El Paso de los Césares, entre el sitio histórico y la “Ciudad Encantada”, de Norberto Mollo y Norberto Perassi Zufiaurre, Revista TEFROS, Vol. 23, N° 1, artículos originales, enero-junio 2025: 77-101.
En línea: enero de 2025. ISSN 1669-726X
Cita recomendada:
Mollo, N. y N. Norberto Perassi Zufiaurre. El Paso de los Césares, entre el sitio histórico y la “Ciudad Encantada”, Revista TEFROS, Vol. 23, N° 1, artículos originales, enero- junio 2025: 77-101.
El Paso de los Césares, entre el sitio histórico y la “Ciudad Encantada”
Paso de los Césares,
between the historical site and the “Enchanted City”
O Paso de los Césares, entre o sítio histórico e a “Cidade Encantada”
Norberto Mollo[1]
Junta Regional de Historia de Rufino, Argentina
Contacto: norberto.mollo@gmail.com – ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5511-2665
Archivo Municipal Histórico Periodístic Tello Cornejo, Villa Mercedes.
Reserva Natural El Amanecer, Justo Daract, Argentina
Contacto: elamanecersl@gmail.com - ORCID: https://orcid.org/0009-0009-0909-5177
Fecha de presentación: 20 de agosto de 2024
Fecha de aceptación: 23 de diciembre de 2024
El imaginario español sobre América incluyó la existencia de una ciudad encantada en la Patagonia, llena de oro y piedras preciosas, cuyo origen remonta a la expedición de Francisco César en 1528. Esto generó varias expediciones en su búsqueda, que, aunque infructuosas aportaron datos importantes al conocimiento geográfico y etnográfico de la región central de Argentina. Sin duda la expedición más importante fue la de Gerónimo Luis de Cabrera, nieto del fundador de Córdoba y de igual nombre que éste, llevada a cabo entre 1620 y 1621. Este explorador partió de Córdoba cruzando todo el territorio desde los ríos Cuarto y Quinto hasta los ríos Colorado y Negro, arribando al actual territorio de Neuquén. En su diario de viaje Cabrera menciona el cruce del río Quinto, por lo que ese lugar sería conocido como Paso de los Césares. Mediante técnicas cartográficas se logró redescubrir su ubicación, a tan solo 6 km de la ciudad de Justo Daract en la provincia de San Luis, recuperando este sitio para la memoria histórica regional.
Palabras clave: expedición; Gerónimo Luis de Cabrera; río Quinto; Paso de los Césares; San Luis
Abstract
The Spanish imaginary about America, embracing the existence of a Patagonian enchanted city full of gold and precious stones, can be traced back to the expedition of Francisco César in 1528. This generated several searching expeditions, which, although unsuccessful, contributed important data to the geographic and ethnographic knowledge on the central region of Argentina. Undoubtedly, the most important expedition was the one led between 1620 and 1621 by Gerónimo Luis de Cabrera, grandson of the founder of Córdoba, with his very same name. This explorer left Córdoba crossing the entire territory from the Cuarto and Quinto rivers to the Colorado and Negro rivers, finally arriving in the present territory of Neuquén. In his travel diary Cabrera mentions the crossing of the Quinto river, for which reason that place would be known as Paso de los Césares (Caesars Pass). By means of cartographic techniques it was possible to rediscover its location, only 6 km away from the city of Justo Daract in the province of San Luis, thus recovering this site for the regional historical memory.
Keywords: expedition; Geronimo Luis de Cabrera; Río Quinto; Caesars Pass; San Luis.
Resumo
O imaginário espanhol sobre a América incluía a existência de uma cidade encantada na Patagônia repleta de ouro e pedras preciosas, cuja origem remonta à expedição de Francisco César, em 1528. Houve várias expedições em busca dela que, embora sem sucesso, contribuíram com dados importantes para o conhecimento geográfico e etnográfico da região central da Argentina. Sem dúvida, a expedição mais importante foi a de Gerónimo Luis de Cabrera, neto do fundador de Córdoba e com o mesmo nome dele, realizada entre 1620 e 1621. Este explorador partiu de Córdoba, atravessando todo o território desde os rios Quarto e Quinto até aos rios Colorado e Negro, chegando ao atual território de Neuquén. Em seu diário de viagem, Cabrera menciona a travessia do rio Quinto, razão pela qual este lugar seria conhecido como Paso de los Césares. Através de técnicas cartográficas, foi possível redescobrir a sua localização, a apenas 6 quilômetros da cidade de Justo Daract, na província de San Luis, recuperando este local para a memória histórica regional.
Palavras-chave: expedição; Gerónimo Luis de Cabrera; Rio Quinto; Paso de los Césares; San Luis.
