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Actores, redes y espacios en los estudios relativos a pueblos indígenas en Pampa y Patagonia (Argentina, 1975 a la actualidad), de Claudia Salomón Tarquini, Revista TEFROS, Vol. 19, N° 2, artículos originales, julio-diciembre 2021: 10-33. En línea: julio de 2021. ISSN 1669-726X
Cita recomendada:
Salomón Tarquini, C., Actores, redes y espacios en los estudios relativos a pueblos indígenas en Pampa y Patagonia (Argentina, 1975 a la actualidad), Revista TEFROS, Vol. 19, N° 2, artículos originales, julio-diciembre 2021: 10-33.
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Actores, redes y espacios en los estudios relativos a pueblos indígenas en Pampa y Patagonia (Argentina, 1975 a la actualidad)[1]
Actors,
networks and spaces in studies relative to indigenous peoples in Pampa and
Patagonia (Argentina, 1975 to the present)
Atores, redes e espaços em estudos relacionados aos povos indígenas no Pampa e na Patagônia (Argentina, 1975 até o presente)
Claudia Salomón Tarquini
Instituto de Estudios Socio-Históricos (IESH)
Instituto de Estudios Históricos y Sociales de La Pampa (IEHSOLP)
Universidad Nacional de La Pampa
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Fecha de presentación: 26 de febrero de 2021
Fecha de aceptación: 27 de junio de 2021
RESUMEN
El artículo presenta -de manera inicial y descriptiva- un panorama de las condiciones sociales y académicas para el surgimiento y evolución de los estudios relativos a pueblos indígenas en la Pampa y la Patagonia, desde mediados de la década de 1970 hasta la actualidad. Para ello, se examina el contexto general de las ciencias sociales en Argentina y, concentrándose en el ámbito historiográfico y antropológico, se repasan los espacios sociales construidos por las y los investigadores que habilitaron las discusiones, en particular los ámbitos de formación, de sociabilidad académica y de publicación.
Palabras clave: pueblos indígenas; antropología; historiografía; sociabilidad académica.
ABSTRACT
This paper presents
-in an initial and descriptive way- a panorama of the social and academic
conditions for the emergence and evolution of studies relative to indigenous
peoples in Pampa and Patagonia, from the mid-1970s to the present. In order to
do this, the general context of the social sciences in Argentina is examined
and, concentrating on the historiographic and anthropological fields, the
social spaces built by researchers who enabled the discussions are explored, in
particular the fields of professional training, academic sociability and
publication instances.
Keywords: indigenous peoples; anthropology; history; academic
sociability.
RESUMO
O artigo apresenta –de forma inicial e descritiva– um panorama das condições sociais e acadêmicas para o surgimento e evolução dos estudos relacionados aos povos indígenas do Pampa e da Patagônia, desde meados da década de 1970 até a atualidade. Para isso, examina-se o contexto geral das Ciências Sociais na Argentina e, concentrando-se nos campos historiográfico e antropológico, revisam-se os espaços sociais construídos por pesquisadoras e pesquisadores que possibilitaram as discussões, em particular os campos da formação, da sociabilidade acadêmica e da publicação.
Palavras-chave: povos indígenas; antropologia; historiografia; sociabilidade acadêmica.
INTRODUCCIÓN
Junto con un crecimiento constante de estudios que involucran a pueblos indígenas, las y los antropólogos argentinos también han comenzado a investigar sobre la historia de la antropología y lo que se llamó, en el contexto argentino, etnohistoria y antropología histórica. Como resultado, existe una amplia gama de artículos sobre las características institucionales y trayectorias grupales y personales a lo largo del siglo XX, las perspectivas teóricas, así como análisis que combinan historias sociales y teóricas para contextos específicos,[2] y estudios sobre la evolución de la etnohistoria en Argentina[3]. Por su parte, las y los historiadores aún no han producido una reflexión profunda sobre la importancia de la historia de los pueblos indígenas, a excepción de aportes como el de Raúl Mandrini (2007).
Este artículo se sitúa en este contexto más amplio y ofrece un panorama de las condiciones sociales y académicas para el surgimiento y evolución de los estudios relativos a pueblos indígenas en la Pampa y la Patagonia, teniendo en cuenta el contexto general de las ciencias sociales en Argentina[4]. No intentaré presentar un “estado de la cuestión” ni reseñar las miradas teóricas o metodológicas sobre la temática, empresa que además se torna imposible dado el grado de especialización que se ha alcanzado en las distintas líneas. Mas bien me concentraré -en esta aproximación inicial más bien descriptiva-, en repasar los espacios sociales que habilitaron estas discusiones, es decir, los ámbitos de formación, de sociabilidad académica y de publicación de antropólogos[5] e historiadores. El arco temporal elegido se inicia a mediados de la década de 1970, pues si bien es posible observar una renovación de las miradas historiográficas y antropológicas en torno a estos pueblos hacia mediados de la década de 1980 -cuando el retorno de la democracia permitió modificaciones sustanciales en los elencos académicos en el marco de la transición democrática- varios de estos cambios se habían iniciado en los años anteriores. La primera sección está dedicada a brindar información de contexto en relación a los pueblos indígenas en la región y las políticas estatales entre fines del siglo XIX y la década de 1990; la segunda parte presenta un rápido panorama acerca de la antropología y la historiografía en relación a estos temas, mientras que la tercera y principal sección, se enfoca en las características y condiciones de los espacios académicos dedicados a los pueblos indígenas en la Pampa y Patagonia. El abordaje metodológico es mayoritariamente cualitativo y utiliza técnicas de observación documental (especialmente artículos académicos, programas de congresos y encuentros) y entrevistas semiestructuradas[6] realizadas a algunos de las y los historiadores y antropólogos que se han especializado en el área.
1. LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN PAMPA Y PATAGONIA Y LAS POLÍTICAS ESTATALES
En el territorio que actualmente constituye Argentina, la mayor parte de los pueblos indígenas de la región pampeana y patagónica mantuvieron su autonomía territorial y política hasta mediados y fines del siglo XIX. A partir de la década de 1860 y en particular desde fines de la de 1870, una política nacional unificada se dedicó a quebrar esa autonomía y procurar el exterminio de los pueblos indígenas en tanto tales. Las prácticas genocidas incluyeron no solo ataques militares (entre 1878 y 1879, con una segunda etapa entre 1881-1884) con miles de personas asesinadas, sino separaciones de familias y grupos, reclusión en campos de concentración, prohibición del uso de la lengua y de reunirse como grupos, y finalmente, sobre fines del siglo XIX e inicios del siguiente, asignaciones de tierras muy menores a familias individuales en colonias agrícolas. Junto a estas prácticas, predominó una narrativa fundacional del estado nación argentino que ubicaba a los pueblos indígenas solo en el pasado, o en todo caso al borde de una desaparición que se suponía inexorable, discurso que impregnó los espacios académicos hasta fines del siglo XX. En Argentina, a partir de las formulaciones de Estanislao Zeballos y las posteriores apropiaciones de la antropología, se sostenía que los tehuelche (en tanto “verdaderos indios argentinos”) habían sido exterminados por los mapuche, y que estos a su vez provenían de Chile y no tenían por tanto derecho a reclamos en Argentina[7]. En este contexto, los reclamos de los pueblos indígenas sobre el territorio y los derechos fueron esporádicos y rara vez de alcance extralocal, si bien el siglo XX fue testigo de intentos de organización, con diferentes niveles de éxito, que ya desde la década de 1970 comenzaron a alcanzar escala nacional. No obstante, esas organizaciones indígenas fueron duramente reprimidas por la dictadura cívico-militar de 1976-1983. A mediados de la década de 1980, con el regreso de la democracia en Argentina, los pueblos indígenas tuvieron mejores condiciones para avanzar en los reclamos por sus derechos ante todos los gobiernos provinciales y a nivel nacional. Durante esta década, casi todas las constituciones provinciales incluyeron los derechos indígenas, y en 1989 se aprobó una primera ley nacional (N° 23.302), que creaba el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI). En 1992, Argentina ratificó el Convenio 169 de la OIT y en 1994, cuando se reformó la Constitución Nacional, se incorporó el artículo 75, inciso 17, que reconocía la preexistencia de los pueblos indígenas. Si bien estas disposiciones legales no solucionaron sus problemas estructurales, el movimiento indígena ha ido en constante crecimiento. Esto, a su vez, ha influido en las agendas de investigación de antropólogos e historiadores.
2. LA ANTROPOLOGÍA Y LA HISTORIOGRAFÍA ARGENTINA Y LOS PUEBLOS INDÍGENAS
Desde finales del siglo XIX y principios del XX, exploradores y naturalistas (tanto argentinos como europeos) buscaron estudiar a los pueblos indígenas como remanentes de un pasado que supuestamente desaparecería pronto. Como tal, la creación del Museo de Ciencias Naturales de La Plata en 1888 y el Museo Etnográfico de Buenos Aires en 1904 formaron parte de un proyecto de construcción de nación que exhibió cuerpos y artefactos culturales indígenas, al mismo tiempo que eran considerados un remanente racial del pasado y del presente que podría obstaculizar el crecimiento de un país moderno (Podgorny, 1999). Una periodización general del desarrollo de la antropología en Argentina según Ratier (2010) es la que ubica los inicios positivistas entre 1880-1930, seguido de un predominio del difusionismo histórico-cultural (1930-1959), profesionalización (1959-1966), censura (1966-1973), politización (1973-1974), represión y estancamiento teórico (1974-1983), y una renovación desde el retorno de la democracia, después de 1983.
En general, se puede decir que las y los antropólogos de este país prestaron poca atención a las tres tradiciones antropológicas metropolitanas que serían hegemónicas durante el siglo XX (es decir, las antropologías británica, francesa y estadounidense) y menos aún al indigenismo mexicano. En cambio, hubo un claro dominio de la Escuela Alemana de difusión hasta mediados de la década de 1960 e incluso más tarde. Esto se debió a la llegada -entre las décadas de 1920 y 1940- de académicos como los italianos José Imbelloni y Marcelo Bórmida y el austríaco Oswaldo Menghin, quienes lograron posiciones dominantes en museos y universidades; y estaban conectados con las políticas peronistas (Lazzari, 2004; Vezub y De Oto, 2011). Después de la Segunda Guerra Mundial, Imbelloni facilitó, desde su destacada posición en el Museo Etnográfico, el asentamiento en Argentina de científicos y filósofos asociados a regímenes fascistas en Europa Central (Vezub y De Oto, 2011) como Bórmida. La profesionalización de la antropología argentina -en el sentido de creación de una carrera específica para formación de cuadros académicos- comenzó hacia fines de la década de 1940, con el dictado de una Licenciatura en Antropología en la Universidad Nacional de Tucumán entre 1947 y 1952 (Carrizo, 2015) y luego de manera más sistemática en las universidades de La Plata (a partir de 1957) y Buenos Aires (desde 1958). José Luis Romero, el nuevo rector de la Universidad de Buenos Aires, designó a Alberto Salas como Decano de la Facultad de Filosofía y Letras, cuya misión era reorganizar la situación política, académica, científica e institucional de esta unidad académica (Perazzi, 2003). Otras figuras (como Fernando Márquez Miranda y Enrique Palavecino), que tenían diferencias políticas y académicas con el grupo difusionista, fueron promovidos a cargos superiores, pero Bórmida mantuvo su puesto como profesor titular. Si bien el difusionismo histórico-cultural no perdió su significación, la creación de programas académicos de antropología y la renovación de autoridades dieron lugar a algunas otras perspectivas como las provenientes de Francia y Estados Unidos.
El surgimiento de la antropología social supuso un cambio crucial para la antropología en Argentina. Según Guber (2007), esta orientación no provino de demandas sociales sino de una serie de factores como la proscripción política, la radicalización de los jóvenes universitarios durante los años sesenta y la intervención del Poder Ejecutivo en Buenos Aires en 1966. Bórmida e Imbelloni se mostraron muy reticentes a incorporar la antropología social en el Instituto de Antropología. En cambio, “Antropología social” era el nombre de un curso[8] en el Departamento e Instituto de Sociología dirigido por Gino Germani, un antifascista italiano refugiado en Argentina desde 1934. Además, habían surgido algunas diferencias desde que Alberto Rex González terminó su doctorado en la Universidad de Columbia (como discípulo de Julian Steward) y comenzó a dar clases en universidades de Córdoba, Rosario y La Plata entre las décadas de 1950 y 1960. El malestar de los estudiantes de antropología llevó a un encuentro en Rosario en 1961 donde las perspectivas teóricas superaron al difusionismo. Posteriormente, los procesos de selección de los profesores asistentes permitieron que estos jóvenes académicos comenzaran a enseñar a los estudiantes otras lecturas y prácticas profesionales. Además, los estudiantes politizados que pidieron la destitución de Menghin debido a su origen nazi, así como la llegada de Esther Hermitte en 1965 al Departamento de Ciencias Antropológicas, allanaron el camino para una ruptura con la tradición arraigada del difusionismo histórico-cultural (Guber, op cit.). Sin embargo, la represión a los docentes universitarios el 29 de julio de 1966, ahora conocida como “La noche de los bastones largos”, debilitó esta renovación, y la dictadura de 1976-1983 solo empeoraría la situación para las y los académicos del campo de la antropología social. Varios profesores y estudiantes fueron cesanteados, encarcelados, torturados, excluidos de los ambientes académicos y sometidos a exilios externos e internos. Una fuerte vigilancia sobre aquellos programas académicos que se mantenían (principalmente el de la provincia de Misiones, liderado por Leopoldo Bartolomé) se combinó con el cierre de varios programas relacionados con la antropología social (como en Mar del Plata).
La ascendencia de la escuela histórico-cultural en los estudios sobre pueblos indígenas en Pampa y Patagonia fue notable: Federico Escalada (1909-1939) y Rodolfo Casamiquela (1932-2008) se convirtieron en referencias ineludibles, y en particular este último tuvo presencia importante no sólo como experto regional en la materia sino como académico de renombre que participó en la formación de generaciones de antropólogos y antropólogas que años después comenzarían a cuestionar sus posiciones[9].
