Con mucha satisfacción y agrado presentamos el vol


Cita recomendada: Prado, D. (2018) Reseña del libro de Norberto Mollo. Toponimia indígena. Sur de Córdoba, sur de San Luis y sur de Santa Fe. Río Cuarto: UniRío, 2017, 150 pag.

Revista TEFROS, Vol. 16, N° 2, julio-diciembre 2018: 205-210.



Reseña al libro de Norberto Mollo, Toponimia indígena. Sur de Córdoba, sur de San Luis y sur de Santa Fe. Río Cuarto: UniRío, 2017, 150 págs.


Review: Norberto Mollo, Indigenous toponymy. South of Córdoba, south of San Luis and south of Santa Fe.

Daila Prado

Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina


Fecha de presentación: 05 de julio de 2018

Fecha de aceptación: 11 de julio de 2018


RESUMEN

Descripción y análisis somero del libro Toponimia indígena. Sur de Córdoba, sur de San Luis y sur de Santa Fe, en el cual el autor reúne y sistematiza la información recogida durante años de investigación y trabajo de campo, en relación con los topónimos indígenas de las provincias mencionadas.

Palabras clave: topónimos; indígena; cartografía; Córdoba; Santa Fe; San Luis.


ABSTRACT

Description and shallow analysis of the book Indigenous toponymy. South of Córdoba, south of San Luis and south of Santa Fe, in which the author gathers and systematizes the information collected during years of research and fieldwork, in relation to the indigenous toponyms of the mentioned provinces.

Key words: place names; indigenous; cartography; Córdoba; Santa Fe; San Luis


El libro cuenta con una introducción a cargo del autor y prólogo de Graciana Pérez Zavala.

La prologuista detalla los departamentos de las tres provincias donde se focaliza el estudio, a saber: En San Luis: departamento Gobernador Vicente Dupuy y en parte los departamentos Juan Martín de Pueyrredón y General Pedernera; en Córdoba: departamentos Río Cuarto, Juárez Celman, Roque Saénz Peña y, especialmente, el de General Roca; en Santa Fe, departamento General López. En la parte final del prólogo, Pérez Zavala afirma que “…podemos concebir a los topónimos como moradas de la memoria histórica del paisaje. Ellos aluden a la importancia del agua y del relieve en sus distintas manifestaciones para las sociedades indígenas. También remiten al valor de los minerales, de la fauna y de la flora en el curso de la vida”.

El autor, por su parte, en la introducción da cuenta de una pregunta que, formulada desde hace tiempo, lo impulsó a la investigación y el estudio de los topónimos: “¿Será posible hallar en el terreno actual esos sitios que figuraban en las antiguas cartas geográficas?”. Enumera a continuación las cartas geográficas, mapas y planos de las tres provincias que consultó y que obraron como fuentes. También consigna la bibliografía, sobre todo diccionarios bilingües, fundamentales para el objetivo planteado. Hace referencia a los exónimos (topónimos traducidos de una lengua en otra), y ejemplariza para mostrar cómo los mismos desvirtúan el sonido original, al punto de que Naciones Unidas recomienda en lo posible se respeten los nombres en el idioma original y no se creen nuevos exónimos. Un caso testigo mencionado por el autor es el de Wingka Runganko, que traducido al español pasa a escribirse Huinca Renancó, una voz que suena parecida pero no idéntica. En la introducción, el autor señala que su propósito fue


situar, en una carta geográfica actual, los topónimos históricos de raíz indígena que aparecen en diversos mapas históricos. Para llevar adelante esta tarea se realizó una minuciosa investigación cartográfica en la Dirección de Catastro de la Provincia de Córdoba, en la Dirección Provincial de Catastro y Tierras Fiscales de San Luis, y en la Dirección de Topocartografía-SCIT Rosario- de Santa Fe, donde se tomaron imágenes de los planos de mensura originales, los cuales contenían abundante toponimia. La información obtenida fue trasladada a cartas topográficas del IGN (escala 1.100.000), que se unieron en un mosaico cartográfico de toda el área de estudio. Para incrementar la precisión de la información se utilizaron imágenes satelitales y software para georreferenciación, lo que permitió determinar con bastante exactitud la situación de los topónimos.


