertos, al interior de la Capilla Real y a su atrio, recinto que se localiza en el centro de la ciudad y en donde se efectúan las fiestas que congregan a los 10 barrios. De esta manera, la Tlahuanca, antes realizada en cada barrio,5 se transformó en un sistema rotativo conocido como la Circular. Según algunos autores, esto sucedió a finales de los años sesenta.
La relación entre la cosmovisión relativa a la muerte, la agricultura y los ciclos rituales ha sido ampliamente señalada por diversos investigadores mesoamericanistas. En el caso específico de Cholula existen pocos trabajos etnográficos al respecto; sin embargo es sabido que hasta los años setenta la principal actividad económica de los barrios era la agricultura, base de la subsistencia durante la época prehispánica, lo cual se reflejó en la presencia de templos dedicados a las deidades del agua y de la fertilidad, como lo fue el Tlachihualtépetl o “cerro hecho a mano” (hoy conocido como la gran pirámide). Hoy Cholula es una ciudad media, perteneciente a la zona metropolitana de la ciudad de Puebla, cuyas dinámicas económicas se centran en el comercio; la producción de manufacturas (panadería, alimentos, pirotecnia, entre otros); los servicios, principalmente dedicados al turismo, el trabajo asalariado y la agricultura.
Como se observa en la actualidad, Cholula está cambiando sociocultural, espacial y económicamente, producto de la urbanización, la gentrificación, la mercantilización del suelo y la presencia de una economía globalizada. Sin embargo, de igual forma persiste un tipo de vida tradicional que se expresa en la práctica de cientos de fiestas religiosas, una cosmovisión particular y la vigencia de mecanismos de organización sociorreligiosa sustentados en el sistema de cargos6. Por ello, las interrogantes que guían nuestra investigación son las siguientes: ¿Cuál es la cosmovisión que se manifiesta en la ceremonia de la Tlahuanca dedicada a San Pedro de Ánimas y a las almas de los mayordomos muertos? y ¿Qué relación tiene esta fiesta con el simbolismo muerte-fertilidad?
Los enfoques metodológicos utilizados fueron el etnográfico y el etnohistórico. El primero lo entendemos como una concepción y práctica de conocimiento que busca entender los fenómenos socioculturales desde la perspectiva de sus miembros, se trata de una descripción que aborda una interpretación problematizada acerca de algún aspecto de la realidad (Guber, 2011, p. 16). Para este estudio se emplearon categorías de análisis como: ritual, fiesta y cosmovisión.
A la etnohistoria, por su parte, la concebimos como una orientación interdisciplinaria entre antropología e historia (estudios que buscan combinar el análisis histórico del pasado prehispánico y colonial con la especificidad cultural de los pueblos indios contemporáneos y aquello que los distingue del resto de la nación). La investigación de las expresiones rituales indígenas actuales necesita evidencias provenientes de la historia, la arqueología, la antropología, la etnografía, etc. Estos campos especializados, a su vez, requieren de un marco teórico que los englobe, el cual se deriva en este caso, de la antropología (Broda, 1995). Cabe señalar que en el presente trabajo se realizó la sistematización y el análisis de textos basados sólo en estudios etnohistóricos relacionados con nuestra temática.
La información etnográfica que presentamos fue obtenida a través del trabajo de campo realizado en periodos distintos durante 2015, 2016 y 2018, etapas en las que se implementaron técnicas como la observación participante y las entrevistas abiertas y semiestructuradas, mismas que nos permitieron el acceso a diferentes actividades, así como conocer la perspectiva de los actores sociales involucrados. El registro de las evidencias se llevó a cabo mediante técnicas fotográficas, de video y notas de campo.
FIESTA Y COSMOVISIÓN
La organización de las fiestas religiosas y los rituales expresan con claridad las relaciones de reciprocidad entre los seres sagrados y los humanos. Se trata de prácticas sociales que proyectan formas diversas de concebir el mundo, poseen un contenido polisémico, histórico, son condensadoras de la cultura, mecanismos de cohesión social, escenarios de reproducción de la identidad colectiva, de la defensa de intereses comunes y contienen sistemas de sentido totalizantes (Collin, 1994, p. 8; Giménez, 1978, p. 160). Las fiestas son expresiones rituales7 realizadas en espacios y tiempos previamente consensuados, donde se vive una especie de tiempo de excepción. Se caracterizan por su condensación sociocultural; en ellas se expresan creencias, participación social, danza, música, canto, agitación y el exceso de comida y bebida (Caillois, 2013, p. 14). Son un tiempo de regocijo social, de abundancia y de rememoración del pasado, del presente y de proyección al futuro del grupo (Giménez, op cit., pp. 160-161).
Las fiestas, por tanto, modelan identidades, establecen diferencias y se relacionan inherentemente con la cosmovisión, entendida ésta como la serie de construcciones mentales colectivas mediante las cuales una sociedad percibe, idea, representa y explica el universo, la naturaleza y al ser humano en sus mutuas interrelaciones. Toda cosmovisión plantea la instauración de un orden de la naturaleza, de la sociedad y del cosmos, por tanto, es una construcción coherente y holística. Asimismo, posee una función identificadora que permite diferenciar identidades sociales y provee una guía para explicar el curso de los acontecimientos y legitimar conductas, pero, sobre todo, constituye un esquema de percepción por medio del cual los actores comprenden y explican su realidad (Gámez, 2015, pp. 280-283).
Por ello, la cosmovisión determina o influye en la organización, ejecución y reproducción de las fiestas religiosas, a través de ellas los pobladores mantienen relaciones de reciprocidad y de dependencia con los seres sagrados, de las que dependen el orden y el equilibrio del universo, y por lo mismo, de la vida humana.
LA MUERTE Y LA AGRICULTURA EN LA COSMOVISIÓN MESOAMERICANA
En la época prehispánica el culto a los muertos estaba vinculado con el simbolismo agrario; la esencia fundamental del periodo de fiestas consistía en lograr un buen desarrollo del ciclo agrícola del maíz. La conquista española no destruyó en su totalidad a la cultura mesoamericana; por el contrario, conllevó a un proceso de sincretismo en las comunidades indígenas campesinas, en donde la tradición del culto a los muertos como depositarios de la simbología ligada a la fertilidad agrícola se mantuvo viva.
La mayoría de estudios sobre la festividad del Día de muertos en México se centra en el culto a la muerte, mientras su vínculo con la fertilidad de la tierra ha pasado inadvertido para muchos. Los planteamientos de los mesoamericanistas sostienen que con esta celebración del 1 y 2 de noviembre culmina el ciclo ritual agrícola. De acuerdo con Johanna Broda (2001), esta fecha determina el cierre del temporal y el inicio de la cosecha, cuyos antecedentes se remontan a las fiestas prehispánicas relacionadas con el culto a los cerros y los ancestros que, al parecer, se sincretizaron con fiestas de origen europeo como la de Todos Santos. Pocas son las investigaciones sobre la festividad del Día de muertos que plantean su estrecha relación con la agricultura y los ciclos festivos ligados a ésta. Entre las más relevantes, sin duda, se encuentran las realizadas por Catharine Good (2001, 2003), quien ha profundizado sobre esta temática con los nahuas de Guerrero, en México.
Asimismo, Broda (2003) señala la íntima asociación entre los muertos y el ciclo agrícola existente en la cosmovisión mesoamericana, describe el papel que los muertos y los ancestros cumplían en los diferentes procesos de la agricultura al velar por el bienestar de su comunidad y prestar ayuda para el buen desarrollo de las actividades productivas. Por ejemplo, los mexicas elaboraban ofrendas dedicadas a los muertos durante el mes de mayo, para el inicio de la siembra, así como en agosto y septiembre. De igual forma, recibir a los muertos en la actual fiesta de San Miguel, parece representar para los nahuas de Guerrero parte de esa misma cosmovisión, lo mismo que el Día de Muertos, periodo en el que celebran la cosecha por medio de distintos rituales (Good, 2003; Broda, 2003, p. 24).