Introducción
La supuesta existencia de una fastuosa ciudad con grandes riquezas, como oro, plata y piedras preciosas y cuyos moradores, de tez blanca, gozaban de prolongadas y placenteras vidas, ubicada aparentemente sobre los 45º de latitud sur y recostada sobre la falda de la cordillera de los Andes, dio origen a una de las más notorias leyendas del cono sur americano: la Ciudad de los Césares. Este mito, originado en 1528 por las noticias traídas por el expedicionario español Francisco César, produjo un gran estímulo para el emprendimiento de grandes expediciones hacia las Pampas y Patagonia, dando como resultado el descubrimiento y exploración de muchos territorios. El sur de Córdoba y San Luis fueron escenario de algunas de estas expediciones, siendo la realizada por Gerónimo Luis de Cabrera (nieto del fundador de Córdoba) la que llevó un detallado diario de viaje, el cual nos posibilita hoy conocer los sitios de paso de la misma. En los primeros años del siglo XVII se conocía la tierra adentro sólo hasta el río Quinto. Más allá era todo un misterio para los exploradores españoles que sedientos de oro y otros metales preciosos se aventuraban en territorios inexplorados. Gerónimo Luis de Cabrera cruzó el río Quinto por un paso que, debido a la misión emprendida, sería conocido en la posteridad como Paso de los Césares. De esta leyenda secular y de este sitio particular nos ocuparemos en detalle.
Así surgió la leyenda
Desde que los europeos llegaron a América escucharon numerosas leyendas acerca de lugares extraordinarios, colmados de riquezas, que los convertían en puntos muy apetecibles para los exploradores. Una de las más conocidas fue la de la Ciudad de los Césares. Recibió este nombre por el apellido del explorador español Francisco César. Este hombre integraba la expedición de Sebastián Caboto o Gaboto (nacido en Venecia siendo su nombre original Sebastiano Caboto). Cuando Gaboto llegó a las costas sudamericanas, en la zona de Pernambuco, tuvo noticias de la existencia de grandiosas riquezas más al sur, las que fueron ratificadas al pasar por Santa Catarina. Llegados al Río de la Plata, funda el 7 de abril de 1527 el Fuerte San Lázaro en el actual departamento de Colonia (Uruguay). Esta fue la primera fortificación española en el Río de la Plata. Remontan el Paraná y el 9 de junio de 1527 Gaboto funda el Fuerte Sancti Spiritus, exactamente en la confluencia del río Carcarañá con el río Coronda (Santa Fe, Argentina), donde hoy se halla la localidad de Puerto Gaboto.
Desde el Fuerte Sancti Spiritu Sebastián Gaboto siguió su exploración río arriba, mientras tanto deja una guarnición en dicha fortificación y autoriza a Francisco César a explorar el territorio hacia el oeste. César parte con unos 14 hombres siguiendo el curso del Carcarañá, existiendo dos versiones sobre el derrotero seguido. La más antigua procede del relato de Ruy Díaz de Guzmán, quien afirma que César habría arribado hasta la cordillera de los Andes donde se encontró con una población indígena muy numerosa, con tierras muy fértiles, mucho ganado y también metales preciosos. A su regreso al fuerte lo habría encontrado destruido, por lo que remontó el río Paraná y fue cruzando territorios de la región chaqueña hasta alcanzar nuevamente la cordillera andina, atravesarla y llegar a Lima.
A principios del siglo XX el investigador e historiador chileno José Toribio Medina hace una relectura crítica de la versión de Díaz de Guzmán, llegando a las siguientes conclusiones:
Sabemos también, ateniéndonos siempre á las mismas fuentes, que César regresó á Sancti Spiritus con siete de sus compañeros, sin que aparezca dato alguno por lo que toca á los restantes que partieron con el. Su llegada á Sancti Spiritus tuvo lugar, como indicabamos, ocho dias despues que la de Caboto, sin que sea posible fijar con exactitud la fecha. Como el viaje de César, según lo que sabemos, duró dos meses y medio, más o menos, si nuestro cálculo respecto de su partida fuese exacto, resultaria que su arribo tuvo lugar á mediados de Febrero de 1529. Nada resulta en cuanto al camino que recorrieron ó al punto á donde César y sus compañeros llegaron; y respecto á lo que contaron de su viaje, solo consta que “dijeron que habian visto grandes riquezas de oro é plata é piedras preciosas”. Sendo el hecho exacto, es necesario, pues, suponer que alcanzaron hasta dentro de los limites del imperio de los Incas, atravesando así toda la pampa. Pero, ¿cómo fué, nos preguntamos, que no trajeron á Caboto muestra alguna de tamaños tesoros? ¿Cómo era posible que recorriesen á pié en tan limitado tiempo aquella enorme extension de territorio? (Medina, 1908, pp. 194-195).
Este acertado análisis de Medina cuestionó severamente la descripción grandilocuente y fantasiosa de Ruy Díaz de Guzmán, ya que si se calcula la duración del viaje de dos meses y medio a pie, resultaba prácticamente imposible que arribaran a la cordillera y a la Patagonia, por lo que se considera mucho más real que sólo hubiesen llegado hasta las sierras de Córdoba, donde tuvieron contacto con los Camiare o Comechingones, grupo étnico que tenía relación con los Incas, por lo que allí pudieron ver llamas y metalurgia.