Fue solo a mediados de la década de 1980, con el regreso de la democracia -cuando algunos de estos académicos regresaron- que comenzó una renovación sostenida de aquellas perspectivas. Pero el contexto ahora era muy diferente. Las políticas contra la antropología social tuvieron un impacto en las relaciones sociales y académicas desde los años ochenta. Se sospechaba que quienes habían enseñado o recibido sus grados entre 1975 y 1983 habían colaborado con la “antropología de la dictadura” y en ocasiones podían ser excluidos de las nuevas jerarquías que se iban estableciendo a medida que avanzaban los procesos de ocupación de cargos docentes (Bartolomé, 2007, p. 21). Creció una diferenciación entre las edades de formación (antes y después de la dictadura); cátedra (docente o no durante la dictadura); y subdisciplinas (etnología, estudios del folclore, arqueólogos y antropólogos físicos contra antropólogos sociales o culturales). De ahí que, y especialmente en la Universidad de Buenos Aires, etiquetas como “etnólogo”, “expertos en folclore” e incluso “arqueólogo” fueran casi sinónimos de antropología dictatorial, mientras que la antropología social llegó a identificarse con democracia (ibid.).
La renovación de los enfoques teóricos introdujo el tema de la etnicidad, con una fuerte influencia de estudiosos brasileños (como Roberto Cardoso de Oliveira). Algunas universidades, a partir de la década de 1990, iniciaron programas académicos para estudiantes graduados y ofrecieron títulos de maestría y doctorado. Si bien hubo un gran interés en ofrecer estos estudios de posgrado, la limitada cantidad de puestos docentes y la ausencia de mecanismos institucionales para renovar el cuerpo docente de posgrado obstaculizaron esta tendencia. Aquí, Brasil se convirtió en un espacio para la formación de antropólogos sociales argentinos y como un mercado laboral para los jóvenes graduados, y se desarrollaron programas de investigación conjunta (Ribeiro, 2004; Bartolomé, op cit.). Como resultado, se abordaron nuevos temas como género, relaciones interétnicas, cultura popular, ecología, temas urbanos, política y violencia, entre otros. En ese contexto, también se renovaron los estudios sobre pueblos indígenas, y la creciente visibilidad política durante la década de los noventa permitió que los investigadores prestaran atención a áreas previamente desatendidas.
Por su parte, las y los historiadores argentinos no mostraron interés por los pueblos indígenas como actores importantes en los procesos históricos. Hasta mediados de la década de 1990 parecía haber una división del trabajo entre historiadores (que estudiaron a las sociedades coloniales y republicanas) y antropólogos, quienes estaban a cargo de examinar aspectos de la vida de los pueblos originarios en el pasado o en el presente (Mandrini, 2007). Sin embargo, cabe señalar que algunos historiadores, como Juan Carlos Garavaglia, Raúl Mandrini, Enrique Tandeter, Daniel Santamaría y Silvia Palomeque estaban haciendo importantes aportes desde mediados de los años ochenta (Palermo, 1992), y formaron a historiadores más jóvenes que incrementaron la cantidad de especialistas en historia que trabajan en estos temas. Lentamente las investigaciones referidas a pueblos indígenas comenzaron a formar parte del campo historiográfico.
Pero esta tradición de división del trabajo entre antropólogos e historiadores también tuvo un impacto en el desarrollo de la arqueología histórica. Los primeros vínculos entre la arqueología científica y la prehistoria, y el período en el que la arqueología alcanzó un estatus académico, hicieron que la arqueología se convirtiera casi en sinónimo del estudio de las sociedades prehispánicas (Igareta y Schávelzon, 2011, p. 20). Esto, por supuesto, estaba relacionado con el contexto de un proyecto de construcción nacional que ubicó a los pueblos originarios en el pasado. Como explica Podgorny, la monumental obra publicada en sucesivos tomos entre 1936 y 1950, “Historia de la Nación Argentina, continuaba una de las tradiciones de la enseñanza de la historia establecidas desde los inicios del Siglo XX, donde los 'aborígenes argentinos' y los resultados de los estudios arqueológicos realizados en el territorio nacional, se habían equiparado al capítulo inicial de la historia de la nación” (Podgorny, 2004, p. 148). Este tipo de tradición prevaleció hasta finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, cuando algunos historiadores, como Raúl Mandrini, comenzaron a establecer vínculos con estudiosos de la arqueología histórica y los antropólogos, como veremos en la siguiente sección. Sin embargo, la transformación de una mirada del campo historiográfico respecto de la importancia de los pueblos indígenas tardaría en comenzar a atisbarse. En la colección Nueva Historia Argentina, editada por Sudamericana a partir de 2000, el primer tomo se dedica a los pueblos indígenas y sus procesos previos al contacto hispánico, con excepción de un capítulo a cargo de Miguel Ángel Palermo que llega hasta 2019 y en el segundo tomo, referido a la historia colonial, bajo la dirección de Enrique Tandeter, aparecen al menos 3 capítulos -los de Ana María Presta, Silvia Palomeque y Ana María Lorandi- dedicados a los pueblos indígenas. A partir del tomo 3 en adelante (hasta el 10) no habrá capítulos específicos ni referencias de importancia a estos pueblos en los distintos apartados.
3. LOS ESTUDIOS ACERCA DE PUEBLOS INDÍGENAS EN PAMPA Y PATAGONIA
3.1. El inicio de las renovaciones
La historia de los pueblos indígenas de la Pampa y Patagonia no solo fue de interés para los antropólogos desde el siglo XIX, sino que también comenzó a concitar poco a poco la atención de los historiadores, aunque con un enfoque teórico que aún consideraba a los pueblos originarios como un remanente de una barbarie que se suponía desaparecería eventualmente. Uno de los hitos en los que la historiografía nacional revisó las características de las políticas de frontera fue el “Congreso Nacional de Historia sobre la Conquista del Desierto”, que se llevó a cabo en General Roca (Río Negro) del 6 al 10 de noviembre de 1979 (Academia Nacional de la Historia, 1980). En el contexto de la dictadura militar, el conjunto de esta producción y el propio congreso representaron una instancia de reivindicación de las campañas militares de 1878-1884 y especialmente del papel del ejército en ella. Por ello, las actas se publicaron en cuatro volúmenes que incluían artículos sobre los principales protagonistas criollos de la zona como militares, políticos, científicos y técnicos; las políticas fronterizas; los aspectos económicos y el financiamiento de la campaña militar a través del análisis de los aportes de provincias como Buenos Aires, Córdoba, San Juan, Mendoza, Salta; la cobertura de prensa; las creaciones literarias; la situación inmediatamente posterior en cuanto a la delimitación de espacios territoriales, políticas económicas, así como las acciones de las misiones salesianas.
