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Noticias que llegan de los toldos. Rumores e información en la frontera bonaerense (1774-1775), de Eduardo Iraola, Revista TEFROS, Vol. 19, N° 2, artículos originales, julio-diciembre 2021: 96-116. En línea: julio de 2021. ISSN 1669-726X
Cita recomendada: Iraola, E., Noticias que llegan de los toldos. Rumores e información en la frontera bonaerense (1774-1775), Revista TEFROS, Vol. 19, N° 2, artículos originales, julio-diciembre 2021: 96-116.
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Noticias que llegan de los toldos.
Rumores e información en la frontera bonaerense (1774-1775)
News
coming from The Toldos. Rumors and information in the Buenos Aires Frontier
(1774-1775)
Notícias vindo dos toldos.
Rumores e informações sobre a fronteira com Buenos Aires (1774-1775)
Programa de estudios históricos, antropológicos y americanos, Universidad Nacional de Luján
Unidad Académica de Río Turbio, Universidad Nacional de la Patagonia Austral, Argentina
Fecha de presentación: 27 de octubre de 2020
Fecha de aceptación: 27 de junio de 2021
RESUMEN
Las guarniciones de la frontera bonaerense fueron espacios de circulación de noticias sobre las parcialidades indígenas. Sin embargo, un conjunto considerable de estas noticias eran meros rumores, mientras que, el restante constituía información considerada veraz. Las sociedades de la época desarrollaron herramientas sociales capaces de decodificar y seleccionar la veracidad de los sujetos agentes. Las partidas volantes y los indígenas que ingresan a comerciar sus efectos fueron auténticos portadores de noticias que podían circular con cierto grado de libertad, aunque había una clara intención oficial de canalizar lo que se pudiera saber.
En 1774, el cacique Toroñán fue detenido por las tropas hispano-criollas por ser sospechado de tramar un malón. La historiografía abordó este fenómeno en un entramado de situaciones sociopolíticas que se limitaron a pensar la situación bélica y diplomática que se estaba desencadenando. No obstante, el relevamiento detallado del material documental evidencia un dinamismo comunicativo que permite su indagación. Las guarniciones y las parcialidades indígenas circulan noticias y rumores sobre lo que sucede. El objetivo del siguiente artículo apunta a indagar, en una coyuntura de producción constante de noticias, los mecanismos sociales desarrollados para discernir entre los rumores y la información.
Palabras clave: rumores; veracidad; Toroñan.
ABSTRACT
The garrisons
of the Buenos Aires frontier were spaces of circulation of news about
indigenous groups. However, significant news stories were mere rumour, while
the rest constituted information considered to be truthful. The societies of
the time developed social tools capable of decoding and selecting the veracity
of the official subjects. The so-called “partidas volantes” and the Indians
that entered to trade their goods were authentic news carriers that could
circulate with a certain degree of freedom even though there was a clear
official intention of channelling what could be known.
In 1774,
Cacique Toroñán was arrested by the hispanic-creole troops for being suspected
of plotting a raid or malón. The historiography addressed this
phenomenon in a fabric of socio-political situations limited to thinking about
the war and diplomatic situation unfolding. Nevertheless, the detailed
gathering of the documentary material demonstrates a communicative dynamism
that allows its inquiry. The garrisons and the indigenous groups spread news
and rumours about what happened. The aim of the article is to investigate, in a
juncture of constant production of news, the social mechanisms developed in
order to discern the rumour and information.
Keywords: rumours; veracity; Toroñán.
RESUMO
As guarnições da fronteira de Buenos Aires foram espaços de circulação de notícias sobre os grupos indígenas. No entanto, uma parte considerável dessas notícias era composta de meros rumores, enquanto o restante eram informações consideradas verdadeiras. As sociedades da época desenvolveram ferramentas sociais capazes de decodificar e selecionar a veracidade dos sujeitos agentes. Os militares rastreadores e vigias dos campos e os indígenas que entravam para negociar seus bens eram autênticos portadores de notícias que podiam circular com certa liberdade, embora houvesse clara intenção oficial de controlar o que se pudesse saber.
Em 1774, o Cacique Toroñán foi preso por tropas por ser suspeito de tramar um malón. A historiografia tratou este fenômeno em uma rede de situações sociopolíticas que se limitaram a pensar a situação militar e diplomática desencadeada. No entanto, o levantamento detalhado do material documental mostra um dinamismo comunicativo que permite a sua investigação. As guarnições e grupos indígenas circulam notícias e rumores sobre o que está acontecendo. O objetivo do artigo é investigar, em uma situação de produção constante de notícias, os mecanismos sociais desenvolvidos para discernir entre rumores e informações.
Palabras-chave: rumores; veracidade; Toroñan.
INTRODUCCIÓN
En el siglo XVIII, la frontera sur del imperio español se extendía desde la bahía de Samborombón en Buenos Aires hasta el río Biobío en Chile. En este extenso espacio múltiples poblaciones hispano-criollas e indígenas convivieron y se enfrentaron de manera cotidiana. En este sentido se fueron instalando y extendiendo una serie de estructuras militares de diversa solidez y movilidad (Aguirre e Iraola, 2019). De este modo, pudieron consolidar parte del espacio ocupado mientras que generaban un área similar entre la última guarnición y la primera toldería indígena. La situación de temor constante o cuando menos de desconfianza supuso la necesidad de pertrecharse de noticias.
Entre 1760 y 1790 en la frontera de Buenos Aires existieron un número variable de más de veinte guarniciones militares entre puestos, guardias, fortines y fuertes (Iraola, 2019; Néspolo, et al., 2010; Néspolo, 2012). Si bien, una de las diferencias sustanciales entre dichas estructuras militares era su aspecto constructivo o la dotación de personal, no obstante, la similitud es que todas ellas, sin distinción, remitían noticias de manera cotidiana tanto a la ciudad de Buenos Aires –cabecera administrativa- como a la Villa de Luján -sede de la Comandancia General de Fronteras-. Además, mantuvieron una considerable comunicación escrita y personal entre estas guarniciones.
La erección de la Comandancia General de Frontera supuso la sistematización de la producción de noticias. La documentación preservada en el Archivo General de la Nación (Argentina) [AGN] deja evidencia clara de cómo este proceso pasó de misivas desordenadas y accidentadas a una paulatina entrega de noticias incluso cuando no había pasado nada. Lo cual en apariencia no ofrece dato alguno al historiador, aunque habla suficiente sobre la obligatoriedad de la remisión de estas misivas. Por lo tanto, será válido destacar que las esquelas enviadas podían suponer tanto un informe detallado como una escueta nota que explicitaba que no había nada significativo que indicar; no obstante, ello también constituía una noticia.