En la cosmovisión de estos grupos indígenas, los muertos trabajan junto con los vivos en la agricultura, coadyuvan en el control de la lluvia y la productividad de la tierra. Ellos creen que cuando una persona muere no desaparece, sino que sigue formando parte de la comunidad, pero ya no posee un cuerpo-carne; se trata de “almas”, por tanto, son ligeras y veloces y consiguen llegar a donde los vivos no pueden llevando consigo sus peticiones. Los muertos actúan junto con otras fuerzas como el viento, los zopilotes, las cuevas, los manantiales, los cerros, los santos y Tonatzin (la diosa madre). Por esta razón, los fenecidos reciben ofrendas a lo largo del ciclo ritual anual (Good, 2003, pp. 34-36).
Para los nahuas de Guerrero la tierra es un ser vivo que nutre al hombre, pero también necesita ser alimentada. Por eso, los muertos cumplen una función fundamental al ser devorados por la tierra, la nutren, completando así un ciclo en el que ésta alimenta al hombre y éste a la tierra. Dicha creencia es expresada con la frase: Nosotros comemos la tierra, y la tierra nos come a nosotros, “…por eso los muertos tienen poder, porque son parte de la comunidad humana que ya saldó su deuda primordial con la tierra” (ibid., p. 37); se convierten así en los intermediarios entre los hombres y las deidades para asegurar el buen desarrollo del ciclo agrícola, y con ello, de la vida.
Los muertos son los antepasados, los protectores de los pueblos, proporcionan salud, felicidad y sobre todo los alimentos; auxilian para que se logren el maíz y la cosecha. Entre los popolocas de Puebla, por ejemplo, se conserva la creencia de que los muertos trabajan y por eso tienen hambre y deben seguir consumiendo alimentos al menos una vez al año. Por tal razón, los vivos tienen que alimentarlos y esperar su regreso cada mes de noviembre al inicio de la cosecha, cuando sobra comida para ofrecerles y agradecerles por los favores obtenidos (Gámez, 2012, p. 261).
Las personas ofrecen en reciprocidad a los muertos su trabajo, ya que ellos ofrecieron el suyo en beneficio de sus parientes vivos. Para las comunidades indígenas y campesinas de México, el maíz simboliza los mantenimientos, es decir, sintetiza todo lo que el ser humano necesita para vivir y, por tanto, los muertos requieren lo mismo para calmar su hambre y obtener energía para continuar el largo trayecto de vuelta al lugar donde moran. En vida, ellos trabajaron en el campo igual que sus parientes hoy lo hacen; se alimentaban de maíz, por eso en su altar se les colocan alimentos elaborados con éste, como las tortillas, los tamales, los elotes hervidos o las mazorcas mismas.
En México, la festividad del Día de Muertos, a principios de noviembre, es la más conocida; sin embargo, existen otras celebraciones dedicadas a la muerte que se realizan en otras épocas del año, como el caso de la fiesta de la Tlahuanca, en San Pedro Cholula. La mayoría de estos complejos rituales pretende propiciar la fertilidad de la tierra y responde a las configuraciones históricas y culturales de cada región o localidad en particular.
La muerte para los antiguos mesoamericanos significaba vida/fertilidad; nacer y morir eran parte de un mismo ciclo regulado por la Madre Tierra, Tlatecuhtli, cuya boca devoraba a los hombres y al mismo tiempo era vagina que ofrecía la fecundación y por tanto la procreación (Alcina Franch, 1991, p. 320). Por eso los seres humanos para vincularse con la tierra y convertirse en hombres plenos requerían ingerir alimentos propios de este ser, como el maíz, producto obtenido de la muerte de la semilla. Así, mediante esta metáfora, se simboliza la relación muerte-vida-fertilidad (Báez-Jorge, 2008, p. 176).
En la cosmovisión indígena contemporánea la vida está constituida por un ciclo que incluye nacer, procrear y morir, el cual sigue una secuencia ininterrumpida. La realidad bilógica y el ciclo simbólico remiten a un hecho incuestionable, es decir que la vida en última instancia es el camino a la muerte y viceversa. De esta manera, todo cadáver es una reiteración de la vida (ibid., p. 177), ya que éste se reintegra a la totalidad orgánica del mundo, generando con ello la vida. De ahí que la Madre Tierra para las poblaciones indígenas es útero y tumba, es donadora de víveres y prosperidad, hogar de los antepasados y sustento de la vida humana (Sandstrom, 1991, pp. 240-241). De esta manera, en la perspectiva de la cosmovisión mesoamericana hay actos análogos entre el ciclo vegetal y el orden cultural (el trabajo agrícola):
Los muertos se depositan dentro de la madre tierra al igual que se entierran las semillas; el parto (semejante a la cosecha) es el medio para generar la vida por medio de nuevos seres o vegetales; copular es la acción necesaria para depositar las simientes y en tanto que el acto sexual es equiparable a la siembra, constituye el paso necesario para la fecundación, con el auxilio de la lluvia. (Báez-Jorge, op cit., p. 176)
La relación simbólica entre muerte y fertilidad en la cosmovisión mesoamericana se puede observar actualmente en la gran mayoría de ciclos festivos y rituales de las sociedades de extracción indígena en México, en los que podemos encontrar diversidad de configuraciones culturales, resultado de la confluencia de la tradición mesoamericana con el catolicismo colonial y contemporáneo a lo largo del proceso histórico.
LA TLAHUANCA: LA BORRACHERA ESPIRITUAL
En la actualidad, los 10 barrios que integran la ciudad de San Pedro Cholula organizan una fiesta a la que denominan la Tlahuanca; al parecer, según Tlatoa Guízar y Sandoval Flores, se celebra desde tiempos remotos: “Es posible que los mexicas también celebrasen el Tlahuanca Chololtecayotl y que, así como regalaba el señor bellos plumajes, símbolo de gran estima, ahora el mayordomo regale una Santa Cruz, casi al finalizar la misa. También los cronistas nos narran cómo celebraban con comida” (2017, s/p).
La palabra Tlahuanca suele vincularse a distintos significados, algunos pobladores locales relatan que proviene del pasado, cuando en su territorio abundaban los magueyes y eran destinados a la extracción de agua miel para su posterior fermentación; otros señalan que la palabra significa borrachera, pero no corporal, sino espiritual, estado que permite el contacto con las deidades y otro tipo de entidades como las almas de los muertos. Los más allegados al sistema de cargos le otorgan un significado ritual, que implica evocar a los mayordomos de la imagen de San Pedro de Ánimas ya fallecidos, es decir, se trata de “una conmemoración de los fieles difuntos”8; algunas voces más argumentan que es uno de los compromisos que debe asumir el sistema de cargos mayor, concretamente, el mayordomo de Ánimas de San Pedro Cholula. También se le asocia con la Capilla Real, espacio sagrado que tiene dos advocaciones: la Virgen de Guadalupe y San Pedro de Ánimas, a quienes se les adjudica un simbolismo dual de vida y muerte.
Actualmente, esta fiesta se realiza el cuarto lunes de Cuaresma9, como ya se mencionó con anterioridad. Algunos especialistas locales aseguran que existe relación entre ambas celebraciones –Tlahuanca y Cuaresma–, ya que ambas se fijan a partir del calendario lunar. La primera, según la tradición mesoamericana, se encuentra asociada a Ometochtli o Dios Conejo (que funge como un símbolo pluvial) y, en consecuencia, la celebración está asociada con la petición de lluvias para la actividad agrícola10, siendo una de sus características principales el consumo de pulque como bebida ritual y relacional entre vivos y muertos.
