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Cronología
de la anexión incaica de Mendoza (frontera sudoriental del Tawantinsuyu), de
Alejandro García,
Revista
TEFROS, Vol. 19, N° 1, artículos originales, enero-junio 2021: 10-33. En
línea: enero de 2021. ISSN 1669-726X
Cita recomendada:
García, A., Cronología de la anexión incaica de
Mendoza (frontera sudoriental del Tawantinsuyu), Revista TEFROS, Vol. 19, N°
1, artículos originales, enero-junio 2021: 10-33.
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Cronología de la anexión incaica de Mendoza
(frontera sudoriental del Tawantinsuyu)
Chronology
of the Inca annexation of Mendoza
(Southeastern border
of Tawantinsuyu)
Cronologia da anexação inca de Mendoza
(fronteira sudeste do Tawantinsuyu)
Alejandro
García
Centro
de Investigaciones de la Geósfera y la Biósfera
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad Nacional de San Juan, Argentina
Fecha
de presentación: 9 de mayo de 2020
Fecha de aceptación: 22 de diciembre de 2020
RESUMEN
El
estado incaico se expandió en Argentina hasta la actual provincia de Mendoza,
donde incorporó el sector centro-norte. La cronología del inicio de la anexión
de esta región varía según los autores entre 1380 y 1480 d.C. A fin de
contribuir al avance del conocimiento sobre el tema se realizó el análisis de
los 29 fechados C14 disponibles para el período incaico y se elaboró
una escala de confiabilidad del uso de tales datos, basada en el nivel de
información sobre las muestras fechadas y su asociación contextual. Los
resultados sugieren que el proceso de anexión llegó a Mendoza en momentos
relativamente tardíos. En este artículo se presenta la evaluación de los
fechados locales y se discuten los resultados en el marco del conocimiento
arqueológico regional y de las propuestas previas sobre el tema.
Palabras clave: frontera;
dominación incaica; Tawantinsuyu; cronología; radiocarbono.
ABSTRACT
The Inca state expanded southwards up to the current province of
Mendoza, where it incorporated the central-northern region. The proposed
chronology of the annexation of this region to the Tawantinsuyu ranges between
ca. 1380 and 1480 AD. In order to contribute to building knowledge on this
subject, the analysis of the 29 14C dates available for the Inca
period was carried out, and a reliability scale was developed for the use of
such data, based on the level of information on the dated samples and their
contextual association. The results suggest that the annexation process reached
Mendoza relatively late. This article presents the evaluation of local dates
and the discussion of the results within the framework of regional
archaeological knowledge and previous proposals on the subject.
Keywords: border; inca
domination; Tawantinsuyu; chronology; radiocarbon.
RESUMO
O estado inca expandiu-se na
Argentina até a atual província de Mendoza, onde incorporou o setor
centro-norte. A cronologia da anexação dessa região varia de acordo com os
autores entre 1380 e 1480 d.C. Para contribuir com o avanço do conhecimento
sobre o assunto, foi realizada a análise dos 29 datações de radiocarbono
disponíveis para o período inca, e uma escala de confiabilidade foi
desenvolvida para o uso desses dados, com base no nível de informação das
amostras datadas e sua associação contextual. Os resultados sugerem que o
processo de anexação chegou a Mendoza relativamente tarde. Este artigo
apresenta a avaliação das datas locais e a discussão dos resultados no quadro
do conhecimento arqueológico regional e de propostas anteriores sobre o
assunto.
Palavras-chave: fronteira; dominação inca; Tawantinsuyu; cronologia;
radiocarbono.
INTRODUCCIÓN
Las
evidencias regionales indican que el centro-norte de Mendoza fue el último territorio
meridional anexado por el estado incaico. En general se ha considerado que la
incorporación del Collasuyo (integrado por sectores de Bolivia, Chile y
Argentina) sucedió después del acceso de Topa Inca Yupanqui al poder, que Rowe
(1945) ubicó en 1471 d.C. Hasta hace poco los arqueólogos locales mostraban una
confianza generalizada en la cronología etnohistórica tradicional (Schobinger,
1975; Gambier, 2000; Bárcena, 2007), a pesar de las reconocidas objeciones a
este esquema temporal (e.g. Stehberg,
1991-92; Pärssinen y Siiriäinen, 1997; Schiappacasse, 1999; Uribe, 1999-2000;
Williams, 2000; D`Altroy, Williams y Lorandi, 2007; Ogburn, 2012; Cornejo,
2014; Meyers, 2016). En concordancia con éstas, Marsh, Kidd, Ogburm y Durán
(2017) abordaron el tema desde una perspectiva arqueológica y propusieron un
ingreso incaico a Mendoza que podía remontarse a fines del siglo 14. Sin
embargo, para este trabajo no se realizó una evaluación de los contextos
correspondientes y todos los fechados fueron simplemente aceptados como
confiables para datar aquel período a nivel local. Dicho análisis fue
incorporado recientemente en un estudio de la cronología de la dominación
incaica en Argentina, que sugiere para Mendoza una entrada muy tardía (García,
Moralejo y Ochoa, 2020).
A
fin de contribuir al avance del conocimiento sobre este tópico, en este
artículo se ofrece un análisis detallado de la asociación contextual de los
fechados C14 que han sido vinculados con la dominación incaica local
y se jerarquiza la confiabilidad de su utilización según el grado de
verificación objetiva de aquellas asociaciones. A partir de los resultados
obtenidos y teniendo en consideración el marco del conocimiento arqueológico
sobre la dominación incaica regional y local, se discute la propuesta previa de
una cronología temprana para la expansión de la frontera meridional hasta el
centro de Mendoza y se aportan nuevos elementos a favor de la hipótesis que
sostiene una anexión tardía.