El viaje de César no puede haber durado más de dos meses y medio, hallándose de regreso al fuerte en febrero de 1529. Según los cálculos de Medina, Sancti Spiritus fué quemado en Septiembre del mismo año, siete meses después de haber llegado César. Este regresó con siete compañeros, que debe ser el número de los que fueron con él. (Latcham, 1929, p. 197).
Nada se supo de los otros siete miembros de la expedición que habían tomado otros rumbos. Cuando el fuerte Sancti Spíritus fue atacado y destruido por los indígenas, en septiembre de 1529, Caboto y César con su tripulación se vieron obligados a embarcarse y regresar a Europa, dando así por finalizada su aventura por tierras sudamericanas. Se conocen noticias posteriores de César, ya que en 1530 se lo encuentra en Madrid oficiando como testigo en el proceso que Catalina Vásquez y sus hijos le iniciaran a Sebastián Gaboto.
Como se comprenderá, ni César encontro destruído á su regreso á Sancti Spiritus, ni siguió por eso al Perú, pues, según se verá en su lugar, acompañó á Caboto en su vuelta á España. Todo lo que puede afirmarse sobre las incidencias con que se adorna su viaje, es que pasaron á ser en la imaginación de los pueblos americanos verdaderas leyendas y que hasta muy á los fines del siglo XVIII todavia no faltaron ilusos que, inducidos por los embustes de los indios, trataran de buscar en las soledades de la Patagonia la que se llamó ciudad de los Césares, cuyo origen se perdió con el transcurso del tiempo. (Medina, op cit., p. 197).
La leyenda de los Césares, si bien surgió en la expedición antes mencionada, se vio reforzada por otras informaciones y hechos que detallaremos:
El primer relato corresponde a la narración oral de Francisco César, un soldado integrante de la expedición de Sebastián Caboto (†1557) al Río de la Plata que partió en una exploración hasta las sierras de Córdoba (actualmente Argentina) desde el fuerte de Sancti Spiritu, instalado en los márgenes del río Paraná hacia 1527. César relató haber hallado una ciudad indígena gobernada por un “gran señor” y describió la presencia de oro y plata. Su relato fue posteriormente incluido en La Argentina de Ruy Díaz de Guzmán (†1629) (Tieffemberg, 2015, pp. 18-19), un texto de amplia circulación manuscrita en la época colonial. Existe consenso en la investigación especializada respecto de que el relato de César es tanto la primera referencia a esta ciudad como el origen de su nombre.
La segunda versión deriva de la huida de población indígena de ascendencia incaica hacia el sur. Según Tieffemberg, esta se originó en una expedición del conquistador Diego de Almagro (1475-1538) en 1535 que alcanzó la ubicación de la actual ciudad de Santiago del Estero (Argentina). Una población de mitimaes incaicos allí asentada, tras una refriega con el grupo de Almagro, habría escapado hacia el sur cargando grandes tesoros. En 1586, el gobernador de Tucumán Juan Ramírez de Velasco (1539-1597) justificó una expedición hacia el sur en una carta al rey Felipe II aludiendo a una provincia “que llaman los Césares” en la que “hay gran suma de gente” y “grandes riquezas de oro” (Tieffemberg, op. cit., p. 19).
La tercera versión se originó en 1598, cuando los españoles de Chile fueron derrotados por los araucanos y abandonaron sus posiciones al sur del río Biobío. A partir de este hecho, circularon rumores de que un grupo de españoles había huido hacia el sur con sus tesoros (ibid, pp. 20-21).
Una cuarta y última vertiente de los relatos sobre los Césares, más importante para nuestra investigación, se basó en las narraciones de los sobrevivientes de varios naufragios en el estrecho de Magallanes (ibid., pp. 21-24). El naufragio más comentado en el siglo XVIII con relación a la Ciudad de los Césares era el de dos naves que formaban parte de una expedición marítima que pretendía llegar a las islas Molucas, financiada por el obispo de Plasencia Gutierre de Vargas Carvajal (1506-1559) y que partió de Sevilla en 1539. Aunque nada se supo entonces de los náufragos, en 1563 dos personas se presentaron en Concepción (actualmente región del Biobío, Chile) declarando ser sobrevivientes de la expedición. Dos relaciones manuscritas relataron estos hechos; en ellas se indica que gran parte de la tripulación sobrevivió al naufragio y se internó tierra adentro, donde encontraron población indígena con rasgos físicos peculiares (se habla de un indígena “corpulento y blanco”) y una ciudad con, entre otras cosas, “multitud de oficiales plateros con obras de vasijas de plata” (ibid., p. 22). De acuerdo a Estellé y Coudyoudmjian, esta expedición “terminó por gestar la existencia de la misteriosa ciudad” (Estellé & Coudyoudmjian, 1968, p. 285), mientras que en la interpretación de Sánchez los distintos naufragios fueron los factores que trasladaron definitivamente la ubicación imaginaria de la ciudad hacia el sur (Sánchez, 1996, pp. 729-762), otorgándole así uno de sus rasgos más distintivos (Vega, 2020, pp. 166-167).