Guillermo Bonfil Batalla (1988), por su parte, menciona que la palabra Tlahuanca proviene del náhuatl Tlahuanqui o borracho, que de acuerdo con testimonios locales significa borrachera. La ingesta de bebidas alcohólicas como el pulque no implica un estado de embriaguez corporal sino metafórica, pues al recaer directamente en el espíritu manifiesta un cambio de ánimo que exalta la alegría o el goce.
En México, el consumo del pulque históricamente se ha relacionado con lo sagrado, por lo que su ingesta también se efectúa con propósitos rituales. Durante la época prehispánica se le atribuía a esta bebida un origen divino, cuyo mito hacía referencia al sacrificio de una joven doncella llamada Mayahuel, quien renació de una planta de maguey para brindar a los humanos el sustento y el gusto por la vida. Alrededor del pulque se desarrolló un complejo simbólico y ritual relacionado con la luna, el inframundo, la lluvia, la fertilidad y el sacrificio (Vela, 2018, pp. 8-10). Algunos autores plantean que para los mexicas el consumo de esta bebida hasta la embriaguez significaba una trasgresión e implicaba también el renacimiento de una deidad o de las personas (Olivier, 2012, p. 33), por lo que su uso era restringido; principalmente se bebía durante la fiesta del décimo mes, dedicada a los muertos y todas las personas tenían licencia para beberlo, lo que provocaba grandes borracheras (Fournier y Mondragón, 2012, p. 53).
En la actualidad la Tlahuanca cholulteca es una fiesta dedicada a San Pedro de Ánimas y a los mayordomos y principales fenecidos, puesto que este santo es considerado patrón de los muertos o de las almas. En el siglo XVII, San Pedro Apóstol fue nombrado santo patrono de la ciudad; al apropiarse de su figura, la población lo reinterpretó creándole una advocación cuyo simbolismo se relacionaba con la agricultura (comunicación personal con don Manuel Tlatoa) y con los muertos, por lo que se le llamó San Pedro Ánimas, entidad que tiene las llaves del inframundo, es decir que “…se ocupa de las almas y de la apertura de las puertas del inframundo”, a diferencia de San Pedro Apóstol, identificado como discípulo de Jesús y encargado de la difusión del Evangelio.
Cosmovisión sobre la muerte y la agricultura en San Pedro Cholula
En San Pedro Cholula se cree en la existencia de la vida después de la muerte. Los muertos parten a un lugar mejor, el paraíso, donde estarán y descansarán por siempre. Algunas personas identifican la existencia de un camino prolongado, lleno de pruebas. Por ello se efectúan diversas prácticas y rituales para preparar y despedir al difunto en su viaje y llegada a ese paraíso. Cuando alguien muere, en algunos barrios acostumbran poner una vara de rosal en las manos del fallecido, para que le sirva de bastón en su camino (Tlatoa Guizar, comunicación personal, 2015). También comparten la idea de que durante el trayecto los perros ayudarán al difunto a cruzar un río rumbo al lugar de los muertos, y aseguran que San Pedro de Ánimas conduce y auxilia a las “almas” a lo largo de este sinuoso camino para que arriben sin contratiempos a su nueva morada.
En los barrios y pueblos más tradicionales, los cuerpos de los muertos son acostados sobre la tierra para evocar que se nace de la tierra y a ella se regresa. Así, la Madre Tierra simboliza al útero femenino (vida-fertilidad), lo mismo que al féretro (muerte) (Sandstrom, op cit., pp. 240-241).
Antiguamente cuando una persona moría, tal acontecimiento se comunicaba a la comunidad tañendo las campanas de la iglesia. Entre los ritos funerarios más importantes se encuentra la velación, que consiste en rezos prolongados y pequeños convites en los que se consumen pan y café. Es común que los asistentes lleven ceras u ofrezcan a los deudos alguna clase de apoyo económico, al cual se le denomina responso. Los habitantes originarios de Cholula comparten la creencia de que los muertos pueden escuchar a los deudos poco antes de entrar al recinto donde se les ofrecerá la misa de cuerpo presente; sin embargo, una vez que cruzan este umbral su alma parte al lugar de los muertos; de ahí que los familiares y amigos se despiden del fallecido antes de su ingreso al templo. Después de efectuado el entierro se realiza una serie de rituales para el eterno descanso del alma que partió, entre ellos el novenario, la velación de cruz, el primer aniversario de la muerte y la primera ofrenda.
Respecto a esta última, en la cosmovisión cholulteca se afirma que las almas de los muertos visitan cada año a sus familiares, quienes los reciben con ofrendas en las que principalmente colocan los platillos y bebidas que en vida preferían los que ya no están. La creencia indica que los muertos al no poseer más un cuerpo-carne únicamente necesitan consumir los aromas de los alimentos. Con esta idea, los familiares esperan el arribo de sus almas entre el 28 de octubre y 2 de noviembre, celebración popularmente conocida como Día de muertos o Miccailhuitl (Manuel Tlatoa, comunicación personal, 2015). Como parte de estas actividades rituales se encuentra el solicitarle a San Pedro de Ánimas, patrón de los difuntos, que vele por el eterno descanso de los fallecidos y les permita abrir las puertas del inframundo, a fin de que puedan salir y visitar a sus respectivas familias. También es sabido que los muertos protegen a los vivos desde el lugar donde residen, pues ellos los consideran intermediarios entre los seres humanos y los santos; mediante su labor, los vivos pueden obtener salud, vivienda, trabajo y sustento, pues intervienen incluso en cuestiones meteorológicas favoreciendo el buen clima, la lluvia y la fertilidad.
En San Pedro Cholula, los mayordomos son representantes de las colectividades barriales ante los santos y son los encargados del cuidado de las imágenes, de la celebración de sus fiestas y de todas las acciones que conllevan al buen desarrollo de las relaciones de reciprocidad entre santos y humanos; de esto despende el bienestar, el equilibrio y orden del universo; cualquier ruptura con ello causa ignominia, angustia, desestabilidad y muerte. Por tal razón las almas de los mayordomos fenecidos son importantes para los cholultecas, ya que éstas siempre representarán a los pueblos y barrios ante las deidades y velarán por sus representados como lo hicieron en vida. Durante la fiesta de la Tlahuanca se convive (a través del consumo del pulque), se recuerda y se les solicita a los mayordomos muertos velar por sus representados otorgándoles lluvias y fertilidad para la tierra, de tal forma que las plantas puedan crecer, a la vez que el bienestar de los humanos.
San Pedro de Ánimas, el patrón de los difuntos
A partir de la evangelización española acaecida en el siglo XVI, los pueblos indígenas reinterpretaron a los santos, vírgenes y cristos católicos cargándoles contenidos y significados de las deidades mesoamericanas pero, a su vez, estas últimas fueron reformuladas en términos cristianos (Bartolomé, 2005, p. 33), es decir, que se trató de un proceso bidireccional que convirtió a los santos y vírgenes patronos de los barrios y pueblos en la base de la organización social y el universo simbólico.
El santo patrono fundador de la ciudad de San Pedro Cholula fue San Gabriel, sin embargo, fue sustituido en el siglo XVII por San Pedro Apóstol, mismo que fue reinterpretado por la sociedad indígena durante la Colonia adquiriendo un simbolismo relacionado con la agricultura (comunicación personal con don Manuel Tlatoa) y con los muertos, generando una nueva advocación denominada San Pedro de Ánimas. Según diferentes versiones, ambos santos poseen semejanzas y diferencias.