Los momentos de cambio permiten indagar aquellos procesos que sumidos en la cotidianeidad se mostraban indiscernibles. Esta alteración de las relaciones sociales y de fuerza hace evidente una serie de prácticas socioculturales. El objetivo del presente artículo apunta a identificar los mecanismos por los cuales la sociedad hispano-criolla pudo otorgar veracidad a ciertas comunicaciones en el contexto de la sucesión cacical, luego de la muerte de Lincon Nagüel, en el marco de segmentalidad de la organización política indígena. En principio, revisaremos las estrategias implícitas de detección temprana manejadas en las propias guarniciones; luego, indagaremos en un único documento las diferencias reconocibles entre un sujeto arquetípico de la frontera, el sargento Mayor Manuel Pinazo, y el gobernador interino, Diego Solís.
En particular, la indagación de esta problemática requiere que adentremos la mirada en fenómenos concretos. En sucesivas oportunidades las sociedades hispano-criollas promovieron la firma de Tratados o Pactos de Paz (Néspolo, 2004; Nacuzzi, 2006) con algunos caciques que se mostraban un tanto más permeables a un acercamiento. En 1770, en la Laguna de los Huesos se firmó uno de estos tratados y alianza. El mismo dio inicio al proceso de convivencia en el que los hispano-criollos pusieron en manos de Lepin Nagüel un “bastón de cacique principal”, mientras que, la particular alianza por medio de una campaña punitiva atacaba a los cacicatos rivales. Lo anterior permitió la emergencia de un aparente encadenamiento de caciques donde dicho “bastón” entregado a Lepin se puso en manos de su hijo Lincon. Aunque en 1774 la muerte de este último y la supuesta debilidad potencial del liderato de su hijo Nahual Pan –supuesto nieto de Lepin- apareció coartando esta intervenida cadena de cacicatos.
La coyuntura se ofreció permeable a la intromisión tanto de otros parciales y caciques como de los sujetos hispano-criollos siempre interesados en intervenir en el universo indígena (Néspolo, 2012, pp. 396-397). Los caciques comenzaron a retirarse tierra adentro para celebrar encuentros que apuntaban a resolver la instancia de liderato, aunque permitía también abrir la posibilidad de ataques sobre los espacios hispano-criollos. Una primera lectura del material documental permite suponer que, hacia finales de 1774, el reiterado aviso de la amenaza ranquel favoreció que el cacique Toroñan fuese detenido por las tropas hispano-criollas y posteriormente trasladado a Montevideo por la sospecha de que tramaban un ataque para recuperarlo. Aunque, un pormenorizado trabajo de indagación documental permitirá por lo menos cuestionar esta hipótesis, a la vez que enriquecer la problematización del proceso histórico.
La disputa originada por la muerte de Lincon Nagüel explicitaba una serie de fricciones al interior de las parcialidades indígenas así como en la sociedad hispano-criolla, mientras que, ofrecía señas claras de aquel proceso de adquisición de lideratos (Bechis, 2008, p. 286). Las amenazas de posibles malones y de ataques de un cacique contra otro construían una situación de gran inestabilidad, aunque formaban parte del área Araucano-pampeano. El estado de situación implicó un grado de efervescencia que conllevó una frondosa llegada de noticias y de rumores sobre lo que sucedía en el mundo indígena, para lo cual la sociedad hispano-criolla debió agudizar su capacidad para obtener noticias separando los rumores y la información. No obstante, se hizo evidente la pericia indígena para intervenir el presente al generar rumores, contra-información en el contexto de sus propios procesos de segmentación.
La muerte de Lincon Nagüel, mencionado como “cacique principal” auca, y la posterior situación del liderato intervenida por los hispano-criollos y la detención/cautiverio del cacique ranquel Toroñan generan inestabilidad política en todos los bandos. La situación promueve una auténtica convulsión en la que circulan mensajes en todas las direcciones. Un papel importante en la búsqueda de noticias, en la frontera hispano-criolla, lo cubrían pequeños grupos de milicianos, un baqueano y un oficial que podían conformar las “partidas volantes”, quienes salían a “bombear el campo” para advertir la presencia de parcialidades, lo mismo de sus movimientos o avistamiento. Frecuentemente, estas “partidas” se encontraban con los indígenas, quienes conociendo el “santo y seña” podían conversar y en otras ocasiones alcanzaba con mostrarse amistoso. En este menudo acto relacional se intercambiaban objetos y saberes sobre el estado del campo (con o sin agua), de los animales y de las tolderías, así como, de las intenciones, ataques o movimientos de algunas parcialidades.
La comunicación entre estas sociedades implicó la emergencia de traductores conocidos como “lenguaraces”, mientras que, los y las sujetos cautivados accedían a la posibilidad de aprender sus lenguas y algunas de sus costumbres. Este acto relacional se construye en sociedades de desconfianza en las que dotarse de información puede ser esencial, aunque la misma desesperación por lograrlo puede ser mala consejera generando mayor incertidumbre. En sociedades confrontadas la información se vuelve estratégica, por lo cual los sujetos necesitan desarrollar mecanismos sociales que le permitan discernir la veracidad de las cosas.
Las múltiples guarniciones fronterizas, como ya hemos dicho, buscan y remiten un cúmulo considerable de noticias. No obstante, algunas de estas noticias lejos están de ser auténtica información, debido a que no pueden ser comprobadas o no son verdad; en suma, una parte de estas de estas noticias son rumores. El rumor se inserta en condiciones sociales que guardan cierta particularidad, por ejemplo, donde intervienen un conjunto importante de emociones y necesidades sociales (Rouquette, 1977). En definitiva, lo que otorga verosimilitud al rumor es la comunicación oficial institucionalizada que reconoce en él un grado mayor de fiabilidad, por lo que comenzará a proceder entorno de ello como algo dotado de veracidad.
En definitiva, el rumor es una información no autorizada, no institucional, sin confirmar. El problema no es saber si es verdad lo que llega de la frontera en forma de noticias sino “cómo los sujetos están efectivamente ligados en y por las formas de veridicción en las que se involucran” (Foucault, 2014, p. 29). El umbral que separa al rumor de la información es la veracidad de la palabra dicha, en la que algunos sujetos pueden practicar mecanismos de revalidación. En este contexto emerge la gravitante importancia de los sujetos socialmente habilitados para determinar las acciones al discernir la información de los rumores en el conjunto obtenido de noticias.