Pero unos años antes, a mediados de la década de 1970, las investigaciones iniciales habían comenzado por parte de quienes luego se convertirían en académicos clave en el área, en algunos casos en el marco de la investigación arqueológica. Por ejemplo, Daniel Villar, María Teresa Boschín, Lidia Nacuzzi y Raúl Mandrini relataron en sus entrevistas que estaban interesados en la historia de los pueblos indígenas y los tres primeros tenían formación arqueológica. En gran medida, el giro hacia la lectura de documentos como técnica estuvo más relacionado con las condiciones adversas de los meses previos a la dictadura y los años posteriores. Tales condiciones se relacionaron con la falta de financiamiento para la investigación arqueológica, el hecho de haber sido excluidos de los puestos docentes y, en algunos casos, sufrir el exilio interno.
Nacuzzi, por ejemplo, relata:
En el segundo cuatrimestre de 1974 intenté cursar en Filosofía y Letras (UBA) un seminario temático que dictaban Amalia Sanguinetti de Bórmida y Carlos Aschero. Ellos eran arqueólogos y estaban excavando sitios en un plan de rescate arqueológico donde se haría la represa del Chocón. Les interesaba que los cursantes leyéramos viajeros de esa zona, la cuenca del río Limay, para hacer un trabajo de “reconstrucción etnohistórica”. Más o menos así lo presentaron. Alcanzamos a tener dos clases, luego se intervino la UBA y se suspendieron las clases y otros desastres. En ese par de clases, todos los demás alumnos se interesaron por hacer tipología lítica. María Teresa Boschín y yo comenzamos a pensar en leer viajeros, nos atrajo la propuesta. Pero lo que definitivamente nos convenció fue que, cerrada la facultad, podíamos seguir con ese trabajo en la Biblioteca Nacional. Durante todo el año 1975 nos arreglamos solas, buscando, leyendo, comparando, anotando.[10]
En una línea similar, Daniel Villar comenta:
Hacia mediados de 1974, se me habían asignado para su excavación sitios arqueológicos en el partido de Coronel Dorrego (provincia de Buenos Aires), con el propósito de que emprendiera el desarrollo del plan de trabajo de mi futura tesis doctoral, proyecto que comenzó a frustrarse debido a la intervención Tetu en la Universidad Nacional del Sur en primer término (febrero de 1975), y luego fue abandonado debido al inicio de la dictadura, cuando el equipo al que estaba incorporado resultó desmembrado. Aquella intervención produjo una cesantía masiva en el área de Ciencias Sociales (que incluía el actual Departamento de Humanidades) a la que pertenecíamos. En consecuencia, mi actividad docente quedó forzosamente interrumpida hasta quince años más tarde (…) La situación de cesantía (y la completa inhabilitación profesional que conllevaba el hecho de haber estado detenido) trajeron aparejado un problema imposible de superar para mí, consistente en que la actividad arqueológica requiere equipos, infraestructura y apoyos institucionales de los que individualmente no podía disponer. Esa realidad se impuso y determinó mi alejamiento de la disciplina. Me planteé entonces la necesidad de buscar temas que, estando también referidos a las poblaciones nativas de pampa y norte de Patagonia, abordaran los problemas desde una perspectiva que me permitiera acceder a otro tipo de datos, eludiendo las limitaciones que en ese contexto suponía la investigación arqueológica. La historia de esas poblaciones a partir del contacto con europeos y criollos ofrecía una cierta alternativa favorable. Durante los años de mi exilio académico (1977-1983) dediqué una parte del tiempo a su conocimiento.[11]
Varios de estos investigadores sufrieron despidos y los más jóvenes eran recién graduados que no habían comenzado a trabajar como docentes en las universidades. Así, buena parte de ellos tuvo que recurrir a trabajos fuera del ámbito académico o enfrentarse al exilio. A mediados de la década de 1980 y comienzos de la siguiente se reincorporarían a las universidades nacionales y comenzarían poco después a formar sus propios equipos. Las obras clásicas de este período temprano son las de Martha Bechis (2011) [1983], Miguel Ángel Palermo y Raúl Mandrini. El segundo publicó varios estudios clave entre 1986 y 1989[12] aunque posteriormente no continuó su actividad en los círculos académicos. Mandrini, historiador especializado en el mundo antiguo y clásico, se interesó por estos temas a través de Alberto Rex González[13]. A través de la relectura de las fuentes disponibles a la luz de procesos que conocía para otros contextos, y manteniéndose en estrecho contacto con arqueólogos de la Pampa y Región patagónica (como Diana Mazzanti, Ana Biset, Gladys Varela y Alicia Tapia entre otras)[14] advirtió que las caracterizaciones de los pueblos indígenas de la región como nómadas ecuestres, con una economía basada en la depredación, eran incompatibles con la construcción de represas e indicadores sociales y políticos de divisiones jerárquicas, como la práctica de suttée (Mandrini, 1994).
Por otra parte, a principios de la década de 1990, la antropóloga Claudia Briones terminó sus estudios de doctorado en la Universidad de Texas en Austin y poco después de su regreso formó equipos -como el GELIND, GEADIS y GEAPRONA- que pronto renovarían las perspectivas sobre los movimientos indígenas contemporáneos[15]. Generando apropiaciones novedosas, introdujo en Argentina los enfoques teóricos de Jeremy Beckett, Ana María Alonso, James Brow y Lawrence Grossberg, entre otros autores, cuya investigación permitió comprender mejor las relaciones sociales en torno a la indigeneidad, la etnicidad, la hegemonía y los usos del pasado en la construcción del Estado en contextos locales, a lo largo de fines del siglo XIX, el transcurso del XX e inicios del XXI. Su notable trayectoria e impacto en los estudios indígenas no se puede resumir adecuadamente aquí. En pocos años constituyó varios grupos de investigación y formó a investigadores como Walter Delrio, Axel Lazzari, Diana Lenton, Mariela Eva Rodríguez, Ana Ramos y Diego Escolar, entre otros, quienes a su vez han dirigido no menos de diez tesis doctorales en la última década sobre estos temas.
Los contactos entre algunos de estas y estos investigadores se producirían desde fines de la década de 1990, en una confluencia de antropólogos e historiadores que no solo persiste y se profundiza, sino que se amplía a otros campos, como la lingüística. En ese sentido los espacios de sociabilidad académica que describiremos en el siguiente apartado han sido fundamentales. A lo largo de la década del 2000, y en el marco de las tendencias de profesionalización del mundo académico argentino, numerosos discípulos de aquellos primeros investigadores como Briones, Mandrini, Bechis, Villar o Nacuzzi terminaron sus estudios de doctorado,[16] y algunos de ellos formaron sus propios equipos en varias universidades del país,[17] consolidando esta línea.