Uno de los principales argumentos es que se conciben como una dualidad (un todo unido): mientras San Pedro Apóstol es visto como uno de los discípulos de Jesús, predicador del Evangelio y representante de la Iglesia católica; San Pedro de Ánimas se ocupa de las almas y de abrir las puertas del inframundo a quienes fallecen, también se le considera abogado de las ánimas del purgatorio, portero celestial y guía de las almas al paraíso. Lo significativo radica en que San Pedro es posicionado y nombrado de forma distinta según sea el rol que la colectividad le asigne.
Algunas interpretaciones locales indican además que San Pedro sustituyó a San Gabriel, santo patrón fundador de Cholula vinculado con la agricultura. San Pedro comparte cualidades y simbolismos con Mictlantecuhtli, dios prehispánico del inframundo y del lugar de los muertos. Esto se manifiesta en la Tlahuanca, pues como mencionamos al principio, durante esta festividad religiosa se honra y recuerda a las almas de los mayordomos perecidos y el clímax de la celebración consiste en embriagarse con pulque con el propósito de alcanzar la espiritualidad excelsa.
Como es sabido, en las distintas sociedades indígenas, los santos católicos adquirieron atributos y significados de las antiguas deidades mesoamericanas; por ejemplo, San Gabriel obtuvo propiedades asociadas con la Madre Tierra, Chicomecóatl; de ahí que algunos intelectuales locales explican que cuando el santo es llevado en procesión suele colocársele una flor, en representación de los frutos que la Tierra Madre da. Sin embargo, estos mismos simbolismos se le adjudican a la Virgen de Guadalupe, cuyo culto se introdujo en la localidad durante el siglo XVII por medio de las órdenes franciscanas, para las cuales representó la deidad principal de la Capilla Real, también llamada “De naturales”.
De esta manera se generaron paralelismos entre las deidades mesoamericanas y las católicas resultando analogías entre unas y otras, como en el caso de San Pedro de Ánimas y Mictlantecuhtli, y es por eso también que en Cholula se cree que él es quien conduce a las ánimas al cielo y tiene las llaves para abrirlo y cerrarlo11. Debido a la relación que sostiene con los muertos una de sus celebraciones más importantes es la del día 2 de noviembre, fecha en la que además se realiza el cambio de su Circular y se ofrece una misa en la Capilla Real, en honor a todas las ánimas cholultecas, a las cuales además, se les dedican ofrendas.
LA FIESTA Y SU DECURSO
Se trata de una actividad ritual que convoca a los hijos de barrio, los mayordomos, principales y tiaxcas12, quienes se concentran para atestiguar el servicio del custodio de la imagen de Ánimas. Los aspectos reseñados anteriormente permiten entender a la fiesta como un fenómeno cultural polisémico, complejo, cíclico, repetitivo, que contribuye a demarcar el espacio, significar el tiempo ritual en oposición al tiempo ordinario y a la vida cotidiana (Homobono, 2004, p. 34). La fiesta religiosa enlaza representaciones, participantes, actividades y múltiples expresiones lúdicas como la música, la danza, la comida o la bebida, con lo sagrado, provocando así la exaltación y la efervescencia social.
San Pedro de Ánimas llega a la Capilla Real
Como parte de las actividades de preparación de la Tlahuanca, el mayordomo encargado de San Pedro de Ánimas debe llevar candiles a la Capilla Real; esto se realiza la noche anterior que precede a la festividad con la finalidad de anunciarla13. También se atavía a la imagen con una capa, cuya tonalidad negra expresa luto, aunque el color puede variar según el barrio que posea la custodia, ya que en ocasiones la capa puede ser morada; no obstante, la vestimenta de la imagen siempre es fastuosa y resaltan sus hilos dorados o la túnica blanca que porta.
El arreglo floral que acompañará al santo se solicita con anticipación y habitualmente consiste en un portal que lo enmarca (ver Fig. 1). Asimismo, los responsables han convenido contar siempre con la presencia de un especialista14 que ejecuta un instrumento conocido como tocachate15, el cual sólo se escucha en temporada de Cuaresma y cuyo lenguaje sonoro (que combina la resonancia de la trompeta con una flauta de carrizo) acompaña a la imagen hasta su arribo a la Capilla Real. Pero no sólo ese sonido predomina, puesto que también se contrata a una banda de viento, que será la encargada de ejecutar marchas fúnebres al compás del avance de la comitiva por las principales calles del barrio.
La mañana del cuarto lunes de Cuaresma, la familia del mayordomo organiza16 un desayuno en el que ofrecen atole y tamales a los integrantes del sistema de cargos barrial (le suelen llamar: menordomos17, quienes asisten portando sus símbolos o “platitos” adornados con flores); también convocan a los principales (los que han sido responsables de la mayordomía de barrio) y a los tiaxcas (los que han sido mayordomos de Circular). A ellos se suman los hijos de barrio y los cargadores18; estos últimos son los responsables de transportar a la imagen y suelen distinguirse por el uso de una camiseta o un chaleco19.
El protocolo cambiará dependiendo de la organización del barrio del que se trate, aunque generalmente se visitan las casas de los dos mayordomos que custodian las imágenes de la Virgen de los Remedios y de la Virgen de Guadalupe. Asimismo, se acude a la iglesia del barrio para incorporar al santo patrón, de modo que se integre un contingente, que alrededor del mediodía, se dirija a la Capilla Real. La distribución es la siguiente: el cohetero debe ir al frente seguido por los integrantes de apoyo a la Liturgia, los cargueros mayores, el mayordomo de la imagen que se venera en el barrio, así como los menordomos. Enseguida irán los cargadores portando las imágenes y al final la banda de viento. Sólo el tochacatero debe avanzar al lado de San Pedro de Ánimas y durante el recorrido emitir singulares tonadas.
El traslado de la casa del mayordomo a la Capilla Real varía dependiendo de la distancia del barrio del que se parte; sin embargo, el paso de la comitiva por las calles indiscutiblemente llama la atención de los transeúntes y de los vecinos, quienes al escuchar la música se asoman por puertas y ventanas o salen a la calle para santiguarse, tomar fotos o bien recibir la invitación de los integrantes del sistema de cargos, quienes les indican: “acompáñenos”.
Al ingresar al atrio de la Capilla Real se queman cohetes y el paso de la imagen es lento; la sonoridad del tochacate y la flauta de carrizo se fusionan con la emitida por la banda de viento. Los mayordomos de los nueve barrios restantes, los principales que fungirán como alumbradores en la velación de los mayores y los hijos de barrio que esperan a la entrada principal de la Capilla observan el proceso de manera atenta y expectante. A ellos se suman periodistas y curiosos que desean presenciar el inicio de la Eucaristía.
A la una de la tarde, el sacerdote sale a recibir a la comitiva dándoles la bienvenida y rociando agua bendita a los integrantes del barrio anfitrión. Es decir, quienes tienen en resguardo la imagen de San Pedro de Ánimas deben avanzar por el pasillo principal haciendo reverencia ante el ciprés en el que se encuentra la Virgen de Guadalupe; posteriormente deben dirigirse al altar de Ánimas, que se encontrará adornado con flores, especialmente para la ocasión, ahí colocarán la representación de un ánima, que será utilizada para las misas de nueve días o cabo de año.
A los costados de la nave se distribuyen las imágenes de la Virgen de Guadalupe, de Los Remedios, el santo patrono del barrio anfitrión y San Pedro de Ánimas, que se destaca por tener a sus pies unas pequeñas figuras humanas hincadas con las palmas de sus manos unidas, en alusión a la pena que embarga durante el proceso de purificación; éstas son conocidas localmente como animitas.