LOS PROBLEMAS DEL MENSAJE
La presente propuesta reconoce la existencia de un mínimo de dos modos de discurso. Por una parte, se evidencia la presencia de un discurso indirecto que remite a otro que no está y en virtud de ello se habla de él y de sus acciones; incluso se dice que otros dicen que este sujeto hará. El discurso indirecto contiene alteraciones propias de sus sucesivas reproducciones y reconstrucciones, a la sazón, cargado de impresiones. Por otra parte, las necesidades socio-políticas de la frontera imponen que estos discursos indirectos sean aprovechados en su contenido con todo el riesgo que ello implicaba. Sin embargo, estos discursos indirectos de rumores se encuentran enmarcados en un sistema simbólico (Neubauer, 2013, pp. 16-17), un colectivo de identificación (Verón, 1996, p. 17) o una colectividad evocada (Zires Roldán, 1995, p. 116).
Estos espacios colectivos hacen referencia a que estas poblaciones comparten modos de hacer y de verse mutuamente, por ejemplo, la importancia del reconocimiento social del sujeto que habla, así como de quién se habla. En este mismo orden de cosas pueden evocarse lugares, representaciones sociales, adjetivaciones y expectativas mutuas. En síntesis, estos constructos colectivos son los que “trazan puentes” culturales que propenden a estrechar la comunicación. En este contexto, cobran significancia e implican representaciones sociales el ser “ranquel”, “pariente”, “paisano”, de “fama reconocida” o, como ya hemos dicho, retirarse a Salinas.
Además, esta habla mediatizada convive con el cúmulo de noticias que las propias partidas reconocedoras del campo han podido referir incluso incorporando contextos y evidencias a lo que los rumores dicen sobre ese otro que no está. Algunos académicos proponen que los rumores adquieren veracidad por su reiteración (Contreras Orozco, 2001) y no necesariamente por su factibilidad, fiabilidad y credibilidad. Sin embargo, los modos de hacer de los sujetos de la frontera porteña dejan evidencia de que una de los elementos que otorgan sustento al mensaje es el emisor y de quién habla. Claramente, para que un cacique auca considere que la noticia será relevante para la frontera porteña –ni siquiera para toda la frontera sur- es porque conoce y/o comparte esta colectividad evocada.
Los rumores se encuentran vinculados a situaciones cotidianas, lo que les adjudica cierto grado de credibilidad y/o factibilidad que indefectiblemente se da ante la falta de información y la presión generada por la ansiedad (Fernández-Poncela, 2012, p. 204). Todo ello llevó a los estudiosos a considerarlos un error, una tergiversación, una proyección mental, un reflejo de las fobias, mientras que otros, lo consideraron un modo de verdad y la voz de los sin voz (Contreras Orozco, op cit.).
La gran problemática radica en el hecho de que una sociedad prioritariamente oral generara, circulara y distribuyera mensajes en sus condiciones socioculturales para que luego esos mismos mensajes los recirculara una sociedad letrada, aunque profusamente oral. En ello las poblaciones hispano-criollas aglutinaron estos mensajes y en condiciones socioculturales suficientemente distintas se propusieron decodificarlos. Las poblaciones del universo indígena practicaron acciones similares buscando pertrecharse de información, aunque lo llevaron adelante desde tácticas, estrategias y mecanismos propios de sus saberes culturales. Si bien, muchos de estos han sido perdidos por la naturaleza de su conservación, no obstante, los registros accidentados de las poblaciones hispano-criollas permiten inferir algunos estos modos de hacer comunicativos.
MUCHAS NOTICIAS Y EL CAMPO REVUELTO DE INDIOS
Las sociedades urdidas por la violencia de sus enfrentamientos no sólo se estructuran en sus propios sistemas defensivos, sino que, para sostener las condiciones materiales de vida de sus habitantes necesitan pertrecharse de lo que está sucediendo al otro lado de la frontera. La sociedad hispano-criolla se encontraba ávida de información sobre lo que sucedía en los territorios de las parcialidades indígenas y viceversa[1]. No obstante, obtener este preciado material de saberes y conocimientos supuso una serie de escollos que muchas veces los especialistas en el tema suelen menospreciar frente a la política concreta de la frontera. Uno de los impedimentos más complejos era cualificar las noticias que llegaban de “tierra adentro”; otra dificultad, no menor, radica en las distancias entre la oralidad y la escritura (Ong, 1982).
Las múltiples guarniciones de la frontera bonaerense, como ya hemos dicho, salían a recorrer el campo en “partidas volantes” o de una guardia a otra; luego remitían noticias escritas del estado del campo. Lo anterior constituía una fuente de información genuina generada por el aparato cívico-castrense de milicias y militares. Por lo cual, la veracidad de estas noticias se originaba en el hecho de que correspondían a los circuitos institucionalizados de información. Mientras tanto, la llegada de contingentes indígenas para comerciar y/o el encuentro con estos en el campo podían constituir otra fuente de averiguación.
Las noticias ofrecidas por los indígenas podían constituirse en información o ser meros rumores. Las parcialidades poseían sus propias estrategias de información y con ello una serie de mecanismos de veracidad que se hacen muy complejos de estudiar debido a su conservación intermediada. La comunicación de las poblaciones indígenas estaba casi por completo basada en la oralidad por lo que, entre ellos, lo dicho y lo oído eran fuentes prioritarias de noticias, rumores e información. Aunque las sociedades hispano-criollas eran culturas profusamente orales poseyeron un sistema institucionalizado de carácter escrito. De este modo, las fuentes de noticias de las guarniciones de la frontera eran tanto las misivas escritas de los corredores del campo como lo que los indígenas podían decir tanto al encontrarse con las “partidas” como al ingresar a “vender sus efectos”, entre otras instancias.
En este contexto, en mayo de 1774, el cacique Caneupi avisa que cuatro caciques van a atacar, mientras que, unos días después Nahual Pan (potencial destinatario a “la vara de cacique principal”) anuncia una “sublevación”[2] de los ranqueles. Sin embargo, para Manuel Pinazo lo primero no sería posible debido a que “de inttentarlo handeser sentidos de nras Partidas, Como porque se encuentran los Caziques nuestros aliados en âquellas ymediaziones pordonde preciza mente han de pasar aynsulytarnos, ysolo siendo estos Complices podrán lograr su intento”[3]. En particular, el contexto en el que llegan estas noticias es el de la muerte del “cacique principal” Lincon Nagüel y el consiguiente proceso resolución de lideratos en torno a Nahual Pan. Aun así, Manuel Pinazo desestima esta noticia debido tanto a la existencia de sus partidas como de los caciques “aliados” en esas inmediaciones, por lo que, con aparente experticia cataloga esta noticia como un rumor.
