El vasto mar de los Sargazos y el lugar de la ceniza en Jane Eyre.

María Fernanda García

Resumen


Así como en su prólogo en La difunta ceniza. Feu la cendre[1] el filósofo argelino Jacques Derrida admite que desde hacía muchos años le venía a la mente una frase “singularmente breve, casi muda”[2] y a la cual pensaba él controlaba, así parece haberle venido a la mente de la escritora caribeña Jean Rhys un personaje también casi mudo, con nombre muy breve, y el cual, desde su encierro, también parecía controlado.  Éste personaje, quien no surge de la nada, hace su primera aparición en la novela inglesa Jane Eyre (1847) de Charlotte Bronte. Tanto filósofo como escritora se rinden al asedio de frase y de personaje que parecen demandar su presencia en forma escrita y un tanto urgente. De este modo, La difunta ceniza (1987) y El ancho mar de los Sargazos (1966) se convierten en moradas para estos espectros que acechan hasta inspirar la acción de escribir.  He aquí la frase: “Ahí hay ceniza; hay, ahí, ceniza”.[3] En este juego de palabras se da lugar a una presencia desconocida. He aquí el personaje: Bertha, Bertha Mason, Antoinette Mason, Antoinette Cosway.  Ellos son nombres que nominalizan, diferencian.

Tanto frase como personaje parecen inocentes, con una vida propia, aparentemente independientes.  Pero en este momento  ambos se me aproximan, me acechan tanto así hasta la necesidad de escribir este texto.  Ellos se acercan en una presencia relacional, en una extraña comunión que define la necesidad de comprender el vínculo entre frase y personaje, entre ceniza y Bertha Mason Rochester - Antoinette Cosway.


[1] Derrida, J., La difunta ceniza. Feu la cendre, Ediciones La Cebra, Buenos Aires 2009.

[2] Idem., p.7

[3] Idem., p.11


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ISSN: 2314-2987