La misa: el pedimento de lluvia y la rogación por las ánimas de los mayordomos
Tanto en el recibimiento ofrecido por el sacerdote en la iglesia como durante la homilía, se expresa que la intención de la misa es solicitar los mantenimientos que brinda la tierra, las buenas cosechas y la presencia de lluvia para los campos de cultivo; por ello algunos habitantes la nombran fiesta de la fertilidad, ya que explícitamente se pide por la presencia de lluvia. Este acto se conjuga con el pedimento por el eterno descanso de principales y tiaxcas finados, razón por la cual algunas personas también la llaman misa de Ánimas o festividad de principales.
La estrecha relación simbólica entre muerte y fertilidad ha sido planteada por estudiosos contemporáneos de la cosmovisión y la ritualidad indígena en México como Good, a quien ya mencionamos anteriormente, que desde la disciplina etnográfica afirma que los muertos son intermediarios del bienestar colectivo, ya que “pueden hablar directamente con los santos”, es decir, trabajan en beneficio de los vivos (1996, p. 278). De esta manera, el argumento de los cholultecas acerca de que la finalidad de la Tlahuanca consiste en pedir por el eterno descanso de los mayordomos que se han adelantado, puede asociarse con el significado que algunas sociedades indígenas le otorgan al trabajo o tequitl, el cual no está limitado a los seres humanos, sino también a los santos, animales, plantas y, por supuesto, a los muertos, “quienes trabajan en beneficio de los vivos” trayéndoles frutos (ibid., p. 276).
Por otro lado, y como se abordó ya en este texto, en Cholula se demuestra la relación simbólica –resultado del proceso sincrético– entre la imagen de San Pedro de Ánimas con la deidad mesoamericana de Mictlantecuhtli, señor de los muertos y del inframundo. Los habitantes aluden explícitamente que se trata de una práctica en la que se revela la confluencia de la tradición católica con la tradición prehispánica.
Los abuelos cholultecas expresan que la Tlahuanca se lleva a cabo en fechas cercanas a la primavera debido al renacer de la tierra y al cambio del clima frío al caliente. Por ello, en el 2018 colocaron follaje verde a la base del arco adornado que enmarcó a la imagen del santo Ánimas, en clara asociación con las plantas. “Se espera que venga la vegetación, luego la época de siembra, esperamos que los campos estén verdes y que no falte el pan de cada día [para] que San Pedro de Ánimas no nos abandone en el nuevo ciclo agrícola que está por comenzar”20.
De esta manera en San Pedro Cholula, la festividad de la Tlahuanca se asocia con un simbolismo ritual de muerte y fertilidad, “…en la conceptualización local, los muertos pueden traer el viento y las nubes cargadas de agua y además pueden hacer fértil la tierra y productiva la semilla” (Good, 2005, p. 103). La tradición oral de la localidad relata que los antepasados llevaban a San Pedro de Ánimas “…en procesión recorriendo las cruces de todos los barrios de Cholula, en cada estación se pedía agua de lluvia con la intención de que no faltara cosecha y así tener alimentos”21. Hoy todo ello se efectúa al interior de la Capilla Real, en donde se realiza el pedimento de lluvia a San Pedro de Ánimas, debido a que él tiene las llaves del cielo, por lo que puede dotar de un buen temporal.
La llegada de las lluvias significa la fertilidad de la tierra y el crecimiento de los cultivos, principalmente del maíz, que para el caso de Cholula –como de la gran mayoría de comunidades campesinas e indígenas de México– constituye el principal alimento. Por tal razón, el trabajo agrícola ha sido profundamente ritualizado, como es el caso de la petición de lluvia que se realiza durante la Tlahuanca. La importancia del maíz en este complejo simbólico se refleja en esta frase: “Al comer el maíz, comen la tierra, ya que ésta nutre las plantas y los humanos reciben su fuerza; esta lógica explica las constantes ceremonias agrícolas” (Good, 2005, p. 105).
Después de celebrar la Tlahuanca se espera al noveno domingo de Pascua para que los integrantes de los 10 barrios se vuelvan a congregar en la Capilla Real, en esta ocasión, para agradecer la cosecha, es decir, la intencionalidad y el significado de esta festividad consiste en celebrar las primicias que otorga la tierra, y se le conoce como el Altepeilhuitl o fiesta del pueblo, fecha en la que los santos acuden ataviados con chile, calabazas, frutas y otros productos que la tierra provee, siendo el maíz uno de los principales protagonistas. Por lo tanto, el propósito de la primera fiesta radica en propiciar la fertilidad y el de la segunda, en agradecer los primeros frutos de la cosecha.
Sin embargo, un constructo simbólico característico de la Tlahuanca es el consumo del pulque, pues se cree que, para interactuar con los muertos, lo mismo que con San Pedro de Ánimas, se requiere de un estado especial, el cual provocará la ingesta del pulque, popularmente conocida como borrachera espiritual. Antiguamente los antepasados llevaban en procesión a la imagen de San Pedro de Ánimas y durante el trayecto, los pobladores ofrecían a la comitiva pulque para saciar su sed; era tal la cantidad de su consumo que terminaban tirados o borrachos en el camino, motivo por el cual los cholultecas asocian al santo Ánimas con la embriaguez; no obstante, se concibe como una borrachera de Dios, llamada por otros, embriaguez del alma, porque está relacionada con actos religiosos como la misa, la procesión al interior de la Capilla Real y por último la bendición antes de beber el pulque. Previo a estos pasos, se lleva a cabo una acción muy representativa que se detalla a continuación.
El reparto de cruces
El mayordomo de San Pedro de Ánimas solicita con antelación se elaboren cruces de madera, algunos las llaman de San Pedro y las describen así: “son como las que porta el Papa”. Se trata de una reproducción a escala de la cruz que porta la imagen titular de la Tlahuanca; se laquean con barniz oscuro pues representan duelo, por los difuntos. Su tamaño puede variar de acuerdo con el artesano que las elabore, pero la forma y el material empleado siempre son los mismos.
Algunos integrantes del barrio anfitrión reparten las cruces, sobre todo entre los mayordomos de Circular, los representantes de los barrios, los menordomos y los alumbradores acompañantes22. Se entregan, ya sea antes o durante la petición de la limosna, o al concluir la comunión. Los integrantes del equipo que distribuyen las cruces caminan entre las sillas, butacas y espacios estrechos, ya que se trata del preámbulo de la procesión de ánimas y es importante que los participantes del recorrido las porten.
Los pobladores suelen colocar estas cruces de madera en sus altares domésticos, pues las consideran benditas, por lo que creen otorgan protección a las familias y alejan el peligro si se ponen detrás de las puertas o a los lados de las ventanas. En algunos hogares cholultecas es posible observar tantas cruces como participaciones se han tenido en la Tlahuanca.
La procesión
Al término de la comunión, los cargadores de San Pedro de Ánimas, alumbradores, mayordomos, asistentes, músicos de la banda de viento, ejecutantes de violín y el tochacatero se levantan de sus asientos y forman un contingente ordenado para llevar a cabo la procesión al interior de la Capilla Real, acción que consiste en recorrer las cuatro esquinas del recinto en sentido inverso a las manecillas del reloj. Previamente se han colocado altares en los que se detendrá a la imagen, momentos en los que el sacerdote ofrece incienso a San Pedro y expresa en voz alta: “Oremos…” Es común que solicite el perdón a las faltas cometidas en vida por los principales y los tiaxcas, así como también pide por su eterno descanso, ruega a la imagen del santo Ánimas que ayude y proteja a todos los difuntos y a la comunidad de los vivos; acto seguido rocía agua bendita en el piso. La mayoría de los asistentes a la Eucaristía conceden solemnidad a este evento, por lo que acompañan al santo durante el recorrido.