¿Cómo era la representación imaginaria de la Ciudad de los Césares?
Ante todo, conviene tener en claro el concepto de imaginario:
El conjunto de las representaciones mentales -ante todo reproducciones gráficas: imágenes- por medio de las cuales los hombres reconstruyen un mundo interior distanciado de la realidad material, que deviene así en realidad inventada. La historia de las mentalidades como historia del imaginario, que ha tomado, en primer lugar de la antropología, métodos para analizar imágenes y símbolos, además de echar mano de la historia del arte y de la literatura y de sus fuentes específicas, se concentra últimamente en el estudio de las representaciones sociales, noción utilizada por los historiadores en su expansión actual hacia la psicología social, lo que prueba una renovada alianza entre historia y psicología (Barros, 1993, p. 187).
Existió un devenir en relación al imaginario europeo sobre el Nuevo Mundo, que se manifestó en la producción bibliográfica donde entre el texto se intercalan grabados, en los cuales se pueden observar seres y mundos que sólo existían en las mentes de quiénes los imaginaban:
De este modo, el Nuevo Mundo, se convirtió en un escenario imaginario de maravillas ocultas, de misterios vírgenes, es decir, la tierra del Alfa y la Omega, del principio y el final de la Tierra. El hecho de que América en su seno abrigara el Paraíso Terrenal, se convirtió en un poderoso atractivo y en uno de los motivos en la apertura del Atlántico. Colón influido por una serie de ideas preconcebidas por causa de sus lecturas, en su primer viaje, el jueves 21 de febrero, llegó a concluir estar en el fin de Oriente (Bueno Jiménez, 2014, pp. 77-78).
Este imaginario sobre los territorios recién descubiertos para los europeos, impulsó la realización de nuevas expediciones en búsqueda de riquezas, especialmente de oro.
El imaginario sobre el oro en América se relacionaba con estos antecedentes míticos sobre la abundancia, los que se vieron confirmados mediante el avance de la conquista. La llegada de los españoles a lugares con oro abundante provocó que estos confirmaran la presencia del metal en el continente. Esta confirmación dio pie para que los europeos comenzaran a buscarlas más allá de los límites conocidos, agregando que, si bien tenían una misión evangelizadora, la ilusión por encontrar oro era una gran motivación para el avance. […] Sin embargo, el oro brillaba más por su ausencia que en las manos de los españoles. A pesar de que a veces tenían suerte, las expediciones en búsqueda de “reinos” abundantes en oro solían no resultar en el hallazgo de tesoros (Díaz Lizana, 2021, pp. 39-40).
En relación a la Ciudad de los Césares el imaginario presentó diversas variantes, algunos sostenían que se hallaba en una isla de un lago, y otros en cercanías de un río, pero casi todos coincidían que estaba en la Patagonia.
Se cuenta, por ejemplo, que la ciudad de “Los Césares” se encuentra asentada a orillas de un río o de un lago, entre un cerro de oro y otro de diamante. Que para su defensa posee una serie de poderosos fuertes, montados sobre colinas de gran valor estratégico. Su arquitectura sería sencillamente maravillosa, con sus arcadas, cornisas y capiteles de oro macizo. Sus templos y sus palacios de gobierno serían suntuosos, capaces de deslumbrar a quienquiera que, no siendo iniciados en los secretos de aquella gran ciudad, llegara a traspasar sus muros. La Ciudad de “Los Césares” se encontraría surcada de hermosas y amplias avenidas, que la recorren en toda su extensión y direcciones. Se encontraría, además, circundada por relucientes y elevadas murallas metálicas, con torres intermitentes del mismo material, y rodeada de fosos profundos con resistentes puentes levadizos para el tráfico de los iniciados en aquella vida opulenta y misteriosa (Ampuero, 1951, p. 13).