3.2. Espacios de sociabilidad intelectual: seminarios y encuentros académicos
En la construcción de redes sociales y espacios académicos de intercambio durante los años ochenta y las dos décadas siguientes, Raúl Mandrini jugó un papel clave. Recordó que uno de los primeros encuentros sobre estos temas fue en Tandil:
Estoy casi seguro de que fue en 1987. Fueron Ana María [Biset] y Gladys [Varela], creo que Daniel [Villar] y varios arqueólogos, como Diana Mazzanti, Gladys Ceresole, Mónica Berón y, creo, Patricia Madrid. (...) las discusiones se centraron en la llanura de Buenos Aires, sobre la cual había presentado un trabajo que fue publicado un año antes en el Anuario del IEHS vol. 2, y el análisis arqueológico fue crucial.[18]
El segundo encuentro, realizado en Neuquén del 26 al 28 de mayo de 1988, se denominó Seminario de Investigaciones Etnohistóricas y Arqueológicas de la Patagonia y la Pampa (siglos XVI al XIX). El encuentro fue organizado por la Universidad Nacional del Comahue, la UNICEN, y la Subsecretaría de Educación y Cultura de la provincia de Neuquén. Según Raúl Mandrini, estas reuniones fueron bastante informales, pero
La más formal de esas reuniones, por su mismo carácter internacional, fue el Primer Congreso Internacional de Etnohistoria, que se realizó en Buenos Aires entre el 17 y el 21 de julio de 1989. Su impulsora fue Ana María Lorandi y, al comienzo, estaba dedicado exclusivamente al área andina. Fui yo quien le propuso a Lorandi organizar el simposio ‘Sociedad indígena y relaciones fronterizas en los territorios meridionales de Argentina y Chile (siglos XVI-XIX)’ que ella aceptó. Fue el único sobre estos temas en el Congreso. Lo importante fue que asistió un grupo de investigadores chilenos que habían trabajado con [Sergio] Villalobos en el volumen Relaciones fronterizas en la Araucanía, ya un clásico en el tema. Fue importante porque era el primer contacto directo con investigadores de ese país y con algunos de ellos continué manteniendo contactos durante muchos años como Holdenis Casanova, Luz María Méndez y Horacio Zapater; través de ellos, me conecté luego con Jorge Pinto Rodríguez.[19]
Antes del primer Congreso Internacional de Etnohistoria se realizaron en 1984 las Jornadas de Etnohistoria Sudamericana para la cual “se convocaron representantes del sur de Brasil, el centro y el norte de Chile y el Litoral, Cuyo, las Sierras Centrales y la Patagonia de Argentina.” (Zanolli et al., 2016 p. 270).
Otro espacio académico que merece ser destacado tuvo lugar unos años después, cuando Martha Bechis impartió un seminario en 1999 para estudiantes de doctorado de la Universidad de Buenos Aires, que es mencionado por distintos investigadores como el espacio en el que se conocieron y confluyeron desde distintos contextos geográficos y disciplinares[20]. Varios de las y los estudiantes de este seminario, que luego se convertirían en especialistas en estos temas, comenzaron a coordinar simposios y paneles en distintas reuniones académicas regionales, nacionales e internacionales, además del comienzo de espacios específicos, como las Jornadas de Investigadores en Arqueología y Etnohistoria del Centro-Oeste del País, que se realizan periódicamente en Río Cuarto desde 1993. En ellas han venido reuniéndose historiadores y antropólogos sin distinción[21]. Ingrid de Jong, por ejemplo, con formación de base en antropología, decía
Yo sin darme cuenta me fui anotando en los congresos de historia. Me acuerdo haber dicho alguna vez 'uy, me van a matar, yo qué pretendo como antropóloga ir a decir algo a los historiadores'. Pero esa sensación se me fue pasando rápidamente (…) Hay gente que creía que yo era historiadora, hay contacto y hay trabajo en conjunto.[22]
En este campo, el Instituto de Estudios Histórico-Sociales (IEHS) de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, sede Tandil, funcionó como un nodo articulador de instancias de sociabilidad intelectual no solo de escala regional sino también internacional e interdisciplinar, para fomentar las perspectivas comparadas. Por un lado, por su rol en la formación de nuevas generaciones de investigadores a través del Doctorado en Historia que ofrece el instituto, en cuyo Comité participó Raúl Mandrini durante varios años,[23] como lo demuestran por un lado la convocatoria de Raúl Mandrini en 2000[24] y especialmente el coloquio internacional de 2006[25] que co-organizaron el CIESAS-México y el IEHS-Argentina, a partir de la iniciativa de aquel junto con Antonio Escobar Ohmstede[26]. A este encuentro asistieron 24 personas, procedentes de México, Colombia, Brasil, Argentina, Chile, España y Estados Unidos. Si bien la mayoría provenían del campo de la historia, un tercio de las y los expositores eran antropólogos. En esa ocasión se conocieron colegas que trabajarían juntos en adelante, como Julio Vezub (Argentina) con Rolf Foerster (Chile),[27] o Ingrid de Jong (Argentina) y Cynthia Radding (Estados Unidos) con Izabel Missagia de Mattos (Brasil)[28]. Por ejemplo, de acuerdo al testimonio de esta última,
Este seminario de Tandil ha sido seminal, ha sido muy importante [para] todos nosotros que estamos en esta actividad (…) Esto ya fue ampliando la mirada, porque con John Monteiro solo veíamos la América portuguesa, porque él también trabajaba Portugal (...) y a partir de Tandil tenemos este esfuerzo de hacer una ligazón con esta mirada para afuera de Brasil, para América Latina como un todo, que no es fácil, porque todavía hay dificultades, porque son formaciones históricas muy diferentes.[29]
Otros espacios de articulación de esfuerzos intelectuales que merecen mencionarse son el Taller de Etnohistoria de la Frontera Sur (TEFROS), conformado en 2002 desde la Universidad Nacional de Río Cuarto, que dio lugar a la revista TEFROS, y que organiza periódicamente las Jornadas de Investigadores en Arqueología y Etnohistoria del Centro-Oeste del País; la Red Temática sobre la construcción del pensamiento y el método antropológicos en Europa y América Latina, formada en 2003, con la participación de investigadoras -tanto de historia como antropología- de Argentina y España (Lidia Nacuzzi, Ingrid de Jong, Mónica Quijada y María Elba Argeri) (Quijada, 2011); la Red de Investigadores sobre Genocidio y Política Indígena (RIGPI), conformada desde 2004 por iniciativa de Diana Lenton y Walter Delrio, con la participación de profesionales argentinos procedentes de antropología, historia, sociología, comunicación, educación, cine, entre otras especialidades,[30] y la Red de Estudios Indígenas y Campesinos,[31] conformada en 2013 por historiadores y antropólogos.