METODOLOGÍA
Se analizaron todos los fechados C14
(n=29) de sitios de Mendoza relacionados explícitamente con el período incaico
local y publicados correctamente y con su correspondiente código de
laboratorio. Las dataciones radiocarbónicas fueron calibradas con dos desviaciones
estándar con el programa Calib7 (Stuiver y Reimer, 1993; Stuiver, Reimer y
Reimer, 2018) utilizando la curva SHCal13, y para la interpretación de los
resultados se han considerado las áreas de probabilidad principales y sus
respectivas medias. Está claro que los rangos de probabilidad de las dataciones
son más amplios y que no están necesariamente representados por los puntos
promedio, pero éstos facilitan el uso de los datos y la elaboración de
propuestas factibles de ser contrastadas a partir de la obtención de nuevos
datos y con otros enfoques.
Los fechados corresponden a doce sitios
muy diversos (una capacocha, tres tambos incaicos, dos aleros rocosos, un
rescate urbano, una estructura de alta montaña, dos entierros y dos
asentamientos habitacionales). Las muestras datadas presentan muy diferentes
grados de asociación con materiales arqueológicos preincaicos e incaicos, y la
información contextual brindada es también muy disímil. Frente a este tipo de
situaciones algunos autores han planteado la necesidad de evaluar la asociación
entre los fechados C14 y los eventos que se pretende datar (Greco y
Palamarczuk, 2014; Wynveldt, Balesta, Iucci, Valencia y Lorenzo, 2017). En
concordancia con esta posición, en este análisis se utilizaron los criterios de
clasificación elaborados junto con Reinaldo Moralejo y Pablo Ochoa (García et al., 2020), que permiten clasificar
las dataciones en tres grupos, según el grado de posibilidad de verificar en la
bibliografía publicada la asociación de las muestras fechadas con materiales o
eventos incaicos. Esto significa que lo que se clasifica no son las dataciones
en sí, ya que operativamente se las considera correctas, sino la calidad
objetiva de su contextualización, o sea el grado de detalle y articulación de
la información brindada en relación al origen y características de las muestras
y a la asociación cultural de cada fechado. La clasificación tampoco implica
juicios sobre la calidad de las investigaciones analizadas, sino que
simplemente representa el resultado objetivo de diferentes formas de exponer
los datos.
El
Grupo 1 (G1) reúne los casos en los que pueden reconstruirse los contextos
arqueológicos y verificarse su carácter incaico y su asociación con la muestra
datada; en estos casos los artículos describen en detalle la excavación, la
estratigrafía, la ubicación de la muestra datada y el contexto fechado. En el
Grupo 2 (G2) la descripción de la excavación, la estratigrafía y el registro
arqueológico no es suficiente para reconstruir adecuadamente los contextos y su
asociación con la muestra datada. Los casos del Grupo 3 (G3) presentan muy poca
o nula información sobre las dataciones y sus contextos, lo que origina dudas
importantes sobre la integridad de los mismos, su asociación con las muestras
datadas y su carácter incaico.
INFORMACIÓN CONTEXTUAL
Las
evidencias de la asociación entre los eventos que se pretende datar y las
muestras analizadas son un elemento clave para garantizar la correcta
utilización de los resultados (Boaretto, 2009). No obstante, ha existido en las
investigaciones arqueológicas de Mendoza una marcada tendencia a confiar en la
simple cercanía espacial entre las muestras de carbón y los restos de factura
incaica (frecuentemente, por su aparición dentro de un mismo “nivel” o “piso”)
y a subestimar la necesidad de realizar un detallado análisis de los procesos
de alteración postdepositacional y de la formación de la estratigrafía. La
escasez de información contextual de sitios excavados hace varias décadas es un
problema muy difícil de resolver, que debe ser tenido en cuenta al utilizar los
fechados derivados de esos estudios. Un breve análisis de los sitios vinculados
con la expansión incaica local (ver Fig. 1) refleja claramente esta situación.
Figura 1: Sitios incaicos mencionados
en el texto y ubicación de Mendoza en relación al Tawantinsuyo. 1. Ciénaga de
Yalguaraz; 2. Tambillos; 3. Ranchillos; 4. Potrero Las Colonias; 5. Barrio
Ramos I; 6. Agua de la Cueva; 7. Cerro Aconcagua; 8. Cerro Penitentes; 9.
Tambillitos; 10. Odisa; 11. Agua Amarga; 12. Alero Ernesto.
El sitio Ciénaga de Yalguaraz es un sitio atípico, sin construcciones,
ubicado a 2200 m s.n.m. en el extremo norte de Mendoza. Presenta nueve zonas
circulares o subcirculares de ca. 10
m de diámetro ubicadas cerca del camino incaico, algunas de ellas elevadas
sobre el terreno circundante. La excavación de los montículos 2, 3, 4 y 5
brindó restos líticos, cerámicos, faunísticos y botánicos que corresponderían a
una ocupación incaica (Bárcena, 1979), pero la información es muy incompleta y
carece de sistematización. Se obtuvieron seis fechados C14. De las
cuatro dataciones radiocarbónicas del Montículo 1 (UZ-2527/
ETH-5320, UZ2526/ETH5319, UZ2525/ETH 5318 y UZ2524/ETH 5317) sólo la primera
estaría asociada a elementos incaicos, aunque la estratigrafía y el contexto
correspondiente no han sido detalladamente descriptos (Bárcena, 1998 a). Otros
dos fechados corresponden al Montículo 2 (GIF-4607 y Gak-7312): del primero no
se brindaron datos, mientras que el segundo corresponde al nivel superior de
ocupación del sitio (habría otros dos de época preincaica), donde se hallaron
cerámica y puntas de proyectil incaicas.