El libro de Norberto Mollo viene a completar carencias en trabajos de investigación de vocablos indígenas que nombran lugares, los que, hasta ahora, se encuentran un tanto desperdigados en publicaciones de diversa índole. La elección del sur de tres provincias argentinas: Córdoba, San Luis y Santa Fe, es acertada desde el momento en que comparten una característica determinante: las tres fueron frontera. Esa línea sinuosa, invisible y cambiante, incidió en todos los aspectos de la vida rural y urbana mientras duró su influencia; aun después de la Campaña de Roca, la frontera y sus representaciones, sus mitos, continuaron vivos y brindaron su impronta en los territorios del sur, en los que, afortunadamente, los topónimos indígenas adquieren una visibilidad insospechada para aquellos que creían en la desaparición de pueblos originarios, de su cultura, creencias, tradiciones y, por sobre todo, su lengua. La permanencia de topónimos que remiten directamente a los pueblos originarios de la pampa (incluso de otras etnias como la quechua y la calchaquí) es también, y por sobre todo, un triunfo sobre la dictaminada muerte y olvido de las culturas aborígenes. “Los muertos que vos matáis”, podrían expresar, si hablaran, diversas localidades, parajes, puestos, al referirse al intento de rebautizar lugares y con ello arrancar de la tierra madre los nombres que huelen a tierra, saben a vida vivida, tienen memoria de rogativas, indican peligro, o aguadas, o bienvenida sombra, o sitio donde abundan las chauchas de algarrobo, ese maná de la llanura.

Cada vez más, a medida que transcurre el tiempo, se estudian y se valoran desde distintos campos disciplinares las tácticas sistémicas que los pueblos originarios empleaban para preservar el medioambiente, poder gozar del mismo y aprovechar sus dones, sin necesidad de depredar. Una gran parte de los topónimos de origen indígena responde a la mención, descripción y/o ubicación de accidentes geográficos, animales, plantas; cuán diferente a los topónimos de los cristianos o “civilizados”, que mencionan nombres propios de personas que, en muchos casos, han llevado cargas mortales a los pueblos indígenas, han saqueado sus tumbas y tomado sus huesos como tétrico botín.

Por fuera de los ámbitos académicos, pero acoplándose a los mismos, la sociedad advierte cada vez con mayor fuerza y frecuencia que las culturas aborígenes no son (solo) el pasado, sino que perviven y han logrado resistir siglos de sumisión, desprecio y olvido. La prueba flagrante, entre otras, de su permanencia, son los nombres impuestos a tantos lugares, sitios y paisajes; nombres que Norberto Mollo reúne en este libro después de un trabajo sostenido a lo largo de años.

Hay que señalar que muchos de los topónimos de raíz indígena no se usan en la actualidad; otros casi se han perdido, pues los pobladores no los reconocen, y otros prácticamente no existen en las cartas actuales. También en este aspecto la tarea de Norberto Mollo se computa como rescate, y se realiza no solo en español sino en el idioma indígena original. Sin duda, consciente de la dificultad intrínseca de estudiar vocablos de culturas ágrafas, el autor ha salvado, mediante el respeto y la consideración hacia todos los actores, esa resistencia inicial que amenaza con invalidar las buenas intenciones y el esfuerzo de investigadores: nos referimos a la inevitable mediación y, por tanto, recreación que deviene de consignar en escritura lo que fue concebido y utilizado solo en modo oral.

En la descripción de los topónimos, figura en primer lugar el nombre en castellano e inmediatamente, en cursiva, el nombre indígena. En el caso (frecuente) de que haya varias posibilidades en lo que hace al origen del topónimo, el autor las enumera, indicando a veces cuál de esas probabilidades le parece más factible, sin por eso desdeñar las restantes. También detalla, si las hay, las diferentes acepciones en lengua indígena que pueden exhibir algunos de los topónimos.

En relación con la ubicación de los lugares, el autor intenta situarlos, cuando es posible, en referencia con localidades actuales para que cualquier ciudadano interesado en la temática pueda encontrar el lugar con facilidad. Cada topónimo se inscribe con amplias referencias, desde consignar si se trata de una localidad o un accidente geográfico, hasta situar con coordenadas la ubicación de los mismos.