3.3. Espacios de publicación
No puedo detenerme aquí a hacer un recuento de todos los dossiers en revistas y libros compilados sobre este campo temático, que darían cuenta de las articulaciones entre antropólogos, historiadores y arqueólogos -y más recientemente lingüistas- en torno a estos temas[32]. No obstante, otro ejemplo del dinamismo adquirido por estos estudios fue la construcción de espacios editoriales a nivel local. Los estudios de las poblaciones indígenas de las regiones pampeana y pampeana cobraron mayor peso en revistas de historia como el Anuario del IEHS[33] (que comenzó en 1986 y en cuyo equipo editorial participó Raúl Mandrini) y Quinto Sol[34] (el primer número se publicó en 1997 bajo la dirección de Daniel Villar). Asimismo, las revistas de antropología y arqueología comenzaron a incluir artículos y dossiers sobre estos temas. Cabe mencionar algunos como Runa: Archivo para las Ciencias del Hombre[35] (iniciado en 1948 por José Imbelloni en la Universidad de Buenos Aires); Etnia (iniciado en 1965 por Enrique Palavecino en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires); Memoria Americana (lanzada en 1991, inicialmente dirigida por Ana María Lorandi y luego por Lidia Nacuzzi entre 2007 y 2009); y algunas interdisciplinarias como Identidades[36] (iniciada en 2011 en la Universidad Nacional de La Patagonia San Juan Bosco); y Corpus: Archivos virtuales de la alteridad americana[37] (el primer número se publicó en 2011, dirigido por Diego Escolar).
Además de estas revistas de historia y antropología, en los últimos años se crearon publicaciones específicas sobre pueblos mayoritariamente indígenas de las regiones de la Pampa y Patagonia. Algunas de ellas fueron Revista de TEFROS[38] (Taller de Etnohistoria de la Frontera Sur, inaugurada en 2003, bajo la dirección de Marcela Tamagnini, de la Universidad Nacional de Río Cuarto) y Atekna[39] (iniciada en 2013 e inicialmente dirigida por María Teresa Boschín).
PALABRAS FINALES
Desde el punto de vista de una historia social de la conformación del campo de estudios acerca de los pueblos indígenas de Pampa y Patagonia, es posible identificar hasta la década de 1970 una especie de “división del trabajo” en la cual las y los historiadores se dedicaban a los procesos históricos de las sociedades coloniales y republicanas, pero sin tener en cuenta el protagonismo de los pueblos indígenas, mientras que las y los antropólogos se dedicaban a las características de los pueblos contemporáneos sin indagar en su profundidad histórica. Este panorama habría de cambiar en los siguientes años no sólo con la renovación de las miradas teóricas y los recambios de planteles de docentes-investigadores en las universidades posteriores a la dictadura de 1976-1983, sino también con la creciente visibilización de las movilizaciones indígenas. A partir de entonces, y sin pretender hacer una “genealogía fundacional”, podríamos distinguir al menos tres generaciones. La primera, formada en las décadas de 1970-1990 integra a especialistas en historia, antropología social y arqueología, algunos de los cuales vieron privado el acceso a los archivos, a la investigación arqueológica o a la propia vida académica, dado que fueron cesanteados y sufrieron exilio interno o serias dificultades para seguir sus investigaciones. Esta primera generación se verá trabajando de manera más activa a partir de mediados de la década de 1980 y la siguiente; aquí podemos ubicar a Martha Bechis, Raúl Mandrini, Lidia Nacuzzi, Daniel Villar y Claudia Briones. Una segunda, más numerosa, fue formada en la década de 1990 y 2000, con producción constante y formación a su vez de discípulos en mayor cantidad de centros de investigación, en el marco de mayor cantidad de espacios de sociabilidad, posibilidad de acceso a posgrados en el país, y una base de vínculos interdisciplinarios fomentados desde la generación anterior. La tercera fue formándose a partir de la década de 2010, con la dirección de integrantes de la segunda, y en el contexto de mayores posibilidades de financiamiento para proyectos y becas de posgrado.
A lo largo de esos años fueron construyéndose redes sociales y espacios académicos de intercambio como los encuentros en Tandil en 1987, 2000 y 2006, el de Neuquén en 1988, (en todos los casos con la colaboración activa de Raúl Mandrini), el seminario dictado en la UBA por Martha Bechis en 1999, la constitución de redes y conexión de equipos de trabajo a través de la labor del Taller de Etnohistoria de la Frontera Sur (TEFROS), la Red Temática sobre la construcción del pensamiento y el método antropológicos en Europa y América Latina, la Red de Investigadores sobre Genocidio y Política Indígena (RIGPI), y la Red de Estudios Indígenas y Campesinos, así como la conformación de simposios, paneles y mesas temáticas en congresos nacionales e internacionales, en la mayoría de los casos con participantes de diversas disciplinas.
Cabe destacar que este proceso ha tenido sus marchas y contramarchas; en Tandil, por ejemplo, la impronta dinámica que le había aportado Raúl Mandrini no perduró tras su retiro de la actividad académica y posterior fallecimiento (en 2016), mientras que la especialización creciente parece haber impedido la continuidad de algunos diálogos: los frecuentes contactos con el campo de la arqueología no se han sostenido más allá de vinculaciones puntuales (como la que existe en la Universidad Nacional de Río Cuarto); los nexos entre quienes practican la antropología -o antropología histórica- y la historiografía permanecen bien activos entre quienes se dedican a los procesos históricos del siglo XIX y parte del XX, mientras que esos vínculos se diluyen a medida que avanzamos hacia el siglo XXI, del que se ocupan mayormente las y los antropólogos (quizá en parte por una reticencia muy instalada en el campo historiográfico a explorar procesos recientes). Así, antropólogos, historiadores y arqueólogos han contribuido a configurar un campo de estudios con límites difusos, múltiples articulaciones y puntos de encuentro, pero también varios diálogos pendientes.
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ENTREVISTAS REALIZADAS
Argeri, María Elba (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina), entrevista realizada por la autora en forma escrita, 07 de abril de 2015.
Bechis, Martha (Instituto Gino Germani, Argentina, fallecida en septiembre de 2017), entrevista realizada por la autora en Buenos Aires, 09 de mayo de 2015.
Berón, Mónica Alejandra (Universidad de Buenos Aires-CONICET, Argentina), entrevista realizada por la autora en Buenos Aires, 17 de septiembre de 2019.
Boccara, Guillaume (Centro Franco Argentino de Altos Estudios de la Universidad de Buenos Aires, Argentina), entrevista realizada por la autora en Buenos Aires, 06 de mayo de 2015.
Boschín, María Teresa (CENPAT-CONICET, Argentina), entrevista realizada por la autora vía Skype, 16 de abril de 2015.
Briones, Claudia (Universidad Nacional de Río Negro-CONICET, Argentina), entrevista realizada por la autora vía Skype, 02 de marzo de 2015.
Curtoni, Rafael (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires - CONICET, Argentina), entrevista realizada por la autora en forma escrita, 06 de abril de 2015.
de Jong, Ingrid (Universidad de Buenos Aires, CONICET, Argentina), entrevista realizada por la autora vía Skype, 03 de marzo de 2015.
Escobar Omhstede, Antonio (CIESAS, México), entrevista realizada por la autora vía Zoom, 21 de septiembre de 2020.
Lenton, Diana (Universidad de Buenos Aires-CONICET, Argentina), entrevista realizada por la autora en Buenos Aires, 19 de septiembre de 2019
Mandrini, Raúl (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina, fallecido en noviembre de 2015), entrevista realizada por la autora en forma escrita, 20 de abril de 2015.
Missagia de Mattos, Izabel (Universidade Federal Rural do Rio de Janeiro, Brasil), entrevista realizada por la autora vía Zoom, 20 de abril de 2020.