Tambillos
es un tambo incaico ubicado a la vera del Qhapaq Ñan, sobre la margen derecha
de Arroyo del Tambillo, a 2330 m s.n.m. El sitio tiene tres sectores con
estructuras (I, II y III). En el sector III se excavó la “Unidad A”, que
presentó dos recintos (1 y 2) con dos posibles niveles de ocupación (Bárcena y
Román, 1990, p.21). En ellos se reconoció la acción de roedores cavadores y la
presencia de pozos. Si bien se hallaron numerosos fragmentos de cerámica en la
unidad y en su entorno (n=1030) no se brindaron datos de las cantidades
correspondientes a cada tipo cerámico determinado, de su distribución en los
dos recintos y de su relación con cada uno de los pisos. De este escenario
provienen dos muestras datadas, de las cuales no se brinda el contexto
específico (Beta-25221 y 26283), aunque se señala que la primera de ellas
proviene de “un leño semiquemado hallado
en el piso inicial” del recinto 1 (Bárcena, 1988).
En
el sector II se excavaron cuatro recintos con dos niveles de ocupación de los
que provendrían otras dos muestras datadas (I 16637 e I 16908). Finalmente, de
la Unidad B del Sector I procedería otra muestra (I-16907) de la que tampoco se
dispone de datos contextuales precisos (Bárcena, 1988, 1998a; Bárcena y Román,
1990).
El
tambo de Ranchillos también se
encuentra sobre el Qhapaq Ñan, en la quebrada homónima, a ca. 1980 m.s.n.m. y a
1,8 kilómetros de la margen izquierda del río Mendoza. Allí se excavaron dos
grandes estructuras, denominadas Unidad A y Unidad B, ambas en el Sector II del
sitio (Bárcena, 1998 b). Las áreas excavadas fueron 29 y 18 m²,
respectivamente. Además, se excavaron tres recintos (h, a y b) de la Unidad E.
Se obtuvieron seis dataciones C14, dos de ellas evidentemente
preincaicas (Beta-62946 y 69934) y otras cuatro que podrían vincularse con el
período incaico (Beta-69933 e I-17002, 17003 y 17004) (Bárcena, 1998 a), pero
no se brindó información detallada de la excavación, la estratigrafía o los
contextos de las muestras.
Tambillitos
es un tambo localizado sobre la margen izquierda del río Mendoza, cerca de la
desembocadura del Arroyo de los Tambillos, a 2125 m.s.n.m. El sitio presenta un
Rectángulo Perimetral Compuesto y diversas estructuras menores de factura
incaica (Bárcena, 1979). Algunas de estas construcciones fueron excavadas por
Schobinger y Bárcena (1971). Posteriormente (Bárcena, 1998 a) se brindaron dos
dataciones C14 con resultados invertidos, correspondientes a los
niveles superior e inferior de la ocupación incaica del sitio (Beta-88786 y
88787), pero aún no se han publicado datos precisos sobre la estratigrafía y
los contextos arqueológicos correspondientes. Si bien la arquitectura del sitio
es incaica, dado que se encuentra en medio de la principal y estrecha vía
regional de comunicación entre Chile y Argentina, y que la relación entre
grupos de ambas vertientes andinas tiene varios milenios de antigüedad
(Gambier, 1985), no puede descartarse que su construcción se haya realizado
sobre ocupaciones previas que constituyeran la base de los depósitos
sedimentarios excavados.
El sitio Barrio Ramos I, localizado en el valle de Uspallata, presenta un
enterratorio múltiple. La excavación inicial realizada por Bárcena (1998 a,
2001) reveló la presencia de restos de individuos adultos y jóvenes que fueron
dejados in situ debido a la intención de organizar un museo de sitio. El
análisis radiocarbónico de una muestra de carbón (I-16636) brindó una fecha que
parcialmente coincide con el período incaico, aunque el contexto (de cuya
excavación se brindaron muy pocos datos) fue asignado a tiempos tardíos
preincaicos (Bárcena, 1998 a). El sitio fue excavado nuevamente en 2011 y se
constató la presencia de 6 individuos (Durán et al., 2018). Junto a uno de ellos que fue fechado por AMS (AA
98708; Gil et al., 2014) aparecieron
instrumentos óseos de posible filiación incaica (dos puntas y una espátula),
valvas de Diplodon sp. perforadas,
cuentas de collar sobre valvas de moluscos y un objeto metálico en forma de
tubo. Dadas las características de este conjunto y de una vasija dibujada por
Bárcena (1998 a), Durán et al. (2018)
atribuyen el sitio al período incaico. No obstante, algunos elementos no son
definitorios; por ejemplo, si bien la vasija recuerda a las jarras Viluco del
período incaico (generalmente de pasta naranja con decoración pintada), se
trata de una pieza gris no decorada y fracturada, cuya forma completa no se
conoce. Asimismo, si bien las puntas de hueso aparecen en varios sitios
incaicos de la región, también han aparecido en una ocupación claramente
preincaica en el sitio Los Hornillos, por lo que no serían exclusivas de aquel
período.