Mientras que, el aviso de Nahual Pan “deuna sublevación delos Yndios Ranquecheles”[4] motivó una rápida acción de refuerzo de una partida de 16 hombres a Luján que completan 66 hombres y 3 oficiales por la supuesta llegada del cacique ranquel Palfi; en pocas palabras, esta noticia cobró veracidad inmediatamente al motivar las acciones militares pertinentes. Ahora bien, estas versiones que pudieran representar información para los caciques Caneupi y Nahual Pan, en apariencia, no lo fueron para Manuel Pinazo. La experticia permite que entre un conjunto de noticias pueda separar los rumores y la información. Sin embargo, únicamente una indagación profunda del material documental podrá evidenciar los límites de los mecanismos de revalidación.
Aquello que parece evidente a simple vista supone una complejidad considerable. A saber, Manuel Pinazo ofrece argumentos para desestimar una noticia por su poca factibilidad, aunque omite los motivos por los cuales considera información y otorga veracidad a otra distinta. De más está decir que los sujetos intervienen el presente sin motivos para explicar los por qué, en principio, porque las prácticas sociales cotidianizadas se hacen obvias para ellos, siendo para el investigador lo obvio lo más difícil. No obstante, podemos desmantelar algunas cuestiones que se encuentran imbricadas en los modos de hacer de estos sujetos.
La supuesta “sublevación” del cacique ranquel Palfi es interpretada por Manuel Pinazo como información, por lo tanto, una amenaza posible. Una de las variables que puede incidir en la noticia que llega -en el mensaje- es que el emisor es justamente Nahual Pan, pretendiente a la “vara de cacique principal” hijo de Lincon Nagüel condiciones que le otorgan un grado mayor de veracidad. Ello explicaría por qué se toman medidas más allá de que el propio Manuel Pinazo reconozca “y haunque ninguna deestas [partidas] me a causado maior novedad”[5]. Por otro lado, uno de los factores es de quién habla el mensaje. En este sentido, puede que no sea tan gravitante el hecho de que se menciona al Cacique Palfi, sino que, este forme parte de los ranqueles siendo las rencillas con estos un motivo suficiente para temer un ataque. No obstante, las delimitaciones entre la noción de auca y ranquel no sólo son complejas para nosotros en la actualidad, sino que, para los propios sujetos de la época lo fueron; por ejemplo, el cacique Toroñan será mencionado por Joseph Vague como “rancachel de la parcialidad de naval Pan hijo de Lincon”[6], mientras que, para los sargentos mayores Juan Hernández, Diego Trillo y Manuel Pinazo existe en apariencia una separación más clara entre ambos[7].
El Tratado de Paz y alianza de Laguna de los Huesos (1770) entre hispano-criollos y el cacique auca Lepín implicó una campaña punitiva al interior del espacio indígena. Si bien, los ranqueles eran en esa instancia enemigos del cacique Lepín, no obstante, no se realizaron ataques; en palabras de Alemano “los rancacheles quedaron suficientemente aislados como para constituir una amenaza seria” (2015, pp. 36-37). Ello deja a los ranqueles, con todas las prevenciones de adscripción mencionadas, por fuera de esta violenta campaña punitiva y con cierto margen de acción.
A mediados de junio, el Sargento Mayor Diego Trillo se encontró con una partida de indios a cargo del cacique ranquel Casuel que estaban potreando cerca de los Manantiales de Piñero; en esta oportunidad dicho cacique se presentó pacíficamente diciendo que:
…andava potreando y buscando la vida que no tubiese recelo que era amigo como el casiqe toroñam su primo qe Nabal Pan, Canupí y los demás eran todos Paisanos y Parientes (…) que Vien podrían aber reconocido su fidelidad, pues acia cinco días qe avia encontrado consiete ombres nuestros paisanos/ paraber dho los corredores a el Pergamino eran de esta frontera y que notansolo experimentaron daño alguno desu Yndiada.[8]
Unos días después, haciendo mención de dicho encuentro el sargento Juan A. Hernández acusa recibo de las órdenes, entre las que se encuentra referido al cacique Casuel “asegurar su amistosa corresponda como en los tocante al fin qe lo havia traido por estas campañas”[9]. Aunque a simple vista la problemática radica en separar lo dicho por Casuel de sus designios reales, no obstante, el sustrato de ello lo expresa en otro momento el mismo Hernández al escribir “segn me avisa VM, es poco conocido; la nación de qe sea y demás qe conduzca a formar concepto del designio qe tenga”[10]. En este caso, la pacífica actitud del cacique ranquel Casuel resulta insuficiente como factor de veracidad. Tanto Diego Trillo como Juan A. Hernández requieren de cotejar por diferentes estrategias si lo dicho por Casuel es factible. Este cacique, en claro conocimiento de las prácticas hispano-criollas, se presenta como primo de Toroñan, pariente y paisano de Nahual Pan y Caneupí[11]; por este medio busca ser recibido como “indio de paz”. El problema es que Casuel “es poco conocido” y en la sociedad hispano-criolla uno de los modos más comunes de justipreciar a una persona es por “su nombre y fama”, por esto mismo, él se presenta vinculándose a referentes de las parcialidades indígenas. Aunque hace poco menos de un mes estos mismos caciques aucas, Nahual Pan y Caneupí, notificaron la amenaza de un ataque ranquel, en pocas palabras, lo dicho por el cacique Casuel parece perder veracidad por su condición de “poco conocido” y de ranquel. El 27 de junio de 1774, Diego Trillo notifica que continúa la “imbestigacion de los designios qe se habían anumpciado tenían meditados los indios Barbaros para imbadir estas fronteras”[12].
En este marco queda reflejado con nitidez la importancia social cobrada por la información. Sin embargo, la complejidad para dirimir la veracidad de los interlocutores indígenas radica en el nudo de desconfianza que trasvasa el mundo de la frontera. La búsqueda de autoridad social en la voz es la que le atribuye credibilidad y sustento al mensaje, por lo cual, la noticia que llega o la palabra dicha se refiere a sujetos concretos que le otorgan credibilidad, factibilidad y fiabilidad. El rumor habla de lugares, fechas y personas capaces de hacer lo que se está diciendo, pero esta factibilidad es compartida por ambas sociedades, “remite a una colectividad evocada” (Zires Roldán, 1995, p. 116). Esta última al encontrarse en todas las noticias que se obtienen de “tierra adentro” hace complejo separar rumores e información.