Por su parte Tomas Falkner la describe de esta manera:
Esta ciudad, que llaman la Ciudad Encantada, está en otra parte de dicho rio grande que he referido, poblada en un llano, y fabricada mas á lo largo que en cuadro, casi en la misma planta que la de Buenos Aires. Tiene esta ciudad muy hermosos edificios de templos, y casas de piedra labrada, y bien tejadas al uso de nuestra España. En las mas de ellas tienen los españoles indios cristianos para la asistencia de sus casas y haciendas, á quienes los propios españoles, con su educacion han reducido á nuestra Sta. Fé Católica. Tiene dicha ciudad, por la parte del poniente y del Norte la Cordillera Nevada, en la cual han abierto dichos españoles muchísimos minerales de oro y de cobre, y estan continuamente explotando dichos metales. También tiene esta ciudad, por la parte del sur hasta el oriente, dilatadas campañas, donde tienen los vecinos y habitadores sus estancias de ganados mayores y menores, que son muchísimos; y heredades para su recreo, con mucha abundancia de todo género de granos y hortalizas, adornadas dichas heredades, con sus alamedas de diferentes árboles frutales, que cada una de ellas es un paraiso. Solo carecen de viñas y olivares, por no tener sarmiento para plantarlos. Tambien tienen por la parte del sur los habitadores de esta ciudad, cosa de dos leguas poco mas, la mar vecina, de donde se proveen de rico pescado y marisco para el mantenimiento de todo el invierno. Y finalmente, por no ser molesto en esta descripcion, digo que es el mejor temperamento, y mas benévolo que se halla en toda la América, porque parece un segundo paraiso terrenal, segun la abundancia de sus arboledas, ya de cipreses, cedros, pinos de dos géneros; ya de naranjos, robles y palmas, y abundancia de diferentes frutas muy sabrosas y es tierra tan sana que la gente muere de puro vieja, y no de enfermedades, porque el clima de aquella tierra no consiente achaque alguno, por ser la tierra muy fresca, por la vecindad que tiene de las sierras nevadas (Falkner, 1835, p. 26).
En la cartografía antigua se ha representado la Ciudad de los Césares en distintos lugares. Reproducimos aquí la realizada por Martin de Moussy en 1865, donde la ubica en las nacientes del río Chubut, no muy lejos del lago Nahuel Huapi (Figura 1).
Figura 1: Carte de la Patagonie et des archipels de la Terre de Feu, des Malouines et des cotes occidentales jusqu'au Golfe de Reloncavi.
Par le Dr. V. Martin de Moussy 1865 (parcial). Ubicación de la Ciudad de los Césares.
Expediciones españolas en búsqueda de la Ciudad Encantada de los Césares
Las noticias sobre la existencia de una ciudad opulenta en la Patagonia, llamada De los Césares, Trapalanda, Trapananda, Lin Lin o Elelín, corrieron rápidamente y fueron el principal motor para las futuras exploraciones en ese territorio, de ambos lados de la cordillera andina. Las más destacadas expediciones españolas en la Patagonia fueron las siguientes:
- 1553. Pedro de Villagrán incursiona en el SE de la cordillera de los Andes (actual Chile) con 25 hombres.
- 1565. Juan Pérez de Zurita busca a Los Césares por el Pacífico, en el área del estrecho de Magallanes (Chile).
- 1573. Hernán Mejía Miraval parte desde la ciudad de Córdoba y con 50 hombres y 300 caballos se adentra en el norte patagónico, próximo a la cordillera.
- 1579. El gobernador del Tucumán Gonzalo de Abreu y Figueroa, emprende una expedición en busca de la Ciudad de los Césares. En esa oportunidad descubre para los europeos la existencia del río Quinto, que los indígenas denominaban Popopis.
- 1581. Juan de Garay, el fundador de Santa Fe y Buenos Aires, parte desde esta última ciudad en noviembre de 1581 con 30 hombres, rumbo al sur por una rastrillada indígena conocida como camino de los tubichaminíes, alcanzando la zona de cabo Corrientes (actual Mar del Plata) y Tandil. Le acompañaba en la expedición el joven Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias), su futuro yerno. Garay regresó a Buenos Aires en enero de 1582.
- 1604-1605. Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias) parte de nuevo a fines de 1604 en busca de la Ciudad de los Césares en un viaje que le demandaría cuatro meses. Lo hace desde Buenos Aires con 200 hombres siguiendo el mismo camino que Garay (camino de la costa o de los tubichaminíes), arribando a la desembocadura del río Negro que llamaron por entonces Bahía sin Fondo. Una evidencia del camino seguido lo señala claramente Díaz de Guzmán:
Corre esta gobernación á esta parte, segun su Magestad le concede, 200 leguas; es toda aquella costa muy rasa, y falta de leña, de pocos puertos y rios, salvo uno que llaman del Ingles, a la primera vuelta del Cabo; y otro muy adelante que llaman la Bahia sin Fondo, que está de esta otra parte de un gran Rio, que los de Buenos Aires descubrieron por tierra el año de 605 saliendo en busca de la noticia que se dice de los Césares; sin que por aquella parte descubriesen cosa de consideracion, aunque se ha entendido haberla mas arrimada á la Cordillera que vá de Chile para el Estrecho, y no á la costa del mar por donde fueron descubriendo ... (Díaz de Guzmán, 1835, p. 4).
Hernandarias continuó su expedición remontando el río Negro, hasta llegar a un sitio próximo a la actual ciudad de General Roca. Allí es sorprendido por los indígenas de la zona que toman prisioneros a todos los expedicionarios españoles. Hernandarias permaneció un mes detenido hasta que logró escapar, junto a otro compañero suyo. Al tiempo regresó con refuerzos y pudo liberar a los cautivos.