El alero Agua de la Cueva es un amplio arco rocoso ubicado en el cordón
precordillerano, a ca. 2990 m s.n.m. y a unos 18 km en línea recta de la villa
de Uspallata. El sitio presenta dos sectores principales, denominados Norte y
Sur. Ambos fueron excavados y brindaron extensas secuencias de ocupación en
cuyo extremo superior aparece cerámica del período incaico. En el Sector Norte
esta cerámica forma parte del Nivel II de ocupación, al que corresponde la
datación AC-1563 mencionada por Marsh et
al. (2017). En este nivel aparecieron abundantes restos vegetales, artefactos
líticos y cerámica del período incaico (Castro y Yebra, 2018; Durán y García,
1989).
El sitio Agua Amarga se encuentra en la parte baja del piedemonte
cordillerano, sobre la margen izquierda del río de las Tunas, a 1080 m.s.n.m.
Presenta un amplio sector profundamente afectado por actividades agrícolas, en
el que han aparecido fundamentalmente restos cerámicos de ocupaciones de época
preincaica e inca (Ots, 2009). La muestra datada (Beta-261727) proviene de la
excavación de un sector no alterado del sitio (Ots, Oliszewski y García Llorca,
2011) caracterizado por cerámica gris no decorada y por algunos posibles
fragmentos de estilo Viluco, propio de los períodos incaico y colonial local.
El
Alero Ernesto se encuentra en las
primeras estribaciones cordilleranas, en la margen derecha del arroyo Campo
Borbarán, a 2800 m.s.n.m. La excavación del sitio (Bárcena, 2009) permitió
diferenciar dos componentes cerámicos, el más reciente de los cuales
correspondería al período incaico (dada la presencia de alfarería Diaguita
Chilena III, Viluco e inca). Para este componente superior se obtuvo una
datación (Beta-162400), pero no se han brindado datos precisos sobre la
estratigrafía y contextos culturales del sitio. Hasta el momento no se han
publicado detalles de la excavación, estratigrafía y contextos vinculados con
el fechado.
En
el Cerro Aconcagua se hallaron
evidencias de una capacocha a 5300 m.s.n.m., en el filo SO del contrafuerte
“Pirámide”. Se obtuvieron dos fechados sobre muestras de hueso y pelo de un individuo sacrificado
(GX-19991 y Beta 88785) que han brindado una llamativa diferencia cronológica
(Bárcena, 1998 a; Schobinger, 2001).
Otros
sitios brindaron fechados radiocarbónicos publicados que han sido relacionados
con la ocupación incaica, aunque no están asociados a contextos del período
incaico local. Uno de ellos fue obtenido en el Cerro Penitentes, ubicado sobre la margen derecha del río Mendoza y
a unos 30 kilómetros de Tambillitos (Bárcena, 1998 b), a partir de una muestra
de carbón tomada del relleno de una estructura localizada a 4300 m.s.n.m. (Beta
98941).
En
cuatro sectores de un predio del valle de Uspallata llamado Potrero Las Colonias, a 1900 m.s.n.m.,
se hallaron numerosos restos humanos, algunos en un osario y otros aislados
(Rusconi, 1962, pp. 213-222). Junto a uno de los individuos aislados
aparecieron dos piezas de cerámica, una de las cuales parece ser una escudilla
diaguita chilena inca. Uno de los individuos fue recientemente datado (AA
66564), pero no se ha consignado a cuál de los hallazgos corresponde el fechado
(Gil et al., 2014).
Finalmente, la muestra denominada Odisa corresponde a un hallazgo
realizado por una máquina excavadora de la empresa homónima en la ciudad de Las
Heras, cercana a la capital de Mendoza (Rusconi, 1967). Se desenterraron
accidentalmente los restos de tres individuos y dos piezas de cerámica Viluco.
En general los restos óseos se encontraban muy fragmentados. Uno de los
individuos fue datado recientemente (AA-90284; Gil et al., 2014). Lamentablemente no hay forma de establecer la
relación contextual entre las vasijas cerámicas y los restos datados.
CLASIFICACIÓN
DE LOS FECHADOS C14
En
función de la información disponible sobre los sitios descriptos se realizó la
clasificación de las dataciones radiocarbónicas correspondientes. La mayoría de
los fechados integró el Grupo 3 (n=22, 75,86%), mientras que cinco (17,24%)
formaron el Grupo 2 y sólo dos (6,89%) fueron incorporados al Grupo 1 (Tabla
1).
Sitio |
Material |
|
Código |
Años AP |
Calib.