En apariencia, el mayor o menor grado de cercanía con los sujetos reconocibles en el mundo hispano-criollo permite obtener veracidad. Este es el caso de los caciques rotulados como aucas:
Ayer llego haesta el Cazique Calfingere (alias Zorro Negro) con la noticia de que queda convenido con Naval Pan y el cazique Caneupi, de avanzar a su retirada a el cazique Toroñan, chillain, Matmapu, Guaiquilauquen, todos quatro ranquecheles y todos malditos, si cumplen con lo que dicen esos enemigos menos tendremos pasa haesa Ciudad con el Lenguaraz a quien quieren llevar para testigo, que talvez por yerro de Cuenta quede en el numero de los Muertos.[13]
Estos tres caciques no sólo muestran la capacidad de credibilidad de sus palabras y acciones, sino que, proponen llevar al lenguaraz en condición de testigo. Los portadores de esta noticia son sujetos conocidos (en palabras de la época de “fama reconocida”) y se proponen atacar a aquellos que por “fama” tienen la de ser “todos malditos”. Incluso Manuel Pinazo solicitará a los comandantes de Samborombón y el Zanjón que informen cualquier presencia indígena “teniendo presente pa formar este concepto lo combenido con el Casique Zorro negro”[14]. De este modo, la primera noticia sobre un potencial ataque ranquel data de mayo y se ingresa al mes de agosto y sólo circulan menciones sobre “que viva precavido”[15].
El 26 de agosto, se despacha detenido al cacique Toroñan con algunos indios de su parcialidad “por ser coligados con los Peguelchus para inbadir estas fronteras”[16]. A fines de mes Manuel Pinazo escribe nuevamente a Buenos Aires notificando que ha remitido al lenguaraz Francisco Almirón con los caciques salientes –aucas- para averiguar:
…si dho Nahual Pan con los suios han avanzado al nillaguenun, y resto de los indios de toroñan como para que baje haverse conmigo a fin de obligarle aquedescubra con evidencia sies ono cierta la venida de los Indios Peguelchus, su situación y paraxe donde se hallen.[17]
En septiembre, el cacique auca Caneupí noticia que Nagual Pan abandonó su lugar con varios parientes por la posible invasión del cacique auca Caullaman y que Guchulepe atacó a los tehuelches[18]. Si bien, el repetido posible ataque ranquel nunca sucedió, no obstante, el cacique Toroñan está desterrado en Montevideo. Mientras tanto, aquellos que auguraban la llegada de los ranqueles han sumado al conflicto tanto a los peguelchus como a los tehuelches. En estos términos, cabe preguntarse si era cierta la noticia traída a fines de mayo por Nagual Pan y Caneupí sobre este supuesto ataque ranquel. En ese momento, los sujetos hispano-criollos en cuestión determinaron que dicha noticia se tomaría por información descartando la posibilidad de que fuera un rumor; cabe suponer, primero, que ampararon su juicio en que los portadores de la noticia eran sujetos con credibilidad; segundo, que el mensaje era factible por que los sujetos de los que hablaba eran capaces de hacerlo.
Ahora bien, se hace insuficiente la conjunción de credibilidad, factibilidad y fiabilidad de la noticia y de los portadores. La materialidad de los hechos demuestra que el ataque no sucedió y que la prisión del cacique Toroñan parece ser resultado de un rumor provocado en el marco de las convulsiones propias de la segmentación de los cacicatos. Por otro lado, la prisión del cacique ranquel genera un nuevo estado de cosas en la frontera hispano-criolla. El posible ataque de estas parcialidades resulta ser un efecto necesario a la hora de tramar estrategias para recuperar la libertad del cacique. No obstante, en septiembre, diez milicianos que acompañaban al cacique Zorro Negro hasta la laguna de Mitre se encontraron con dos chasques que había remitido el hijo de Toroñan para averiguar los motivos por los cuales estaba preso[19].
En apariencia, Nahual Pan se ha retirado “tierra adentro” con sus familiares y parientes. La medida preventiva es pasar a cuchillo a todo indio que se encuentre al norte del camino a Salinas. Sin embargo, Pinazo escribirá respecto a este mismo Nahual Pan no “confiar en su amistad pues aun cuando hubiese pensado en aliarse a nosotros y proceder de buenafe las inconstancias queles es natural a todo indio le habrá hecho variar”[20]. En este contexto, Manuel Pinazo se encuentra con la materialización de que la prisión de Toroñan ha sido urdida por el lenguaraz Luis Ponce y su avaricia con respecto a los bienes que el cacique traía para comerciar (Alemano, op cit., p. 15). En virtud de ello y de los problemas que pudiera haber originado, solicita se le castigue del modo adecuado a la gravedad[21]. No obstante, el Sargento Mayor omite que el rumor del ataque ranquel al cual está asociado el cacique Toroñan ha sido instalado por la parcialidad auca de la cual sigue esperando el ataque a los toldos ranqueles[22].
En octubre el Sargento Mayor Manuel Pinazo envía a su par Diego Trillo a la zona en la que se supone están asentados los toldos de los parientes del cacique Toroñan, aunque se hace imposible movilizar a la tropa debido a lo deteriorada que se encuentra[23]. A fines de ese año un pequeño grupo de indígenas huidas de los ranqueles denuncian que estos vienen a invadir en la presente luna y que se han aliados con los peguelchus[24]. Una vez más, el malón nunca llega. Entonces, parece ser que el retiro “tierra adentro” de Nahual Pan se encuentra acompañado de la noticia de que los ranqueles y otras parcialidades se alborotan para dar un ataque. Siendo así, los conflictos de los aucas pueden ser resueltos, mientras que, se sostiene la tensión en las guarniciones hispano-criollas. Entonces, si tal noticia es un rumor, incluso una mentira, pero ha sido tomado por información, lo que también pone en evidencia es la capacidad de intervenir que poseen las parcialidades indígenas.
Luego de desandar esta serie de acontecimientos en el orden que fueron sucediendo cabe proponer una interpretación que se ajuste a una perspectiva de conjunto. En principio, el ataque ranquel fue considerado como información por la veracidad que se adjudicaba a estos caciques, aunque un examen detenido permite evidenciar que ello constituía un rumor; incluso permite suponer que es una táctica de las parcialidades para acotar la irrupción hispano-criolla. Si bien, podemos rastrear que existieron en la sociedad de la época representaciones sociales negativas sobre los ranqueles, no obstante, en estudios contemporáneos adjudican al rumor la función de “dañar la imagen o reputación” (Tinoco, 2004, p. 158) y justamente esta serie de noticias han incrementado en la sociedad hispano-criolla dichas representaciones negativas sobre los ranqueles.