Tomamos al azar uno de los topónimos incluidos en el libro, en el apartado Toponimia indígena del sur de Córdoba, página 35:


Boro-hue [Vorowe (r)]: proviene voro, hueso, we, donde hay; “Lugar donde hay huesos”. Arroyo situado en la pedanía El Cuero, Departamento General Roca, que nace en el lote 18, atraviesa el ángulo noreste del lote 13, y diagonalmente todo el 14, hasta desembocar en la laguna Ralicó, a la que alimenta. En las nacientes del arroyo se halla el paraje La Olla, lugar de gran importancia arqueológica donde se han realizado varios hallazgos. El arroyo tiene muchas vueltas y pasa a unos 2 km al O de la clausurada Estación La Nacional.

En relación al origen del nombre, si bien es de raíz ranquel, ha sido creación de un aficionado a la arqueología, don Juan Carlos Belforte, radicado en la ciudad de Huinca Renancó, quien pacientemente recolectó durante décadas, elementos líticos y cerámicos que afloraban en el cauce del arroyo, especialmente en un sitio denominado “La Olla”. Al respecto, el arqueólogo Guillermo Heider nos refiere: “Conozco el origen de este nombre. Que corresponde a la inventiva de Don Juan Carlos Belforte, quien le da ese nombre por haber encontrado allí restos óseos” (Comunicación personal (2017)).

El agrimensor Octavio Pico menciona al arroyo Boro-hue como “Tromen Salado”: “…y á la legua á Tromen Salado, especie de arroyuelo casi sin corriente, que se prolonga unas ocho cuadras (1040 ms) á la izquierda, y va á desembocar en una laguna salada. Esta es una verdadera salina, que dá la sal en grandes cristales, y de ella vienen á proveerse los indios en la estación propicia” (Memoria 1879:382).


El caso de Venado Tuerto, en el apartado Toponimia indígena del sur de Santa Fe, es curioso y, quizá, excepcional; no lo transcribimos completo aquí debido a su extensión, pero confiamos en que los lectores se interesarán en las variantes que incluyen leyendas, tradiciones y relatos trasmitidos oralmente por los pobladores. El enunciado del topónimo indica:


Tuerto Venado” (Trawma Truli) (r)]: uno de los topónimos más conocidos del sur santafesino, proviene del ranquel trawma: tuerto y truli: venado; “Tuerto Venado” o “Venado Tuerto”. Se trata de una laguna importante, que durante la época del Virreinato del Río de la Plata era conocida por los españoles con el nombre de “Toro Muerto”.

Sobre el origen de esta denominación hay varias versiones, siendo una de las más pintorescas “La Leyenda del Venadito”. En un discurso dado por el diputado Ramón Lucero, en la sesión ordinaria de la Cámara de Diputados de la provincia de Santa Fe del 28 de agosto de 1895, explicita dicha leyenda, con el objetivo de solicitar el cambio de nombre de la localidad de Venado Tuerto por el de Eduardo Casey, su fundador.


Norberto Mollo recoge, a partir de la página 122, las variantes que hablan acerca del origen del nombre Venado Tuerto, documentadas y aún comentadas por el propio autor.

En las consideraciones finales (pp. 135-136), el autor concluye:


Finalmente, es importante resaltar dos cuestiones. Primeramente la gran utilidad que nos brinda esta novedosa técnica, consistente en trasladar la información obtenida de antiguos mapas y planos, a las modernas cartas topográficas e imágenes satelitales. Ello ha contribuido de manera formidable a la ubicación, con la mayor precisión posible, de los topónimos indígenas abordados. En segundo lugar, destacar la importancia que tiene el hecho de recuperar topónimos de raíz indígena. Muchos de los cuales se hallaban completamente en el olvido, y rescatarlos no solo para la historia, geografía y cultura de la región en estudio, sino también para el fortalecimiento identitario de las comunidades indígenas que habitan en las pampas.


Cabe destacar que el libro cuenta con un plus, que se revela indispensable: los mapas. Adheridos a la contratapa del volumen, dentro de un sobre papel madera, encontramos tres mapas, hechura del autor, que completan de un modo hasta ahora inédito, el arduo trabajo de investigación realizado. Con total claridad y precisión el lector puede acceder rápidamente a la visualización del topónimo buscado, así como a una panorámica integral de la profusión de topónimos indígenas. A la vista quedan las indudables, innúmeras huellas de la cultura ranquel, sobre todo, y también y en menor medida de los topónimos de origen quechua en las tres provincias, y de origen guaraní en el sur santafesino.















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