2σ |
Área |
Grupo |
Referencia |
Aconcagua
|
Cabello
humano |
|
Beta88785 |
480±40 |
1408-1503 1591-1615 |
0,938 0,061 |
1 |
Bárcena
1998 a |
Aconcagua |
Hueso
humano |
|
GX19991 |
370±70 |
1439-1670 |
0,987 |
1 |
Schobinger 2001 |
Agua de la Cueva |
Carbón |
|
AC1563 |
470±80 |
1392-1645 |
1 |
2 |
Durán
y García 1989; Marsh et al. 2017;
Castro y Yebra 2018 |
Ranchillos |
Carbón |
|
Beta69933 |
430±50 |
1438-1627 |
1 |
2 |
Bárcena 1998a, b |
Ranchillos |
Carbón |
|
I-17004 |
300±80 |
1454-1711 1719-1812 |
0,727 0,216 |
2 |
Bárcena 1998a, b |
Ranchillos |
Carbón |
|
I-17002 |
290±80 |
1458-1712 1718-1813 |
0,676 0,243 |
2 |
Bárcena 1998a, b |
Ranchillos |
Carbón |
|
I-17003 |
220±80 |
1511-1552 1622-1949 |
0,045 0,938 |
2 |
Bárcena 1998a, b |
Ranchillos
|
Carbón |
|
Beta62946 |
890±80 |
1028-1287 |
1 |
3 |
Bárcena 1998a, b |
Tambillos
|
Madera |
|
Beta25221 |
770±50 |
1213-1323 1346-1388 |
0,817 0,182 |
3 |
Bárcena 1998a, b |
Ranchillos
|
Carbón
|
|
Beta69934 |
640±50 |
1293-1420 |
1 |
3 |
Bárcena
1998a, b |
Yalguaraz |
Carbón |
|
UZ2524/ ETH5317 |
605±60 |
1299-1443 |
1 |
3 |
Bárcena 1998 a |
Barrio
Ramos |
Human bone |
|
AA98708 |
583±43 |
1316-1355 1382-1447 |
0,222 0,777 |
3 |
Durán
et al. 2018 |
Potrero
Las
Colonias |
Hueso
humano |
|
AA-66564 |
569±38 |
1323-1346 1388-1448 |
0,085 0,914 |
3 |
Gil et
al. 2014; Rusconi 1962 |
Penitentes |
Sin
datos |
|
Beta98941 |
550±50 |
1318-1353 1383-1462 |
0,097 0,902 |
3 |
Bárcena
1998 a |
Tambillitos |
Carbón
|
|
Beta88786 |
540±100 |
1290-1525 1535-1627 |
0,850 0,149 |
3 |
Bárcena 1998 a |
Yalguaraz |
Carbón |
|
UZ-2526/
ETH-5319 |
540±55 |
1317-1354 1383-1495 |
0,087 0,912 |
3 |
Bárcena 1998 a |
Odisa |
Hueso
humano |
|
AA-90284 |
529±42 |
1392-1464 1469-1476 |
0,993 0,006 |
3 |
Gil et
al. 2014; Rusconi 1967 |
Yalguaraz |
Carbón |
|
UZ-2525/ ETH-5318 |
485±60 |
1396-1517 1539-1625 |
0,802 0,197 |
3 |
Bárcena 1998 a |
Barrio
Ramos 1 |
Charcoal |
|
I-16636 |
470±80 |
1392-1645 |
1 |
3 |
Durán
et al. 2018 |
Tambillitos
|
Carbón
|
|
Beta88787 |
460±80 |
1397-1643 |
1 |
3 |
Bárcena 1998 a |
Alero
Ernesto |
Sin
datos |
|
Beta162400 |
460±60 |
1409-1526 1534-1627 |
0,686 0,313 |
3 |
Bárcena
2009 b |
Agua
Amarga |
Carbón |
|
Beta261727 |
450±50 |
1419-1521 1536-1626 |
0,681 0,318 |
3 |
Ots et
al. 2011 |
Yalguaraz |
Carbón |
|
UZ2527/ ETH5320 |
420±60 |
1436-1636 |
1 |
3 |
Bárcena 1998 a |
Tambillos
|
Carbón |
|
Beta26283 |
410±70 |
1430-1649 |
1 |
3 |
Bárcena 1998 a |
Yalguaraz |
Carbón |
|
Gak
7312 |
390±90 |
1411-1675 1738-1798 |
0,950 0,049 |
3 |
Bárcena 1998 a |
Tambillos
|
Carbón |
|
I-16907 |
310±80 |
1451-1710 1720-1811 |
0,773 0,188 |
3 |
Bárcena 1998 a |
Tambillos
|
Carbón |
|
I-16908 |
300±80 |
1454-1711 1719-1812 |
0,727 0,216 |
3 |
Bárcena 1998 a |
Tambillos
|
Carbón |
|
I-16637 |
290±130 |
1454-1819 1825-1897 |
0,821 0,110 |
3 |
Bárcena 1998 a |
Yalguaraz |
Carbón |
|
GIF4607 |
180±80 |
1638-1949 |
1 |
3 |
Bárcena 1998 a |
Tabla 1:
Características y clasificación de los fechados radiocarbónicos incaicos de
sitios de Mendoza.
Las
áreas de distribución de probabilidades de los fechados del G2 son muy amplias
(ver Fig. 2), y se extienden desde fines del siglo 14 en adelante. Las
dataciones del G3 tienen una dispersión mucho mayor. Varias de ellas (n=4) se
ubican entre los siglos 11 y 14, y otras (n=4) se extienden entre los siglos 15
y 18-19. La más reciente se ubica entre los siglos 17 y 20, o sea fuera de toda
posibilidad de relación contextual con restos de una ocupación incaica.
Figura 2: Áreas de distribución de los fechados C14
calibrados de Mendoza. G1 arriba, G2 centro y G3 abajo. La franja vertical
muestra el período correspondiente al siglo 15.
Los
fechados del G1 presentan resultados muy diferentes, ya que, si bien se
extienden entre los siglos 15 y 17, las medias de las áreas principales de
probabilidad son 1446 y 1554 cal d.C. Para facilitar el manejo de estos datos
se promediaron ambas fechas (425±55 años C14 AP). La calibración con
dos σ indica un 95,4% de probabilidades de que el resultado se encuentre entre
1437 y 1631 cal d.C. La calibración con un σ brinda dos áreas de
probabilidades, pero tratándose de un evento indiscutiblemente incaico puede
descartarse la segunda (1576-1622 cal d.C.), con lo que habría un 68% de
probabilidades de que la capacocha se haya realizado entre 1446 y 1510 d.C.