Las noticias obtenidas sobre la situación de la frontera constituyen auténticos discursos sociales que hablan tanto del enunciador como del enunciado. Aunque esta serie de noticias (rumores e información) hablan con mayor detenimiento de un colectivo de identificación (Verón, op cit., p. 17) en el que hispano-criollos y aucas tienden a integrarse al compartir representaciones sociales de un otro ranquel tendiente a la violencia que podría ser extensible a pehuenches y tehuelches. Este colectivo de identificación ofrece la posibilidad de dinamizar la comunicación, a la vez que, aumenta la factibilidad y fiabilidad de lo dicho. Por esto mismo es que las noticias que se obtienen de Nahual Pan, Caneupí, entre otros son tomadas como información, debido a que, contienen un alto grado de veracidad. Al estar insertos en este colectivo de identificación los caciques saben de quién hablar y qué decir para que lo dicho se haga creíble.
ALGO MÁS QUE UN ESCRITO DE PINAZO
El 13 de marzo de 1775, Manuel Pinazo escribe al Gobernador Interino Diego de Salas en respuesta a la devolución negativa que este le hiciera con respecto a una nota anterior. En la primera parte de esta misiva se puede reconstruir que sostenían una frondosa comunicación. A saber, el 18 de febrero habría enviado Manuel Pinazo una nota solicitando se autorizara castigar a los “indios”; sobre ello debemos aclarar que dichos “indios” se reduce a los ranqueles, eventualmente, tehuelches y pehuenches y que estos no han atacado las guarniciones hispano-criollas. Por el contrario, los parientes del cacique ranquel Toroñan siguen enviando comitivas para negociar sobre el caso (Alemano, op cit., pp. 40-41).
De dicha misiva se entiende que el 9 de marzo se le negaba la autorización a Manuel Pinazo de atacar a los “indios” y se le ordenaba arbitrar los medios necesarios para asegurar la frontera. Más allá de acatar dicha orden, el Sargento Mayor respondía con vehemencia a los fines de expresar tanto sus argumentos como su descontento, siempre evitando ser irreverente y/o insubordinado. Este extenso documento no sólo refleja los conocimientos de Manuel Pinazo sobre la frontera sino también de un contexto mayor que implica una coyuntura de considerable inestabilidad interétnica. Por lo cual, debemos ser ordenados en la explicación y requerir de la lectura paciente.
Un factor esencial es la prisión/cautiverio de Toroñan que será destinado a la plaza de Montevideo. Una segunda variable de importancia es la posible reunión de parcialidades en torno a las Salinas. En medio de ambas, se encuentra un cúmulo de noticias hispano-criollas e indígenas, estas últimas entregadas tanto por los parientes de Toroñan como por los integrantes de otras parcialidades y que hemos abordado en el apartado anterior. En estas condiciones socio-políticas, el Sargento Mayor Manuel Pinazo escribe su misiva al Gobernador Interino y en un tono de debate abierto se propone intercambiar opiniones sobre el modo correcto de abordar la coyuntura.
En su misiva escribe y enuncia concretamente “la necesidad que contemplava y contemplo oy de castigar a los indios nros declarados enemigos antes que anticipados nos den el golpe que sin duda será inevitable”[25]. Mientras que, con el objetivo de argumentar y contra argumentar reconstruye las propuestas hechas por sus interlocutores, a saber, el Gobernador Interino Diego de Salas y el Gobernador Juan José de Vértiz ausente de la ciudad. En este sentido, Manuel Pinazo reconstruye, al explicar, que su solicitud le fue remitida pertinentemente al Gobernador Vértiz y que este respondió que:
…hasta tanto que no se descubra evidentemente su mira de ofendernos, no se toma otra providencia que la de observarlos con cuidado a evitar todo ynsulto que intenten a fin de proceder según las circunstancias y motivos que diesen estando SSª persuadido que de la detención del Casique toroñan, y demás indios que le acompañan en la ciudadela de la plaza de Montevideo hara pensar no convenirles yrrupcion alguna en nuestras Fronteras esponiendo la vida de aquellos.[26]
La anterior respuesta (reconstruida por Manuel Pinazo) se encuentra en consonancia con la hipótesis original de que la detención del cacique podía, cuando menos, limitar las acciones bélicas de sus parciales. En las intenciones de Manuel Pinazo subyace la idea de que la estrategia de retener a Toroñan se ha mostrado insuficiente o, peor aún, contraproducente. Sin embargo, los rumores que los diferentes caciques aucas han logrado instalar en las numerosas guarniciones y “partidas volantes” son sustrato necesario para comprender la urgencia con la que Manuel Pinazo está abordando esta coyuntura. Mientras que, por su parte, el gobernador solicita que se asegure más “las yntensiones delos Yndios antes de castigarlos”.
La principal limitación que encuentra el Sargento Mayor a esta opción táctica es que se les ha hecho, como ya hemos visto, muy complejo desentrañar las intenciones de los indígenas. Por una parte, el conjunto de noticias obtenida por las guarniciones de la frontera podía contener tantas que se hacía complejo mantener una perspectiva integrada. Por otra parte, estas noticias solían hacer referencias al espacio físico que podían cubrir las “partidas” castrenses, aunque eventualmente pudieran conversar con algunos indígenas que estuviesen potreando. De este modo, la complejidad radicaba en discernir en ese cúmulo de noticias cuáles constituían información útil y cuáles sólo eran rumores. Finalmente, sobre lo que sucedía “tierra adentro” poco se sabía y al respecto de estas limitaciones Manuel Pinazo dirá:
La experiencia nos ha enseñado, y enseña, lo dificultoso que es a nras fuerzas el comprehender sus yntenciones, y seguir sus pasos, por que estos los dan quando quieren invadirnos, más frequentemente de noche que de dia, Y por otra parte como no tiene otra ocupación que la de pensar como y donde han de dar el golpe sea este mes, o el venidero.[27]
El sujeto con mayor experticia sobre la situación de la frontera bonaerense reconoce las limitaciones de su propia praxis. Si bien, existe la posibilidad de que en este tipo de enunciaciones Manuel Pinazo, como piensan algunos académicos (Alemano, op cit.; Villar y Jiménez, 2013) esté buscando persuadir al Virrey de atacar a los “indios”; no obstante, tan solo un superficial relevamiento del material documental preservado en la nomenclatura Comandancia General de Fronteras ofrece un estado de situación muy similar al que el susodicho describe. A saber, las constantes recorridas al campo, las reparaciones de las fortificaciones (Iraola, op cit.) y relevamiento de los efectivos de poco sirven cuando el ataque indígena sobreviene (Néspolo, 2012; Crivelli Montero, 1991).
