Latencias de la crítica. José Aricó y la “traducción” de lenguajes políticos.

Guillermo Ricca

Resumen


La propuesta de Boaventura de Souza Santos de una Epistemología del Sur encaminada a una transición del paradigma dominante en el campo de las ciencias hacia una configuración capaz de aspirar a una Nueva Internacional del  conocimiento incluye la agenda de una sociología de las ausencias y de las emergencias destinado a mostrar que la inexistencia de ciertas experiencias es positivamente producida como ausente, esto es, como “alternativa no creíble a lo que existe”[1], por un tipo de racionalidad homologadora y jerarquizadora que el portugués designa como metonímica. La actual razón metonímica se presenta así como una “obsesión de la totalidad bajo la forma del orden”[2] en la cual el todo tiene primacía absoluta en relación a las partes y el criterio de admisión en el todo es la homologación jerarquizada bajo formulaciones de simetría/asimetría. Esa jerarquización puede ser tal porque el todo no es de manera alguna superior a las partes, sino “una de las partes transformada en término de referencia para las demás”[3]. Dicho en términos de Gramsci, la razón metonímica sería la forma dominante de la razón en Occidente.

Este paradigma, como muestra el propio Boaventura, viene configurándose desde hace cuatro siglos. Sin embargo, su clausura como tal, es reciente. La principal consecuencia que persigue una sociología de las ausencias como forma de transición hacia otros paradigmas epistémicos y políticos, es resistir al desperdicio de la experiencia que opera productivamente en la racionalidad global del orden único.

Esta operación de cierre de la parte por el todo fue agudamente auscultada por Jacques Derrida en Espectros de Marx. En el segundo capítulo del libro,  Derrida desmonta la estrategia de las retóricas del fin surgidas con entusiasmo algo fanático a partir de la crisis del marxismo que acabó con el bloque soviético. Esas retóricas asumen, para Derrida, la forma de una conjura, de un juramento más o menos secreto, de una fantología performativamente orientada hacia una tarea de incantación celebratoria: Marx ha muerto, apresuremos su sepultura. Esta especie de triunfalismo febril alienta en tres planos superpuestos: el de la política propiamente dicha con sus instituciones y órganos de reclutamiento,  el de los medios masivos y el de la cultura erudita o académica, especialmente  “la de los historiadores, los sociólogos y los politólogos, la de los teóricos de la literatura, los antropólogos, los filósofos, en particular, los filósofos políticos, cuyo discurso es a su vez sustituido por la edición académica, comercial y también mediática en general”[4]. Esta reflexión de Derrida confiere una historicidad insospechada—y en gran medida, hoy olvidada—al programa que alienta Boaventura de Souza Santos. No es de ningún modo casual que la clausura que globalizó un tipo de racionalidad como legítima y condenó a todas las demás a la esfera del desperdicio anacrónico haya pivoteado sobre el nombre y la herencia de Marx.

[1] Boaventura de Souza Santos, Una epistemología del Sur, CLACSO-Siglo XXI, Buenos Aires, 2009, p 109.

[2] Ibid, p 103.

[3] Ibid, p 104.

[4] Jacques Derrida, Espectros de Marx, el trabajo del duelo, el estado de la deuda y la nueva internacional, 1995, Trotta, Madrid,  p 67 (cursiva, GR).


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ISSN: 2314-2987