Se deduce la ubicación donde fueron cautivados los expedicionarios, del diario de viaje de Gerónimo Luis de Cabrera, que 15 años más tarde intentaría otra entrada a Los Césares.
La comitiva continúa por las orillas del río hasta llegar al nuevo lugar de descanso, paraje nominado como Gobernador Hernando Arias de Saavedra, en proximidades de la actual ciudad de General Roca. “De aqui á la dormida del governador Hernando harias de sahavedra que haviendo caido tan avajo como está dicho subió costeando el rio arriba de donde se volvió cuatro leguas” (Della Mattia y Mollo, 2007, p. 222).
- 1620-1621. Gerónimo Luis de Cabrera realiza el más documentado viaje en busca de la Ciudad de los Césares. Lo trataremos en detalle más adelante, ya que esta expedición es la que atraviesa el río Quinto por el Paso de los Césares.
- 1621. Diego Flores de León parte con 40 hombres desde Calbucó (actual Chile) en dirección E, y tras cruzar los Andes arriban al lago Nahuel Huapi, pero tuvieron que regresar sin haber conseguido hallar la mítica ciudad.
- 1670. El religioso Nicolás Mascardi explora el área del lago Nahuel Huapi y regiones adyacentes en busca de Los Césares, con el propósito de evangelizar a sus habitantes.
- 1778. Fray Benito Delgado partió desde Valdivia y se dirigió al lago Llanquihue y luego hacia la cordillera andina en la búsqueda de esta ciudad encantada.
La expedición de Gerónimo Luis de Cabrera atraviesa el Paso de los Césares
Gerónimo Luis de Cabrera partió desde Córdoba el 26 de octubre de 1620, con su caravana integrada de 400 hombres, 200 carretas y alrededor de 6.000 vacunos, arribando al río Cuarto el día 31 de dicho mes. Al día siguiente se trasladan hasta el arroyo Santa Catalina donde permanecen hasta el día 25 de noviembre. El día 28 de noviembre de 1620 arriban al río Quinto cruzándolo por un paso que Cabrera bautizó como “San Andrés de Cabrera” y que posteriormente será conocido como “Paso de los Césares”, dada la misión que llevaba esta expedición. Así lo cuenta el protagonista:
De aquí al rio quinto cuatro leguas púsosele por nombre á esta dormida San Andrés de Cabrera donde Don Gerónimo tomó posesion señalando desde allí los terminos de este descubrimiento y en esta señal se levanto cruz y dijo misa y vendijeron el estandarte Real y banderas y se hicieron las compañías y demas ceremonias que se acostumbran cuando se toman estas posesiones (Nocetti y Mir, 2000, p. 86).
Estos exploradores circulaban por rastrilladas preexistentes las cuales fueron demarcadas por el deambular de los pueblos “Pampas” o “Querandíes”, quienes eran los primitivos habitantes de la región. La expedición continúa hacia el SO y luego hacia el S, siguiendo una vía de comunicación indígena que luego sería conocida como Rastrillada de las Pulgas.
Lo que hemos denominado “Camino de los caldenes” son vestigios de la antigua rastrillada de las Pulgas. Esta vía de comunicación relacionaba el río Quinto con el Mamil Mapu, siendo su origen de muy antigua data, ya que en el siglo XVII se tenía conocimiento de su existencia. No obstante su esplendor fue alcanzado en los dos siglos siguientes, momento en que se convirtió en un camino ancho y profundo por el deambular de las huestes aborígenes con sus arreos. Después de la llamada “Conquista del desierto” la rastrillada cayó en desuso, y poco a poco se fue sedimentando por la acción de los vientos. Este camino que unía Villa Mercedes con Leuvucó atravesaba distintos ecosistemas, primero el caldenal que bordea el río Quinto, luego una ancha franja de pampa medanosa con muy pocos árboles, y finalmente llegaba al caldenal profundo que abarcaba el sureste de San Luis, sudoeste de Córdoba y una franja importante en la actual provincia de La Pampa. La rastrillada de las Pulgas era escenario, como ya lo mencionamos, del trajinar de miles de cabezas de ganado, las que en cercanías del río Quinto se alimentaban de los pastizales, incluidas las chauchas del caldén. Al ser trasladadas hacia el sur iban sembrando caldenes a través de sus deyecciones. Con el paso del tiempo, estos caldenes crecieron dentro de la rastrillada, y la erosión eólica fue sepultando parte de sus troncos. En las áreas de explotación ganadera aun hoy pueden observarse estas líneas de caldenes, ordenadas siguiendo un patrón, que coinciden con el derrotero que seguía la rastrillada de las Pulgas, el que se puede corroborar por la cartografía antigua de la Dirección de Catastro de San Luis. En las zonas de manejo agrícola, los árboles han desaparecido y, en esos lugares, el “Camino de los caldenes” se ve interrumpido. Tanto las imágenes satelitales actuales, como los mosaicos de fotografías aéreas de hace más de medio siglo, verifican la existencia de los caldenes en línea, señalando la posición exacta que seguía la antigua rastrillada de las Pulgas (D'Hiriart y Mollo, 2018, pp. 201-202).