En la celebración eucarística, de igual modo que a lo largo de la procesión, los alumbradores vigilan que los cirios permanezcan encendidos; si alguno llega a apagarse, de inmediato vuelve a prenderse, puesto que la luz de los mismos constituye un elemento de suma importancia cuando su misión es conducir a las almas de los difuntos, por lo que sólo deben extinguirse hasta el final de la procesión de ánimas. Otros elementos relevantes componentes del ritual lo representan los instrumentos musicales como el tochacate y la flauta de carrizo; su sonido cobra especial realce al interior de la Capilla Real y algunos hijos de barrio señalan que la resonancia del tochacate se asocia con actos fúnebres y con el sacrificio.
Al concluir la misa se solicita al sacerdote bendecir el pulque, tanto al interior de la Capilla Real como en el atrio, aspectos que se reseñan más adelante. Mientras que, al término de la procesión, San Pedro de Ánimas es colocado cerca de su altar, junto a las otras imágenes de Circular. Otro acontecimiento que suele llevarse a cabo es la participación de la Asociación de Resguardo del Patrimonio Cultural de San Pedro Cholula, cuyos integrantes reparten trípticos que incluyen la historia del recinto, los nombres de los mayordomos en turno, así como algunos datos relevantes de la fiesta.
Bendición del pulque
Por lo general, se llevan a cabo dos actos para bendecir el pulque, aunque puede depender de la organización y las costumbres propias del barrio anfitrión. El primero se desarrolla en el interior de la Capilla Real y el otro en el atrio. Adentro de la Capilla suele colocarse, a los pies del altar de Ánimas, una pequeña mesa con recipientes de distintas formas y tamaños que contienen pulque. Puede tratarse de jarras, cubetas o algunas jícaras de color rojo. También es frecuente la presencia de algunas cruces de madera como parte de los objetos rituales más representativos de la Tlahuanca (ver Fig. 2); el sacerdote los bendice después de la misa mediante un acto breve, aunque algunos mayordomos refieren que esta práctica es de reciente creación.
Al momento de la bendición en el interior de la Capilla, el párroco menciona frases alusivas a la fraternidad y a la unidad social, estados que se refuerzan con la presencia del pulque, de acuerdo con expresiones como ésta: El pulque que nos une como un pueblo. Otras exaltan la importancia de la tradición: la fe de los antepasados; mientras algunas más resaltan el privilegio de San Pedro Cholula al representar una ciudad sagrada.
Al concluir la bendición interna, el clérigo se dirige al gran atrio de la Capilla Real acompañado por una comitiva, integrada por los mayordomos de las tres Circulares y los del barrio anfitrión. Es notable el papel protagónico del mayordomo de San Pedro de Ánimas, quien preside la comitiva y la consagración del pulque, el cual se ubica en medio de la gran explanada del atrio depositado en grandes contenedores de 500 litros. El ambiente de solemnidad del acto ritual previo, poco a poco, da lugar a uno más lúdico en el que las risas y la exaltación social están presentes, así como el interés masivo por degustar el preciado líquido. El sacerdote al bendecir la bebida vuelve a evocar que ésta es soporte de la convivencia y de la cohesión comunal, lo describe como un medio para la construcción de lazos sociales, como fruto de la tierra y por último, como “…bebida espiritual o espirituosa, porque el espíritu de tus hijos es seguir caminando como pueblo, como familia a la vida eterna de los que ya se han adelantado, nuestros principales y tiaxcas”. Al continuar con su discurso pide al Dios creador que bendiga la bebida, posteriormente con sus manos hace la señal de la cruz dirigiéndose hacia el contenedor de pulque, esparce agua bendita y concluye expresando: Dios los bendiga y que viva la fiesta de la Tlahuanca.
Con ello se da por concluida la bendición y se procede a repartir a los comensales el pulque servido en vasos. Los primeros en probar la preciada bebida son el mayordomo de San Pedro de Ánimas, el sacerdote y los principales y mayordomos en funciones, quienes antes de ingerirla levantan su recipiente y se dirigen a los asistentes mediante la expresión: ¡Salud!; a su vez, ellos también responden la cortesía con el mismo vocablo; algunas personas expresan frases como: ¡Hasta el fondo! y otros más exclaman: ¡está muy bueno! o ¡está muy rico!
En 2018 se bendijo primero al pulque que donó el Ayuntamiento de San Pedro Cholula y posteriormente al pulque que adquirió el mayordomo de la Circular. Una vez concluido este acto formal, se inicia el reparto de la bebida a todos los asistentes a la celebración.
Agradecimiento del mayordomo
En tanto se reparte el pulque, frente a la puerta principal de la Capilla Real se lleva a cabo otra actividad reglamentaria en los actos festivos religiosos de San Pedro Cholula conocida como los agradecimientos. Para ésta, los mayordomos de los barrios y los alumbradores que acompañaron la Eucaristía se forman en dos hileras paralelas; el mayordomo anfitrión, junto con los demás integrantes del sistema de cargos –tanto los activos como los pasados– establecen una fila que recorre de forma ordenada la otra, estrechando las manos y realizando un reverencia1 a las imágenes de sus respectivos patrones barriales (vírgenes y santos representados en cetros y platitos2 que portan los mayordomos).
Al estrechar las manos se expresa lo siguiente: “En nombre de María Santísima, de San Pedro de Ánimas y de mi familia, te damos las gracias por habernos acompañado en esta festividad tan importante para nosotros, los cholultecas”. Otros expresan: “A nombre de San Pedro de Ánimas le agradezco profundamente el haber atendido la invitación de acompañarnos, que Dios con su infinita misericordia brinde bendiciones”; otros más resaltan la importancia de la tradición, a fin de mantenerla, cuidarla y evitar su pérdida, así como señalan la relevancia de incorporar a los niños en su práctica.
El custodio de San Pedro de Ánimas entrega a cada mayordomo de barrio una jarra de barro con pulque y pequeños jarros o jícaras para que comparta con sus comitivas, así también a los alumbradores se les suele obsequiar un cuadro o fotografía del santo enmarcada o, en su caso, recipientes con pulque; tal labor puede durar varios minutos. Conforme los mayordomos de los barrios reciben pulque, se retiran para convivir con sus respectivas comitivas, las cuales se han ubicado en algún punto del atrio para degustar la bebida bendecida y la comida preparada para la ocasión (ver Fig. 3).
La borrachera: El reparto del pulque
En tanto transcurren los agradecimientos que expresa el mayordomo de San Pedro de Ánimas al resto de los integrantes del sistema de cargos, en el atrio se congregan los asistentes (personas del poblado, turistas, periodistas, etc.) en torno a los contenedores benditos por el sacerdote. Los organizadores intentan mantener el orden a través de filas para que todos reciban un vaso o jícara de pulque excluyendo sólo a los niños (ver fig. 4).
La banda de viento invitada por el barrio anfitrión interpreta una serie de melodías; para este momento ya no se escuchan marchas fúnebres, sino ritmos alegres y cadenciosos que contribuyen a generar un ambiente festivo, lleno de deleite. Para amenizar la celebración, el barrio anfitrión (en algunas ocasiones) además de la banda de viento, contrata a una orquesta o grupo musical para que amenice el convite, por lo que el bullicio de la música se percibe al menos a una cuadra de distancia.
A la celebración asisten familias completas. Muchos niños aún llevan el uniforme de la escuela, otras personas más van solas o especialmente se han dado una escapada, ya que un pulque no se desprecia, según se dice; regularmente la bebida que se degusta proviene de comunidades del estado de Tlaxcala, concretamente, de Atzayanca y de Nanacamilpa.