(ver Fig. 3), con una edad media de 1478 d.C.
Figura 3: Calibración del promedio de las dos
dataciones del Cerro Aconcagua. El área pintada corresponde a la incaica (68%
de probabilidad) mencionada en el texto.
DISCUSIÓN
La
producción bibliográfica sobre los sitios incaicos de Mendoza es relativamente
numerosa; sin embargo, la información sobre las muestras datadas por
radiocarbono y sobre su asociación estratigráfica y contextual, y las
ilustraciones correspondientes, sólo excepcionalmente muestran un grado de
detalle y articulación suficiente como para confiar plenamente en los
resultados y para conocer exactamente cuál es el momento o registro específico
datado en cada caso. Esta situación se refleja claramente en la composición de
los grupos considerados. Evidentemente, todos los arqueólogos involucrados en
investigaciones sobre el dominio incaico regional debemos tomar muchos más
recaudos al momento de obtener muestras potencialmente fechables y de definir y
mostrar su posición y asociación con el registro que eventualmente pretendemos
datar. Estas precauciones incluyen no sólo la identificación del proceso de
depositación de la muestra sino también la acción de documentar
fotográficamente su extracción y su relación con el resto del registro, dado
que estos datos contribuirán a fundamentar su utilización. Este tipo de
información, quizás en algunos casos obtenida in situ pero obviada debido a las
limitaciones de extensión y de cantidad de ilustraciones impuestas por las
normas editoriales de las publicaciones, debe acompañar indefectiblemente la
presentación y discusión de la cronología de los sitios. Otros datos útiles
para evaluar aspectos cronológicos, como la ubicación precisa de los fragmentos
cerámicos dentro de la excavación, también deberían ser publicados.
La
calibración de la fecha promediada de las únicas dos dataciones del Grupo 1,
provenientes de la capacocha del Cerro Aconcagua, sugiere una edad no anterior
a 1437 cal d.C. para la entrada de los incas a Mendoza. En este caso hay que
tomar en consideración dos aspectos. El primero es que esa fecha simplemente
indica el extremo más temprano del rango de probabilidades (95%), por lo que el
evento datado podría ser décadas más reciente. En este sentido, hay que tener
en cuenta que el extremo más tardío corresponde a 1631 d.C., esto es, una
opción absolutamente desestimable que nos recuerda que el hecho de que el otro
extremo (el más temprano) caiga dentro del rango esperado no significa que sea
correcto. Si consideramos el rango de probabilidades de 68%, y dentro de éste
sólo la curva que coincide con el período incaico (ver Fig. 3), obtenemos un espacio
mucho menor (1446-1510 d.C.) cuya media (1478 d.C.) respalda la propuesta de
García et al. (op cit.), que sugieren una fecha cercana a 1475 para el inicio del
control incaico en Mendoza.
El
segundo aspecto a contemplar se vincula con el origen de las muestras, que
corresponden a porciones de cabello y hueso del mismo individuo sacrificado
(Bárcena, 1998 a; Schobinger, 2001). En este sentido, lo que hay que tener en
cuenta es la posibilidad de que ese ritual no se vinculara con la dominación
incaica de Mendoza sino que fuera previo y en realidad haya estado relacionado
con la presencia estatal en el centro de Chile, cuyo registro arqueológico
muestra un desarrollo mucho mayor que el observado en Mendoza (e.g., Cornejo y Saavedra, 2018;
Falabella, Pavlovic, Planella y Sanhueza, 2016; Pavlovic et al., 2019; Stehberg, 1995; Stehberg y Sotomayor, 2012; Stehberg,
Prado y Rivas, 2017). De hecho, Aconcagua es el nombre de un importante valle y
de un río chilenos ubicados en la misma latitud del cerro homónimo, y este
topónimo podría estar asociado con la introducción a Chile central del culto a
Anconcagua, que habría tenido uno de los principales adoratorios u oráculos del
Cusco (Stehberg y Sotomayor, 2005). Por el contrario, ese topónimo no se
reitera en el lado argentino. En consecuencia, hay que considerar la
posibilidad de que el evento datado sea anterior a la anexión incaica de
Mendoza y que por lo tanto ese fechado no se relacione con la misma. Con
respecto a lo anterior, también es importante recordar que los modelos de la
anexión incaica del centro-oeste de Argentina coinciden en que este proceso se
realizó desde Chile (Bárcena, 1992; García, 2010). En definitiva, las
diferencias toponímicas y del registro arqueológico incaico en ambas vertientes
andinas a la altura de 32-34° Sur sugieren una dominación anterior del centro
de Chile y una posterior de los territorios andinos orientales, y la posible
vinculación de la capacocha del cerro Aconcagua con la primera y no con la
segunda, lo que crea un poco más de incertidumbre sobre el caso.