Atravesarían todo el sur de la actual provincia de San Luis y la zona del caldenal pampeano en la actual provincia de La Pampa, donde a causa de un voraz incendio perderían varias carretas y la vida de un esclavo negro. Junto al río Colorado (conocido por entonces como Río Turbio) hallaron una tribu de la etnia Pampa que hablaba la lengua caguané, que era la misma que se hablaba en las pampas cercanas a Buenos Aires. Llegaron al río Negro (conocido como Río Claro), a la altura de Choele Choel y lo siguieron aguas arriba hasta su origen, donde hoy está la ciudad de Neuquén. Tomaron por orillas del río Limay hasta encontrarse con el río Picún Leufú, y remontaron por este rumbo a la precordillera. Llegaron al Valle de “Cután” (hoy Aluminé) donde la expedición fue atacada por los pehuenches que los hostilizaron permanentemente y los obligaron a regresar. Llegaron a Córdoba en los primeros meses de 1621 con las manos vacías, pero habiendo adquirido un importante conocimiento geográfico y de la distribución de las poblaciones indígenas en las por entonces pampas desconocidas (Figuras 2 y 3).
Figura 2: Expedición de Gerónimo Luis de Cabrera (1620-1621) por las Pampas y Nordpatagonia.
Figura 3: Expedición de Gerónimo Luis de Cabrera. Tramo Santa Catalina a Laguna Quemada.
Redescubrimiento del Paso de los Césares
Dados todos los antecedentes citados, se nos hizo imperioso localizar dicho paso en la geografía actual del lugar. Además, cabe destacar la existencia de una estancia denominada “De los Césares”, seguramente recordando la existencia del mencionado paso. Por otra parte, la memoria popular en Justo Daract (San Luis) nomina como Paso de los Césares a la unión de la calle Mitre y el río Quinto. Posiblemente este lugar haya sido el acceso antiguo a la Estancia de los Césares desde Justo Daract, cuando ésta todavía no tenía el ingreso hacia el este por ruta provincial Nº 14. Pero sin duda, lo más seguro era apelar a los planos de mensura que se hallan en la Dirección Provincial de Catastro en la ciudad de San Luis. De esa manera corroboraríamos si el punto señalado era o no el Paso de los Césares por donde transitó Cabrera. Eso hicimos y hallamos un plano muy interesante del año 1905: San Luis, Departamento Pedernera, Partido de Mercedes, Carpeta Nº 128, campo “El Molle”, propiedad de Jacinto Silva, en cercanías de la actual localidad de Justo Daract. Agrimensor: Jorge Pointu Nores (Figura 4). En dicho plano, en el sector sur, se visualiza el río Quinto y el Paso de los Césares (Figura 5).
Figura 4: Plano del Campo El Molle de Jacinto Silva, ubicado en el Partido de Mercedes, Departamento Pedernera, Provincia de San Luis (1905).
Figura 5: Plano del Campo El Molle de Jacinto Silva, sector sur, donde se observa el río Quinto y el Paso de los Césares.
La siguiente etapa en el proceso investigativo cartográfico consistió en hallar ese lote de Jacinto Silva en un mapa general de la provincia de San Luis (Figura 6).
Figura 6: Registro Gráfico de las Propiedades Rurales de la Provincia de San Luis construido por el Departamento de Obras Públicas de la Provincia.
Publicado por la Oficina Cartográfica de Pablo Ludwic (1910) (parcial). Se puede observar, remarcado en verde, el límite del campo de Jacinto Silva.
A continuación, realizamos la superposición del plano de mensura de Jacinto Silva con una imagen satelital, ambos a la misma escala y georreferenciados. De esa manera se obtiene la ubicación del Paso de los Césares en la actualidad con escaso margen de error (Figura 7).
Figura 7: Ubicación de Paso de Los Césares en una imagen satelital Bing, según plano de Jacinto Silva Carpeta Nº 128, Dirección Provincial de Catastro.
La línea amarilla señala el límite del Campo El Molle.
Los ríos de llanura, y el Quinto es uno de ellos, tienen la particularidad de ser meandrosos y de cambiar su curso de vez en cuando. Esto es lo que se advierte efectivamente en la imagen satelital, que el Paso de los Césares no se halla en la actualidad sobre el río Quinto, sino sobre un cauce anterior o paleocauce situado unos 300 metros más al norte (Figura 8).
Figura 8: Propiedad Rural de Alberto Becerra y Rosa Oyola donde se halla el Paso de los Césares en una imagen satelital Google Earth.