Los comensales buscan algún lugar con sombra, un asiento, piden repetir más bebida, van a persignarse ante las imágenes veneradas este día; algunos deciden incorporarse a las comitivas de sus barrios. Durante este proceso, ocurre una constante quema de cohetes que produce un complejo lenguaje sonoro y contribuye a la creación de una atmósfera llena de algarabía.
El Convite
En el amplio atrio de la Capilla Real se instalan grandes lonas o toldos un día antes de la misa. Por la mañana del lunes arriban quienes prestan el servicio de alquiler de mesas y sillas, y los integrantes de los 10 barrios (por lo regular, familiares y personas asignadas por alguno de los mayordomos), quienes apoyan en actividades logísticas acondicionan el escenario para la celebración; se observa un continuo ir y venir de personas. Algunas puertas de acceso se saturan con la presencia de camionetas que trasladan implementos como anafres, tanques de gas, recipientes (cazuelas, ollas de aluminio y peltre; garrafones de plástico con pulque, desechables, etcétera) bebidas (cajas de cartón que contienen cervezas y refrescos), comida (bolsas de tortillas, cazuelas u ollas con mole, arroz, pan de fiesta, fruta, etc.), mantelería, parrillas, carbón y otros utensilios para el consumo de alimentos y bebidas que serán distribuidos entre los integrantes de los barrios.
Cada comitiva que representa a los 10 barrios que integran a San Pedro Cholula cuenta con un lugar específico en el atrio, el cual se otorga y apropia generacionalmente; puede ser una esquina, al pie de una escalinata, al lado de una barda, debajo de un árbol o a la izquierda o derecha de la entrada principal. Aquí, cada grupo barrial instala lo necesario para realizar su convite; una vez dispuestos los espacios y concluida la bendición del pulque, se concentran los hijos de barrio, mayordomos, principales y tiaxcas para degustar sus alimentos.
Cada espacio barrial en el atrio de la Capilla Real posee un elemento distintivo e identificable, ya que se suele destinar una pequeña mesa en la que se colocan los símbolos representativos, es decir, los platitos, estandartes y cetros. Algunos de estos últimos son recargados en el tronco de un árbol y otros llevan las bases para colocarlos, de modo que los grupos son fácilmente reconocibles de acuerdo con el lugar que ocupan, así como también por el cetro que posee en la cúspide, ya sea la virgen o el santo protector del grupo.
El escenario festivo se complementa con la presencia de vendedores ambulantes que ofrecen diversos productos y alimentos como: bebida de cacao (característica de las fiestas religiosas en la región, que se sirve en una jícara roja), helados, paletas, semillas de calabaza, haba o cacahuates tostados con sal, artesanías elaboradas de madera como juguetes, utensilios de cocina (cucharas, recipientes), objetos elaborados con piedra volcánica como molcajetes o figuras de distintos tamaños (leones, ranas, perros), además de ropa bordada que se distingue por los conocimientos, habilidades y simbolismos plasmados por los artesanos, quienes presentan en sus textiles elaboradas grecas, flores o animales.
En este contexto los cholultecas expresan categóricamente: “Primero la misa y luego nos tomamos un vaso de pulque”, cumpliendo con el protocolo y la ritualidad que dicta la tradición. Es común que las personas que asisten a la Tlahuanca permanezcan toda la tarde, después del consumo de pulque se ingieren otras bebidas embriagantes; sin embargo, algunos comensales señalan que no es recomendable tomar ese día en el recinto de la Capilla Real otro tipo de licores.
Alrededor de las seis de la tarde, las comitivas barriales ingresan a la Capilla Real; aquí se concentran los integrantes del sistema de cargos, los cargadores y los músicos, quienes vuelven a tocar para amenizar el retorno de las imágenes al barrio anfitrión de las Circulares. Es un momento de alegría y emoción, ya que se ha cumplido con el compromiso hacia la comunidad y con el santo; por ello, los involucrados se agradecen y felicitan mutuamente por haber cubierto satisfactoriamente su responsabilidad.
El retorno al barrio sigue más o menos la misma ruta que la llegada; durante el trayecto se trata de evitar el tráfico vehicular y los cables de suministro de energía eléctrica que suelen estorbar el paso de la imagen San Pedro de Ánimas y de su gran arco floral; también se anuncia la travesía de la procesión a través de cohetes y de la música que la acompaña.
Durante el arribo de las imágenes al barrio repican las campanas de la iglesia. Acto seguido, se realiza una rápida visita a las casas de los mayordomos de la Virgen de Guadalupe y de la Virgen de los Remedios para entregar las imágenes respectivamente y agradecer por parte del mayordomo de San Pedro de Ánimas su presencia y el apoyo recibido, así también suelen disculparse por las fallas o errores cometidos durante la festividad, reiterando la importancia de la costumbre y de continuar conservando lo que llaman hermosas tradiciones. Para finalizar, se resalta la importancia de la reunión festiva, misma que el barrio anfitrión podrá volver a experimentar hasta después de 10 años, cuando el colectivo vuelva a tener bajo su custodia a la imagen de San Pedro de Ánimas.
CONCLUSIÓN
La fiesta de la Tlahuanca posee un complejo decurso ritual y simbólico que se objetiva en un conjunto de prácticas, roles, participantes, tiempos y espacios que guardan especial relevancia y que se explican a partir de la cosmovisión de tradición mesoamericana. La fiesta expresa múltiples funciones, entre ellas, su labor en favor de la reproducción sociocultural, la cohesión y la identidad del grupo. Por otro lado, mediante las prácticas sincréticas se puede observar el proceso que los miembros de los barrios llevan a cabo para apropiarse de símbolos compartidos localmente que asignan, explican, justifican y atribuyen una serie de creencias, rasgos y propiedades, tanto a San Pedro de Ánimas como a los muertos, específicamente a quienes en vida sirvieron a este santo o a alguna otra deidad.
El conjunto de expresiones en torno a la fertilidad de la tierra, la presencia de lluvia y la solicitud de acompañamiento e intervención por parte de la entidad que tiene las llaves del cielo, permite presumir que aunque la ciudad de Cholula posee características modernas y urbanas, está constituida también por la combinación de rasgos socioculturales pertenecientes a la vida campesina-indígena, lo cual puede observarse en la vigencia de rituales dedicados a propiciar la agricultura, entre los que destaca la fiesta de la Tlahuanca o la borrachera espiritual, cuyo principal simbolismo lo integra la dualidad fertilidad-muerte, y su práctica evoca y solicita a las almas de los mayordomos y principales fenecidos velar por la comunidad viva otorgando lluvias, fertilidad a la tierra, desarrollo adecuado de los cultivos y, por ende, el bienestar de los humanos.
Estos actos rituales vinculados con la subsistencia, se expresan en una multiplicidad de actividades y dinámicas laborales en medio de un contexto en el cual la agricultura pierde cada vez más importancia; sin embargo, tal realidad no afecta las representaciones sociales, la cosmovisión y la ritualidad de los cholultecas. Parte de la vigencia de estas expresiones culturales se relaciona con la estructura social, ya que a partir de estas prácticas los miembros de los barrios establecen mecanismos de solidaridad, cohesión y reciprocidad simbolizados en la figura de los santos –en este caso, de San Pedro de Ánimas y de los mayordomos muertos–, unidos a la intermediación producida por la ingesta del pulque, considerado una de las bebidas rituales más importantes de Mesoamérica. Así, ambos tipos de entidades intervienen para que sus hijos y descendientes puedan contar con tierras fértiles, agua, trabajo y alimentos aduciendo que Dios no se olvida de Cholula; a cambio, los vivos los recuerdan, los evocan, los honran, los ofrendan, los alimentan y también los protegen mediante fiestas religiosas, principales escenarios en los que se consolidan las relaciones de reciprocidad entre humanos y deidades.