Si
supusiéramos que los fechados del Aconcagua no son adecuados para resolver el
problema, podríamos recurrir a los más antiguos del Grupo 2. Los rangos
calibrados de los cuatro fechados más tempranos del G2 comienzan en 1392, 1438,
1454 y 1458 cal d.C. Además de recordar los problemas de contexto inherentes a
su clasificación, hay que considerar que estos fechados provienen de muestras
de carbón. Éstas deben corresponder a la vegetación arbustiva típica de los
alrededores del sitio, ubicado a 2.000 m.s.n.m., fundamentalmente Adesmia sp. o Schinus sp. Las ramas y troncos secos de estos arbustos pueden
durar muchas décadas gracias a la sequedad del clima de la región. Por lo
tanto, es importante tener en cuenta que aquellas dataciones en realidad fechan
la muerte de la sección del arbusto involucrada, no su uso, ya que, al igual
que ocurre en la actualidad, ante la necesidad de leña no se dañan plantas
vivas sino que se recolectan especímenes secos. Finalmente, cabe recordar
también que en el caso de ramas grandes o troncos puede existir una diferencia
importante de edad entre la parte interna y la externa, lo que puede contribuir
a la obtención de edades mayores o promediadas en los fechados. En síntesis, lo
que habría que considerar es que las edades más tempranas de las muestras de
referencia no sólo brindan fechas extremas post
quem, sino que además, aunque los eventos datados correspondan a las
primeras ocupaciones incaicas de la región, en realidad están brindando
resultados que pueden ser varias décadas más viejos. Si basándonos en los
anterior, en lugar de considerar como más probables las fechas de los extremos
más tempranos supusiéramos que las edades correctas se ubican en realidad cerca
del sector medio de las áreas de probabilidad “incaicas” de los dos fechados
más antiguos del grupo (ver Fig. 2), las dataciones del G2 apuntarían
claramente a una fecha de ingreso no anterior a mediados del siglo 15.
De
forma muy contrastante, las fechas más tempranas de los fechados del Grupo 3 se
remontan a 1028, 1213, 1290, 1293, 1299, 1318 y 1323 cal d.C., momentos en los
que el estado incaico no existía o no había comenzado su expansión. Las
asociaciones de las dataciones del G3 tienen un muy alto grado de
incertidumbre, ya que la ausencia de información contextual impide conocer qué
evento o conjunto material se pretende datar. Esa falta de precisión se refleja
en la gran amplitud de los rangos calibrados de los fechados de ese grupo, que
se extienden desde el siglo 11 al 20. Consecuentemente, estos fechados no
pueden aportar datos cronológicos confiables y por lo tanto no deberían ser la
base de interpretaciones en un estudio como el presente. El problema no puede
ser resuelto arbitrariamente considerando como outliers los fechados extremos (Marsh et al., op cit.), ya que
aquellos que se ubican dentro o cerca del período aceptado como incaico tienen
exactamente la misma falta de información que los de los extremos y simplemente
no se sabe con precisión qué están datando.
Aun
cuando se acepte el extremo inicial de la calibración del fechado promediado
del Cerro Aconcagua, la diferencia con el posible inicio del rango propuesto
por estos autores (1380 cal d.C.) es importante. Según Marsh et al. (op cit.) el desarrollo de una cronología alternativa para la
expansión incaica estaba limitado por la amplitud de los rangos de error de los
fechados radiocarbónicos, pero este problema podía ser actualmente resuelto con
el manejo de conjuntos de dataciones mediante modelos bayesianos. Mediante la
aplicación de estadística bayesiana a un grupo de 26 fechados C14
(todos incluidos en nuestra muestra) estos autores concluyeron que los incas
habrían arribado al actual territorio mendocino aproximadamente entre 1380 y
1430 cal d.C. Debido a la falta de evaluación de las asociaciones contextuales
de los fechados, los que en el presente artículo conforman el Grupo 3 tuvieron
una incidencia directa en esa conclusión.
En
contraste, el presente análisis de la información disponible para esta área
brinda un panorama diferente. Por un lado, queda claro que aquella entrada
sería posterior a ese período, y por el otro se observa que la limitación más
importante es en realidad la escasez de fechados confiadamente vinculables con
ocupaciones incaicas tempranas (publicados con contextos detallados y con
información sobre las características de la muestra y de su asociación
contextual) y no el tipo de manejo estadístico de la información.
El
otro problema de la propuesta comentada es la falta de análisis y articulación
de la información arqueológica local y regional sobre el período incaico. En
Mendoza el registro propiamente incaico (fundamentalmente, vialidad y
arquitectura estatales) se localiza sólo en el extremo noroeste, en torno al
valle de Uspallata (e.g., Bárcena,
1979, 1988, 1998 b; García, 2009 a). Consiste en un tramo del Qhapaq Ñan que
une la actual provincia de San Juan con Chile a través de la quebrada del río
Mendoza y en tres tambos (Tambillitos, Ranchillos y Tambillos) que jalonan ese
recorrido. Fuera de ese sector no se han hallado sitios similares ni tramos de
vialidad incaica, y las evidencias del control estatal consisten en un nuevo
estilo cerámico (denominado Viluco) y en algunos cambios en la cultura material
(forma de los tembetás y de las puntas de proyectil, topus, etc.) (García,
1996, 1999). A ello deben agregarse datos documentales sobre el uso de la
camiseta andina, y sobre la presencia de “paredones del inca” en la actual
ciudad de Mendoza y de terrenos en los que se cultivaba para el Inca (Academia
Nacional de la Historia, 1945, p.103; Espejo, 1954, p.18). Si bien el registro
arqueológico indica claramente una dominación estatal del territorio huarpe,
que pudo extenderse hasta aproximadamente el río Diamante, es igualmente
evidente que el sector ubicado al este y sur del valle de Uspallata no muestra
señales de control directo (sensu
Lima Tórrez, 2005) por parte de los incas. Un reflejo de esa situación es la
ausencia total de cerámica incaica cuzqueña, que contrasta con la aparición de
alfarería Viluco y Diaguita chilena inca (e.g.,
Lagiglia, 1976, 1979; Prieto y Durán, 2007; Prieto Olavarría y Chiavazza, 2010;
Sacchero y García, 1991).