Además, se hace evidente que la argumentación de Manuel Pinazo al utilizar el colectivo “los indios” construye un conjunto relativamente homogéneo que, como pudimos observar en el apartado anterior, no se constata en los hechos y comportamientos del propio Sargento Mayor. Por este medio, se interpela al/los Gobernador/es elaborando un colectivo de identificación en el que “nras fuerzas” no pueden comprender “sus yntenciones”; siendo así, esta misiva se constituye en un discurso político en el cual; el contradestinatario (Verón, op cit., p. 17) está constituido por “el indio”, indiferentemente si es ranquel o auca. En este sentido, es que Manuel Pinazo materializa el comportamiento indígena en un ejemplo al escribir; “algún Casique de ellos que por quatro barrilitos de Aguardiente, alevosamente puso en nuestras manos al Casique dn Miguel Yati, nro declarado enemigo, y a su familia”[28].
En la frontera los sargentos mayores, los capitanes e incluso los tenientes eran sujetos que cotidianamente trataban y se comunicaban con los indígenas y con los propios caciques. La posición de intermediarios sociopolíticos y culturales les reportaban tanto beneficios materiales como inmateriales. En concreto, el reconocimiento social obtenido por estos sujetos capaces de pivotar entre ambos mundos les otorgaba un surplus social que confería fiabilidad a su opinión y a su quehacer. El Sargento Mayor Manuel Pinazo hizo uso de esta facultad en las comunicaciones de 1774 que indagamos en el apartado anterior y en virtud de ello las noticias de un posible ataque ranquel fueron interpretadas como información y la veracidad de ello emergía de sus interlocutores aucas. No obstante, las sucesivas noticias llegadas de mano de los aucas se constituyeron en sólo rumores que tuvieron como mayor efecto colateral la detención del cacique ranquel Toroñan.
La incongruencia parece ser que Manuel Pinazo sostiene, como hemos visto, “aliados” aucas y “enemigos” ranqueles entre los indígenas, aunque para contra argumentar frente al gobernador, todos “los indios” son iguales[29]. Mientras que, la imposibilidad de avizorar las intenciones de los indígenas colisiona contra la vehemente opción que espera mediante un ataque militar conseguir cierto sosiego. En consonancia con estas incongruencias, el Sargento Mayor encuentra fundamentos suficientes, otra vez, en las declaraciones de los caciques indígenas, al escribirle al Gobernador Interino que:
…en su presencia declararon los Casiques Caullamantu, y Alequete, el dia 1º del corriente diciendo que el Capitan de los Peguelchus con sus indios marchó días pasados del cerro de la tinta para la Laguna de tenemeche a incorporarse con los Ranquecheles desde donde intentaban combidar a dos Casiques brindándoles por delante con algunos dones para que se uniesen con ellos a fin de conseguir mas a su salvo las ostilidades (que bien premeditadas tienen) en nras Fronteras, añadiendo qe esta noticia se les comunicó por los Casiques Tomas, Curelmen y otros dos, cuyos nombres no tengo presentes, correspondencias que entresi tiene estos nuestros enemigos, aunquando los son entresi, unos de otros, pues de lo contrario, sin duda alguna se hubiera acavado unos con otros, cuya noticia con la que el Capitan dn Juan de Mier, me comunica con fha 5 del corriente.[30]
El anterior fragmento no sólo pone en evidencia lo que supuestamente los caciques dijeron frente al propio Gobernador, sino que, por este medio también deja evidencia de cómo son las redes de comunicación internas a las parcialidades y cómo estas mismas forman parte de las noticias del mundo hispano-criollo. La primera de estas redes implica que los caciques, independientemente de ser ranqueles, tehuelches, etc., intercambian noticias y comunicaciones sobre sus vínculos y alianzas. En ellas la oralidad es el soporte prioritario de comunicación, por lo cual las cosas dichas son cosas oídas y vueltas a decir; en ese proceso de construcción y reconstrucción comunicativa se pierden elementos o se incorporan nuevos, mientras que, el mensaje se completa por la impronta personal y los gestos en el proceso mismo de oralidad.
En las sociedades orales la palabra compromete a la persona porque forma parte de fiabilidad, a la vez que, el rumor es un medio necesario de información asociado a lo que no se conoce, aunque se supone. Por el contrario, la avidez de la sociedad enemiga por obtener noticias se interpone a la hora de discernir la veracidad de lo dicho. Entonces, la fluidez comunicativa al interior de las tierras indígenas puede convertirse en una problemática, debido a que, de ellas llegan fragmentos descontextualizados e incongruentes que fácilmente pueden generar conflictos entre las diferentes sociedades. Las estrategias sociales por los cuales las sociedades hispano-criollas pudieron discernir en ese cúmulo de noticias orales y escritas muchas veces colisionaron de frente con el traspaso de la oralidad a la escritura.
Ahora bien, si regresamos a la misiva del Sargento Mayor Manuel Pinazo encontramos que este continúa obteniendo noticias de manos indígenas -aunque más arriba consideró “dificultoso (…) el comprehender sus yntenciones” al citar que el propio cacique Tomás le recomendó que tuviesen cuidado en la zona de las Salinas. En virtud de la aparente reunión de estas parcialidades en torno a los yacimientos salobres es que se teme un ataque, respecto del cual Manuel Pinazo escribe:
…que no será poca parte de nuestra desgracia, mayormente si están unidos como se puede presumir con los indios Aucas que se hallan en las Salinas, segun avisan los enumpciados Casiques Caullamantu y Alequete, de lo que no tenemos que tener la menor duda, pues nos consta de ciencia cierta que estos a estas inmediaciones de tierras tan remotas no es con otro fin que el de llevarnos nras haciendas.[31]
De este modo, queda en evidencia que la palabra de ciertos caciques aparece cargada de veracidad. La experticia de Manuel Pinazo no puede ser la única vía para comprender los modos en que una sociedad pudo discernir entre rumores e información. Tanto este sujeto como otros de la época pudieron aprender, practicar y transmitir una serie de estrategias sociales que facilitaban semejante ejercicio. No obstante, la problemática radica en que tanto rumores como información son portadores de fiabilidad, factibilidad y credibilidad. Por lo tanto, los sargentos mayores, los capitanes, los tenientes, los baqueanos y los lenguaraces se encontraban en mejores condiciones para producir este discernimiento.
CONSIDERACIONES FINALES
Las partidas reconocedoras recorrían la pampa en Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza remitiendo las noticias a sus autoridades. Por una parte, estas noticias se interpretaban en sus respectivas instancias administrativas de gobierno, aunque hablaban sobre el universo indígena. Por otra parte, el universo indígena aparenta una dinámica comunicativa con mayores niveles de integración y con sus propias disidencias. De este modo, el mensaje que recorre las parcialidades se encuentra fuertemente cargado de las fricciones de las relaciones interétnicas e intraétnicas. Mientras que, al interior de las poblaciones hispano-criollas las mismas instancias de rispideces tienden a estar solapadas por el protocolo jerarquizado de las comunicaciones oficiales.