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ANEXO FOTOGRÁFICO
Figuras 1 y 2: San Pedro de Ánimas arribando a la Capilla Real. En el interior del recinto se ha dispuesto una mesa que contiene diversos recipientes con pulque, el cual será bendecido y posteriormente degustado por los asistentes a la fiesta de Tlahuanca. (Fotografías: Sebastián Licona Gámez, 12 de marzo de 2018)
Figuras 3 y 4: Escenas del convite y la degustación de pulque durante la celebración de la Tlahuanca. En la fotografía 3 se encuentran algunos mayordomos e hijos de barrio disfrutando del néctar. En la imagen 4, todos los asistentes conviven y beben el líquido consagrado en el atrio de la Capilla Real (Fotografías: Daniel Sánchez Águila, 12 de marzo de 2018)
NOTAS
1 Consiste en besar mutuamente los cetros y platitos entre quienes intercambian palabras.
2 Platos fabricados en plata, en cuyo centro se encuentra una pequeña imagen de la virgen o santo bajo el resguardo de un mayordomo de Circular, de barrio, o menordomo.
1 La ciudad dual de Cholula está integrada por dos cabeceras municipales, San Andrés y San Pedro Cholula, ambas, estrechamente relacionadas cultural e históricamente desde la época prehispánica hasta la actualidad. Estas poblaciones son de origen étnico distinto (los olmeca-xicalanca y los tolteca-chichimeca, respectivamente); en la época precolombina, ambos grupos se disputaron el control de la gran pirámide de Cholula (Tlachihualtépetl) dando forma a la actual traza de la ciudad y a la vida social, pero también a las diferencias identitarias y a las confrontaciones político administrativas.
2 Durante la Colonia los franciscanos generaron toda una estrategia de evangelización en Cholula que implico la suplantación de las deidades mesoamericanas por las católicas. En donde estuvo el templo de Quetzalcóatl, se levantó un templo dedicado a San Gabriel en el año de 1549 y cerca de este se construyó una gran capilla abierta para la doctrina, constituida por nueve naves, la cual se le denomino Capilla Real (Bonfil, 1988, p. 171). En la cúspide de la gran pirámide (Tlachihualtépetl) dedicada a deidades del agua, se construyó una ermita que hubo de reedificarse a finales del siglo XVI y cuya conclusión fue hasta mediados del siglo XVII. En esta se estableció el culto a la Virgen de los Remedios, la virgen conquistadora de los españoles (Rojas, en Bonfil, 1988, p. 171). Esta virgen contiene simbolismos relacionados con el agua y la fertilidad. Es considerada la madre de los cholultecas. Su fiesta tiene carácter regional y se realiza el 8 de septiembre.
3 Un mayordomo es el responsable del cuidado de la imagen de un santo y de la organización de sus fiestas. Es un cargo rotativo, su elección requiere del consenso de los miembros del barrio. Al tomar la responsabilidad adquiere prestigio y respeto, cualidades que se incrementan al concluir su función; recibe el nombramiento de “principal” y pasa a formar parte de un selecto grupo que después le permitirá asumir otro cargo de mayor jerarquía. Se trata de personas con autoridad, voz y voto para decidir sobre el futuro del barrio.
4 Los diez barrios son los siguientes: San Miguel Tianguisnahuac, Jesús Tlatempa, San Matías Cocoyotla, San Juan Calvario Texpolco, Santa María Xixitla, La Magdalena Coapa, San Pedro Mexicaltzingo, San Pablo Tecama, Santiago Mixquitla y San Cristóbal Tepontla. La división de los barrios originales debe haber sucedido en la segunda mitad del siglo XIX. Se dice que los nuevos barrios eran “capules” de los cinco iníciales. De San Miguel surgió Jesús; de Santiago, San Matías; de San Juan, San Cristóbal; La Magdalena se separó de Santa María y San Pedro de San Pablo (Bonfil, op cit., pp. 174-175).
5 Por lo que podría describirse en plural: Tlahuancas.
6 Organización sociorreligiosa jerarquizada, cuyas funciones principales son el cuidado y la organización de las fiestas dedicadas a los santos. Coadyuva con la cohesión social y reproducción cultural e identitaria. Se trata de un mecanismo de defensa de los intereses colectivos, por lo cual conlleva una responsabilidad compartida, pero goza de autonomía en la elección de los cargueros y, por tanto, en las decisiones internas, por lo que se defiende con ahínco en tanto expresión de independencia frente a la sociedad global (Bartolomé y Barabas, 1990, p. 23).
7 Al ritual lo concebimos “como acciones pensadas y pensamientos actuados”. La capacidad de fusión del ritual entre “pensamiento y acción” no implica cualquier pensamiento ni cualquier acción. El ritual posee un sistema de creencias que, como un todo, se integran en el pensamiento –aquél que ha erigido una teoría del mundo “cosmovisión” y los comportamientos– (Díaz Cruz, 1996, p. 18).
8 Se dice que se conmemora a los mayordomos que han muerto durante el año, pero otros infieren que a todos los finados.
9 La explicación de esta ubicación temporal se debe a que “Desde el siglo XII en Roma, el cristianismo por ley canónica anulaba la vigilia y abstinencia, cada cuarto lunes de Cuaresma” (Vive Cholula, 2012).
10 En el pasado, la Tlahuanca se llevaba a cabo en cada uno de los llamados barrios originarios, donde se hacía un recorrido acompañado de una carreta que llevaba recipientes de pulque; después del responso se brindaba (Mayordomía Circular de San Pedro de Ánimas, 2016).
11 Algunas personas plantean que se trata de una interpretación del Evangelio de Mateo, 16, 19.
12 Uno de los cargos más importantes de la mayordomía como organización sociorreligiosa es el de tiaxca, que según versiones locales significa el “hermano mayor” o “jefe”. Son personas que han ocupado todos los escalafones de la organización, por lo cual poseen un profundo conocimiento de las costumbres barriales y gozan de amplio prestigio y respeto.
13 Actividad que consiste en llevar latas con gasolina impregnada en estopas, a fin de que sirva como combustible y se mantenga encendida durante el trayecto, para posteriormente colocarlas en lo alto de la iglesia.
14 Varón que ha recibido el conocimiento empírico trasmitido por parientes o amigos para tocar e incluso fabricar o reparar el instrumento musical nombrado en náhuatl, tochacate.
15 Trompeta larga y delgada fabricada con latón. Algunos autores la consideran un instrumento de origen prehispánico (Llaven, 2010).
16 La casa que recibe a San Pedro de Ánimas cuenta con un altar especial en el que se coloca la imagen del patrón, se adorna con flores, cortinas, cuadros o fotografías familiares, así como con el cetro y platitos, los cuales también suelen adornarse con flores naturales de diversos colores, lo que evoca la ocasión festiva.
17 Responsables de la custodia de un platito, cetro, estandarte o nicho de alguna de las imágenes veneradas en el barrio.
18 Varones que por invitación especial del mayordomo serán los responsables en el transcurso de un año, de transportar al santo a todos los compromisos del ciclo festivo.
19 Previo al traslado de la imagen, los cargadores rezan, se santiguan y tocan o besan los ropajes del santo, como solicitando su permiso para transportarlo.
20 Comunicación personal con el Principal del barrio de San Pablo Tecama, agosto de 2018.
21 Comunicación personal con el Principal del barrio de la Magdalena Coapa, junio de 2018.
22 Son principales previamente convocados, participan cuatro por cada barrio y su función es mantener un cirio encendido durante la misa.
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