Nacuzzi, Lidia (Universidad de Buenos Aires-CONICET, Argentina), entrevista realizada por la autora en forma escrita, 09 de marzo de 2015.
Ratto, Silvia (Universidad Nacional de Quilmes-CONICET, Argentina), entrevista realizada por la autora en forma escrita, 06 de marzo de 2015.
Tamagnini, Marcela (Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina), entrevista realizada por la autora, respondida en forma escrita el 10 de marzo de 2015.
Tapia, Alicia (Universidad de Buenos Aires, Argentina), entrevista realizada por la autora en forma escrita, 05 de marzo de 2015.
Valverde, Sebastián (Universidad de Buenos Aires-CONICET, Argentina), entrevista realizada por la autora en Buenos Aires, 08 de octubre de 2019.
Vezub, Julio E. (Universidad Nacional de San Juan Bosco-CONICET, Argentina), entrevista realizada por la autora vía Skype, 03 de mayo de 2015.
Villar, Daniel (Universidad Nacional del Sur, Argentina, fallecido en abril de 2019), entrevista realizada por la autora en forma escrita, 10 de marzo de 2015.
NOTAS
[1] Una versión preliminar de este artículo fue publicada en inglés en Histories of Anthropology Annual, vol.13 (University of Nebraska Press), disponible en https://www.nebraskapress.unl.edu/university-of-nebraska-press/9781496217691/?fbclid=IwAR1S4gOead3pbTapjht_t67Oo076wAwnThWYy4Ct9yPqV1ZTVYte4uOmwlo
[2] En orden de año de publicación, sin pretensiones de exhaustividad y sin entrar aquí por razones de espacio en las diferencias de abordajes y marcos interpretativos entre los siguientes trabajos, pueden verse por ejemplo: Guber y Visacovsky (1999), Perazzi (2003), Figoli (2004), Garbulsky (2004), Briones (2004), Mazzanti (2005), Soprano (2006), Guber y Visacovsky (2006), Bartolomé (2007), Guber (2007), Briones y Guber (2008), Gil (2010), Guber (2010), Ratier (2010), Igareta y Schávelzon (2011), Bonnin y Soprano (2011), Politis y Curtoni (2011), Name (2012), Silla (2012), Guber (2014).
[3] Las discusiones en Argentina en torno a la noción de “etnohistoria” se pueden seguir en diferentes textos, como los de Zanolli, Ramos, Estruch y Costilla (2010) y Ramos (2016).
[4] Demás está decir que un estudio más pormenorizado acerca de este campo debería incluir a espacios, actores y redes de los campos antropológico e historiográfico de Chile, a quienes no puedo dedicarme específicamente aquí por motivos de disponibilidad de espacio, pero serán mencionados en relación a la creación de vías de intercambios de alcance internacional en el apartado 3.2.
[5] Por razones de espacio, la vinculación específica con el campo de la arqueología será mencionada de manera tangencial, de manera que cuando mencione “antropología” estaré haciendo referencia más bien al campo de la “antropología social”. Como se verá más adelante, las diferenciaciones entre ambas tienen una historia particularmente compleja -en términos de las identificaciones políticas- en Argentina.
[6] Realicé las entrevistas en distintos momentos entre 2015 y 2020, por distintas vías (en forma presencial, por correo electrónico o distintos medios de videollamadas). Todas las entrevistas citadas en este texto fueron realizadas por mí.
[7] Si bien como veremos más adelante esta narrativa fue cuestionada y desacreditada en los ámbitos académicos a partir de la década de 1980, aún sigue presente en sectores de la sociedad que pretenden deslegitimar las luchas indígenas.
[8] El curso incluyó perspectivas de Radcliffe-Brown, Malinowski, Boas y Steward, entre otros. Ralph Beals fue invitado a impartir este curso durante un semestre en 1962 y luego fue reemplazado por Abraham Monk; su plan de estudios incluía a autores como Ralph Linton, Alfred Kroeber, Oscar Lewis, Ruth Benedict y Michael Lowie (Guber, 2007, p. 269).
[9] Sobre Casamiquela, véase Vezub (2007) y Valverde (2015).
[10] Entrevista a Lidia Nacuzzi, 09 de marzo de 2015.
[11] Entrevista a Daniel Villar, 10 de marzo de 2015.
[12] Ver Palermo 1986, 1988, 1991, 1994 y 1999.
[13] Entrevista a Raúl Mandrini, 20 de abril de 2015.
[14] El desarrollo de la arqueología en la provincia de Buenos Aires fue bastante importante a mediados de los años ochenta. Véase, por ejemplo, el caso de Olavarría en Diana Mazzanti (2005). En los textos de Raúl Mandrini (por ejemplo, Mandrini, 2007), se puede consultar una lista de los principales textos que ayudaron a promover una renovación de los enfoques relacionados con los pueblos indígenas en el área.
[15] Entrevista a Claudia Briones, 2 de marzo de 2015.
[16] Se enumeran a continuación los nombres -en orden alfabético- y entre paréntesis la fecha de defensa de tesis doctoral: Sebastián Alioto (2009), María Elba Argeri (2004), Rafael Curtoni (2007), Ingrid De Jong (2003), Walter Delrio (2003), Diego Escolar (2003), Juan Francisco Jiménez (2006), Axel Lazzari (2010), Diana Lenton (2006), Eugenia Néspolo (2006), Ana Ramos (2005), Silvia Ratto (2004), Mariela Eva Rodríguez (2010), Claudia Salomón Tarquini (2009), Marcela Tamagnini (2006), y Julio Vezub (2005).
[17] Algunos de los centros fueron la Universidad de Buenos Aires (con académicos de la Sección de Etnohistoria como Ingrid de Jong y Lidia Nacuzzi, y de la Sección de Etnología y Etnografía, como Diana Lenton y Mariela Rodríguez); la Universidad Nacional de Río Cuarto (con trabajo conjunto de historiadores y arqueólogos como Antonio Austral, Ana María Rocchietti y Marcela Tamagnini); la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (en la sede Tandil con mayor presencia de historiadores como Raúl Mandrini y Sara Ortelli y la sede Olavarría, con mayor número de arqueólogos como Gustavo Politis y Rafael Curtoni); la Universidad Nacional del Sur en Bahía Blanca (con historiadores como Juan Francisco Jiménez y Daniel Villar, quien también fue profesor titular en la Universidad Nacional de La Pampa Santa Rosa, donde se conformó un núcleo inicialmente conducido por D. Villar y tras su jubilación, por Claudia Salomón Tarquini); el Centro Nacional Patagónico del CONICET en Puerto Madryn (con historiadores como Julio Vezub y arqueólogos como María Teresa Boschín); la Universidad Nacional de Río Negro (con antropólogos como Claudia Briones, Ana Ramos y Walter Delrio, entre otros); la Universidad Nacional del Comahue (con el historiador Enrique Mases, por ejemplo); la Universidad Nacional de Quilmes (con la historiadora Silvia Ratto entre otros); y la Universidad Nacional de San Martín (con el antropólogo Axel Lazzari), entre otros.