El estudio histórico de la comunicación y de las estrategias desarrolladas para informarse requiere de una multiplicidad de abordajes que superan este escrito. La confluencia de las voces, la transmisión de ellas, el soporte en que fueron expresadas y legadas hacen más compleja la labor. Sin embargo, el desafío consiste en una relectura del material preservado intentando no sólo interpretar lo escrito sino en el entramado mismo de las expresiones de los sujetos poder identificar esas estrategias que les permitieron comunicarse e informarse. Por una parte, están presentes las comunicaciones institucionales e institucionalizadas que pudieron legar los organismos de gobierno. Por otra parte, están el conjunto de tratos privados que suponen los lenguaraces, los paisanos locales y los encargados de hospedar a las comitivas indígenas. Mientras que, cada cosa que se comentaba sobre lo que sucedía o estaba por suceder implicó un reguero de pólvora de rumor y comunicaciones informales, aunque necesarias a unas sociedades casi por completo orales.
Todo ello empujó a las poblaciones hispano-criollas y a las parcialidades indígenas a desarrollar diferentes mecanismos para decodificar estos mensajes y otorgarles mayor o menor verosimilitud. En este sentido, queda en evidencia la importancia otorgada al portador del mensaje, así como al sujeto del cual se habla en él. Sin embargo, el estudio de las comunicaciones en torno al cacique Toroñan muestra las limitaciones que presentan estos mecanismos, mientras que, evidencian la impronta de otros caciques a la hora de intervenir por medio de los mensajes en ese contexto de segmentalidad.
La multiplicidad de intereses puestos en juego impone la necesidad de estudios dedicados a la comunicación en estos espacios de frontera. La inquietud de las sociedades por informarse de lo que sucede “del otro lado” fuerza la existencia de mediadores como son los lenguaraces, que no sólo intervienen como traductores sino como sujetos con intereses materiales personales. De hecho, este factor es el que puede permitir la desestabilización de las relaciones sociopolíticas acordadas previamente. En este sentido, Manuel Pinazo permite evidenciar la importancia del conocimiento de las poblaciones indígenas como táctica para contrabalancear las relaciones interétnicas. Mientras que, este mismo sujeto manifiesta el conocimiento de las prácticas comunicativas entre las poblaciones indígenas.
Finalmente, en estas las partidas hispano-criollas notifican los estados de la frontera como “campo sosegado” o “campo revuelto”, entre otros apelativos. Más allá de la literalidad, estas apreciaciones contienen profundos sustratos de lo que estos sujetos y sus sociedades entendieron por “sosegado”, a saber, tranquilo o quieto para quién, más aún, la imperceptible presencia física de los indígenas potreando podría denotar quietud, aunque podría contener una multitud de parciales reunidos en Salinas, lugar que representa la organización para el ataque de los indígenas. En ello radica la fuente de estudios referidos a la construcción social de los espacios que contienen significancia, a la percepción de los mismos y que está estrechamente vinculado a la comunicación.
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ARCHIVOS CONSULTADOS
Archivo General de la Nación, Sala IX, 1-4-4.
Archivo General de la Nación, Sala IX, 1-6-1.
Archivo General de la Nación, Sala IX, 1-5-2.
NOTAS
[1] La complejidad de los canales y sistemas comunicativos de las sociedades indígenas en cuestión, por razones de espacio no pueden ser abordadas en su totalidad, aunque haremos alguna mención debido a que son inescindibles en tanto y en cuanto forman parte de universos complementarios de comunicación.
[2] La expresión sublevación responde a la idea de levantarse contra una entidad superior al sujeto, por lo cual sería incorrecta en el marco de los cacicatos del área Arauco-pampeana. Sin embargo, preservamos dicha expresión por ser la que se utiliza en el material documental.
[3] 29 de mayo de 1774, IX, 1-4-4.
[4] 29 de mayo de 1774, IX, 1-4-4.
[5] 28 de mayo de 1774, IX, 1-4-4.
[6] 5 de abril de 1774, IX, 1-6-1 (Néspolo, 2012, p. 634).
[7] En particular, en este caso la acepción auca no se estaría utilizando asociada a la idea de “indio alzado”, como lo entendió Martha Bechis, mientras que los ranqueles aparecen temporalmente adjetivados como belicosos.
[8] 21 de junio de 1774, IX, 1-5-2.
[9] 23 de junio de 1774, IX, 1-5-2.
[10] 12 de junio de 1774, IX, 1-5-2.
[11] Claramente, el cacique Casuel hace referencia a la integración socio-cultural que propusiera Martha Bechis (2008, pp. 267-268).
[12] 27 de junio de 1774, AGN, IX, 1-4-4.
[13] 26 de julio de 1774, AGN, IX, 1-4-4.
[14] 10 de agosto de 1774, AGN, IX, 1-4-4.
[15] 1 de agosto de 1774, AGN, IX 1-5-2.
[16] 26 de agosto de 1774, AGN, IX, 1-4-4.
[17] 31 de agosto de 1774, AGN, IX, 1-4-4.
[18] 1 de septiembre de 1774, AGN, IX, 1-5-2.
[19] 19 de septiembre de 1774, AGN, IX, 1-4-4.
[20] 14 de septiembre de 1774, AGN, IX, 1-4-4.
[21] 13 de septiembre de 1774, AGN, IX, 1-4-4.
[22] 20 de septiembre de 1774, AGN, IX, 1-4-4.
[23] 10 de octubre de 1774, AGN, IX, 1-4-4.
[24] 28 de diciembre de 1774, AGN, IX, 1-4-4.
[25] 13 de marzo de 1775, AGN, 1-4-4, foja 1 verso.
[26] 13 de marzo de 1775, AGN, 1-4-4, foja 1 verso y reverso.
[27] 13 de marzo de 1775, AGN, 1-4-4, foja 1 reverso.
[28] 13 de marzo de 1775, AGN, 1-4-4, foja 2 verso.
[29] También podríamos suponer que, en esta aparente indiferencia entre aucas, ranqueles, tehuelches, pehuenches que se oculta bajo la categoría “indio”, se encuentra presenta la integración sociocultural que reconociera Martha Bechis en el área araucano-pampeana.
[30] 13 de marzo de 1775, AGN, 1-4-4, foja 2 reverso.
[31] 13 de marzo de 1775, AGN, 1-4-4, foja 3 verso.
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