Aunque
no son elementos que necesariamente deban guardar una relación estrecha, el
escaso desarrollo del dominio incaico local también se observa en la
infraestructura vial. Por un lado, el Qhapaq Ñan en el noroeste de Mendoza es
una simple senda despedrada, sin demarcaciones ni tratamientos especiales. Por
el otro, la comunicación con la zona oriental a través de la precordillera se
realizó por las estrechas sendas locales, ninguna de las cuales fue
jerarquizada o por menos ensanchada (García, 2009 b). Lo mismo sucede con los
sitios precordilleranos que han brindado restos de este período (Chiavazza,
1995; Durán y García, 1989; Sacchero y García, 1989), ya que presentan escasas
evidencias de ocupaciones incaicas y no muestran ninguna modificación
estructural. Vinculado con esto, si bien se ha propuesto la circulación de
bienes desde el sector bajo oriental hacia el valle de Uspallata (Parisii,
2003) no hay evidencias de estructuras de almacenamiento o de un tránsito
precordillerano continuo (o al menos importante) que avale esa idea. En
resumen, el registro arqueológico incaico local sugiere una dominación
relativamente corta y de ninguna manera refleja un control estatal que pueda
remontarse a momentos previos a mediados del siglo 15 y haberse desarrollado a
lo largo de 100 o 150 años.
Los
resultados aquí presentados difieren también de la posición tradicional basada
en datos etnohistóricos, que suponía una expansión muy rápida a través del
Collasuyo después de 1471, y un control homogéneo de todo el territorio en unos
pocos años. En concordancia con las críticas realizadas a ese planteo desde
fines del siglo 20, una cronología tardía de la anexión incaica de Mendoza es
coherente con la necesaria progresión del avance de la dominación estatal y con
un inicio anterior del mismo. En efecto, antes de controlar esta provincia los
incas debieron incorporar más de 500.000 km² del noroeste argentino, que se
extienden a lo largo de 1.250 km desde el norte de la provincia de Jujuy.
Además, en algunos casos esta dinámica expansiva los enfrentó a etnias que
ofrecieron resistencia diversa (Leibowicz y Jacob, 2012; Nielsen, 2007). Por
otra parte, es importante tener en cuenta que en Bolivia el avance incaico
parece haber comenzado hacia 1400 d.C. (Alconini, 2016; Gyamarti y Varga, 1999;
Korpissari et al., 2003; Meyers, 2007,
2016; Pärssinen, Siiriänen y Korpisaari, 2003; Rivera Casanovas, 2014). En este
marco es admisible y coherente que la entrada al territorio argentino haya
ocurrido hacia 1410 (Palma, 2000), 1420 (García et al., op cit.) o 1430
(Nielsen, 1996), y que la anexión del último territorio meridional del
Tawantinsuyu se produjera varias décadas después, recién en la segunda mitad
del siglo 15.
Finalmente,
teniendo en cuenta que la infraestructura incaica se concentra exclusivamente
en el noroeste de Mendoza, también debe considerarse la posible diferencia
temporal (aunque haya sido sólo de unos pocos años) entre la anexión de este
sector y la de la zona baja oriental. En ese caso, las fechas correspondientes
a las primeras ocupaciones incaicas de los sitios del Valle de Uspallata y
alrededores (Tambillos, Ranchillos, Tambillitos, etc.) sólo indicarían la
cronología de la posible anexión de ese sector y no del territorio huarpe
localizado al este del área montañosa, cuya dominación pudo ser posterior.
CONCLUSIONES
Las
dataciones C14 disponibles no permiten sostener una anexión del
extremo sudeste del Tawantinsuyu anterior a mediados del siglo 15. Los datos
correspondientes son coherentes con la propuesta de García et al. (op cit.), quienes
sugieren una entrada cercana a 1475 d.C. Aun cuando se adopte una posición más
flexible, lo más probable parece ser que tal proceso comenzó en la segunda
parte del siglo 15, probablemente entre 1450 y 1475 d.C. Esto no significa que
la cronología histórica tradicional de la dominación del Collasuyu sea
correcta, sino simplemente que la incorporación del actual territorio de
Mendoza habría sido tardía por ser el último espacio meridional en ser anexado
al este de los Andes. Esta alternativa parece ajustarse coherentemente a los tiempos
requeridos para un avance relativamente consolidado de la dominación incaica
desde el extremo norte argentino, al control previo del norte y centro de Chile
(desde donde se habría producido la anexión de Cuyo, en la vertiente oriental
andina), a la escasa infraestructura estatal identificada en Mendoza y a las
características del registro arqueológico del dominio incaico en los sectores
no montañosos de esta provincia.
Es
muy probable que la realización de nuevos fechados radiocarbónicos para
ocupaciones incaicas de la región (preferiblemente con AMS) permita obtener
mayores precisiones sobre el tema analizado y contrastar la propuesta expresada
en este trabajo, pero para ello es indispensable un esfuerzo encaminado a
optimizar el registro de información al momento de obtener muestras
eventualmente fechables y a brindar descripciones e ilustraciones detalladas y
completas de los contextos y de las características y asociación de las
muestras datadas, que permitan a los lectores constatar la información y
trascender el grado de dependencia del principio de autoridad académica que,
aunque muy combatido desde la década de 1960, en algunos casos parece gozar aún
de muy buena salud.
AGRADECIMIENTOS
Este
artículo se realizó en el marco de los proyectos de investigación PIP 2014-16
N° 0640CO y PUE 2292016010
(CONICET) y CICITCA-2020 (Universidad Nacional de San Juan). Agradezco los
valiosos comentarios y sugerencias de los revisores del manuscrito.
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