Se puede observar claramente el paleocauce del Río Quinto.
Para culminar nuestro trabajo de campo realizamos un relevamiento en el propio terreno, siendo recibidos muy amablemente por sus propietarios Alberto Becerra y Rosa Oyola. Emprendimos una caminata con Alberto por el campo, no exenta de dificultades, por los densos caldenales y la presencia de junco negro (juncus acutus) que con sus aguzadas hojas nos perturbaban todo el tiempo. Observamos unas barrancas importantes, de 4 a 5 metros de altura en el sector norte del paleocauce, las que se pueden observar en la imagen satelital. En el área del Paso de los Césares dicha barranca era muy pequeña o casi inexistente, lo que facilitaba claramente el paso de cabalgaduras, carretas y ganado. Además, se observó una rastrillada que penetraba en el monte que bien pudo ser un relicto de aquel paso (Figura 9). Estábamos en el histórico Paso de los Césares y pudimos tomar sus coordenadas: Latitud: 33º 55' 02.60" S y Longitud: 65º 08' 25.41" O (Figura 10).
Figura 9: Rastrillada en el Paso de los Césares.
Figura 10: Cartel señalizando el Paso de los Césares.
Consideraciones finales
El imaginario de los europeos sobre la existencia de grandes riquezas en metales, especialmente oro, en el nuevo continente americano, se vio claramente representado en varias leyendas que surgieron en el período temprano colonial. Una de las más importantes de ellas fue la leyenda de la Ciudad de los Césares, la que motivó numerosas expediciones en su búsqueda, todas infructuosas en ese cometido, pero que obtuvieron informaciones tanto geográficas como etnográficas de la tierra adentro que era un territorio absolutamente desconocido para los europeos.
De todas estas entradas exploratorias, la de Gerónimo Luis de Cabrera (1620-1621) fue la que más sobresalió, tanto por la magnitud de la caravana como por haber atravesado todas las pampas e ingresado en la nordpatagonia. Asimismo, se destaca porque quien la llevó adelante registró todo el trayecto cuidadosamente en un diario de viaje, que nos permite hoy reconstruir su itinerario. Esta expedición es la que atraviesa el río Quinto por un paso, que, debido a ello, llevaría el nombre del objetivo de la misma: Paso de los Césares.
Desechamos entonces la hipótesis de la ubicación indicada por la creencia popular en Justo Daract sobre el Paso de los Césares, ya que ésta dista 5,5 km de la hallada mediante estas técnicas cartográficas. Tampoco dicha creencia tiene apoyatura en documentación ni cartografía antigua.
En el Paso de los Césares, el propietario del campo Alberto Becerra encontró una bola de boleadora, la que fue analizada por el Dr. Guillermo Heider, quien señaló que se trata de una bola con surco ecuatorial superclásica y cuya confección pudo haber sido realizada durante el período ranquel o inclusive mucho antes. Por su parte el geólogo Ariel Ortiz Suárez, consultado sobre la constitución de la roca, señaló que puede tratarse de una cuarcita fina o una roca ígnea de grano fino como una aplita. El hallazgo de dicho material lítico en el lugar hace pensar que este paso fue utilizado no solo por los pampas o querandíes, sino también por esta expedición de Cabrera, otras expediciones militares posteriores y sobre todo por los ranqueles, que atravesaban el río Quinto con sus arreos y necesitaban de estos pasos fácilmente vadeables.
El Paso de los Césares resulta ser uno de los topónimos en lengua castellana más antiguos de la provincia de San Luis, muy próximo a la ciudad de Justo Daract y que es un antecedente muy temprano de presencia hispana en cercanías de lo que en el futuro sería esta ciudad. Por lo tanto, su conocimiento contribuye a reforzar la identidad local y regional.
Hablamos de redescubrimiento del Paso de los Césares ya que cuando el agrimensor Jorge Pointu Nores confeccionó el plano en 1905, se sabía su situación exacta en el terreno, conocimiento que se fue perdiendo durante el transcurso del siglo XX.
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Registro Gráfico de las Propiedades Rurales de la Provincia de San Luis construido por el Departamento de Obras Públicas de la Provincia. Publicado por la Oficina Cartográfica de Pablo Ludwic (1910).
Imágenes satelitales
Google Earth
Bing
Notas
[1] Norberto Mollo participa como asesor especializado en el Proyecto Resquicios de la Frontera en el centro-sur cordobés: alteridades enraizadas, identidades emergentes y subalternización (1869-1910), Directora: Dra. Graciana Pérez Zavala. Co-directora: Mgter. Susana Rocha, en Programa Alteridad y etnicidad. Registros y fuentes para el estudio de problemáticas indígenas en el sur latinoamericano (siglos XVIII a XXI). Directora: Dra. Marcela Tamagnini. Secretaría de Ciencia y Técnica, Universidad Nacional de Río Cuarto. Período: 1/01/2024-31/12/2026.
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