[18] Entrevista a Raúl Mandrini, 20 de abril de 2015.
[19] Entrevista a Raúl Mandrini, 20 de abril de 2015. Además de los nombrados, otros académicos vinculados a estas temáticas que estuvieron presentes en ese congreso fueron Martha Bechis, Ana Biset, Gladys Varela, Holdenis Casanova, Eduardo Crivelli Montero, Juan Carlos Garavaglia, José Mateo, Carlos Mayo, Amalia Latrubesse, Luz Méndez Beltrán, Lidia Nacuzzi, Jimena Obregón Iturra, Luis Parentini, María del Rosario Prieto, Helmut Schindler y Horacio Zapater (Programa del Primer Congreso Internacional de Etnohistoria, Buenos Aires, Argentina, 1989, reproducido en Ramos y Chiappe, 2018).
[20] Unos veinte estudiantes de posgrado cursaron este seminario, llamado “La Etnohistoria como dinámica histórica de situaciones hegemónicas entre alteridades colectivas”. Entre ellos, estaban Julio Vezub, Diego Escolar, Walter Delrio, María Eugenia Néspolo, Diana Lenton, e Ingrid de Jong. Agradezco a Julio Vezub por haberme alcanzado el programa y la referencia sobre las y los estudiantes que lo cursaron.
[21] No pretendo brindar aquí un recuento exhaustivo de estas instancias, pero la siguiente lista de mesas y simposios puede ser ilustrativa: X Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia (Rosario, 2005, “Poder, conflicto y redes sociales en espacios fronterizos latinoamericanos, siglos XVIII y XIX,” coordinada por Sara Ortelli y Silvia Ratto); 2das Jornadas de Historia de la Patagonia (General Roca, 2006, “Historia de los pueblos originarios,” coordinada por Diana Lenton, Walter Delrio y María Andrea Nicoletti); XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia (Tucumán, 2007, “Etnogénesis, incorporación estatal y formaciones nacionales siglos XIX-XXI,” coordinada por Walter Delrio y Diego Escolar); 3ras Jornadas de Historia de la Patagonia (Bariloche, 2008, “Políticas indígenas en Patagonia: una historia de dos siglos,” coordinada por Diana Lenton, Walter Delrio y Claudia Salomón Tarquini); III Encuentro de Investigadores: Fuentes y Problemas de la investigación Histórica Regional (Santa Rosa, 2008, “Sociedades indígenas de Pampa y Nordpatagonia: aportes para un debate interdisciplinario,” coordinada por Claudia Salomón Tarquini); XII Jornadas Interescuelas Departamentos de Historia (Bariloche, 2009, “Procesos de etnogénesis, sometimiento e incorporación estatal/nacional de pueblos originarios s. XIX/XX,” coordinada por Walter Delrio y Diego Escolar); VIII RAM (Reunión de Antropología del Mercosur, Buenos Aires 2009, “Estrategias Indígenas y Estatales en los Procesos de Expansión Nacional: Enfoques Regionales y Fronteras Conceptuales,” coordinada por Izabel Missagia e Ingrid de Jong; e “Indigenismos e Políticas Indigenistas nas Américas. Para uma Análise Comparativa das Relações entre Povos Indígenas e Estados nos séculos XX e XXI,” coordinada por Guillaume Boccara, Claudia Briones y Antonio Carlos de Souza Lima); 4tas Jornadas de Historia de la Patagonia (Santa Rosa, 2010, “Subalternización y resistencia de los pueblos originarios en Argentina y Chile,” coordinada por Walter Delrio y Claudia Salomón Tarquini); y Jornadas 25 años de Etnohistoria en la Argentina (Buenos Aires, 2010, “Participación y resistencia en los procesos de conformación de los estados,” coordinada por Ingrid de Jong y Lorena Barbuto), entre varias otras.
[22] Entrevista a Ingrid de Jong, 03 de marzo de 2015.
[23] En la década de 2000 había no menos de 8 personas cursando el doctorado con temas vinculados a historia de pueblos indígenas de Pampa y Patagonia (Julio Vezub, Marcelo Gavirati, Debora Finkelstein, Claudia Gotta, Fabián Arias, Carla Manara, María Marta Novella, Miguel Mugueta y Claudia Salomón Tarquini). En este doctorado, Raúl Mandrini oficiaba como consejero de estudios de quienes se dedicaban a estos temas.
[24] El Coloquio Internacional “En los confines de la ‘civilización’. Indígenas y fronteras en el ámbito pampeano durante los siglos XVIII y XIX. Un análisis comparativo”, tuvo lugar en agosto de 2000 en Tandil, por el IEHS-UNICEN, el Centro de Estudios de Historia Regional de la Universidad Nacional del Comahue y el Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur (véase Mandrini y Paz, 2003).
[25] Coloquio Internacional “Sociedades en movimientos: los pueblos indígenas de América Latina en el siglo XIX”, realizado en Tandil entre el 14 y 17 de agosto de 2006. Ver los detalles en Mandrini, Escobar Ohmstede y Ortelli (2007).
[26] El contacto entre Antonio Escobar Ohmstede y Raúl Mandrini se produjo a través de Sara Ortelli, integrante del equipo de Mandrini que por entonces se encontraba realizando sus estudios de doctorado en México (entrevista a Antonio Escobar Ohmstede, 21 de septiembre de 2020).
[27] Entrevista a Julio Vezub, 03 de mayo de 2015.
[28] Entrevistas a Julio Vezub, 03 de mayo de 2015 e Ingrid de Jong, 04 de marzo de 2015.
[29] Entrevista a Izabel Mattos, 20 de abril de 2020
[30] Este colectivo ha organizado numerosas actividades como charlas, proyecciones de producciones audiovisuales, capacitaciones, trabajos de divulgación, intervenciones en debates en distintos medios de comunicación, publicación de artículos, capítulos de libros, libros colectivos como Delrio et al., 2018).
[31] https://www.facebook.com/Red-de-Estudios-Indigenas-y-Campesinos-146574042218021
[32] A modo de ejemplo, y sin pretender agotar la lista de obras, pueden mencionarse: Villar (1998), Mandrini y Paz (2003), Villar (2003), Mandrini, Escobar Ohmstede y Ortelli (2007), Rocchietti y Tamagnini (2007), Lucaioli y Nacuzzi (2010), Quijada (2011), Ramos, Crespo y Tozzini (2016), Briones y Ramos (2016), de Jong (2016), Alioto, Jiménez y Villar (2018), Delrio et al. (2018), Literas y Barbuto (en prensa).
[33] http://anuarioiehs.unicen.edu.ar/
[34] Ver http://cerac.unlpam.edu.ar/index.php/quintosol
[35] http://revistascientificas.filo.uba.ar/index.php/runa/issue/archive
[36] https://iidentidadess.wordpress.com/numeros-anteriores/
[37] https://corpusarchivos.revues.org
[38] http://www.hum.unrc.edu.ar/ojs/index.php/tefros/issue/archive
[39] https://plarci.org/index.php/atekna/about
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